El futuro de las áreas protegidas en México: avanzando hacia la meta global de conservación del 30×30

La meta 30×30 busca proteger el 30% de las tierras y mares globales para 2030, y México, con su rica biodiversidad, es clave para lograrlo. Aunque existen avances, persisten desafíos en financiamiento, efectividad y gobernanza. Es esencial involucrar a comunidades, adaptar áreas al cambio climático y fortalecer la gestión integral. Un enfoque colaborativo será crucial para alcanzar este objetivo.

Texto de , & 21/11/24

La meta 30×30 busca proteger el 30% de las tierras y mares globales para 2030, y México, con su rica biodiversidad, es clave para lograrlo. Aunque existen avances, persisten desafíos en financiamiento, efectividad y gobernanza. Es esencial involucrar a comunidades, adaptar áreas al cambio climático y fortalecer la gestión integral. Un enfoque colaborativo será crucial para alcanzar este objetivo.

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En un mundo cada vez más afectado por la crisis climática y la alarmante pérdida de biodiversidad, la meta global del 30×30 se alza como un objetivo crucial para la conservación ambiental y el desarrollo sostenible. Esta iniciativa propone que, para 2030, al menos el 30% de las tierras y mares del planeta estén protegidos de manera efectiva. México, con su impresionante diversidad biológica y su vasto territorio natural, desempeña un papel fundamental en el éxito de esta ambiciosa meta.

México alberga una amplia gama de ecosistemas y especies, muchos de los cuales están amenazados por la intervención humana y el cambio climático. Hasta 2024, el país ha establecido 232 Áreas Naturales Protegidas de carácter federal que representan 98,000,719 hectáreas y apoya 602 Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación, con una superficie de 1,233,890 hectáreas, en 29 entidades federativas. 

A pesar de estos logros, la cobertura actual sigue siendo insuficiente para alcanzar el objetivo del 30×30. Más allá de la cantidad de área protegida, la efectividad de estas zonas es un tema de seria preocupación. No se trata solo de declarar o certificar áreas como protegidas; es esencial que cumplan sus funciones de conservación, manteniendo ecosistemas saludables y resilientes y asegurando que cualquier actividad que se realice en su interior sea sostenible y cuenten con el presupuesto suficiente para su cuidado.

“No se trata solo de declarar o certificar áreas como protegidas; es esencial que cumplan sus funciones de conservación”.

La gestión de las áreas protegidas en México presenta disparidades. La calidad de la protección varía significativamente, y muchas áreas enfrentan serios problemas como la sobreexplotación de especies, transformación del hábitat, especies invasoras, contaminación, importante presencia del crimen organizado y el desarrollo urbano desordenado.

La protección efectiva requiere inversiones sustanciales en infraestructura, personal y programas de manejo. Históricamente, el financiamiento para las áreas protegidas ha sido insuficiente; en 2023, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas recibió un presupuesto de poco más de 930 millones de pesos, lo que corresponde a alrededor de 9.7 pesos por hectárea, lo que es insuficiente para lograr la gestión efectiva de las áreas protegidas de competencia federal. Es crucial no sustituir el presupuesto fiscal con recursos externos y acelerar la complementariedad tanto con inversión pública multisectorial como la privada, buscando nuevas fuentes de financiamiento para fortalecer la protección y gestión de estas áreas.

A nivel mundial, se promedia un guardaparque para 72km2 de territorio y se estima que para alcanzar la protección efectiva del 30×30, se necesita al menos cinco veces el número de personal actual. Además de la necesidad de incrementar el número de personal, es indispensable asegurar recursos para guardaparques y vigilantes comunitarios que dedican su vida al cuidado de estas áreas usualmente en condiciones peligrosas, sin seguro de gastos médicos (menos del 40% de guardaparques en el mundo cuentan con seguro médico) y sin el equipamiento, entrenamiento o protección adecuada. Para ello, es necesario trabajar con el poder legislativo para reconocer sus funciones en la legislación, como lo están haciendo países como Perú y Colombia que tienen contextos similares.

“En México, las áreas protegidas se superponen con territorios habitados por comunidades indígenas y locales”. 

La gobernanza de las áreas protegidas debe ser equitativa y reconocer la diversidad de  actores que la habitan. En México, las áreas protegidas se superponen con territorios habitados por comunidades indígenas y locales. El involucramiento pleno y activo de estas comunidades en la toma de decisiones y en la gestión y cuidado de las mismas es fundamental para garantizar que sus derechos y medios de vida sean respetados, así como para que puedan beneficiarse de los esfuerzos de conservación. 

Por otro lado, el cambio climático representa una amenaza significativa para los ecosistemas y la sociedad. Las áreas protegidas deben ser adaptables y resilientes frente a estos cambios, incluyendo la planificación para la migración de especies y la gestión del riesgo de desastres naturales. Es imperativo que estas áreas no solo se adapten a los efectos adversos del cambio climático, sino que también se reconozca que contribuyen a la mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero y a otros servicios que ofrecen protección a la población frente a eventos climáticos.

Para avanzar hacia la meta del 30×30, México debe adoptar un enfoque integral y colaborativo. En ese sentido, es fundamental identificar y establecer nuevas áreas protegidas que incluyan ecosistemas subrepresentados y zonas críticas para la biodiversidad. La expansión debe considerar tanto áreas terrestres como marinas, integrando regiones clave para la conservación. También está pendiente definir y normar el proceso para la identificación, reconocimiento y reporte de las otras medidas efectivas de conservación basadas en área (OMEC) que complementen a las áreas protegidas en el cumplimiento de la meta del 30×30. Estas medidas deben permitir la conectividad entre áreas y aumentar la representatividad ecológica.

“La expansión debe considerar tanto áreas terrestres como marinas, integrando regiones clave para la conservación”.

Es necesario establecer el Sistema Mexicano de Áreas Naturales Protegidas y Conservadas para que integre y armonice las áreas naturales protegidas federales, Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación, áreas protegidas subnacionales y las OMEC, permitiendo una articulación estratégica y sistémica para la protección  de la biodiversidad. También se requiere fortalecer la integración y el funcionamiento del Consejo Nacional de Áreas Naturales Protegidas, asegurando que se asesore adecuadamente a las autoridades en todos los niveles de gobierno.

El camino hacia la meta del 30×30 es desafiante, ya que implica no solo la expansión de áreas naturales protegidas y OMEC, sino también su conservación y gestión efectiva. Sin embargo, es esencial para asegurar un futuro sostenible para las generaciones presentes y futuras. México, con su rica biodiversidad y un creciente compromiso con la conservación, tiene la oportunidad de liderar este proceso. Arranca una administración con equipos técnicos y con vasta experiencia en la materia abiertos a la colaboración y creación de alianzas estratégicas. No queda la menor duda que solo haciendo equipo, no dividiendo, podremos abordar los desafíos globales con soluciones innovadoras y colaborativas para el bienestar del planeta. EP

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