Siempre estoy haciendo travesuras: Entrevista con Jorge F. Hernández

Jorge F. Hernández conversó con Mariana Ortiz sobre su libro más reciente, Cochabamba (Alfaguara, 2023), en el que narra la historia de Catalina, una mujer nacida en Bolivia que se convierte en la mujer más hermosa de todo París.

Texto de 25/04/23

Jorge F. Hernández conversó con Mariana Ortiz sobre su libro más reciente, Cochabamba (Alfaguara, 2023), en el que narra la historia de Catalina, una mujer nacida en Bolivia que se convierte en la mujer más hermosa de todo París.

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El agua de azar puede también danzar como humo de insomnio o conversación de sobremesa sin tiempo. Así nace la amistad a primera vista entre el diplomático francés Xavier Dupont y el escritor Jorge F. Hernández al que le pide escribir la novela de la vida de su madre, Catalina. Nacida en Cochabamba, hija de un potentado boliviano, oligarca adinerado y símbolo de la tiranía patriarcal, Catalina se sabe la mujer más bella del mundo y más aún cuando por orden del padre es transterrada a París donde levitará nubes de oropel, grandes lujos y se codear á con Coco Chanel, Edith Piaf… y Albert Camus. Catalina como Princesa de Cochabamba se vuelve la plus belle femme entre el tout París y protagonista de una novela que parecería cuento de hadas, si no fuera enteramente verídica. Una novela de vodevil y rumbosa, la vida pícara y noctámbula que nació en sobremesas para contar y contagiar hasta quedar en tinta con un ritmo que conquista al lector como una íntima celebración.

Mariana Ortiz (MO): ¿Qué te llevó a escribir Cochabamba (Alfaguara, 2023)?

Jorge F. Hernández (JFH): Suele suceder que se nos acercan a los escritores y nos dicen “la prima de un amigo dice que tiene una gran historia que narrar” y resulta que es su vida. Desde que dejé saber que yo era escritor, me he encontrado con muchas personas, entre ellas un señor, un francés llamado Xavier Dupont, que me dijo: “oye, tienes que escribir la historia de mi mamá”. Yo pensé que la literatura no funciona así, pues no soy muy bueno para encargos de ese tipo. Me comentó que por lo menos escuchara la historia y me volví loco. Primero pensé “aquí hay un cuento” y eso se convirtió en una novela muy pronto. 

MO: ¿Tuviste algún reto creativo al momento de darte cuenta lo que estabas escribiendo? 

JFH: Fue un reto porque yo soy escritor de libretas y dibujitos. Me la paso viendo por dónde le voy a entrar a un tema. Trato de ver por dónde voy a comentar lo que quiero comentar, cómo voy a narrar lo que quiero narrar. Yo creo que el reto en este caso fue asumir que la historia es tan hipnótica que, de pronto, el público puede participar; de hecho, en una de las ocasiones en que la narré en público, hubo un tipo que empezó a añadir escenas a mi narración, escenas que yo mencionaba en la novela como una nota al pie. 

“Yo creo que el reto en este caso fue asumir que la historia es tan hipnótica que, de pronto, el público puede participar”.

El reto, supongo, es que tú hagas de eso un relato propio que luego compartes con los lectores y los lectores lo digieren y lo cuentan como si hubiera sido algo que vivieron ellos.

MO: ¿Cómo logras ese balance entre ficción y realidad?

JFH: Eso se hace a partir de que aprendas a desescribir, es decir, una cosa es que escribimos mucho, anotamos muchas cosas en las libretas, y luego hay una labor  que sobre todo aprendí de mi hermano Eliseo Alberto: saber quitar lo que sobra. Mi familia guanajuatense siempre me ha enseñado que si no sabes contar bien un chiste, te empiezas a perder, y si no sabes contar bien un chisme, pues también. Había mucha paja alrededor de la anécdota principal que es la vida de la mamá de mi amigo Xavier, quien nació en Cochabamba y se convirtió en la reina de París. Esencialmente esa es la historia: cómo esa mujer deambuló por el mundo siendo la mujer más hermosa y los amores que guardó en su corazón. Todo lo demás lo tienes que saber reducir o exagerar; como le tocó vivir la Segunda Guerra Mundial, pude haber dedicado todo un capítulo a la guerra, a cómo vivieron la guerra ella y su marido recién casados, por ejemplo, o bien, cuando llegó la época gogó pude haberme entretenido en si bailaban, la falda corta, la peluca que usó. Pero hay cosas que no venían al caso porque estarían distrayendo al lector de lo esencial, eso se logra desescribiendo.

MO: Hablemos un poco de la estructura del libro. ¿Desde el principio sabías que iban a ser cinco capítulos o lo fuiste descubriendo?

JFH: Esta novela fue escrita en la sobremesa. Había palabras que se destacaban por encima del humo del café, en esa época todavía se podía fumar en lugares públicos y Xavier y yo estábamos fumando habanos. De pronto, él me enseñaba fotos en su celular y yo anotaba frases en la libreta como por ejemplo, “El olvido está hecho de recuerdos” y eso que parece un sinsentido a mí me pareció un buen título para un capítulo. 

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Ya había publicado mi primera novela sin capítulos, La Emperatriz de Lavapiés (Alfaguara, 2017) ) está [estructurada] de la primera frase a la última. En el caso de Requiem para un Ángel (Alfaguara, 2014) es un desmadre porque cada capítulo tiene un pequeño prólogo y luego, a largo de la novela, me pareció bien hacer divisiones. La tercera novela la dividí por palabras con las que yo me forjé porque es mi infancia; en español y en inglés. Finalmente, en este caso, las divisiones se debieron a la sobremesa, a la forma en la se fue dando la conversación.

MO: En estas sobremesas, ¿hubo algún encuentro con la protagonista?

JFH: De hecho, esa era la adrenalina, la gasolina que me conducía era las ganas de conocerla, las ganas de ir. Yo quería que me pagaran un boleto de avión para ir a París y visitarla. Mientras yo la narraba —porque duré veinte años narrándola— viajé a Francia con mis hijos pero, lamentablemente, ella no estaba en el país. Solamente hablé por teléfono con ella, pero quería tener la posibilidad de viajar y conocerla en persona. 

“La sobremesa era abonar la posibilidad de viajar a Cochabamba”.

Confieso que cuando hice la novela no existía esta cultura del Zoom. Es decir, donde ahora parece que estoy ahí contigo [eran las ocho de la mañana en la Ciudad de México] y no, son las cuatro de la tarde, en Madrid, en otra geografía. Yo quería estar con Catalina, pero no me fue posible. La sobremesa era abonar la posibilidad de viajar a Cochabamba. Ahora, esto fue antes de dos infartos que, ya al día de hoy, me impiden ir a Bolivia. Sé que, si voy, no me va a alcanzar el aire para poder caminar el paisaje que conoció ella de jovencita. Eso ya ni modo, eso ya me lo perdí

MO: ¿Tienes otros proyectos en puerta?

JFH: Tengo un libro de cuentos que no he  hecho, me comprometí también a entregar otra novela este año para otra editorial que va a ser una sorpresa. En Alfaguara propuse otra novela que traigo ahí arrastrando, está pendiente desde hace un tiempo; por último, aquí en España acaba de salir la novela de un amigo mío periodista que se llama ¿Por qué importa Sinatra? , y estoy en las presentaciones de ese libro. Pero, ya sabes, siempre estoy haciendo travesuras. 

MO: Si pudieras decirles algo a los lectores o futuros lectores de Cochabamba, ¿qué les dirías?

JHF: Haber publicado esta novela también es un triunfo personal que me saca del desempleo en el que yo caí. Ahora, además, trabajo en una librería. Soy muy feliz como librero con un equipo de personas talentosas y con mis hijos, que son unos músicos extraordinarios. Quiero exhortar a la gente a que compren dos ejemplares de Cochabamba, uno para que lo lean en la soledad de sus guaridas y el otro para que lo regalen, que luego se arme la chorcha en donde puedan comentar en voz alta la maravillosa historia de amor de la mujer más bella del mundo. EP

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