México y su relación con China

El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos que abordan los desafíos para la política exterior de México en 2024 | La difícil pero necesaria diversificación

Texto de 21/02/24

Desafios política exterior México 2024

El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos que abordan los desafíos para la política exterior de México en 2024 | La difícil pero necesaria diversificación

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Diagnóstico del tema

La relación de México con la República Popular China arranca con la audaz decisión del gobierno del presidente Luis Echeverría de votar, el 25 de octubre de 1971, en favor de la Resolución 2758 de la 26 Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), por la que se aprobó la admisión de la República Popular a esa Organización y la expulsión de Taiwán. A pesar de las presiones de Washington y directamente de parte del presidente Richard Nixon, de que al menos México se abstuviera, el voto de nuestro país fue favorable junto con el de otros seis países de América, incluido Canadá. El 14 de febrero de 1972, China y México establecieron relaciones diplomáticas plenas.

En los primeros 7 años de esa relación, sin duda México fue un país clave para la apertura política del régimen comunista chino. Con el establecimiento de relaciones diplomáticas, el 1 de enero de 1979, entre Estados Unidos y su enemigo sistémico, así como la proliferación de vínculos de China con las potencias capitalistas del mundo, la importancia de México para la política exterior china disminuyó relativamente.

Cuando a partir de 1980 entra en ejecución una política de apertura económica de China y comienza el camino a una etapa de rápido crecimiento económico, sostenido por los subsecuentes 30 años, en México también se producía un cambio en su modelo de sustitución de importaciones, por otro de liberalización del mercado y de fomento a las exportaciones. Por ello, nuestro país no aprovechó su posición estratégica con China ni se benefició de las ventajas que ofrecía la economía china abierta y con elevadas tasas de crecimiento.

Entre 1990 y 2001, de las diez economías exportadoras más rápidas del mundo, México ocupó el segundo lugar, con un crecimiento de 289%, y China el primero, con 329% de aumento (Sergio A. Luna, 2003). En el siglo XXI, China y México se han convertido en economías competidoras, en vez de complementarias. Con todo, China es hoy el segundo socio comercial de México, después de Estados Unidos. Esa relación, aunada a los vínculos políticos y otros, no debe descuidarse como ha ocurrido en los últimos 5 años.

Problemas

Los intercambios políticos entre los dos países han sido intensos. Por la parte mexicana, desde el establecimiento de relaciones, todos los presidentes (ocho) han efectuado visitas de Estado a China, la excepción, hasta ahora, es el actual Jefe de Estado, aunque Andrés Manuel López Obrador y Xi Jinping se reunieron en San Francisco, en noviembre de 2023, al margen de la Cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). En cuanto a los chinos, dos de los tres presidentes y secretarios generales del Partido Comunista de China que han estado en funciones desde 1992, más un primer ministro, han venido a México. En 2003, los dirigentes de ambos países declararon que la relación bilateral tenía un carácter de asociación estratégica, y, en 2013, se agregó la palabra “integral”. A pesar de las buenas intenciones y la creación por ambas partes de numerosas comisiones mixtas, el avance del intercambio económico, tecnológico, educativo y cultural está lejos de justificar la naturaleza de una supuesta asociación estratégica integral.

En lo económico, existe el problema del enorme y creciente déficit comercial de bienes que tiene México con China. Solo en 2022, por cada dólar de exportación mexicana a China, México importó de esta 12.83 dólares (calculado con cifras del Banco de México). Se ha dicho, con cierta razón, que ese déficit se compensa, o al menos se matiza, con la llegada de inversiones directas a nuestro país, tanto de empresas públicas como privadas chinas, pero han empezado a crecer apenas hace unos 3 años y en volúmenes que están lejos de conducir a un equilibrio relativo en la balanza sino-mexicana de la cuenta corriente.

Los flujos de inversión extranjera directa (IED) chinas a México responden a las oportunidades que brinda la cercanía al mercado más importante para esas inversiones, que es Estados Unidos, así como a la necesidad que China tiene de relocalizar el destino de sus inversiones en el exterior, ante el conflicto económico y geopolítico existente entre esas dos potencias mundiales.

En México no hay plena conciencia de la complejidad que tiene su relación con China, ni en el gobierno y el Poder Legislativo, ni en los partidos políticos, ni en las organizaciones empresariales, la academia y otros grupos de la sociedad organizada. Los principales mecanismos de concertación que ha establecido México con Beijing son: el Mecanismo de Consultas Políticas Bilaterales sobre Temas Multilaterales; el Diálogo Estratégico; la Comisión Binacional Permanente y sus grupos de trabajo; el Foro de Diálogo Parlamentario, y los frecuentes encuentros presidenciales entre México y China.

Un problema potencial para la política exterior mexicana, en un futuro cercano, es que la confrontación entre China y Estados Unidos entorpezca la adopción de medidas que favorezcan los intereses de México. Eso ya ha ocurrido con el caso del Banco Asiático en Inversiones en Infraestructura, impulsado por el gobierno chino y al que se han asociado países aliados de Washington y varios otros de Latinoamérica, pero al que las autoridades financieras y políticas mexicanas le han rehuido ante presiones del gobierno estadounidense. En un escenario extremo, podría ocurrir que se pidiera a México, por parte de su principal socio económico y vecino del norte, que fijara claramente de qué lado está en el caso de un choque geopolítico extremo entre ese socio y China.

Propuestas

Debe dársele mayor regularidad a las reuniones de los principales órganos de concertación bilateral, las que, en buena parte debido a la pandemia de covid-19, sufrieron retrasos y reducción de encuentros presenciales. La Comisión Binacional Permanente cuenta con numerosos grupos de trabajo que es necesario depurar a fin de mantener los estrictamente necesarios por su operatividad e importancia, o agregar otros, como en el caso de la industria automotriz o las energías limpias, que están surgiendo en la relación bilateral.

La Secretaría de Relaciones Exteriores es el principal órgano de dirección y coordinación de las relaciones de México con China. Su obligación es mantener una estrecha comunicación con los mecanismos de consultas bilaterales sino-mexicanas, para que se logre una más racional operatividad de México en la política a seguir frente a la República Popular. Dicha política debe estar más claramente fundamentada que hasta ahora, en una visión bilateral y multilateral de provecho mutuo, a fin de que se logren los máximos beneficios posibles de la relación con China, y se minimicen los riesgos de una creciente interdependencia económica, política, tecnológica y cultural con ese país asiático.

Por su parte, la embajada de México en Beijing, debe responder con una coordinación real entre ella y los consulados generales mexicanos en Cantón, Hong Kong y Shanghái, a fin de atender retos como la protección a mexicanos, varios de los cuales cumplen penas carcelarias en ciudades chinas; seguirle la pista a las exportaciones de empresas farmacéuticas chinas, entre las que se encuentran precursores para la producción de fentanilo; fomentar el intercambio comercial y financiero entre ciudades y provincias de ambos países; incentivar los flujos turísticos de China a México, y llevar estadísticas claras de visitantes, turistas y potenciales migrantes.

En cuanto a la relación bilateral financiera, respaldada por el Acuerdo de Protección y Promoción Recíproca de Inversiones, suscrito en julio de 2008 y ampliado en junio de 2021 con la Región Administrativa Especial de Hong Kong, las autoridades mexicanas correspondientes a esa área deberían poner énfasis no solo en atraer las IED de China, sino también en acciones que faciliten la transferencia recíproca de tecnología.

Por razones estratégicas, convendría que la política exterior hacia China tomara como variable fundamental el tridente financiero China-Japón-Corea del Sur, a fin de aprovechar mejor, en beneficio de nuestro país, ese triple motor asiático de la economía, las finanzas y la tecnología mundiales. El medio más adecuado para que México desarrolle una diplomacia acertada y que contribuya a resultados benéficos para el país, en diversos campos, es la permanencia activa de México en el mecanismo de conferencias de APEC y su desprendimiento, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, en el que participan doce economías del mecanismo citado, excluidas la estadounidense y China.

Es necesario corregir el abandono gubernamental prevaleciente en México, respecto a la participación del país en APEC y retomar la naturaleza de nuestra participación, que es aquella respaldada por la dirección colegiada entre los titulares de Economía y de Relaciones Exteriores en toda la línea de operación del Foro: reuniones de altos funcionarios y sus documentos, y las reuniones ministeriales y sus declaraciones.

Reflexión final

La relación de México con China ha pasado por etapas en las que la importancia de nuestro país en ese país ha ido cambiando: primero, cuando la República Popular recobró el asiento de China en la ONU, momento en el que la diplomacia mexicana tuvo un destacado papel en ese país; luego, cuando el gobierno chino adoptó una apertura política al mundo, México ya estaba colocado firmemente en China; después, cuando se dio la apertura económica del régimen chino, México se benefició poco, y ahora, cuando China busca el liderazgo en el llamado Sur global, en medio de una confrontación con Estados Unidos por la dominación mundial, México tendrá que adoptar una política de Estado hacia China, que sea más inteligente, unida al interior y coherente.

Los objetivos de esa política son, esencialmente, diversificar a fondo la relación económica y técnica de México con el mundo, tomando a China como elemento central; tener con ella una relación de ganar-ganar y coadyuvar a que se reduzcan los riesgos de un nuevo y peligroso bilateralismo mundial.

Para dar solo un ejemplo de la complejidad de la relación sino-mexicana, cabe mencionar que los países con los que Estados Unidos tiene un mayor déficit comercial mundial son, en primer lugar, China y, en segundo, México. Por nuestra parte, el déficit comercial con China, Corea del Sur y Japón combinados, es casi igual o ligeramente superior al superávit comercial que se tiene con Estados Unidos.

Parte de nuestro déficit con China está compuesto de importaciones de componentes electrónicos, telefonía celular y partes en telecomunicaciones, que de una manera u otra han ayudado a abatir costos de las exportaciones manufactureras mexicanas a Estados Unidos.

Una creciente interdependencia sino-mexicana abona, sin duda, en favor de las posibilidades de México para aprovechar el fenómeno de la relocalización cercana (nearshoring), pero también puede eventualmente convertirse en un problema para la relación mexicano-estadounidense. Por eso, la política exterior de nuestro país con China tiene que buscar un equilibrio por el que se aprovechen las oportunidades que ella brinda y, en lo posible, se minimicen los riesgos políticos que involucra. EP

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