Cinco acciones por los cinco mares de México

Este 8 de junio es Día Mundial de los Océanos. ¿Por qué los celebramos? Una de las razones que da Naciones Unidas este año es que se han descubierto organismos habitantes en profundidades extremas que pueden acelerar la detección de COVID-19. Los océanos son un ecosistema que, como humanidad, tenemos que preservar. ¿Cuál es el caso de México? La consultora en conservación y sustentabilidad Gabriela Anaya Reyna nos expone cinco acciones para cuidar los pulmones de nuestro país.

Texto de 08/06/20

Este 8 de junio es Día Mundial de los Océanos. ¿Por qué los celebramos? Una de las razones que da Naciones Unidas este año es que se han descubierto organismos habitantes en profundidades extremas que pueden acelerar la detección de COVID-19. Los océanos son un ecosistema que, como humanidad, tenemos que preservar. ¿Cuál es el caso de México? La consultora en conservación y sustentabilidad Gabriela Anaya Reyna nos expone cinco acciones para cuidar los pulmones de nuestro país.

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Hay cinco mares en México y una multiplicidad de visiones acerca de ellos. En el imaginario social, el mar y sus playas son serenidad y paraíso idílico. En la memoria personal, el mar es deleite y recuerdo. En las políticas públicas, el mar es la suma de acciones inconexas que atañen a la economía, seguridad nacional, seguridad alimentaria, biodiversidad y  bienestar de quienes viven en las zonas costeras. El mar es vertedero y cloaca; es aguachile de domingo en la ciudad; es luna de miel en Acapulco; es hombre bruñido y, a veces, nunca mujer cuando la llamamos “la mar”.

El caleidoscopio de formas en que observamos, asumimos, usamos y regulamos al mar logra colocarlo en la vida pública nacional y en nuestros universos personales, pero lo hace de manera exigua y a distancia; más como un telón de fondo que como el acto principal. Así, el mar Caribe es escenario del turismo de Cancún y el golfo de México lo es de las plataformas petroleras de PEMEX. El Pacífico tropical es telón de fondo de las latas de atún y el Pacífico norte de los platillos de langosta y abulón. El golfo de California (mar de Cortés) lo es de la maravilla de poder tocar una ballena gris y de los cócteles de camarón. Los actos centrales en cada mar son sus usos y ponemos poca atención al mantenimiento y a la regeneración del telón marino cuya superficie es aun mayor que la continental, pues 62% del territorio nacional es marino.

No toda política pública es causa social; ni toda causa social es política pública.

Recuperar y mantener la salud de los mares mexicanos  y estrechar nuestra relación con ellos no es tarea poética o filosófica. Hay motivos pragmáticos de sobra y consecuencias, sumamente imprácticas, de no hacerlo. No es un cliché: los mares y la vida que albergan son centrales para el funcionamiento del planeta. Cada suspiro involucra al mar, pues ahí se genera la mitad del oxígeno que respiramos.  También absorben un tercio de las emisiones del dióxido de carbono que se emiten en la atmósfera como resultado de las actividades humanas. Vivamos cerca o lejos de la costa, la salud del mar está vinculada estrechamente con las nuestra y su productividad lo está también con el bienestar y la prosperidad de millones de mexicanas y de mexicanos.

Es momento de que México vea hacia al mar y es preciso hacerlo sin letargo, con inteligencia, con recursos y con determinación. Diversas acciones son necesarias para hacer frente a los principales problemas que afectan la salud de los mares y yo destaco cinco para los cinco mares del país:

1. Cultivar una base social para los mares mexicanos

No toda política pública es causa social; ni toda causa social es política pública. De hecho, México tiene una Política Nacional de Mares y Costas de México (PNMCM) tan poco conocida como implementada, así como un intrincado espectro de instrumentos normativos que inciden de una u otra forma en la gestión de los mares y costas del país (cuarenta y dos leyes federales y veintiún acuerdos y tratados internacionales, de acuerdo a la PNMCM). Lo que no tenemos es un número igualmente amplio y diverso de personas a quienes les interese este marco político e institucional o que actúen por el mar.

Existen, sí, diversas y muy capaces comunidades, organizaciones sociales, organizaciones de la sociedad civil, instituciones académicas y empresas que actúan de una u otra forma para mantener y recuperar la salud y productividad de los mares mexicanos. Pero la escala y complejidad de la tarea precisa de mayor número y diversidad de personas, grupos y alianzas involucradas y con capacidad de agencia. 

México es uno de los principales productores de pescados y mariscos en el mundo.

No hay una sola vía para visibilizar a los mares y para propiciar el compromiso individual y colectivo de más mexicanos. Para que los mares se conviertan en causa de mayorías, habremos de hablar y de acercarnos a ellos con lenguajes diversos: el de las emociones y valores, el de la economía, el del arte, el de la ciencia, el del activismo, el de las leyes, el del bienestar social y el de la competitividad, entre otros. Hay un gran valor en tener un coro de convencidos, pero es momento de que el coro crezca e incluya voces, perspectivas y lenguajes complementarios. 

2. Asegurar que el 30% de la superficie de los mares mexicanos tenga una protección elevada o total en 2030

En el contexto de algunos instrumentos internacionales de conservación de la biodiversidad suscritos por México, 2020 es un año hito en la gestión y protección de los ecosistemas marinos y costeros (Metas de Aichi para la Diversidad Biológica y Meta 14 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de Naciones Unidas). Aunque aún no cierra el 2020, podemos adelantar una buena y una mala noticia. La buena noticia es que México superó en más del doble la superficie marina protegida comprometida en la Meta 11 de Aichi. La mala noticia es que en el 2020 las áreas naturales protegidas (ANPs)1tienen uno de los presupuestos más insuficientes en su historia, lo que se traduce en niveles bajos de manejo activo y en el riesgo de retornar a la época de las ANPs de papel.

No podemos permitirnos cerrar los ojos a los problemas y tendencias negativas que ya existen en los mares de México, ni esperar una crisis mayor para tratar de resolverlos. Se nos va la salud, el bienestar y la prosperidad en ello.

Cada ANP tiene retos propios, pero todas tienen en común el requerir recursos humanos y financieros para enfrentarlos. De acuerdo a un análisis hecho por organizaciones de la sociedad civil y presentado recientemente, aunque la superficie bajo el resguardo de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas equivale al 22% del territorio nacional, el presupuesto asignado a la Comisión representa tan solo el 2.5% del presupuesto ambiental en el país de acuerdo a Cuidar lo que importa: Presupuesto para el patrimonio natural). Como expresa el estudio, el presupuesto por hectárea protegida se redujo en un 87% en los últimos cuatro años, pues pasó de un máximo histórico de $74.12 pesos por hectárea en 2016 a $9.56 pesos en 2020. 

Debido a que continúa el deterioro de la salud de los océanos y la necesidad de asegurar su resiliencia ante el cambio climático, varias voces se unen gradualmente para proponer la protección no del 10 (la meta internacional a 2020), sino del 30% de la superficie del océano para el 2030. En el caso de México, hará sentido esta posible agenda de acción internacional deberá también considerar: 1) que se cuente con el financiamiento necesario para asegurar el manejo real y efectivo de la superficie ya protegida; 2) que la protección del 7.7% restante de la superficie contribuya, sin vacilación, a la restauración de la salud de los ecosistemas y poblaciones marinas, con énfasis en la restauración de las poblaciones pesqueras y los ecosistemas de los que dependen (a través de refugios pesqueros y de zonas núcleo), y 3) que la protección del 30% del territorio marino se complemente con políticas y programas que busquen mejorar la gestión sostenible del 70% restante.  

3. Apostar a una transición completa hacia una pesca de bajo impacto

México es uno de los principales productores de pescados y mariscos en el mundo. No obstante que esta actividad económica representa menos del 1% del PIB nacional, su verdadera dimensión e importancia para el país se mide en términos del empleo que genera y en el valor de estos productos para la salud humana. Más de 300,000 familias dependen directamente de la actividad y 2 millones de personas mas lo hacen indirectamente. Su importancia para la salud no puede ser subestimada, especialmente en el contexto de la pandemia que ahora vivimos y que subraya el grave problema de obesidad que existe en México y la necesidad de mejorar la alimentación y salud de los y las mexicanas. 

Es frecuente citar a la pesca como una de las plagas que amenazan la salud de los mares y hay razones para ello. Como ocurre en otras industrias, parte del problema radica en el bajo nivel de atención que recibe en la agenda pública y en la laxitud con la que se aplican las leyes e instrumentos de investigación y gestión que regulan esta actividad económica. La gestión pesquera en México tiene una latitud amplia para mejorar y esto se refleja en el hecho, contundente, de que más del 80% de los recursos pesqueros de México se encuentran sobreexplotados o en sus niveles de máxima capacidad. Nuestro país ha apostado al volumen mas que al valor agregado. Esta política no escrita se refleja en la paradoja que representa el que, a pesar de las recomendaciones de la Carta Nacional Pesquera de no incrementar el esfuerzo pesquero, en los últimos años haya habido un crecimiento desmedido en la extracción  (Oceana, 2019). 

No todo es gris. Varias pesquerías en México han obtenido certificados de sustentabilidad y un número aún mayor de productores participan en proyectos de mejora encaminados a mejorar sus estándares de sustentabilidad ambiental, responsabilidad social y calidad de sus productos (por ejemplo, la pesquería de merluza y la de escama en el Corredor San Cosme-Punta Coyote, ambas en el Golfo de California). Otro motivo de optimismo es el reconocimiento de que lograr la sustentabilidad de la pesca mexicana precisa de la alineación de esfuerzos y de una agenda compartida entre sectores y grupos que suelen trabajar en silos e, incluso, de manera polarizada. 

Es central, para la seguridad alimentaria del país y la salud de los mares mexicanos, que México reconozca y aborde los retos que enfrenta la gestión pesquera. Necesitamos una política que haga posible un mejor manejo de los recursos pesqueros y que incluya las diversas dimensiones involucradas incluyendo, entre otras: el ordenamiento adecuado de las actividades pesqueras; la protección, restauración y recuperación de especies sobreexplotadas; transparentar la toma de decisiones; fortalecer la inspección y vigilancia; asegurar la participación ciudadana, y aumentar el valor agregado de las especies capturadas.

4. Invertir en el bienestar de quienes trabajan en el mar

La palabra bienestar está en boga durante esta administración pública federal y su prioridad en las políticas públicas del país está ampliamente justificada. Lo mismo debe ocurrir para quienes trabajan en el mar. No habrá salud para los mares mexicanos sin salud y bienestar para las personas y comunidades que dependen directamente de él para su economía.

Mas de 300,000 mil personas participan directa o indirectamente en la pesca ribereña. Esta pesca, que se realiza de manera artesanal y cerca de la costa, produce aproximadamente una cuarta parte de la producción pesquera nacional. Las comunidades pesqueras ribereñas son lo suficientemente pintorescas para figurar en el imaginario público y en la narrativa oficial,  pero están aisladas geográficamente y por la fuerza de los hechos. Sus niveles de bienestar están sustancialmente por debajo de los promedios nacionales en los principales indicadores reportados por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) (FAO, 2010).

Aunque hay diferencias entre regiones del país con actividad pesquera, en general, prevalecen niveles altos de pobreza, un acceso limitado a instituciones de salud y una media de escolaridad por debajo de la media nacional.  Así, por ejemplo, en la región del Pacífico, que tiene la mayor actividad pesquera reportada, el 47% de la población se encuentra en estado de pobreza. Ahí, solo una de cada siete personas tienen acceso a instituciones de salud y la media de escolaridad es de 6.2 años menos que la nacional (Cantú-Calderón et al., 2019). Dicho en otras palabras, la gran mayoría de los pescadores y de sus familias no tienen acceso a un piso mínimo de derechos humanos (EDF, 2019). En la ausencia de atención, esta situación podría volverse más compleja por efecto del COVID-19 (COBI, 2020) y de disrupciones asociadas con el cambio climático. 

Es difícil hablar de modelos o recetas de bienestar que apliquen de manera generalizada. No obstante, en el contexto de las comunidades pesqueras, cabe decir que la receta debe ser amplia e integral.  Además de los indicadores asociados a la medición oficial de la pobreza multidimensional, es necesario abordar otras dimensiones incluyendo, entre otras, identidad, género, capacidades individuales y organizacionales, capital social y político y bases para la producción, comercialización y gestión de la pesca.

Es central, para la seguridad alimentaria del país y la salud de los mares mexicanos, que México reconozca y aborde los retos que enfrenta la gestión pesquera.

5. Garantizar un océano libre de contaminación

La reducción en el uso de plásticos es una de las causas ambientales que tiene más resonancia y tracción en México. La tiene en parte porque, aunque la contaminación por plásticos es un problema complejo y multidimensional, hay imágenes que comunican su impacto de manera profundamente emocional y que nos motivan a actuar. En el caso del mar, el vídeo de la tortuga sangrando mientras le retiraban un popote de la nariz logró sensibilizar a más millones de personas que cien publicaciones científicas juntas. El problema no es menor, pues los productos plásticos general 90% de la basura en el mar en el mundo, se mueven libremente en las corrientes oceánicas sin requerir pasaporte y nunca se degradan: solo se van haciendo más pequeños hasta llegar al tamaño de micropartículas suspendidas en el mar o que se acumulan en los tejidos de organismos marinos.

Hay otros contaminantes marinos para los que aun no tenemos agendas robustas de política pública y acción ciudadana, como los hidrocarburos, las aguas residuales, los plaguicidas, los herbicidas, los detergentes y los fertilizantes químicos. La mayoría de estos contaminantes provienen de actividades en la tierra y llegan a los estuarios, bahías y deltas costeros a través de las escorrentías, corrientes, ríos y aguas subterráneas. Como los plásticos, estas modalidades de contaminación comprometen la salud de los mares y de las personas. Para resolver este problema, necesitaremos promover y regular transformaciones de fondo en algunos sectores, como el agrícola, el de producción de fertilizantes, el de tratamiento de aguas residuales y el de la gestión de residuos. El sector energía es también parte de esta transformación.  En este sentido, el Golfo de México es un mar que requiere atención especial, pues concentra un volumen elevado de contaminantes derivados de desechos industriales y portuario-industriales, así como de desperdicios petroleros, mineros y agrícolas (Vázquez-Botello, 2019).

En este Día Mundial de los Océanos

México y el mundo celebramos el Día Mundial de los Océanos en medio de una crisis sanitaria que nos deja lecciones numerosas. Quizás, una de las lecciones centrales es que los desastres agravan problemas existentes o aceleran las tendencias económicas y sociales que ya estaban en marcha. No podemos permitirnos cerrar los ojos a los problemas y tendencias negativas que ya existen en los mares de México, ni esperar una crisis mayor para tratar de resolverlos. Se nos va la salud, el bienestar y la prosperidad en ello. EP

1 Actualmente, hay 182 áreas naturales protegidas en el país. De éstas, 37 tienen superficie costera y marina y suman 649,587 km2, equivalente al 22.3% de la superficie marítima nacional según Mexico Ambiental.

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