La Ciudad de México se encuentra sumida en una crisis hídrica. Mariana Mastache se pregunta y analiza en este texto si el “bombardeo de nubes” y el “tecno-optimismo” son la solución a este problema que afecta nuestro presente y nuestro futuro.
El bombardeo de nubes: ¿una solución real para la sequía en Ciudad de México?
La Ciudad de México se encuentra sumida en una crisis hídrica. Mariana Mastache se pregunta y analiza en este texto si el “bombardeo de nubes” y el “tecno-optimismo” son la solución a este problema que afecta nuestro presente y nuestro futuro.
Texto de Mariana Mastache-Maldonado 06/06/23
La Ciudad de México, a pesar de su curioso origen prehispánico como una urbe flotante en un lago, se encuentra sumida en una crisis hídrica. La expansión acelerada de la capital mexicana ha agotado de manera insustituible gran parte del suministro de agua proveniente de los mantos acuíferos.
A pesar de las inundaciones y las lluvias que afectan a la ciudad, la escasez de agua es un problema creciente. Según el Monitor de Sequía en México, tanto la Ciudad de México como la Zona Metropolitana del Valle de México enfrentan una sequía anormal, mientras que en otros puntos de esta región la sequía es moderada. En marzo de este año, se registró una de las peores sequías en los últimos 40 años en la Ciudad de México. A pesar de las medidas implementadas para dosificar el suministro de agua a los hogares capitalinos, estas no parecen ser suficientes para abastecer a una ciudad tan activa y densamente poblada, con más de 21 millones de habitantes.
Ante esta situación se planteó una solución alternativa: el “bombardeo de nubes” para generar lluvias. Si bien esta propuesta parece una solución prometedora, su eficacia y efectos tanto en el ambiente como en la salud no se han medido de manera precisa.
Aun así, las autoridades anunciaron la implementación de un plan con este mismo nombre, con una duración programada del 28 de marzo al 7 de mayo del presente año. Este plan involucró la coordinación de diferentes secretarías, entre ellas la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) y la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER). Usaron aviones equipados con químicos que se liberaron en la atmósfera.
¿Sirve bombardear nubes?
Esta técnica, si bien ha cobrado notoriedad en tiempos recientes, tiene sus orígenes en 1946, cuando el meteorólogo estadounidense Vincent Schaefer comenzó a llevar a cabo experimentos para comprender la física detrás de estos fenómenos naturales y produjo nieve mediante partículas de plata.
En aquel entonces, se creía que este descubrimiento marcaría el comienzo de una nueva era en el devenir de la meteorología experimental y en el control del tiempo meteorológico, es decir, la manera en que el estado de la atmósfera en un lugar y momento específico es determinado por variables como la temperatura, presión, viento, radiación solar, entre otras. Hoy, la evidencia sugiere que aún estamos lejos de alcanzar ese nivel de dominio, ya que la física que rige el tiempo meteorológico es compleja y multifactorial.
Antes que nada, es importante mencionar que las nubes son pequeñas gotas de agua líquida o cristales de hielo suspendidos en el aire que, bajo las condiciones adecuadas, pueden chocar entre sí y caer en forma de lluvia. El bombardeo de nubes —también conocido como “siembra”— consiste en rociar sal, hielo seco o yoduro de plata sobre una nube ya existente, desde aviones. Estos compuestos imitan la estructura del hielo y atraen las gotas de agua presentes en la nube, lo que les permite condensarse y unirse en gotas más grandes y pesadas para caer al suelo en forma de lluvia.
Para ilustrar esta práctica en un contexto nacional, podemos recordar el caso de Nuevo León en abril del año pasado. Se rociaron 100 litros de yoduro de plata durante una hora en un intento de lograr la precipitación de agua. Se afirmó que el bombardeo fue exitoso y las nubes respondieron al reactivo. Este suceso llevó al Gobierno de México a apostar fuertemente por esta técnica, con una inversión de 35 millones de pesos tan solo el año pasado, aunque siempre cabe la posibilidad de que la precipitación hubiese ocurrido de forma natural.
Asimismo, el científico Jorge García-Franco, experto en temas climatológicos, sostiene que, durante una gran parte del año en México, las condiciones son desfavorables para la siembra de nubes, específicamente de noviembre a mayo. Además, el sembrado de nubes podría generar mayores precipitaciones sólo en algunas áreas. Lo deseable sería tener un control preciso de la cantidad, ubicación y momento adecuado para sembrar, de modo que se pueda dirigir la lluvia hacia las áreas necesitadas. Sin embargo, en la práctica, aún no es posible controlar esos aspectos.
“Esto implica que el beneficio que se busca, como llenar presas, no es imposible, pero sí muy difícil de lograr plenamente. No se puede afirmar que se pueda bombardear nubes hoy y que mañana la presa estará llena. Cada paso en este proceso tiene un alto grado de incertidumbre”, concluyó Jorge García.
Esta discusión no es exclusiva de México. Por ejemplo, en las Olimpiadas de 2008 en la ciudad de Beijing, China, se implementó la siembra de nubes para mejorar la imagen de la ciudad durante el evento, pero los resultados no fueron los esperados.
Cuando el yoduro interactúa con nosotros
Este debate se ve reforzado por otro factor: el uso de yoduro de plata. Según la SEDENA, el proceso de dispersión de partículas no causa ningún impacto ambiental. Sin embargo, de acuerdo con la Clean Water Act, la ley federal norteamericana que supervisa los contaminantes que afectan la calidad del agua, el yoduro de plata ha sido clasificado como una sustancia peligrosa. Además, una ficha emitida por el Centro Nacional para la Información Biotecnológica (NCBI, por sus siglas en inglés) establece que es tóxico por inhalación, ingestión y contacto con la piel. Los efectos adversos de la exposición al yoduro de plata abarcan erupciones cutáneas, conjuntivitis, dolor de cabeza, fiebre, hipersensibilidad, laringitis y bronquitis.
Hasta este punto, hemos hablado de posibles implicaciones en la salud, pero también puede haber consecuencias en los ecosistemas si esta sustancia se acumula. Un estudio del 2016 del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Complutense de Madrid1 señala que el yoduro de plata utilizado en la siembra de nubes puede tener un impacto en los organismos que habitan en ambientes terrestres y acuáticos, especialmente si se realiza de manera repetitiva en una zona específica (lo cual es difícil de controlar), o si se acumula en grandes cantidades.
La “hormesis” es una respuesta que tienen los seres vivos a ciertas sustancias tóxicas, en la que una dosis baja puede tener un efecto beneficioso, pero una dosis alta puede ser tóxica. El uso descontrolado de yoduro puede tener efectos como la estimulación de microbios patógenos, plagas y malezas, tal como señala un artículo publicado en Science of The Total Environment (2022). 2
También se han registrado otras posibles consecuencias, como el aumento de las inundaciones urbanas. Un ejemplo notable ocurrió en 1952, cuando Lynmouth, un pueblo en Inglaterra, experimentó la peor inundación registrada en la historia del país. Además, se han observado tormentas de nieve en el norte de China, lo que sugiere que la siembra de nubes puede tener efectos imprevistos en el tiempo meteorológico y el ambiente.
Navegando entre la incertidumbre y el tecno-optimismo
En 2003, un estudio de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos concluyó que no había evidencia de que la siembra de nubes fuera efectiva. Y, si lo fuera, ¿sería una solución a largo plazo?
En este punto resulta relevante analizar por qué se ha abrazado la creencia de que la solución debe surgir exclusivamente de una forma tecnológica innovadora, en detrimento de otras alternativas. El exceso de “tecno-optimismo”, es decir, la creencia de que la tecnología juega un papel vital en la solución de las amenazas más apremiantes para la humanidad, puede acarrear consecuencias negativas e imprevistas al depositarse una confianza absoluta en ella, sin pruebas científicas concluyentes. La tecnología representa solo una pieza del rompecabezas y, en el mejor de los casos, ofrece una solución provisional.
Es importante considerar que un cambio radical se basa en la transformación de los sistemas de conocimiento y en la apertura de espacios deliberativos para definir el futuro. La crisis hídrica no puede ser tratada enfocándose solo en las soluciones tecnológicas, ya que esto puede ocultar factores estructurales más profundos, como el uso insostenible del agua y el acceso desigual a ella.
En México, es fundamental abordar las raíces de la sequía para salvaguardar la salud pública y el medio ambiente. Por ello, resulta imprescindible una renovada y proactiva determinación para afrontar los grandes desafíos que se presentan, así como el reconocimiento por parte del Gobierno, la sociedad y la industria de la necesidad de ajustar prioridades.
El agua es un recurso vital que se encuentra bajo una presión sin precedentes en todo el mundo. La situación es especialmente crítica en la Ciudad de México, donde el sistema de abastecimiento sufre complicaciones y tensiones cada día más. La necesidad de abordar estos problemas con nuevas formas de pensamiento y acción nunca ha sido más apremiante. EP
- Fajardo, Carmen et al. “Potential risk of acute toxicity induced by AgI cloud seeding on soil and freshwater biota. Ecotoxicology and environmental safety”, 133, 9 de agosto de 2016, https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0147651316302342?via%3Dihub [↩]
- Agathokleous, Evgenios et al. “Hormesis induced by silver iodide, hydrocarbons, microplastics, pesticides, and pharmaceuticals: Implications for agroforestry ecosystems health”, Science of The Total Environment, 820, 19 de enero de 2022, https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0048969722002066 [↩]
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