El pensamiento alquímico forma parte de la larga historia de la imaginación. A través su texto, Raúl Motta nos da un recorrido por los misteriosos caminos del mito, el arte, la naturaleza y los sueños.
El arte, la naturaleza y la alquimia
El pensamiento alquímico forma parte de la larga historia de la imaginación. A través su texto, Raúl Motta nos da un recorrido por los misteriosos caminos del mito, el arte, la naturaleza y los sueños.
Texto de Raúl Motta 23/01/23
“Los ruidos se quedan, se reabsorben en la memoria, en el silencio.
Joan Fontcuberta
El silencio es mineral.”
El sonido del viento cuando susurra al pasar por las hojas de los árboles se conoce como psithirisma en griego. La luz del sol que se filtra entre el follaje de los árboles y dibuja finas formas sobre el suelo o sobre el pasto se nombra komorebi en japonés. El olor de la primera lluvia después de un largo periodo de sequía es llamado petricor. Tremelucir en gallego es el brillo del sol en el agua que traza un camino de luz. Luz que tiembla.
La contemplación de los objetos naturales y sus fenómenos ha sido una de las fuentes más hondas de sensaciones enigmáticas a lo largo de la historia de la humanidad. Su representación en el lenguaje es una de las posibles respuestas frente a las incógnitas de su belleza y significado. Los sentidos son los pernios que nos permiten entrar y habitar la materialidad, su interpretación y combinación con el mundo interior los vuelve formas estéticas. De la apreciación estética del mundo las primeras culturas dedujeron que existe un hilo secreto de la naturaleza y que ha estado desde el principio del tiempo tejiendo nuestra sensibilidad con el entorno. Dicho de otra manera: La naturaleza acostumbra a ocultarse de sí misma. Esa aproximación al mundo dio inicio a lo que entendemos como la filosofía mística y también al pensamiento mágico. El mundo está codificado y la verdad no siempre participa de la realidad.
Los místicos antiguos pensaban que para tener acceso a lo verdadero se necesita un conjunto de claves que están escondidas en un lenguaje que aguarda a una distancia insalvable de lo humano. El imperio de lo visible es la puerta de entrada al reino de lo invisible. Esos y otros son los fundamentos de lo que es conocido como el ocultismo y el hermetismo. Concéntrate en lo visible, que ello te mostrará lo invisible, escribió Karen Christence Blixen-Finecke.
Las olas del mar, una estrella fugaz en el cielo, la sombra de un sauce, escuchar un gato ronronear, el sonido de la lluvia, el croar de los sapos en la madrugada y las flores de las orquídeas son algunas de las experiencias que me dieron la sensación cuando era niño de que el mundo es un lugar poético, es decir, repleto de significados ocultos. Creo que es una sensación común en todas las culturas. Aquello que está oculto se preserva. La naturaleza es entonces doble para el pensamiento mágico. Desde la antigüedad se creyó en la existencia de otro mundo, y que el mundo físico es su puerta de entrada. Ese otro mundo es una dimensión de la realidad que no es la material y entonces está relacionada con los sueños y funciona por medio de las imágenes. Los mundos del sueño y de la vigilia. Dos realidades que habitamos a lo largo de nuestra experiencia de vida.
El pensamiento evolucionista condenó a los sueños a ser entendidos como una falsedad. Soñar es sobre todo una forma de pensar. El sueño es un agua profunda en la que la conciencia se sumerge. El soñante ahonda en el agua para extraer piedras brillantes y lisas de significado. Ese es también el principio de la psicología moderna. Juan Arnau escribió que la realidad está en donde está la conciencia. Eso implicaría que cuando la conciencia sueña ahí está la realidad.
El nacimiento de la cultura es el nacimiento del mito. Y el mito es el sueño y la naturaleza unidos por el lenguaje. Las palabras, que proceden del aullido, el gemido y el grito, son el territorio que comparten lo material y lo inmaterial. Se convierten en un presagio, como un saber no completo. El mundo como objeto se incendió con el fuego negro del sueño. Esa luz negra nos permitió ver al mundo de la naturaleza en su dimensión abierta. Las primeras formas de la cultura conservadas en las cuevas de Altamira y de Lascaux corresponden a un periodo de transición entre el paleolítico y el neolítico y fueron mal interpretadas como magia simpática. Esta forma de la magia es una creencia metafísica que se edifica en las ideas de que lo similar produce lo similar, los efectos se parecen a las causas y aquellas cosas que han estado en contacto siguen ejerciendo influencia mutua una vez separadas.
El etnólogo Henri Breuil describió las pinturas rupestres de Lascaux en 1940 y propuso que las escenas de arte parietal en las que se representaba un animal eran una forma de este tipo de magia destinada a facilitar la caza y captura real del animal. El arqueólogo David Lewis-Williams negó esta hipótesis, proponiendo en cambio que las pinturas fueron realizadas por chamanes, los cuales se retiraban a las cavernas para experimentar trances rituales. Estos chamanes representaban no su mundo, sino el mundo al que sólo podían entrar en sueños. Un mundo dibujado en aquellos murales y que se animaba por las noches con el fuego. Los animales pintados se movían con el juego de la luz y la sombra de sus antorchas. Ese relato en movimiento es la fuente primordial del arte. Ahí, en la cueva, es donde nace el mito. Entre el fuego y la imagen o entre el fuego y el relato como pensaba Agamben. En ese enlace mágico entre un mundo y otro se tejió el misterio, que es una necesidad de vinculación.
Las primeras formas del conocimiento y del arte primaban las imágenes y por lo tanto la imaginación. La imaginación es un código enterrado y encerrado en la profundidad de la memoria. Esa sensación de extrañamiento de la naturaleza, la lejanía de la conciencia con el mundo y la incapacidad de entender la belleza y sólo poder atravesarla, además del terror al vacío, dieron origen a la visión mística y religiosa. La separación de la identidad y la naturaleza dejó en desamparo a las primeras personas, solas frente al horror de lo natural, que también es belleza. La tragedia clásica es una respuesta cultural al grito provocado por ese miedo atávico.
La organización narrativa del mundo fue creciendo y expandiéndose muy lentamente a través de los siglos desde las cuevas hasta la edad antigua. Del pensamiento simbólico, surgió por mero caudal de crecimiento, el pensamiento religioso como lo conocemos. Lo dual del objeto mundo quedó más que asentado; lo profano y lo sagrado. Religión etimológicamente significa volver a unir, es decir: reunir. El ser humano reuniéndose con el misterio de la naturaleza. Los individuos conociendo a los dioses, que fueron personificaciones de las imágenes de la naturaleza y el instinto. Necesitamos sentir la experiencia de la creación del mundo para darle forma a nuestros destinos.
Del relato de creación se desprendieron otros relatos que fueron construyendo el imaginario occidental. Uno de los más interesantes es el que piensa que los dioses todavía no han creado el mundo; sólo están imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso. Hay cosas que no tienen sentido, pero sí tienen significado. De esas cosas se alimenta el arte, el misticismo y la religión. La alquimia, que forma parte de la larga historia de la imaginación, se fundamenta también en ese relato.
El mundo de la naturaleza es confuso y por lo tanto oculta su verdad. La alquimia era una forma de investigación de la naturaleza. Se practicó en Mesopotamia, Persia, la Antigua Grecia, el Imperio Islámico, el Imperio Romano y en Europa hasta el siglo XVIII y se conformó por una serie de sistemas filosóficos que comprenden al menos dos mil quinientos años de conocimiento. El primer alquimista al que algunos estudiosos reconocen que tiene una personalidad histórica se llamaba Zósimo, según lo que escribe Juan Garal. Apenas se sabe que vivió y trabajó en la ciudad de Panópolis, hoy nombrada Ajmîm, en el Alto Egipto, durante la época del emperador romano Diocleciano a comienzos del siglo IV d.C. Zósimo sería, a decir de los especialistas, el responsable de la apropiación para el arte alquímico de un símbolo muy antiguo, el ouroboros, serpiente que muerde su propia cola. En los antiguos códices griegos, junto a la enigmática figura del ouroboros se puede leer este aforismo: Uno es el Todo, por él es el Todo y hacia él vuelve el Todo, y si no contuviera el Todo, Todo sería nada. Uno es la serpiente, la que posee el enrojecimiento tras dos tratamientos.
Se cree en la cultura popular que la finalidad del proceso alquímico era la crisopea, la fabricación del oro por medios químicos en los atanores, a partir de dos operaciones de laboratorio que producen la iosis, o rubefacción de la materia de la Obra alquímica. Los estudiosos de este fenómeno en la actualidad saben que dicho proceso de búsqueda de la piedra filosofal es imposible de manera literal, sino que es también una metáfora del proceso imaginal, un proceso que es el entendimiento simbólico del mundo interior, la psique, y sus distintas relaciones con la naturaleza. La piedra filosofal fue siempre una alegoría de la búsqueda interior de lo que resplandece, de la identidad pura, como el metal áureo y el descarte de lo impuro dentro de la conciencia representado por los metales impuros, como el cobre. Al encontrar la piedra filosofal por medio de la transmutación química de los elementos naturales aquella transformación también ocurriría al mismo tiempo en el interior del alquimista por la ley de las correspondencias. Esta ley es uno de los adagios del texto conocido como la Tabla Esmeralda, un texto atribuido al personaje helenístico conocido como Hermes Trismegisto y traducida varias veces al latín en los siglos XII y XIII. Hermes es el misterioso autor de los textos que son los cimientos del sistema filosófico que conocemos como hermetismo. La ley pregona lo siguiente: Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo, para consumar el milagro de la Unidad.
Proclo en su estudio sobre el Timeo de Platón pensó algo muy similar: “El hombre es un pequeño mundo, ya que, como el universo mismo, posee tanto mente como razón, tanto un cuerpo divino como un cuerpo mortal. Está dividido en concordancia con el universo”. Paracelso pensaba que por cada estrella que hay en el cielo hay una estrella en cada individuo. Como es arriba es abajo y como es adentro es afuera, lo que pasa afuera es un reflejo de lo que sucede en el interior. Si la materia transmuta, la conciencia también por medio del mismo proceso. La naturaleza y la conciencia no están separadas, son un todo. El universo es uno, porque ha sido compuesto de una sola sustancia, indiferenciada en su origen. Esto es el divino y gran misterio, el objeto de la búsqueda, porque esto es el Todo. Dos naturalezas, una sola sustancia; porque una atrae a la otra y una domina a la otra, escribió Zósimo de Panópolis. El dualismo es la idea de dos mundos, de dos realidades: un mundo con sus limitantes y otro mundo de los fundamentos, de los símbolos. El panteísmo es una de sus contrapartes, no hay cesura entre dos mundos, hay un todo y ese todo es dios. Deus sive natura es el adagio más conocido del filósofo del siglo XVII Baruch Spinoza y de alguna manera sintetiza el panteísmo. El monismo de Spinoza consiste en que la naturaleza está constituida por una misma sustancia primaria o básica, siendo la realidad lo mismo que la sustancia, esa única sustancia es para él, Dios. Estas dos teorías filosóficas tienen un punto de encuentro, ese puente es la alquimia.
Lo sagrado también se encuentra en la materia y en su transformación. Dios es la naturaleza para los alquimistas y para Spinoza. La Gran Obra de la alquimia, según lo descrito por Jung y por Patrick Harpur, no era una forma primitiva de la química sino más bien una ciencia del alma, una psicología. Entendiendo al alma como una forma de la conciencia que es independiente del concepto del yo. Jung describió que al estudiar la alquimia había tropezado con la réplica histórica de la psicología del inconsciente. La transformación de sustancias y metales en los crisoles de los laboratorios, como ya lo dije, es un reflejo del conocimiento adquirido por el alquimista. La alquimia en términos psicológicos hace alma. Harpur piensa que es más importante que el calor de un fuego literal el fuego secreto de la imaginación que fusiona todos los elementos de la psique en la imposible piedra filosofal. Los textos alquímicos son, desde la perspectiva artística, dramas psicológicos que se desarrollan en un mundo liminal que permite que ocurran adentro y afuera, como en la creación artística.
El simbolismo de los procesos alquímicos está en dos claves: la mineral y la vegetal. En el campo de lo mineral, es decir, en el campo de la química, un líquido se calienta, se evapora, se eleva, se enfría y se condensa para volver una vez más a su estado original. Este proceso creó un modelo metafórico o poético en el que los alquimistas vieron en el líquido calentado lo material, en la evaporación y en el gas resultante, al alma intangible que se eleva como en la muerte y luego regresa purificada a la materia. Jung lo interpretó desde la psicología como el fuego de la imaginación, ese fuego que no quema, que separa lo consciente de lo inconsciente, que se eleva para después condensarse en el ego y así revelar los contenidos del inconsciente hacia la conciencia. Llevar las imágenes del alma a la luz del espíritu por medio del cuerpo. La separación a través de la purificación o destilación y el regreso a la unidad. Vuélvase a entender alma como la mente no tutelada, el yo en su estado salvaje, o como dirían los alquimistas: puro. Esto no significaba que el alma fuera una sola sustancia separada, sino una metáfora de que todas las cosas son imágenes de la naturaleza y están conectadas entre sí.
Plotino pensaba que el desplazamiento del alma es circular, vuelve a su origen. El alma sería el hilo entre la naturaleza y el individuo, el oro filosófico. De ahí se desprende la otra clave de la alquimia, la clave vegetal, que fue conocida como la Espagiria. Ese concepto se le fue atribuido al filósofo, astrólogo y médico suizo Paracelso, nacido en 1493. Paracelso se benefició de las enseñanzas del famoso abad Tritemo en la abadía de Spanheim. El nombre se desprende de la palabra Spagyria que viene del griego spaô, extraer y ageirô reunir. El proceso de la Espagiria consistía en la extracción de las tinturas de algunas plantas con la finalidad de potenciar sus propiedades medicinales, añadiendo también las cenizas de la planta calcinada a la solución. El resultado de este proceso era conocido como esencia. El filósofo suizo pensaba que el fundamento de la alquimia no era encontrar el oro filosofal sino la producción de medicamentos. La Filosofía Sutil o Philosophia Sagax es un texto en donde Paracelso profundiza en cómo ha de entenderse que el hombre está compuesto de un cuerpo mortal y de un cuerpo inmortal. Si el cuerpo inmortal enferma, el cuerpo mortal también. Ese es el principio de lo somático o la somatización. Se curaba el alma para curar el cuerpo y también el cuerpo para curar el alma. La enfermedad del alma era resultado de la incomunicación entre el mundo interior y el mundo externo. Este padecimiento del mundo interior era casi siempre el extravío del sentido de dirección y de significado para un individuo o para una sociedad. Una pérdida de contacto entre la naturaleza y la conciencia. No podemos habitar un mundo sin significado. La palabra alquimia está vinculada a la imaginación y la imaginación es cantar la realidad. Al final la alquimia también es una representación del proceso artístico y es importante recordar que el arte surgió de una necesidad religiosa. Es la extracción del oro filosófico que en palabras menos herméticas son las imágenes que se conectan con nuestra identidad no domesticada, son las imágenes que nos recuerdan que somos parte de la naturaleza; las imágenes sensuales y pánicas. La filosofía mística sabía que en la imagen hay verdad. La palabra no alcanzaba para los místicos, ni para los alquimistas. El terrible miedo de vivir en un mundo meramente literal, de vivir en la sensación de exilio con la naturaleza dio paso a la mezcla de elementos de la conciencia con elementos de la naturaleza.
Desde el sueño de las plantas hasta la ensoñación de los niños, que proyecta lo que no es para terminar siéndolo, toda la experiencia vital se encuentra fecundada por la imaginación, ya sea mítica, filosófica o científica, establece el pacto entre el espíritu y la naturaleza. Sin ella no existirían los mundos simbólicos que han inspirado a los artistas y a los hombres de ciencia, escribió Juan Arnau. Cuando la naturaleza canta, la razón queda en silencio. Tanto la personalidad como la naturaleza son misteriosas. El pensamiento mítico, el pensamiento religioso y el pensamiento poético son formas del conocimiento introvertido que también es un conocimiento verdadero. Así como las verdades son las ficciones de lo racional, las ficciones son las verdades de lo imaginal, escribió James Hillman. Seguimos siendo esas mismas personas que buscan refugio de la oscuridad del mundo entre las pinturas de los muros de piedra de las cavernas, contemplando el fuego. In girum imus nocte et consumimur igni: Giramos en círculo en la noche y somos consumidos por el fuego. Pero por el fuego que no quema, sino transforma. EP
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