Este mes, Guadalupe González, Isidro Morales y Susana Chacón —miembros del grupo México en el Mundo— abordan los principales temas de la agenda internacional: las agendas de América del Norte, la situación en Norteamérica y las crisis en Perú y Brasil.
#Tablerointernacional: Enero
Este mes, Guadalupe González, Isidro Morales y Susana Chacón —miembros del grupo México en el Mundo— abordan los principales temas de la agenda internacional: las agendas de América del Norte, la situación en Norteamérica y las crisis en Perú y Brasil.
Texto de Guadalupe González, Isidro Morales & Susana Chacón 18/01/23
En este primer mes del año, el grupo de México en el Mundo ha centrado su atención en tres grandes temas: las tres agendas de América del Norte; Norteamérica, ¿va?; y democracias latinoamericanas en riesgo: los casos de Perú y Brasil. El año empieza muy movido en lo internacional por lo que les compartimos las siguientes reflexiones.
Las tres agendas de América del Norte
La Cumbre que reunió a los tres mandatarios de América del Norte del 9 al 11 de enero dejó claro que, aunque hay un interés por parte de Estados Unidos y Canadá por recuperar el diálogo trilateral, aún no se cuenta con un común denominador entre los tres países. Fueron más bien tres encuentros bilaterales en los que cada socio puso sobre la mesa sus prioridades, privilegiando más una agenda nacional que trilateral. Para López Obrador, su prioridad fue evitar que se resaltaran temas espinosos que preocupan a congresistas estadounidenses, como la creciente militarización del país, el debilitamiento de las instituciones electorales o las desavenencias existentes en materia energética que afectan a compañías canadienses y estadounidenses. Lograr que Joe Biden y Justin Trudeau aterrizaran en el AIFA, obra emblemática y controvertida del actual gobierno, significó un espaldarazo a un gobierno que se nutre de rituales que buscan ante todo elevar su imagen y legitimidad. Para Trudeau, fue importante dejar claro en su encuentro bilateral con su homólogo mexicano, el respeto a las reglas pactadas en el T-MEC que dan certidumbre y garantías a los inversionistas canadienses, sobre todo en minería y energía.
Claramente la agenda de la Cumbre la definió Joe Biden los días previos a llegar a México. Con todo, fue él quien mejor logró avanzar su agenda propia en su visita a Palacio Nacional. Migración y seguridad fueron sin duda sus prioridades, en un momento en que los republicanos, con mayoría en la Cámara baja, ven en el tráfico ilegal de fentanilo y en la nueva ola migratoria proveniente de México un problema de seguridad para su país. En ese sentido, la caída y el encarcelamiento de Ovidio Guzmán, hijo del célebre capo que se encuentra recluido en Colorado, pocos días antes de la Cumbre, constituyó el acto esperado por Washington para mostrar, ante propios y extraños, que México seguía siendo un país confiable en materia de combate al narcotráfico. Poco antes de su llegada, Biden estuvo en El Paso, Texas, en donde anunció su plan para recibir, de manera condicional, a 30,000 migrantes venezolanos, cubanos, haitianos y nicaragüenses cada mes, que desde sus países solicitan asilo y una vez que se les otorga, llegan a EUA por avión a la ciudad en la que tienen un garante. Por otra parte, compromete a México a recibir, de esos mismos cuatro países, también a 30,000 deportados cada mes; es decir, 360,000 por año a los que lleguen por tierra y que escapan de sus países de forma desesperada. Estos últimos no van a entrar a EUA.
El anuncio lo hizo después de que se extendió el controvertido Título 42, que permite la expulsión inmediata a México de migrantes de esos mismos países por razones de salud, mientras esperan una solución final a su estatus migratorio del otro lado de la frontera. Esto provocará que del lado mexicano se reciban más migrantes deportados, exacerbando los riesgos sociales ya existentes en las ciudades fronterizas. Biden aprovechó también para reiterar la posibilidad de que México se convierta en país clave para reubicar cadenas estratégicas en materia automotriz y de semiconductores, en un momento en que la guerra comercial con China se ha convertido también en un asunto de seguridad para su país. Se anunció, incluso, la creación de una comisión trilateral abocada a este asunto que, del lado mexicano, se anunció para “sustituir importaciones”, sin mencionar al tigre asiático.
La reunión trilateral que tuvo lugar el martes 10 de enero sirvió sin duda para obtener la foto sonriente de los “tres amigos”, imagen de escaparte que resultó importante para los tres mandatarios; para Biden y Trudeau, mostrar tanto a sus respectivos países como a Rusia y China que el bloque norteamericano se fortalece, económica y geopolíticamente; para López Obrador, utilizarla como cortina de humo que minimice los impactos en materia migratoria, energética y de seguridad que se avecinan por la extensión del Título 42, el probable inicio de un panel de controversias en el marco del T-MEC por los cambios a la ley eléctrica, y las represalias que desencadenará el cartel de Sinaloa si Ovidio Guzmán se deporta, al igual que su padre, a los Estados Unidos.
América del Norte, ¿va?
A pesar de las tres agendas arriba expuestas y aunque los intereses de López Obrador son muy distintos a los de Biden y Trudeau, la dinámica trilateral camina y se incrementa cada vez más. Las relaciones entre las empresas de los tres países y de los gobernadores de los estados en EUA y México y de las provincias en Canadá con sus contrapartes son cada vez más estrechas. La apuesta de los canadienses y estadounidenses va más allá del gobierno de López Obrador. Su visión e inversión es de mediano y largo plazo. Vemos entonces que el PIB de los tres países equivale a más de un tercio del PIB global lo que convierte a la región en la más poderosa y el de los tres ha crecido al doble que el de la década pasada.
El comercio de bienes de EUA con sus vecinos es de 3 millones por minuto de enero a octubre del 2022. En 2021, México y Canadá fueron sus principales socios comerciales. Casi 79% de las exportaciones canadienses a EUA son incorporadas en bienes finales y aproximadamente 40% de las exportaciones mexicanas se producen con componentes estadounidenses. Más de la mitad de estas exportaciones se producen en los estados fronterizos de Baja California, Nuevo León, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas y alrededor de 5 millones de empleos en EUA, dependen de México. Esto nos deja ver que el nearshoring será cada vez más importante en el funcionamiento de las cadenas de valor. La producción de autos eléctricos será la prioridad de América del Norte por lo que cuentan con los incentivos suficientes por parte del gobierno de Biden. Es el momento de aprovechar la oportunidad de entrar en esta nueva revolución industrial en la que la economía busca contar con energías limpias. Esto no es lo que el gobierno de López Obrador quiere, aunque en la Cumbre se comprometió a dar certidumbre en esta materia. El año pasado, cuando el Congreso estadounidense aprobó el Acta para reducir la Inflación y el Acta de Microchips y Ciencia, se establecieron incentivos fiscales para la producción de los autos eléctricos, de los microchips, de baterías y de los productos hechos en Norteamérica.
Por otra parte, Estados Unidos y Canadá son los principales inversionistas en México. El sector manufacturero es fundamental en el crecimiento de la economía mexicana. Es el que más vinculado está a la industria de América del Norte y el que mayor inversión recibe de ambos países. El desarrollo y el futuro de México están altamente vinculados a su pertenencia en Norteamérica. Estados Unidos tiene un particular interés en que la producción de microchips en esta región por lo que el Plan Sonora en su relación entre Sonora y Arizona será otro foco de desarrollo para México.
La gran revolución industrial a la que nos invitan Biden y Trudeau está en puerta. Está en los mexicanos aprovechar la oportunidad. Los tres países van a requerir de mano de obra capacitada por lo que es el momento de pensar en programas de trabajadores temporales. Tan sólo en Estados Unidos hay una carencia enorme de trabajadores: 11 millones de empleos no encuentran trabajadores. Como lo mencionaron en la Cumbre, el bienestar de las sociedades y de las poblaciones en Norteamérica dependerá de la dinámica trilateral. Los conflictos en materia energética, aunque están en proceso de consultas y posibles paneles de controversia, implican retrocesos para el devenir regional. El mundo se está cerrando en regiones y la globalización como la conocimos ya no existe. América del Norte puede ser la región más competitiva de todas.
Democracias latinoamericanas en riesgo: los casos de Perú y Brasil
No son buenos tiempos para la democracia en América Latina. La crisis política en Perú, a cinco semanas de la destitución de Pedro Castillo, no ha hecho más que agravarse. El anuncio del adelanto de elecciones para 2024 y los cambios de gabinete por parte del frágil gobierno interino de Dina Boluarte no han logrado contener la escalada de protestas.
Las movilizaciones, bloqueos y paros pidiendo la disolución del congreso, la destitución de la presidenta y el adelanto de elecciones se han extendido por todas las regiones del país, sobre todo en el sur, con hechos de violencia, vandalismo y uso excesivo de la fuerza por parte de la policía. El saldo de 49 muertes aviva la espiral de movilización social y hace factible un escenario de creciente aislamiento internacional para el gobierno de Boluarte.
Las críticas internacionales por la dura respuesta gubernamental frente a las protestas no se han hecho esperar. Las primeras reacciones en defensa del derecho a la protesta provinieron de la ONU y la UE con un llamado a la calma a todas las partes. La CIDH envió una misión de investigación que pidió a la policía respetar los derechos humanos de los manifestantes, al gobierno a reparar a las víctimas y a todos los actores a iniciar un diálogo nacional. Organizaciones no gubernamentales estadounidenses solicitaron a Biden condenar los actos de represión contra manifestantes en Perú; en América Latina, destaca el pronunciamiento de Chile en voz del presidente Boric lamentando la situación.
Si bien en las actuales condiciones de polarización, movilización social y descrédito de la clase política, no hay salidas fáciles a la crisis peruana, la mayoría de la población (53%) está a favor de adelantar las elecciones a diciembre de 2023 por lo que un acuerdo en este sentido podría ayudar a contener la situación. Una solución de largo plazo requerirá, sin embargo, de reformas institucionales y políticas mayores como la reducción del periodo presidencial a cuatro años y la renovación parcial del Congreso cada dos años.
En Brasil, los sectores de derecha radical del bolsonarismo se han convertido en una grave amenaza a la gobernabilidad democrática. Bolsonaro salió del país negándose a asistir a la ceremonia de traspaso del poder presidencial a Lula da Silva. Un hecho insólito desde el regreso de la democracia en los años ochenta por la señal que envía de no reconocimiento del resultado electoral por parte del presidente saliente. Lo mismo que los campamentos en las calles de simpatizantes de Bolsonaro desconociendo la elección.
Más serio aun son los acontecimientos del 8 de enero que ensombrecieron el inicio del gobierno de Lula a siete días de su toma de posesión, un eco de lo ocurrido en Washington el 6 de enero de 2021 con la toma del Capitolio. Un grupo de bolsonaristas iracundos asaltaron la Plaza de los Tres Poderes y tomaron las sedes de la Presidencia, el Congreso y el Tribunal Supremo en Brasilia para impugnar la victoria de Lula y desencadenar un golpe de estado.
La democracia brasileña dio señales de resiliencia. El intento golpista fracasado provocó el rechazo unánime de todos los poderes públicos, la condena inmediata por parte de la comunidad internacional y la desaprobación de la gran mayoría de la población (95%). En cierta medida, tiene el efecto búmeran de desacreditar a la extrema derecha bolsonarista obligando a sectores moderados a deslindarse de los hechos y fortalece la legitimidad y fortaleciendo la legitimidad y el margen de maniobra de la izquierda en el poder. Hay 1,500 personas detenidas y se han abierto investigaciones que alcanzan al expresidente Bolsonaro, entre otras figuras del Congreso, la burocracia, la policía y las fuerzas armadas que pudieron haber tenido alguna responsabilidad.Sin embargo, las debilidades y los retos democráticos siguen ahí. El bolsonarismo tiene fuertes bases sociales y burocráticas, sobre todo en el sector de seguridad. El sistema electoral brasileño se encuentra cuestionado: 40% de los ciudadanos no creen que Lula haya obtenido más votos que Bolsonaro y poco más de un tercio apoyaría la intervención del ejército para anular la elección. La desinformación y las noticias falsas que circulan en las redes sociales son un poderoso instrumento de grupos antisistema y extremistas. Bolsonaro, al igual que Trump, dejó una estela antidemocrática difícil de desmontar. EP
Con el inicio de la pandemia, Este País se volvió un medio 100% digital: todos nuestros contenidos se volvieron libres y abiertos.
Actualmente, México enfrenta retos urgentes que necesitan abordarse en un marco de libertades y respeto. Por ello, te pedimos apoyar nuestro trabajo para seguir abriendo espacios que fomenten el análisis y la crítica. Tu aportación nos permitirá seguir compartiendo contenido independiente y de calidad.