¿Qué es lo que realmente distingue a este millenial de sus antecesores?
Elecciones en El Salvador: “¡Este país necesita un Bukele!”
¿Qué es lo que realmente distingue a este millenial de sus antecesores?
Texto de César Morales Oyarvide 02/02/24
El maratón electoral de 2024 continúa y el próximo 4 de febrero le toca turno a El Salvador. Nayib Bukele, hoy presidente con licencia, se perfila como virtual ganador de una de las elecciones menos competidas del año. A pesar de lo previsible del resultado, el panorama salvadoreño es todo menos aburrido: el autodenominado “dictador más cool del mundo” llega a la boleta acusado de buscar una reelección ilegal y en medio de un “estado de excepción” en el que la oposición podría ser borrada del mapa. Mientras tanto, el mundo observa lo que ocurre con este país —el más pequeño de Centroamérica— y un “modelo” que, no obstante su deriva autoritaria, cosecha popularidad y admiradores.
La dictadura más cool, a las urnas
A menos de una semana de las elecciones, todas las encuestas predicen que Nayib Bukele y su partido Nuevas Ideas arrasarán el próximo domingo, cuando más de 6 millones de salvadoreños sean llamados a las urnas. Previsiblemente, las controversias que han surgido en la contienda no giran en torno a lo que pasará el día de la votación, sino en lo que vino antes y lo que puede llegar después.
Además de contar con una popularidad excepcional (de 90%, según algunos sondeos) Bukele y su partido llegan a estas elecciones con unas reglas del juego muy distintas a las que existían cuando ganaron la presidencia (2019) y la mayoría legislativa (2021). Los nuevos ordenamientos claramente les favorecen. La constitución salvadoreña, promulgada en 1983 tras una larga guerra civil, prohíbe expresamente la reelección presidencial consecutiva. ¿Qué ha cambiado? En 2021, Nuevas Ideas obtuvo una mayoría calificada en el Congreso. Su primer acto legislativo fue destituir a un fiscal incómodo y a cinco magistrados de la Corte Suprema de Justicia, que fueron reemplazados por perfiles afines. Fueron estos nuevos jueces quienes ese mismo año resolvieron, contra todo precedente, que Bukele podría buscar un segundo mandato.
No ha sido la única modificación. En junio de 2023, la misma Asamblea aprobó una serie de cambios al Código Electoral, entre los cuales estaban la reducción del número de diputados y una nueva fórmula para distribuir curules. El resultado es un arreglo que beneficia al partido mayoritario y condena a la oposición a un papel testimonial: se prevé que, en conjunto, obtengan menos de 5 diputaciones de un total de 60. Un régimen de partido hegemónico en toda regla.
Con todo, las maniobras del bukelismo para inclinar la cancha a su favor son sólo una parte de la historia. La oposición, formada por los partidos que dominaron la política salvadoreña por décadas, el exguerrillero Frente Farabundo Martí por la Liberación Nacional (FMLN) y el derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), vive su peor momento. Luego de 30 años de turnismo, una crisis de seguridad sin resolver y escándalos de corrupción que tocaron a varios presidentes, su marca provoca un amplio rechazo. Aunado a su incapacidad de ofrecer alternativas, la vieja partidocracia está dividida, al grado que no logró formar un frente común contra las reformas de Nuevas Ideas. La distancia entre la intención de voto por Bukele y sus rivales resume la situación: mientras que el presidente con licencia tiene un 70% de preferencias, su más cercano competidor es el candidato del FMLN, Manuel Flores. Se prevé que obtenga 2.9% de voto.
El “modelo Bukele” y la seguridad
A estas alturas, probablemente todos lo hemos experimentado. En alguna cena o reunión, ya no es extraño escuchar frases como “¡Este país necesita un Bukele!”, incluso entre personas progresistas. El propio presidente salvadoreño sugirió en Naciones Unidas que el suyo era “un modelo mundial”. ¿En qué consiste?
El principal logro del gobierno de Bukele ha sido, sin duda, su mediatizada política de seguridad contra pandillas como la Mara Salvatrucha o la M-18. Como señala la especialista Lucía Dammert, llama la atención que hoy, al hablar de El Salvador, no se aborden sus problemas económicos, las consecuencias de extravagancias como la de hacer del bitcoin una divisa oficial o los cambios en las reglas de la sucesión presidencial. De la mano de imágenes de detenciones masivas y de proyectos como la construcción de la llamada “cárcel más grande del mundo”, la propaganda gubernamental ha logrado posicionar una idea: en El Salvador la “mano dura” funciona.
Ahora bien, como todo en el gobierno de un antiguo publicista como Bukele, hay que tomar con cautela lo que nos muestran las redes. No todo es color de rosa. O en este caso, turquesa, el color oficialista. La parte central del “modelo Bukele” es un “estado de excepción” iniciado en 2022 y prorrogado más de 20 veces, la última el pasado 9 de enero. A este régimen, que implica la suspensión de derechos constitucionales, se le atribuye un descenso histórico de los homicidios, que pasaron de 106 por cada 100 mil habitantes en 2018 a sólo 7.8, según cifras oficiales. Y si bien la medida es celebrada como causa del éxito en la lucha contra las pandillas, sus críticos señalan que también ha significado detenciones arbitrarias (incluidos más de mil niños, niñas y adolescentes en sus primeros seis meses), muertes y una creciente persecución de opositores.
Recientemente, el medio electrónico El Faro hizo público que el gobierno de Bukele había entrado en tratos con el Cártel de Jalisco Nueva Generación para capturar a un líder pandillero. Aunque la nota fue, por razones obvias, la más difundida en nuestro país, no ha sido la única revelación sobre este tipo de acuerdos. Desde hace tiempo, los pactos del gobierno de Bukele con las pandillas a las que simultáneamente dice combatir han sido documentados por periodistas y gobiernos extranjeros. Nada de eso hace mella en la popularidad de su política.
Como explica Dammert, el éxito de propuestas como la de Bukele no se da en el vacío: su base es el fracaso de las políticas de seguridad ensayadas en la región durante décadas. De acuerdo con el informe 2023 del Latinobarómetro, a 6 de cada 10 salvadoreños no les importaría que un gobierno no democrático llegue a las urnas si resuelve los problemas. No están solos: hay 12 países más en donde los encuestados respondieron de forma similar. México es uno de ellos.
Populismo, juventud y redes sociales
Pese a su importancia, limitarse a estudiar la política de seguridad impide ver otra de las razones tras el arrastre de Bukele: su particular estilo populista. Un libro publicado en 2023 y titulado apropiadamente El populismo en América Central: la pieza que falta para comprender un fenómeno global ofrece pistas para entenderlo.
Como argumentan Luis Eduardo Aguilar, Luis Mario Rodríguez y Gabriela Santos en un texto dedicado a El Salvador, las políticas punitivistas no son nuevas en este país, asolado por la violencia de las maras prácticamente desde que terminó su guerra civil. El discurso de “mano dura”, nos dicen, es una condición necesaria, pero no suficiente, para explicar el éxito de Bukele. ¿Qué es lo que realmente distingue a este millenial de sus antecesores?
La clave está en que mientras que los presidentes salvadoreños anteriores veían como adversarios de sus gobiernos a las pandillas (es decir, “pegaban hacia abajo”), el de Bukele también “pega hacia arriba”: al tiempo que mantiene al crimen como su oponente, también se enfrenta a las elites del FMLN y ARENA, a los que responsabiliza de los problemas del país.
Este movimiento no sólo le ha permitido conectar con el pueblo, sino que, además, justifica sus intentos de reformar el marco legal del país, creado por “los mismos de siempre”, y adecuarlo a un proyecto — su proyecto— de futuro. Poco importa si ese futuro se queda a menudo en stunts publicitarios, como la supuesta donación por China de un estadio, la creación de Bitcoin City o el lanzamiento de un satélite. O que sus logros concretos, como la reducción de homicidios, estén llenos de claroscuros. O incluso que en el camino El Salvador deje de ser una democracia. Lo fundamental es la construcción de un mito.
La originalidad de Bukele radica, explican María Esperanza Casullo y Harry Brown, editores del volumen, en haber sabido combinar elementos del clásico manodurismo latinoamericano con una comunicación basada en un relato futurista y estetizante en donde tiene un lugar central la idea de “lo nuevo” y las redes sociales son el medio de comunicación predilecto. Todo ello aderezado con tintes abiertamente mesiánicos: Bukele se ha referido a sí mismo en reiteradas ocasiones como un “enviado de Dios”.
¿Modelo o advertencia?
Más que un modelo, hoy El Salvador de Nayib Bukele representa una advertencia. A diferencia de lo que creen muchos de sus críticos, el nuevo autoritarismo ya no sólo consiste en apelar a la ley y el orden, sino en hacerlo con una pose de rebeldía y apropiándose, en el proceso, de la novedad y el futuro. Un futuro que a la política tradicional le cuesta cada vez más ofrecer.
Pensemos en eso cuando escuchemos que este país necesita un Bukele. EP
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