Una reflexión sobre el papel del conocimiento y la digitalización en los retos del país

El Centro Tepoztlán Víctor L. Urquidi, en su proyecto México próspero, equitativo e incluyente. Construyendo futuros 2024-2030, presenta la sección Avanzar en la digitalización en México y en los retos tecnológicos futuros, coordinada por Susana Chacón y Mateo Lejarza.

Texto de 22/01/24

El Centro Tepoztlán Víctor L. Urquidi, en su proyecto México próspero, equitativo e incluyente. Construyendo futuros 2024-2030, presenta la sección Avanzar en la digitalización en México y en los retos tecnológicos futuros, coordinada por Susana Chacón y Mateo Lejarza.

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El paisaje científico y tecnológico se está transformado con una rapidez inusitada, donde la enorme variedad de avances de las últimas dos décadas, acompañados por nuevos procesos y productos, están modificando casi de manera continua todos los aspectos de nuestra vida. El siglo XXI nos sorprendió desde su inicio con la construcción de la Estación Espacial Internacional, con los avances del Proyecto del Genoma Humano y de la tecnología CRISPR de edición genética, con el desarrollo de teléfonos inteligentes y baterías recargables, así como con el crecimiento explosivo en telecomunicaciones, redes de cómputo, almacenamiento de grandes bases de datos y con las aplicaciones de la inteligencia artificial. A pesar de su celeridad, los cambios se han asimilado rápidamente y ya están presentes en áreas que van desde la educación, la salud y las relaciones personales, hasta la meteorología, el transporte, el comercio y en los sectores productivos e industriales.

“se requiere un cambio sustancial en la política de desarrollo de nuestro país donde el conocimiento científico y tecnológico sea la herramienta fundamental para tomar decisiones que permitan mitigar y, en lo posible, revertir los daños ambientales, sociales y económicos.”

En la base de todo este progreso están el conocimiento científico y tecnológico aunado a los nuevos sistemas digitales, que nutren los avances sociales y económicos con herramientas y aplicaciones cada vez más rápidas y eficientes. Sus beneficios son indiscutibles, pero para su aprovechamiento el país requiere de políticas públicas que, por un lado, permitan su asimilación social, y por otro, estimulen inversiones que generen la infraestructura para su desarrollo y aplicación a los servicios, el comercio y a la planta productiva. Las modificaciones son urgentes porque, como bien sabemos, nuestra competitividad ha retrocedido en los últimos cinco años y las ganancias generadas por las nuevas tecnologías están sesgadas hacia las economías líderes, que son quienes marcan el paso, así que a pesar del éxito del avance tecnológico, también ha traído consigo una mayor dependencia de las regiones menos desarrolladas, donde están incluidas Latinoamérica y, por supuesto, México. Para revertir esta tendencia, que tiene asociada un aumento en la pobreza y desigualdad, y viene aunada a los impactos del cambio climático, la desertificación y la contaminación de océanos y atmósfera, se requiere un cambio sustancial en la política de desarrollo de nuestro país donde el conocimiento científico y tecnológico sea la herramienta fundamental para tomar decisiones que permitan mitigar y, en lo posible, revertir los daños ambientales, sociales y económicos.

Para enfrentar estos retos, el conocimiento debe asumirse como un valor social prioritario y la innovación como una actitud de la sociedad en su conjunto.1 Nuestro país debe retomar el camino hacia una sociedad basada en el conocimiento con la participación de todos los sectores, que le permita remontar sus problemas crónicos y desmantelar los retrocesos recientemente generados. Se requieren programas enmarcados en un esquema de largo aliento que, por un lado, permitan desarrollar capacidades en ciencia e innovación y que, a la vez, aporten a la búsqueda de soluciones para nuestra compleja problemática. En ese sentido ya contamos con un buen camino recorrido, el cual está plasmado en varios documentos donde se han analizado y propuesto esquemas para reorientar, ampliar y vigorizar al sistema de ciencia, tecnología e innovación (CTI) y ponerlos al servicio del desarrollo sostenible del país. Algunos contienen propuestas integrales para el diseño y establecimiento de una política de Estado en CTI,2 mientras que otros proponen una reforma integral para revertir los retrocesos recientes3 y otros más ofrecen reflexiones y posibles líneas de acción para avanzar en una amplia variedad de temas específicos4, o aplicar el conocimiento con una nueva visión de innovación social para privilegiar su impacto social y atender el desarrollo de las comunidades.5 Esta innovación social debe realizarse en colaboración con empresas tecnológicas y grupos de la sociedad civil que puedan construir esquemas de inclusión replicables para beneficiar al mayor número posible de comunidades.

El éxito de la sociedad a la que debemos aspirar está ligado a su capacidad para producir, utilizar y difundir los avances y la información que genera, lo cual debe acompañarse con métodos de aprendizaje y educación que permitan incorporar la investigación y la innovación en los procesos productivos. Tenemos varias asignaturas pendientes para establecer esos vínculos, pero la amplia variedad de nuevas tecnologías y el uso del cómputo permiten realizarlos con agilidad. Entre esas asignaturas está el establecer centros de inteligencia artificial que pueden enfocarse a varias áreas de oportunidad que beneficiarían a los diferentes sectores productivos del país. La posible lista de aplicaciones que fusionan la tecnología con los sectores productivos y los negocios es enorme y ya están revolucionando varias industrias. Por el lado de la ciencia, el uso de supercomputadoras e inteligencia artificial han permitido avances extraordinarios en astrofísica, química, biología sintética, matemáticas, ciencias de la salud, ciencias de materiales y en áreas de genética, nanotecnología, nano-robótica, o en el diseño de autos, aviones y plantas nucleares.

La mayoría de esas aplicaciones están fuera del alcance de las capacidades de nuestro país, pero aquí se podrían implementar algunas de ellas a las industrias de la alimentación, la salud o al de servicios financieros. Para ilustrar los posibles beneficios damos algunos ejemplos en estas tres áreas, los cuales están descritos con detalle en las notas INCyTU correspondientes:5

1.- Agricultura y ganadería: El uso de nuevas tecnologías en agricultura y ganadería tiene varias vías para hacerlas más eficientes y mejorar la calidad nutricional de los productos. Estas van desde el uso sistemas electrónicos de recopilación de datos, tanto in situ como satelitales para aplicar sistemas de precisión que optimicen el uso de insumos, hasta la edición genética, que puede combinarse con las prácticas tradicionales de selección y entrecruce de especímenes para minimizar riesgos a la salud y aumentar los posibles beneficios. En el caso de la agricultura de precisión se requieren sensores remotos y sistemas GPS con maquinaria automatizada para un manejo preciso de los recursos agronómicos. En el caso de la ganadería de precisión se combinan las ciencias agropecuarias con las tecnologías de la información para aumentar la producción y reducir costos. En lo referente a la edición genética en agricultura, la desaparición de variedades locales reduce la diversidad y opciones de selección para la modificación genética tradicional así que a pesar de ser controversial, la biotecnología ha permitido mejorar la resistencia de las plantas a plagas, reducir el uso de herbicidas y mejorar la producción. Para el caso pecuario, la ingeniería genética tanto en animales de granja como en ganadería puede usar varios métodos que incluyen la transferencia de material genético y la edición genética como el CRISPR-Cas9. Por supuesto, en cualquiera de estas áreas el uso de organismos genéticamente modificados debe ser evaluado caso por caso con evidencia científica para evitar posibles riesgos a la salud humana.

2.- Salud: Existen sistemas de cómputo inteligente para hacer tanto imágenes en 3D como el prediagnóstico de algunas enfermedades como el cáncer o enfermedades crónicas,6 aunque todavía faltan muchos desarrollos e información clínica local que permitan lograr sistemas de inteligencia artificial confiables para atención a la salud.7 En esa dirección ya se han implementado registros médicos electrónicos y repositorios biológicos con muestras de sangre, saliva, tejidos y tumores de pacientes y voluntarios, cuya información está siendo almacenada para usarse en la práctica clínica o en la investigación científica y forense. Estos biobancos ya se han habilitado en varios países del mundo, incluido México. Dependiendo de la fuente de datos que almacenan, algunos biobancos están orientados a dar seguimiento a grupos específicos de personas, otros están pensados para contener la información de los grupos poblacionales completos de una nación, mientras que otros se enfocan a enfermedades particulares o a la información forense que permita resolver asuntos judiciales o civiles. Los beneficios potenciales para toda la sociedad son muy amplios, pero se requieren regulaciones adecuadas con estricta supervisión ética y legal, sobretodo en redes internacionales de colaboración donde se compartan los datos. Por otro lado, existen otras áreas como la nanomedicina y la edición genética en medicina. La nanomedicina utiliza nanomateriales para llevar fármacos de forma controlada a los lugares del cuerpo que los requieren y ya existen aplicaciones en oncología, cardiología y neurología. También se exploran nuevos tratamientos para enfermedades infecciosas y de origen genético, así como de biosensores y vacunas. En el caso de la edición genética, al igual que en animales y plantas, su aplicación en humanos tiene implicaciones médicas, éticas y legales, por lo que su posible uso para prevenir o curar enfermedades, sobretodo hereditarias, es motivo de controversias en todo el mundo.

3.- Finanzas: Las tecnologías digitales se están aplicando a los servicios financieros para brindar una variedad de productos y servicios a individuos, empresas e incluso gobiernos. Estas aplicaciones son conocidas con el nombre genérico de FinTech y están diseñadas para reducir costos y hacer más eficientes las transacciones financieras a través de plataformas electrónicas de pagos, de criptomonedas y de financiamiento colectivo. En el caso del sistema de financiamiento colectivo, llamado crowdfunding, la aplicación digital permite el acceso a capital a individuos y organizaciones que están excluidas de los esquemas tradicionales de financiamiento. Funciona en dos modalidades, una plataforma no financiera cuyo objetivo es apoyar causas altruistas o sociales sin ofrecer beneficios económicos a las personas que contribuyen al financiamiento. La otra es financiera y los individuos o grupos que solicitan el financiamiento ofrecen a cambio rendimientos específicos, de forma similar a los de un esquema de inversión. Desde 2009, con el lanzamiento de Bitcoin, se han creado monedas digitales o criptomonedas basadas en un esquema criptográfico llamado blockchain y no requieren de algún banco central o entidad gubernamental para su emisión, pero pueden ser usadas como medio de pago. Un blockchain, o cadena de bloques, es una base de datos que contiene registros verificables de transacciones que son auditados y validados dentro de una red de cómputo. Además de estos productos financieros, existen también aplicaciones para manejo de finanzas personales, asesorías de inversión y detección de fraudes, y ahora con el uso de la inteligencia artificial se esta expandiendo el abanico de nuevos productos.

“Globalmente, añadiendo el consumo de los sistemas personales y de centros de datos, el consumo eléctrico ha aumentado exponencialmente en la última década”

Para finalizar debemos agregar que el auge de sistemas digitales, de computo y de comunicación tiene asociado varios problemas, el primero y más obvio es el consumo de energía requerido para mantenerlos funcionando. Por ejemplo, las supercomputadoras utilizan miles de servidores conectados vía redes de alto rendimiento, que consumen una gran cantidad de energía eléctrica la cual es disipada finalmente en forma de calor. Así que hay que sumar el consumo de los sistemas de enfriamiento, que representa una fracción importante en costos de operación y en la huella de carbón asociada a estos sistemas. Globalmente, añadiendo el consumo de los sistemas personales y de centros de datos, el consumo eléctrico ha aumentado exponencialmente en la última década.8

Un caso aún más preocupante es el asociado a la creación de criptomonedas y la proliferación de transacciones debido al exorbitante consumo de energía eléctrica requerido para mantenerlas. Tan sólo el Bitcoin, la primera y más popular criptomoneda, consume más energía anualmente que algunos países tecnificados como Noruega.9 Como es fácil de imaginar, hay un esfuerzo muy importante para hacer energéticamente eficientes a estos sistemas, pero su número aumenta día a día.

Otro tema es el relacionado con los desechos de estos sistemas eléctricos y electrónicos, que en países como México suelen mandarse a rellenos sanitarios o van a dar a cadenas informales y sin regulación de reciclarse.5 Desafortunadamente estos sistemas tienen componentes nocivos que pueden contaminar el suelo e incluso pueden llegar a los mantos de aguas subterráneas, lo cual es nocivo para la salud de los grupos que habitan cerca de los rellenos sanitarios. Así que el procedimiento ideal es recuperar materiales para usarlos en otros productos, lo cual representa una práctica económica redituable, pero se requiere una regulación para su recolección y reciclaje adecuados.

El cambio de administración ofrece la oportunidad de retomar una larga lista de propuestas que no fueron atendidas en este sexenio pero que beneficiarían enormemente al futuro del país. En cualquier escenario que visualicemos para el 2030, México se enfrentará en un ambiente muy competitivo con países que nos llevan una amplia ventaja en todos los indicadores de ciencia y desarrollo. EP

  1. Franco, J. y Esteva Maravoto, J. A., “Prospectiva de la innovación, científica, tecnológica y social en México al 2050”, Futuros México Hacia 2050, p. 435; C. Olavarrieta, G. Gándara y J. Mattar (coord.), Penguin Random House (2021). []
  2. “Hacia la consolidación y desarrollo de políticas públicas en ciencia, tecnología e innovación: Objetivo estratégico para una política de Estado 2018-2024”, VV.AA, Universidad Nacional Autónoma de México (2018). []
  3. Dutrénit, G., Puchet, M. y Tagueña, J., “Desmantelamiento y destrucción creativa; hacia la reforma integral del sistema de ciencia, tecnología e innovación”, El Daño está Hecho. Balance y políticas para la reconstrucción, R. Becerra (coord.), Grano de Sal (2024). []
  4. M. De María y Campos, J. Franco y J. A. Esteva Maravoto (coord.), “México próspero, equitativo e incluyente. Construyendo futuros”, Centro Tepoztlán Víctor L. Urquidi AC y Foro Consultivo Científico y Tecnológico AC (2018). Y Notas de la Oficina de Información Científica y Tecnológica para el Congreso de la Unión (INCyTU) del Foro Consultivo Científico y Tecnológico AC (2017, 2018, 2019). []
  5. Notas de la Oficina de Información Científica y Tecnológica para el Congreso de la Unión (INCyTU) del Foro Consultivo Científico y Tecnológico AC (2017, 2018, 2019). [] [] []
  6. Innovación Social, Tomos 1, 2 y 3, Foro Consultivo Científico y Tecnológico AC (2018). []
  7. Reyes-León, P., Salgado-Ramírez, J. y Velázquez-Rodríguez, J., Prediagnóstico de enfermedades crónicas mediante la aplicación de modelos de cómputo inteligente, Computación y Sistemas, 24, 1313 (2020). []
  8. Gagnon, J., “IBM Watson Healths Challenges Tell Us More About Healthcare Data Than It Does About AI”, Forbes (May 3 2022). []
  9. Andrae, A. y Edler, T., “On global electricity usage of communication technology: trends to 2030”. Challenges, 6, 117 (2015). []
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