Paloma Pasajera: Prácticas artísticas para una mejor transición energética

Al hablar de fuentes de energía renovables, hay que pensar más allá de la reducción de la huella de carbono. Agustín B. Ávila Casanueva nos invita a imaginar el futuro de la energía sin desigualdad ni violencia.

Texto de 26/09/24

Al hablar de fuentes de energía renovables, hay que pensar más allá de la reducción de la huella de carbono. Agustín B. Ávila Casanueva nos invita a imaginar el futuro de la energía sin desigualdad ni violencia.

Tiempo de lectura: 6 minutos

En el 2017 el huracán María incursionó en el Caribe, devastando Dominica, las Islas Vírgenes y Puerto Rico. María es considerado el peor desastre natural registrado en esas islas. Cuando el huracán entró a Puerto Rico se convirtió en un huracán de categoría 5. Para cuando abandonó la isla, dejó más de cuatro mil muertos a su paso. Aunado a las terribles pérdidas humanas, María asestó también un golpe casi fatal al sistema eléctrico de la isla. Los apagones son constantes y duraderos. Un golpe del que Puerto Rico, siete años después, aún no se ha recuperado. 

Una de las denuncias más famosas al respecto es el documental realizado por la periodista boricua Bianca Graulau y el cantante Bad Bunny —que, además, resultó en el nacimiento del perreodismo—, titulado: “Aquí vive gente”. El servicio de energía eléctrica fue cedido a una compañía de Estados Unidos y Canadá —LUMA Energy— bajo la promesa de una mejora inminente y una inversión millonaria. La inversión sucedió, pero la mejora nunca llegó. El servicio es ahora más caro y peor. Ante esta situación, varias familias puertorriqueñas se han visto orilladas a comprar sus propios generadores eléctricos para mantener sus alimentos refrigerados, o mantener andando aparatos necesarios para su salud y bienestar.

El Caribe no es la única región de Latinoamérica donde distintas poblaciones carecen de acceso a la energía eléctrica, a otros tipos de energía o incluso al agua; o no pueden costearlo. Como ya habíamos comentado en estas páginas, para el caso de México el Dr. Omar Masera –uno de los dos coordinadores del Programa Nacional Estratégico de Energía y Cambio Climático–, declaró que “el 50% de la población nacional se encuentra en una situación de pobreza energética”. Esto ha llevado a que distintas poblaciones busquen cómo producir su propia energía de manera local, como se narra en el documental dirigido por Marie Combe y realizado por La Sandía Digital: “La energía de los pueblos”, donde se muestra la historia de tres comunidades: una en la sierra norte de Puebla, otra dentro de la gigantesca CDMX y otra en Zona Reina, en Guatemala; que poco a poco han logrado una independencia y suficiencia energética.

Si bien la transición a las energías renovables y el abandono de los combustibles fósiles suena a una meta deseable, el cómo no queda aún tan claro. En un artículo publicado este año en la revista Tapuya: Latin American Science, Technology and Society, titulado: “Narraciones de la soberanía energética: Prácticas artísticas, transiciones comunitarias y futuros territoriales en América Latina”, el grupo de investigación liderado por Azucena Castro y Juan David Reina Rozo trae a colación cuestiones relevantes: “América Latina está ventajosamente posicionada para participar en la transición energética global enfocada a colectar la energía del viento, del agua y del sol. […] Sin embargo, mientras las transiciones energéticas postextractivistas pueden ser un catalizador para el cambio económico y ambiental, estudios recientes están empezando a mostrar que estas reconfiguraciones no necesariamente escaparán del control de la dominancia capitalista, de los legados colonialistas, de las inequidades del poder y de los bienes contingentes”.

“[…] si bien la transición energética nos permite reducir la huella de carbono, esto no la exime de que se sigan ejerciendo violencias e inequidades.”

Es decir, si bien la transición energética nos permite reducir la huella de carbono, esto no la exime de que se sigan ejerciendo violencias e inequidades. Para desenmarañar estas relaciones y prácticas hay que replantear incluso los términos utilizados. Las y los autores utilizan el ejemplo de “energía”, que vaya que es un concepto polisémico. Mientras hay quien habla de la buena o mala vibra para desear buena fortuna o desventura, la física insiste en que la energía es igual a la masa de un cuerpo multiplicada por la velocidad de la luz al cuadrado. Para la comunidad Wayúu en La Guajira colombiana, la energía hace referencia a una fuerza dadora de vida que circula por los distintos seres. O incluso hablando de las mismas fuentes energéticas, es muy distinta la relación que pueden llegar a tener distintas comunidades con el sol, el viento o el agua; que cuando se ven desde el lente de la producción energética —renovable o no—.

El equipo de Castro y Reina Rozo propone que una manera de reconstruir los significados durante esta transición energética es mediante el arte. Para el ejemplo de la energía solar, hablan del proyecto “Tecnologías para abrazar el sol – Korolo süpüla ojüpataa ka’i”. En él, “la investigación de Juan David Reina, propone pensar colectivamente en futuro(s), desde la creación comunitaria de tecnologías energéticas, ya sea solares, eólicas, mareomotriz y cuánticas, por medio de un trabajo que nutre procesos territoriales, desde la sistematización de procesos como el desarrollo de un cargador y lampara solar, diseñadas con las comunidades de Murúnmuke, en Magdalena y con las cuales se visibilizan acciones hacia una soberanía energética”. Uno de los productos es un libro —que se presenta tanto en español como en en lengua wayuunaiki, que incluye distintos textos e ilustraciones con las reflexiones de la gente de la comunidad, además de manuales de construcción.

Uno de ellos, “Sueño solar” —de Juan Manuel Crespo y Nantu— habla sobre “Ahora bien, ¿en qué consiste la construcción real de esta visión de futuro? Canoas, como las de los abuelos, pero ya no impulsadas por la sangre de la selva, el petróleo, sino propulsadas por la energía de Etsa (Sol), que es infinito. Ese sol que nos dio la vida, ahora nos permitirá navegar a través de nuestros ríos, de nuestro territorio, sin necesidad de destruirlo o desangrarlo, y manteniendo un equilibrio armónico de vida plena con el cosmos, abriéndonos posibilidades a una comunicación fluida, tanto hacia dentro como también hacia afuera”. Este texto muestra justamente una propuesta preocupada tanto por el cambio de producción energética como por la manera en la cual lograrla, y además, enfocada en las necesidades prioritarias de la región.

Figure 1.  Co-creative process in rural communities. Tecnologías para abrazar el sol project 2020. Courtesy of Juan David Reina-Rozo.
Juan David Reina y su equipo creativo en un taller sobre energías renovables. Fotografía publicada en: https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/25729861.2024.2309046#d1e554

En cuanto a la energía eólica, las y los autores del artículo ponen como ejemplo el proyecto Museo Aero Solar: “Uniendo a la gente a través de talleres y reuniones sociales en más de 55 ubicaciones en 24 países hasta la fecha, la práctica del Museo Aero Solar—en un estado de constante reensamblaje—implica la recuperación del plástico de la descartabilidad de las economías políticas y estéticas actuales y su transformación de un material infame de nuestra época geológica actual en un asunto que expande la mente: en lugar de descartarse, el plástico recuperado se lava, se seca y se cuida, se une como un lienzo para la colección de historias personales y amistades, expresadas en dibujos hechos en la membrana plástica”. Este proyecto logra recuperar desperdicios plásticos para construir globos aerostáticos, mochilas para medir la calidad del aire o pequeños globos para hacer fotografía aérea. Todo a desarrollarse desde una comunidad interesada, que le permite no solamente aprovechar los vientos como energía, sino también para el esparcimiento, además de hacer mediciones para conocerlos más a fondo.

No habrá una solución universal a la emergencia climática, ni a la transición energética. Si lo pensamos, es obvio, cada región tiene distintas riquezas, distintas maneras de aprovechar los recursos y distintas necesidades. Y también distintas maneras de ver el mundo. Intentar proponer desarrollos energéticos únicamente desde la política de Estado o las cuestiones ingenieriles resultará en proyectos incompletos  que si bien reducen la huella de carbono, continúan ejerciendo violencias dentro de las comunidades. Por fortuna, el arte es un gran mediador para estos diálogos y transiciones. La transición energética también deberá de ser diversa, plural y local.

Ligas ligables

A continuación, una serie de recomendaciones de material con el que me he encontrado este mes y, aunque no necesariamente tiene que ver con el arte y la transición energética, sí tiene que ver con el medio ambiente. Tengan, para que se entretengan:

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