La compleja relación entre los recursos de los ecosistemas y los servicios que las sociedades obtenemos de ellos, nos alerta para que cuidemos su equilibro y para evitar que el desarrollo humano nos destruya a todos. Podemos encontrar un caso emblemático de esta problemática en los arrecifes coralinos de nuestro país, en cómo los han afectado los desarrollos costeros descontrolados y en sus consecuencias. En esta ocasión, nuestra sección de medio ambiente analiza estas dificultades, así como algunas alternativas para su mitigación.
Arrecifes de coral: la intrincada relación entre conservación y desarrollo
La compleja relación entre los recursos de los ecosistemas y los servicios que las sociedades obtenemos de ellos, nos alerta para que cuidemos su equilibro y para evitar que el desarrollo humano nos destruya a todos. Podemos encontrar un caso emblemático de esta problemática en los arrecifes coralinos de nuestro país, en cómo los han afectado los desarrollos costeros descontrolados y en sus consecuencias. En esta ocasión, nuestra sección de medio ambiente analiza estas dificultades, así como algunas alternativas para su mitigación.
Texto de Andrea Sáenz-Arroyo 07/01/20
En la parte final de su viaje alrededor del mundo a bordo del bergantín Beagle, Charles Darwin hace una extensa reflexión sobre la intrincada relación que existe entre los arrecifes de coral y las playas de arena blanca de los pequeños islotes que visitó en el océano Índico. “Las largas cintas de tierra — escribía en su diario la primavera de 1836— salen fuera del agua nada más lo preciso para que la ola pueda arrojar sobre ellas fragmentos de coral, y el viento acumular allí arenas calcáreas”.1 Las notas que dejó Darwin en su diario son la clave para entender el componente natural que disparó el éxito de Cancún y la Riviera Maya como polo turístico de importancia internacional, pero también la amenaza que se ciñe sobre la costa si no se incorporan acciones efectivas para proteger esta compleja relación.
En efecto, a lo largo de los más de los 1,000 kilómetros que comprende el Sistema Arrecifal Mesoamericano, sus paradisiacas playas de arena blanca se han formado a través de la lenta pero constante erosión de la cresta arrecifal. El arrecife a su vez protege la zona costera y permite que se acumulen estas partículas, para constituir las playas de arenas blancas. El arrecife también resguarda la infraestructura humana que se ha desarrollado sobre la costa. Recientes investigaciones consideran que más de 90% de la energía de las olas se disipa en el arrecife antes de llegar a la playa. La protección de la zona costera por parte de los arrecifes es tal, que estudios de valoración económica calculan que cada 100 metros lineales de arrecife le otorgan servicios a la sociedad que rebasan los $150 mil dólares por año.
Esta compleja relación no se detiene ahí: los arrecifes de coral están intrínsecamente relacionados con los humedales costeros. Pastos marinos y manglares retienen los nutrientes y filtran el agua, que es entregada al mar prácticamente transparente. Este servicio permite que la relación entre los corales y su pequeña alga simbionte pueda funcionar para construir esas estructuras en las que miles y millones de arquitectos trabajan día y noche, como Darwin solía describir cómo los corales construyen los arrecifes. A su vez, estos humedales son el criadero de especies que juegan un papel clave en la conservación de los arrecifes, como los peces loro.
Así, cuando un polo costero se desarrolla sin tomar en cuenta esta intrincada relación, dicta su propia sentencia: los arrecifes desaparecerán y con ello aumentará la erosión costera, para llevarse las playas de arenas blancas que tanto atraen a los turistas. Desafortunadamente, los planes de desarrollo en México no han sido lo suficientemente cuidadosos para conservar esta delicada e importante red de relaciones. En Quintana Roo, por ejemplo, cada día se acumula más evidencia de que el pobre sistema de tratamiento de aguas negras es deficiente y, sobre todo, de que la fiscalización de este tratamiento no ha sido suficiente y, por tanto, aguas llenas de nutrientes y bacterias llegan al mar, disparando el crecimiento de algas que terminan por sofocar a los corales y se suman a otras amenazas, como el cambio climático y la sobrepesca.
La buena noticia es que el estado que bordea la costa mexicana del Sistema Arrecifal Mesoamericano está habitada por una sociedad civil poderosamente activa y organizada, que se ha dado a la tarea no sólo de documentar la destrucción del arrecife a lo largo de las últimas cuatro décadas, sino también a denunciar las disfuncionalidades del sistema que conectan la relación tierra-océano y, sobre todo, a promover su protección y restauración con técnicas novedosas. Le toca ahora a este nuevo gobierno, no sólo no obstruir las acciones ciudadanas, como lo hizo tradicionalmente, sino también sumarse y catalizar estos esfuerzos para conservar nuestros maravillosos arrecifes de coral, pero también nuestra playas y, en consecuencia, las actividades económicas que ahí se desarrollan. EP
1 Charles Darwin, 1983 (1839), Viaje de un naturalista alrededor del mundo. Vol. 2. Madrid, Ediciones Akal de Bolsillo.
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