La Doctora en ecología marina y economía ambiental, Andrea Sáenz-Arroyo, escribe sobre los efectos del cambio climático en México.
¿Clima nuevo, vida vieja? México ante los efectos del cambio climático
La Doctora en ecología marina y economía ambiental, Andrea Sáenz-Arroyo, escribe sobre los efectos del cambio climático en México.
Texto de Andrea Sáenz-Arroyo 04/02/22
La vida siempre nos trae paradojas inimaginables, que ni siquiera un buen guionista de cine podría operar con tanta sincronía. Contrastes que complementan este juego de luces y sombras que resultan de la interrogante de si la especie humana sobrevivirá el siglo XXI. O si sobrevivirá, en qué condiciones lo hará.
A las siete de la mañana de este lunes 8 de octubre ya teníamos la noticia de que los científicos que conforman el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) daban una última alerta para reducir las emisiones de gases efecto invernadero. A las nueve de la mañana ya se comentaba por los pasillos que el Premio Nobel de Economía había sido otorgado a William D. Nordhaus y Paul Rome.
La alerta que envía el IPCC es muy contundente. Con la cantidad de CO2 que hemos enviado a la atmósfera hasta el día de hoy, la tierra se ha calentado un grado en promedio. Y hasta el día de hoy no se ve claro el rumbo de la sociedad planetaria para no exceder un aumento de 1.5 grados para el 2030 que se había pactado en el acuerdo de Paris en 2016. Por el contrario, en el 2017 alcanzamos el récord de 400 ppm de CO2 atmosférico, comparado con las 280 ppm que tuvimos por milenios antes de la época industrial. El IPCC observa en su reporte que de no haber un cambio drástico (Misión 2050: cero emisiones a nivel global), calentaremos dos grados en promedio la Tierra, con consecuencias desastrosas para la biodiversidad y al bienestar humano.
Por su parte, Nordhays y Rome fueron reconocidos globalmente por abordar correctamente en sus análisis económicos que sin una política que le grave a la industria su impacto en la atmósfera y una política que incentive la generación de energía limpias hasta volverlas baratas y masivas a nivel global, no avanzaremos mucho, por más que nuestros diplomáticos vuelen por todo el mundo para reunirse y pasen horas sentados negociando. Los acuerdos que no son vinculantes, terminan siendo una bonita lista de buenos deseos que o nadie cumple o hacen como que se cumplen.
Cómo hacer esos acuerdos de acción colectiva de manera funcional y vinculante lo explicó con precisión Elinor Ostrom, Premio Nobel de Economía 2009. Al estudiar recursos que se manejaban en forma colectiva como el agua en algunos distritos de riego, la pesca o los bosques, Ostrom dejó una detallada receta de las características que hacen exitoso el manejo de recursos de uso común. La buena noticia es que sus investigaciones son enteramente aplicables para la atmósfera y el clima global; la mala es que se necesitan estrategias de cooperación con reglas muy puntuales que deben establecerse en una constitución global, difícil de implementar con personajes controvertidos y radicales como Donald Trump.
Cuando nuestro presidente electo habla de las refinerías que construirá y de ese sueño de volver al resplandeciente Estado de bienestar que nos traía ser uno de los grandes productores de petróleo, ¿está, en realidad, haciendo un discurso suicida? La respuesta es no. Andrés Manuel López Obrador está jugando con las reglas que hasta el momento son vigentes a nivel global y que ponen a los países a competir por quién producirá la mercancía más barata para poder hacer crecer su economía. Aunque estoy segura de que el gobierno entrante tomará mucho más en serio los impactos ambientales en los ecosistemas mexicanos que puede causar la actividad petrolera, el equipo del presidente entrante no ve por ahora ningún incentivo aparente para dejar de mandar CO2 a la atmósfera.
Las predicciones y los hechos sobre los efecto del cambio climáticos son claras: los fenómenos desastrosos como las sequías y las inundaciones serán más intensos. A corto plazo, la variabilidad climática aumentará y nuestra capacidad de predicción será más limitada. ¿Estamos preparados en México para enfrentar las consecuencias del cambio climático? Creo que no lo suficiente y subrayo dos aspectos:
- Primero, las soluciones basadas en reforzar la capacidad de la naturaleza para amortiguar los efectos de estos fenómenos extremos, han demostrado ser de lo más costo-efectivas pero hasta ahora no se ve un plan estratégico que la nueva administración tenga bien delineado para recuperar esa capacidad en nuestros ecosistemas naturales.
- Segundo, con todos los centros de investigación y universidades públicos que tenemos en México estudiando recursos de usos común, como bosques y pesquerías, tendríamos que estar a la vanguardia en promover una constitución global que nos permita promover la acción colectiva. De otra manera, los costos de los efectos del cambio climático serán cada día más altos y, amargamente, cargados a la gente pobre que en nuestro país, continua siendo mayoría.
En una entrevista que le hacen a Nordhaus sobre su libro The Climate Casino (2013), el economista hace una analogía lúgubre: en los casinos, la gente siempre pierde; deambulan en silencio repentinamente emocionados por el sonido de las monedas que caen de una máquina. Así, en el cambio climático todos perdemos, pero nos ilusionamos con ideas viejas que harán crecer nuestra economía.
El cambio climático ya está en nuestras vidas, pero nuestras formas de organizarnos e impulsar el crecimiento económico siguen siendo las mismas. Costará mucho cambiar los viejos hábitos. Al ser México uno de los perderdores potenciales más evidentes del cambio climático, tendríamos que alumbrar, con un cuerpo diplomático capacitado, la ruta para salir de este fatídico casino e impulsar los pasos que tenemos que dar a nivel global para implementar una verdadera acción colectiva. EP
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