El Lago de Pátzcuaro en Michoacán enfrenta una alarmante crisis climática. Sequías y sobreexplotación han reducido su volumen a la mitad, impactando gravemente la biodiversidad y la economía local. Urge acción para revertir este daño.
Lago de Pátzcuaro: vivir la hora cero
El Lago de Pátzcuaro en Michoacán enfrenta una alarmante crisis climática. Sequías y sobreexplotación han reducido su volumen a la mitad, impactando gravemente la biodiversidad y la economía local. Urge acción para revertir este daño.
Texto de Mariana Mastache-Maldonado 18/06/24
Cada año leemos sobre cómo vivimos [inserte la estación de su preferencia] más caliente y todo esto se ha vuelto tan común que permeó en nuestro lenguaje cotidiano. Se ha logrado fundir con el imaginario colectivo. La crisis climática (y lo que de ella se desprenda) como las sequías o la falta de agua, son ese elefante gigantesco en la habitación del que preferimos no hablar.
México no es la excepción. Nuestro país ha enfrentado una sequía cada vez más severa en los últimos cinco años (2018-2023) y según el Monitor de Sequía, publicado cada dos semanas por el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), el año pasado fue especialmente preocupante. En septiembre de 2023, el 75% del país experimentaba sequía. Esto coincide con lo mostrado por las tomas satelitales del Observatorio de la Tierra de la NASA, donde una vegetación abundante indica suficiente agua en el suelo, mientras que la vegetación escasa, baja humedad del suelo. A pesar de la fuerte sequía que vivimos en 2021, la vegetación era más extensa en comparación con finales de 2023, hasta el presente.
Inevitablemente, la crisis comenzó a manifestarse en la salud de los lagos. Como un ejemplo de esto, podríamos dirigir nuestra atención al estado de Michoacán. Aquí, ríos y lagos enteros desaparecen ante lo que tiempo atrás fue un estado abundantemente verde. La sequía, combinada con el aumento en el uso de agua para los lucrativos cultivos de exportación, agravó el panorama.
La decadencia de los lagos en México y en el mundo tiene graves consecuencias. Una sequía puede desplazar poblaciones (humanas y no humanas) y afectar la calidad del agua, como ya ha sucedido en Michoacán. Además, los lagos, al igual que los océanos, almacenan carbono. Al desaparecer, dejan de cumplir esa función, lo que empeora el calentamiento global.
Dentro de esta narrativa, el concepto de sequía puede parecernos confuso. La idea general es un paisaje en condiciones anormalmente secas, pero hay más matices. En Estados Unidos, la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) define diferentes tipos de sequías, principalmente enfocadas en la producción agrícola, meteorología y beneficios humanos. Aunque relacionadas, tienen efectos distintos y responden a escalas de tiempo diferentes. Sin embargo, no contemplaban su relación con la vida.
Antes, se analizaba (de manera escasa) cómo la sequía interactúa con los ecosistemas que habitamos. Para abordar esta falta de investigación, el Centro Nacional de Ciencias de la Adaptación al Clima (NCASC) inició la discusión. De este esfuerzo surgió un nuevo concepto: la sequía ecológica, que se enfoca en mostrarnos que la sequía afecta las cosechas o la falta de agua en las presas e impactará, también, sobre los ecosistemas y sus dinámicas.
Shelley D. Crausbay, ecóloga, en el artículo “Definición de sequía ecológica para el siglo XXI”, nos propone ver a la sequía ecológica como un déficit temporal en la disponibilidad de agua que lleva a los ecosistemas más allá de sus límites de vulnerabilidad y genera retroalimentaciones en sistemas naturales y humanos.
Por lo tanto, el concepto de sequía ecológica no excluye a los humanos de la ecuación. Más bien, reconoce que la relación entre nosotros y los ecosistemas en el contexto de la sequía está estrechamente vinculada y tiene múltiples retroalimentaciones. Con esto en mente, situémonos en Pátzcuaro –históricamente pesquero y centro turístico– y hablemos de su lago, que lleva el mismo nombre. Desde finales de abril de este año, hemos visto imágenes de aves acuáticas que intentan descansar en el lecho parcialmente seco. Esto se extiende en municipios perimetrales al lago, como Tzintzuntzan, Quiroga y Erongarícuaro.
Este lago fue designado en 2005 como sitio Ramsar, un humedal de importancia internacional, especialmente como hábitat de aves acuáticas, bajo la Convención de Ramsar, un tratado ambiental de la UNESCO en vigor desde 1975. Actualmente, ha perdido más de la mitad de su volumen.
Poco lago, pero muchos cultivos
Además de la sobreexplotación que ha tenido el lago (claramente incompatible con los ritmos de ese ecosistema), las sequías impactan: los niveles de agua no se reponen y los periodos sin agua fomentan que personas desvíen el recurso para venderla y/o para riego de cultivos clandestinos (práctica común en Michoacán). Esto demuestra cómo la crisis climática y –como mencionó Crausbay con la sequía ecológica– puede trastocar aspectos socioeconómicos. Además, si consideramos que, según un artículo publicado por Science, aproximadamente una cuarta parte de la población mundial vive en zonas con lagos o embalses que se secan, la preocupación se siente más cercana.
Si la crisis climática (y las sequías que provoca) se agudizan, existe el potencial de impactar gravemente la economía global, lo que causa desde la ruptura de cadenas de suministro hasta un aumento en la inseguridad alimentaria.
Si deseamos proteger un ecosistema, habrá que comprender sus particularidades. ¿Cuál es, entonces, la “receta” para obtener un lago? Muy generalmente, cuando la lluvia cae, a menudo fluye hacia el océano, pero en algunos casos puede quedarse en los lagos por un tiempo. En áreas húmedas tienden a ser permanentes, mientras que en regiones secas son menos estables y, sí, más susceptibles a cambios en las precipitaciones, así como a la extracción. Las causas de la sequía y desaparición de estos lagos son diversas y se refuerzan mutuamente. En el caso de los naturales, aproximadamente la mitad de la pérdida de agua se atribuye a actividades humanas y al cambio climático.
Quedarse sin agua: perder un ecosistema
Además de la influencia climática, el Lago de Pátzcuaro se enfrenta con una plétora de problemas ambientales. Desde la intensificación de las actividades agropecuarias y uso de agroquímicos, deforestación por tala clandestina e incendios forestales, cambio de uso del suelo, sobrepastoreo, aumento de erosión hasta fuentes de contaminación difusa, estos problemas tensionan la situación del lago y su entorno. Un escenario complejo y desafiante para las especies que lo habitan.
Un lecho agrietado es solo la superficie de un problema mayor: pérdida de biodiversidad. Para entender la gravedad, vale la pena recordar que ríos, presas, acuíferos, lagos y lagunas son fundamentales para la vida en la Tierra. Son el motor biológico del planeta y un sustento especialmente en zonas áridas. En México, muchos de estos ecosistemas están interconectados física y biológicamente a través del flujo del agua y el movimiento de las especies, indispensables para el mantenimiento del ambiente acuático.
Al degradarse un ecosistema –como ya sucede en Pátzcuaro– el resto viene en automático. Las altas temperaturas del aire extraen el agua de los suelos y las hojas de las plantas, lo que la transforma en vapor a través de la transpiración, lo que seca aún más el suelo en algunas regiones. Irónicamente, la humedad adicional en la atmósfera provoca aguaceros intensos en otras áreas. Desbalance total.
Conceptos como “crisis climática” y “calentamiento global” se han vuelto tan redundantes que sorprenden poco; pero la salud de los lagos y, en consecuencia, la salud global, depende de nuestras acciones. Factores como la erosión, la pérdida de oxígeno, la eutrofización y la contaminación empeoran con el cambio climático. Estos problemas afectan la biodiversidad, los ecosistemas y, eventualmente, llegarán a nosotros.
Por ello, necesitamos identificar los impactos de la sequía en todo México y sintetizar nuestro conocimiento sobre sus efectos ecológicos. Esto nos dará una visión completa y nos ayudará a guiar investigaciones futuras. Debemos comunicar este conocimiento a los administradores de recursos y otras partes interesadas: apoyar la toma de decisiones con la información necesaria para prepararse y responder a la sequía. Todo esto, siempre, desde un enfoque transversal y colectivo, al apuntar más a empresas que a individuos.
Hace poco, el municipio afirmó que un nuevo comité impidió el robo de “600 mil litros de agua al día”. Sin embargo, al tener todo esto en cuenta, me pregunto: ¿es suficiente para revitalizar un ecosistema o solo una solución a medias? EP
Referencias
Crausbay, Shelley, Defining Ecological Drought for the Twenty-First Century. Bulletin of the American Meteorological Society. 98(12). 1 de diciembre de 2017.
Yao, Fangfang et al.,Satellites reveal widespread decline in global lake water storage, Science, 380, 18 de mayo de 2023.
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