México enfrenta una de las peores crisis hídricas de su historia. En CDMX, la escasez de agua se ha vuelto un problema que amenaza con agravarse. Algunas alcaldías, como Iztapalapa, llevan años sufriendo la falta e injusta distribución de este recurso, una cuestión de derechos humanos. Esta es la lucha de una comunidad en resistencia.
La falta de agua despoja a las comunidades de sus derechos humanos
México enfrenta una de las peores crisis hídricas de su historia. En CDMX, la escasez de agua se ha vuelto un problema que amenaza con agravarse. Algunas alcaldías, como Iztapalapa, llevan años sufriendo la falta e injusta distribución de este recurso, una cuestión de derechos humanos. Esta es la lucha de una comunidad en resistencia.
Texto de Andrea J. Arratibel 27/02/23
“Nosotras cosechamos lluvia desde siempre. Toda la vida sufrimos la falta de agua, que sólo nos llegaba los lunes y miércoles por las mañanas. Si teníamos suerte, muy de vez en cuando, también los jueves”, recuerda Erika Macedo de aquellos días, cuando ella era una niña y su madre corría estresada de un lado al otro de la casa para almacenar hasta la última gota que cayera de las tuberías y del cielo, para recogerla en tambos, botes, garrafas o cualquier recipiente.
“Había que apresurarse y reciclar el líquido, para poder tener para la semana siguiente”, relata esta iztapalapense, habitante de unas de las alcaldías más afectadas por el desabastecimiento del recurso en Ciudad de México. “La situación ha mejorado, pero todavía batallamos por el agua corriente”, confiesa, señalando el escenario que enfrentan muchas zonas de la capital, una de las entidades con más estrés hídrico y que es reflejo de un problema en todo el país.
México atraviesa una de sus peores sequías. En julio de 2022, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) reportó que 7 de cada 10 alcaldías habían alcanzado una situación crítica por la falta de agua. “Llueve menos y los acuíferos no recuperan los niveles deseables”, señala Pedro Moctezuma, profesor investigador en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y miembro de la Coordinadora Nacional Agua para Todos, haciendo mención a uno de los factores que está agravando la situación. “Hemos ido perdiendo los bosques, que proporcionan las condiciones atmosféricas para las precipitaciones. Y se ha extraído agua del subsuelo de una forma codiciosa, mucho más allá de su capacidad de recarga”, destaca el experto.
El Sistema de Aguas de CDMX cuenta con más de 400 pozos oficiales, a los que se suman los clandestinos. “De todos ellos se extrae agua cada vez a mayores profundidades. Una sobreexplotación de los acuíferos que está provocando hundimientos muy graves”, denuncia Moctezuma.
La escasez de agua afecta a más del 30% del territorio de la ciudad, pero en ciertos municipios su falta es más preocupante. Algunas colonias a las que el líquido llega a cuentagotas están en las alcaldías Gustavo A. Madero, Iztacalco, Milpa Alta, Tláhuac, Tlalpan, Xochimilco e Iztapalapa. Los vecinos de esta última localidad enfrentan la situación más grave. “Una crisis anunciada desde hace tiempo”, describe Moctezuma.
“Además de la falta de agua, tenemos un problema con la forma de su distribución, que es muy desigual según la zona, proporcionando una determinada calidad de vida. Aunque en los últimos años se incrementó el abastecimiento en Iztapalapa y ahora ya tenemos agua los fines de semana, nos hemos acostumbrado a recibirla por mecanismos externos, por conteo, por pipas”, explica Mancedo, habitante de Iztapalapa, entidad que alberga el 20% de la población capitalina y cuya superficie ha sido engullida velozmente por la mancha metropolitana, por la expansión de la urbe y las edificaciones y donde se ha instalado una dinámica viciosa. Se eleva la demanda del recurso, disminuye su distribución y presión, los habitantes tratan de habituarse a vivir sin agua, se acostumbran a los cortes intermitentes, a comprar pipas o exigirlas a la alcaldía para solventar el problema: un conflicto de gestión municipal que se vuelve social, falta de una buena política pública que se transforma en lucha comunitaria. Hasta el 40% de los iztapalapenses padece escasez en temporada de sequía.
“Vivir sin agua ya forma parte de nuestra identidad”, matiza la joven, para quien esta condición tiene unas connotaciones muy profundas. “Exhibe una redistribución desigual del agua, establece clasismos. El agua es un derecho que abraza mucho otros. Los ciudadanos no deberíamos tener un estatus dependiendo de la zona donde vivimos”.
Su declaración se contextualiza mejor con un apunte que comparte Moctezuma: “algunas alcaldías principales proveedoras de agua son aquellas con menor acceso al agua para sus habitantes, como Iztapalapa, una zona muy castigada por los intereses ajenos, que siempre contó con una cuota de agua menor a las demás zonas debido a cómo creció su población”.
Santa Catalina: de paraíso biodiverso a territorio marginado
El problema que vive hoy Iztapalapa, y que comparten tantas otras localidades, comenzó en la década de los setenta, cuando empezó a sufrir las consecuencias de la hiperurbanización, que hicieron colapsar las áreas naturales de la Sierra de Santa Catarina. El crecimiento urbano caótico, desbocado, acabó por completo con lo que una vez fue una península abundante en agua dulce y biodiversidad. “La entonces llamada Sierra de Ahuizotl estuvo poblada por comunidades entretejidas con canales y chinampas que desarrollaron sistemas de captación y manejo hídrico admirables”, cuenta Moctezuma.
“Los asentamientos humanos empezaron a crecer, el tipo de suelo cambió, la ciudad se asentó en el cerro. Lo que era pura área natural fue convertido en suelo habitacional. Pero el gobierno no pensó en las necesidades que requería dicha transformación, en las necesidades de agua”, matiza. La situación de los habitantes de Iztapalapa se complicó con la sequía de 2011, “cuando los cortes de agua se extendieron a toda la Delegación”, recuerda el miembro de Agua para Todos. “En el estiaje de 2010, los 625 mil habitantes de la Sierra de Santa Catarina llegaron a quedarse hasta 17 días sin agua”, agrega.
Esta falta histórica del recurso natural más preciado creó una entidad de lucha y resistencia en los iztapalapenses. “Durante décadas los propios habitantes evitaron el colapso hídrico en su comunidad, organizándose para instalar redes de agua y drenaje, promoviendo purificadoras de agua y acciones para decretar Áreas Naturales Protegidas en la Sierra de Santa Catarina”, apunta Moctezuma. Una contienda, o tantas, que forman parte de la infancia de Macedo.
“De niña acompañaba a mi madre a las juntas vecinales para solicitar pipas y organizar su reparto, para exigir que nos mandaran agua. Mientras, cosechábamos lluvia en el techo, que es la forma más accesible de conseguir el líquido sin gastar y dura más”, cuenta.
El agua como derecho humano en el centro del debate
Hace unos años, la Secretaría del Medio Ambiente de la ciudad puso en marcha este sistema de forma oficial con el propósito de mejorar el abasto de agua para consumo en colonias de bajos ingresos. “Los que habitamos en zonas sin agua cosechamos lluvia como parte de nuestra tradición, pero este programa ha mejorado el sistema de recolecta y se puede tener más agua, de mejor calidad. La gente en Iztapalapa es muy consciente de que el agua que llega de la red no está limpia. Sólo hay que compararla con la que se cosecha de la lluvia”, explica Macedo, para quien esta alternativa “no es la solución a la falta de distribución del agua, pero es bonita y sostenible. Mientras llueve las familias tenemos agua disponible de excelente calidad”.
“El programa forma parte de los distintos proyectos que el gobierno local, de la mano con el capitalino, y en colaboración de universidades y la sociedad civil, comenzó a llevar a cabo después de tres décadas de lucha autogestiva desde las propias comunidades”, señala Moctezuma.
Sin embargo, es solo un parche para el complejo problema que representa la falta de agua. “Existe un gran proyecto que podría contribuir a mejorar la situación de los municipios más castigados por la escasez del recurso hídrico, como la habilitación del Lago Tláhuac-Xico”, explica el experto. Esta iniciativa que promete un cambio de paradigma hídrico evitaría, según Moctezuma, “grandes inundaciones, regeneraría los ecosistemas y fomentaría la agricultura local, dotando de agua a 900 mil personas en el área más castigada del Valle de México”.
No obstante, de momento, no ha trascendido de los planos esbozados en un papel… Para el experto, además de esfuerzos técnicos como el anterior, la crisis hídrica que enfrentan Ciudad de México y el país, solo podrá encontrar una solución integral en una nueva ley de agua nacional y otra capitalina. “Necesitamos que salgan adelante estas leyes como herramientas para frenar la mercantilización del agua y fomentar la planeación consensuada y con instrumentos eficaces para construir el buen gobierno del agua”, asegura. Estos dos marcos legislativos, a nivel estatal como local ya fueron hace tiempo formulados a través de la Ley General de Aguas, impulsada por la propia organización que lidera Moctezuma, y la promovida por investigadores de la UAM Iztapalapa y decenas de otras universidades, centros de investigación, pueblos originarios, grupos de mujeres, sindicatos, ejidos y comunidades.
Muchos habitantes que, debido al desabastecimiento de agua, se volvieron activistas, esperan con ansias su aprobación. Es el caso de Macedo, quien defiende “poner de una vez por todas el derecho al agua como centro del debate y cuestionar la forma en que se distribuye el recurso por zonas. No podemos permitir el despojo de agua que sufren tantas comunidades en beneficio de megaproyectos y empresariales”.
El desafío que propone la joven iztapalapense aborda una lucha de complejos entresijos económicos, medioambientales y sociales con el fin último de garantizar un derecho humano que abarca tantos otros. “Necesitamos que en las políticas del agua la prioridad sea la vida”. EP
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