Astrid Rivera reporta voces de expertos que reflexionan sobre las lecciones que dejó Otis, sobre cómo reducir la vulnerabilidad ante este tipo de fenómenos y construir una sociedad más resiliente mediante la implementación de diversos cambios.
Reducir la vulnerabilidad: la lección que dejó Otis
Astrid Rivera reporta voces de expertos que reflexionan sobre las lecciones que dejó Otis, sobre cómo reducir la vulnerabilidad ante este tipo de fenómenos y construir una sociedad más resiliente mediante la implementación de diversos cambios.
Texto de Astrid Rivera 22/11/23
El mar agitado por el viento pegaba con toda su furia sobre todo lo que encontraba a su paso. Las palmeras que rodean la icónica avenida costera Miguel Alemán se sacudían de un lado al otro; los vidrios de los ventanales de los hoteles volaban en añicos; el agua de las intensas lluvias cubría los carros estacionados; las estructuras de los edificios se desprendían como si fueran hojas de papel. Estas son imágenes que difícilmente olvidarán los habitantes de Acapulco cuando el huracán Otis tocó tierra.
Las 00:25 h del miércoles 25 de octubre quedarán grabadas para siempre en la memoria de quienes presenciaron la llegada de Otis al puerto que ha sido escenario de numerosos espectáculos, películas e inspiración de canciones. Aunque el paisaje gris y lluvioso con viento se hizo presente en Acapulco y en varios puntos de Guerrero desde días antes, nadie presagiaba la destrucción que dejaría este fenómeno a su paso.
La rápida intensificación de Otis desafió los modelos meteorológicos y desconcertó a los científicos. En menos de 12 horas pasó de ser una tormenta tropical con vientos que avanzaban a una velocidad de 64 kilómetros por hora hasta llegar a 270 kilómetros, por lo que Otis fue considerado como “atípico” por las autoridades mexicanas.
El paso de Otis dejó daños en carreteras, infraestructura eléctrica, en los servicios de agua, hospitales, viviendas, hoteles, además de las pérdidas humanas que —según el corte del 17 de noviembre de la Coordinación Nacional de Protección Civil (CNPC)— alcanza los 49 decesos y 26 personas no localizadas.
Aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador se ha comprometido a reactivar la actividad turística en Acapulco para la temporada navideña, empresarios han estimado que la recuperación del puerto tardará al menos dos años. A poco más de un mes del paso de Otis, continúan las labores para remover los escombros y restaurar por completo los servicios básicos.
Tras la devastación que dejó este huracán de categoría 5, especialistas consultados por Este País reflexionan sobre las lecciones que dejó Otis, sobre cómo reducir la vulnerabilidad ante este tipo de fenómenos y construir una sociedad más resiliente mediante la implementación de diversos cambios, desde el fortalecimiento de la red de radares meteorológicos, políticas públicas de adaptación al cambio climático, hasta generar una nueva cultura en materia de Protección Civil.
El informe Estado del Clima en América Latina y el Caribe en 2022 publicado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) indicó que, en los últimos 30 años, las temperaturas han aumentado un promedio de 0.2 °C por década, la tasa más alta de la que se tiene constancia. El organismo de las Naciones Unidas advirtió que “a medida que se aceleran el calentamiento a largo plazo y el aumento de nivel del mar, los fenómenos meteorológicos extremos y los choques climáticos en América Latina y el Caribe se intensifican en periodicidad y gravedad”.
La necesidad de fortalecer la red de radares meteorológicos
El nivel de destrucción que causó Otis fue tal que la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos lo calificó como “el huracán más fuerte del Pacífico oriental que tocó tierra en la era de los satélites”; es decir, desde la implementación de los satélites meteorológicos a fines de la década de los 60.
El Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) calificó a Otis como “atípico” debido a la velocidad con la que se intensificó, pues dijo que este fenómeno rebasó los modelos internacionales de pronóstico meteorológico: en menos de 12 horas pasó de ser tormenta tropical a huracán categoría 5.
La velocidad con la que Otis evolucionó a categoría 5 puso sobre la mesa la discusión sobre los sistemas de monitoreo de huracanes y la necesidad de fortalecer la red de radares meteorológicos en México para generar su propia información y no depender de la de Estados Unidos.
Leodegario Sansón Reyes, investigador de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura (ESIA) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), explicó que en el mundo existen una gran cantidad de estaciones meteorológicas que miden la temperatura superficial del mar y detectan la formación de los ciclones tropicales. Con estos datos, se realizan modelos numéricos que prevén el comportamiento de la atmósfera y la formación de ciclones, así como su intensificación.
El National Weather Service define a los ciclones tropicales como “masas de aire cálido” que según la velocidad de sus vientos se clasifican en depresión tropical, tormenta tropical o huracán, el cual a su vez tiene cinco categorías. Sin embargo —comenta el académico—, uno de los problemas de México y del mundo es la falta de información: en varias partes del océano no hay estaciones que monitoreen la actividad. Por ello, no se generan datos sobre la formación o evolución de un ciclón, que fue lo que ocurrió con Otis: ningún modelo predijo el drástico aumento de velocidad.
El también presidente de la organización Mexicana de Meteorólogos (OMMAC) comentó que México debe mejorar la implementación de radares meteorológicos cercanos a las costas para complementar la información generada por los satélites y poder detectar en más puntos la velocidad de los ciclones en cada una de sus fases.
Destacó la necesidad de adquirir “supercomputadoras”, capaces de procesar a mayor velocidad los modelos numéricos, ya que el equipo de cómputo con el que cuenta México en las universidades ya no alcanzan la rapidez requerida para procesar grandes cantidades de información en tiempo real. “Tenemos que estar preparados siempre para cualquier ciclón, no importa cuántos sean o su intensidad. La meteorología puede ayudar a las autoridades a implementar medidas de prevención, pero también requiere apoyo para poder desarrollarse”.
Sansón Reyes resaltó la importancia de capacitar a más profesionales en modelos y radares meteorológicos en meteorología tropical especializados en las condiciones que hay en las zonas cercanas del Ecuador, lo cual es fundamental para la elaboración de los modelos meteorológicos y que se debe considerar la energía que hay en esa área la cual es indispensable para la formación de ciclones tropicales.
Alejandro Jaramillo Moreno, investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM, consideró que además de fortalecer la red de los radares meteorológicos México requiere contar con sus propios aviones “cazahuracanes”, que monitorean lo que ocurre al interior de este fenómeno, con lo que se genera mayor información sobre su comportamiento. El investigador comentó que México depende de los datos de Estados Unidos generados a partir de estos aviones.
“México tiene que avanzar también en generar su propia información. Es algo costoso, pero se podría pensar en qué lugares se podría implementar, cuánto se podría invertir. Al tener nuestra propia información podemos entender mejor estos fenómenos y mejorar los sistemas de alertamiento a la población. Actualmente tenemos una dependencia muy grande de los datos de Estados Unidos”.
Cultura de prevención como vía para reducir vulnerabilidad
Jaramillo Moreno consideró que una de las principales lecciones que nos deja Otis es reflexionar sobre cómo reducir la vulnerabilidad ante este tipo de fenómenos. Comentó que es necesario mejorar la comunicación de los riesgos que causan estos eventos. Mencionó que, si bien Otis se intensificó rápidamente, los pronósticos ya indicaban que una tormenta tropical iba a impactar en Guerrero.
“Los modelos sí estaban pronosticando que una tormenta tropical iba a impactar tierra. El problema es que tendemos a pensar que una tormenta tropical es menos peligrosa que un huracán, en ese sentido, hay fallas en el alertamiento y en la preparación. Hay que preparar a la población para el peor de los escenarios”.
El académico planteó la necesidad de generar una cultura de la prevención donde la gente se prepare ante este tipo de fenómenos independientemente de la intensidad del ciclón tropical; por ejemplo, como con la alerta sísmica en la Ciudad de México: la población busca un lugar seguro sin importar la intensidad del sismo.
Para Delfino Hernández Lascares, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Unidad Iztapalapa, en México se vive “al filo de la navaja” por la poca cultura de Protección Civil, la cual se trata como un aspecto de menor relevancia. Consideró que tras el paso de Otis en Acapulco se debe impulsar “una nueva era” en esta materia para evitar que futuros fenómenos naturales causen tal devastación.
El investigador propone que se replique el modelo del Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) y se instale en cada estado un organismo de este tipo, a fin de coordinar acciones preventivas para que tanto la población como las autoridades estén preparadas ante el impacto de fenómenos naturales, pues afirmó que los desastres no son naturales, sino socio-organizativos. “Un desastre no es natural, es socio-organizativo porque hace daño en zonas donde hay gran concentración de población. Si se deja crecer a la población en zonas de laderas, nosotros estamos organizando el desastre. El desastre es de quien lo organiza, lo acepta y lo permite”.
El también responsable oficial de Protección Civil en la Ciudad de México comentó que la cultura de protección civil no ha logrado permear en la población o, al menos, no en todos los estados. Lo cual atribuye a que no se han sabido comunicar los riesgos de los fenómenos naturales y la manera en la que se deben preparar para saber cómo actuar antes, durante y después de un evento de este tipo.
Destacó que los medios de comunicación pueden desempeñar un gran papel en la generación de una cultura de protección civil: son capaces de llegar a las comunidades más alejadas a través de medios como las radios comunitarias. Por lo que planteó establecer la obligación de dedicar cierto tiempo en los medios a la protección civil. Hernández Lascares consideró que si no se invierte en la prevención y gestión de riesgos, “no habrá dinero que alcance” para financiar la reconstrucción que dejarán los fenómenos naturales en el futuro.
Urgente adaptarse al cambio climático
Varios estudios y organismos internacionales han alertado desde hace varios años que los fenómenos naturales serán cada vez más intensos y frecuentes, por lo que es necesario generar políticas públicas que permitan a las ciudades y población adaptarse a los efectos del cambio climático.
Alejandra Toscana, investigadora de la UAM Unidad Azcapotzalco, consideró que se deben implementar políticas públicas que reduzcan la vulnerabilidad de la población ante los fenómenos naturales, no sólo en materia de prevención, sino para construir las capacidades que permitan una mejor adaptación al cambio climático.
“Esta vez las consecuencias del cambio climático cayeron en Acapulco, pero van a seguir. Hay muchos efectos: sequías, ondas de calor. Son cada vez más las consecuencias de este fenómeno y no estamos haciendo lo suficiente. Es importante tomar el cambio climático más en serio”.
La académica consideró que la adaptación al cambio climático requiere de “una transformación completa” del entorno desde políticas enfocadas a la restauración de los ecosistemas, pasando por medidas que hagan una comunicación más efectiva del riesgo ante fenómenos naturales, la planeación de ciudades, hasta aquellas relacionadas con la reducción de emisiones que contribuyen al calentamiento global.
Avelina Ruiz, gerente de Cambio Climático del World Resources Institute (WRI) en México, considera que el cambio climático “no debe paralizarnos” y percibirlo como un fenómeno en el que no podemos intervenir, ya que es causado por la actividad humana. Por lo que es necesario verlo como un tema social, porque involucra salud, economía, desarrollo urbano y muchos más ámbitos.
“Vivimos en un contexto de cambio climático en el que la amenaza de estos eventos es cada vez más grande y que los impactos son peores cuando tienes un medio ambiente degradado y una población que vive en condiciones de pobreza. Las acciones deben orientarse a reducir riesgos a través de sistemas urbanos, económicos y sociales más resilientes. Las amenazas serán cada vez mayores conforme sigamos emitiendo gases de efecto invernadero y degradando los ecosistemas”.
La gerente de cambio climático de WRI México consideró que debemos transitar hacia una sociedad con una mejor relación con el medio ambiente, con un mayor respeto por los bosques y los recursos, con una economía que no dependa de los combustibles fósiles. Pidió dejar de ver al cambio climático como “un efecto natural que no podemos controlar”.
“Es un fenómeno que estamos produciendo que sí tenemos manera de detenerlo todavía; la ventana cada vez es más corta, pero tenemos tiempo de detenerlo: es algo que nosotros estamos produciendo. Nosotros estamos produciendo los riesgos, nos estamos exponiendo a que la población sufra efectos devastadores por tener ríos contaminados y por no tener la capacidad social para prepararse ante estos desastres. Hay mucho por hacer”. EP
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