Raúl Rodríguez analiza la relación bilateral entre México y Estados Unidos, de cara al panorama que viene con 2023.
México y Estados Unidos: los 200 años de una pareja dispar
Raúl Rodríguez analiza la relación bilateral entre México y Estados Unidos, de cara al panorama que viene con 2023.
Texto de Raúl Rodríguez Barocio 09/01/23
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1. Los presidentes Biden y López Obrador intercambiaron mensajes con motivo del aniversario de los 200 años de las relaciones diplomáticas entre ambos países el 12 de diciembre de 2022. Las cartas reflejaron de alguna forma la asimetría y las perspectivas contrastantes entre ambas naciones: Biden enfocado en el futuro, con el tono candoroso y optimista de la “conexión cultural e interpersonal profunda”, “la alianza perdurable”, los diálogos de alto nivel en economía y en seguridad y la cumbre de líderes a celebrarse en febrero. López Obrador entre tanto, en el pasado, las referencias históricas y los desafíos.
2. Este aniversario y el albor de un tercer siglo de relaciones lleva a repensar el ángulo regional de los retos geopolíticos del mundo marcado por la pandemia — la “década peligrosa” como la ha llamado Richard Haass. Vienen a cuento dos referencias útiles, entre muchas: por una parte, el análisis publicado en noviembre por McKinsey de 30 cadenas productivas, 6 mil productos comercializados globalmente y tendencias económicas. Por la otra, El mito de la globalización, el libro más reciente de Shannon O’Neil, publicado en octubre en torno a las tendencias de regionalización y al enorme potencial para México del realineamiento de cadenas de producción y suministro (“nearshoring”). Lo comentamos con ella y con Will Hurd en un conversatorio que conduje en septiembre en la Ciudad de México. En el contexto que ambas fuentes esbozan, las relaciones entre México y EE.UU cobran mayor relevancia y las proyecciones apuntan a oportunidades para nuestra vecindad si atendemos las lecciones pertinentes del pasado.
3. Al repasar las primeras 17 décadas de la relación diplomática entre ambos países no encuentra uno mucho qué celebrar. En particular, el arranque fue poco prometedor. La gestión del primer enviado y ministro mexicano durante el fugaz Primer Imperio duró cinco meses y resultó infausta, por decir lo menos. De entrada, José Manuel Zozaya llevaba un mandato imposible de cumplir dadas las circunstancias.
La recepción relativamente cordial que le ofreció el Presidente Monroe en la Casa Blanca el 12 de diciembre de 1822 fue posiblemente el único momento feliz para Zozaya, como se deduce de sus informes posteriores. La rebelión de Santa Anna en Veracruz a principios de ese mes, el Plan de Casa Mata dos meses después y el colapso del Imperio de Iturbide en marzo, además de la lentitud con la que se recibían los comunicados y noticias, hicieron de ese episodio algo tan breve como improductivo. De llevarse a la pantalla hoy, sería más propicio como telenovela cursi que como serie de Netflix; para colmo de la ironía, Zozaya había nacido un 4 de julio…
Las negociaciones comerciales y de límites se demorarían años, en el contexto del Tratado Adams-Onís de 1819 y del asunto ya difícil de Texas. De manera sintomática, Andrew Jackson (que sería electo Presidente seis años después) declinó ser el primer enviado a México. Y la Doctrina Monroe que apuntaba hacia una hegemonía estadounidense en la región sería esbozada en el Congreso en Washington al término de 1823, bautizada dos décadas después como “Destino Manifiesto”.
4. Estados Unidos vivía una era de nacionalismo exaltado llamada de Good Feelings bajo el Presidente Monroe después de la Guerra de 1812-15. Reflejaba la consolidación de la nación y lo que ya se percibía como un lugar preeminente en el mundo, con la consiguiente complacencia local y la percepción creciente de arrogancia por las nuevas naciones al sur de la frontera. Un espíritu bien descrito por Alexis de Tocqueville en la década de los años 30.
5. Por contraste, México vivía sus primeros años de vida independiente en medio de la inestabilidad y la crisis económica y política. Su política exterior era un reflejo de las prioridades y condiciones “intermésticas”, por usar el término de Bayless Manning. Como testimonio del caos, se tuvieron 50 cambios de gobierno en los primeros 30 años del México independiente. Entre 1836 y 1854 (de la declaración de independencia de Texas al Tratado Guadalupe Hidalgo y a La Mesilla / Gadsden), el país perdió aproximadamente 55% de su territorio frente a Estados Unidos. Cerca de 110 mil mexicanos se quedaron en esas latitudes; literalmente, la frontera los cruzó.
6. En esos primeros años, el papel de personajes prominentes como el Presidente Monroe, John Quincy Adams (Secretario de Estado y posteriormente Presidente) y Joel Roberts Poinsett exacerbó las dificultades que enfrentaba México, sumado a sus propias complicaciones. Algunos los clasifican como astutos y perversos, pero eran sin duda muy eficaces para los intereses de EE.UU. Ralph Waldo Emerson señaló que “no hay historia propiamente, sino biografía…” En especial el papel de Poinsett en México como Enviado Especial en 1822 y como Ministro entre 1825 y 29 es emblemático.
Poinsett era un joven acaudalado, con una educación de privilegio, políglota (dominaba cinco idiomas), congresista, viajero incansable y bien conectado, con una trayectoria internacional impactante. A los 27 años había asesorado al Zar Alejandro I en San Petersburgo sobre la industria del algodón. Después destaca en Chile como diplomático y general, luchando junto a José Miguel Carrera en la armada chilena contra los realistas españoles. Funge posteriormente como Ministro de Guerra de EE.UU. y como cofundador de lo que hoy es el Smithsonian. Seguramente quedaría perplejo si supiera que hoy lo recordamos ante todo por una flor (la nochebuena, conocida en inglés como Poinsettia en su honor).
“El Americano Versátil”, la biografía de 1935 de Poinsett por James Fred Rippy, un profesor de las universidades de Chicago y Duke, quien fuera Presidente de la Conferencia de Historia Latinoamericana, fue publicada de nuevo en 2021. El ensayo de Charles Lyon Chandler de 1935 completa el esbozo. Merecen una lectura como parte de este bicentenario.
7. Para la relación bilateral, buena parte de las siguientes décadas fueron escenario reiterado de conflicto, intervención, incomprensión, falta de confianza y desdén. Todavía en 1978, en una conferencia en Washington (publicada en “Tiempo Nublado” en 1983) Octavio Paz sugería que nuestras diferencias eran virtualmente irreconciliables. Para Paz y otros autores representábamos dos versiones diferentes de la civilización occidental, dos procesos fundacionales (colonización contra conquista y mestizaje) con sus resultantes, producto de la Reforma y la Contrarreforma. Dos linajes culturales: Felipe II y Lutero. Dos posiciones en torno a la modernidad, dos conceptos del tiempo. En 1984, Alan Riding en “Vecinos Distantes” abundó: “el tono de las relaciones lo establece el pasado más que el presente — y las actitudes más que la sustancia…”
8. Hoy no somos exactamente socios. Pero durante las pasadas tres décadas hemos sido capaces de desarrollar de manera tangible un ambiente sin precedente de responsabilidades compartidas e incluso una sensación de destino común. Esto no ha sido casual — pero tampoco ha sido un proceso del todo meditado, planeado. Se han dado dos factores centrales, bien conocidos:
a. La evolución demográfica: Ha habido un incremento dramático de la población de origen mexicano en EE.UU 11 de los 38 millones de mexicoamericanos son de primera generación en EE.UU (emigrados), cinco veces más que hace 40 años. Como muestra del tsunami demográfico de los EE.UU., se anticipa que la población blanca no hispana se convertirá en minoría en el transcurso de los próximos 20 años.
Las experiencias migratorias de ambos países están íntimamente entrelazadas pero son completamente diferentes; responden a la condición económica contrastante. La diáspora mexicana es la mayor del mundo después de la de la India y el 97% de los mexicanos que radican en el exterior están en EE.UU. Mientras que EE.UU tiene por mucho el mayor número de inmigrantes en el mundo, en México menos de 1% de la población es nacida en el exterior (cerca de dos terceras partes en EE.UU). La proporción de nacidos en el extranjero es casi 16 veces mayor en EE.UU; 42 veces en términos absolutos.
En una tendencia paralela, tan solo Texas agregó 5.5 residentes hispanos por cada residente blanco no hispano durante 2018-19. Los hispanos se convirtieron en el mayor grupo demográfico de Texas en 2022, como lo son ya en otros estados (en California desde 2014).
b. La evolución económica: El Presidente John Quincy Adams fue el primero que habló sobre la posibilidad de un acuerdo comercial bilateral en 1826. Pero un arreglo productivo no se materializó sino hasta la década de 1990. La complementariedad e interdependencia económica tangible fue una realidad hasta el TLCAN y el TMEC. Hoy hay un potencial adicional enorme, dadas las tendencias regionales derivadas de las tensiones con China, en el realineamiento de cadenas productivas y de suministro con el “nearshoring” y “ally-shoring”. Como dice Ángel Gurría, es una coyuntura geopolítica histórica, “hecha a la medida” para México.
El comercio bilateral alcanzó los $660 mil millones de dólares en 2021, con México como primer socio comercial. La mitad de los estados de EE.UU tienen a México como primer o segundo destino de exportaciones. Aún más importante, los “clusters” y corredores de producción conjunta han proliferado. Y se espera para 2022 un nivel sin precedente de $57 mil millones de dólares de remesas de migrantes. En años recientes han sido la segunda fuente de ingreso de divisas para México.
Por razones obvias, la presencia diplomática de México en EE.UU no tiene precedente en cuanto a número de consulados. No hay otro caso con tanto consulado en un solo país. La mitad de los consulados están en estados fronterizos y 11 de los 50 se encuentran en Texas.
Texas ha sido el principal estado exportador de EE.UU. por 20 años consecutivos, con exportaciones mayores que las de California y Nueva York sumadas. México es la fuente de más de la tercera parte de las importaciones totales de Texas y el destino de la tercera parte de sus exportaciones. A pesar del contraste en el tamaño de ambas economías (el producto nominal per cápita de Texas es siete veces mayor que el de México), México es un socio comercial mayor para Texas que la suma de sus siguientes seis socios.
9. A pesar de estos avances en la relación bilateral, conviene recordar que los vínculos internacionales suelen ser frágiles —y prepararnos para eventualidades. Como ejemplo, el 6 de septiembre de 2001 asistimos a la sesión conjunta del Congreso de EE.UU en Washington, en el contexto de la visita de Estado del Presidente Fox. “Confianza” fue la palabra más repetida en los discursos de ambas partes. Como Director General del Banco de Desarrollo de América del Norte, me tocaba explorar formas para contribuir en forma decisiva a un “NAFTA Plus” contemplado por los presidentes Bush y Fox. Cinco días después, el día 11, el mundo cambió y adoptamos obligadamente un nuevo paradigma: el de la seguridad, lo cual condujo a un atrincheramiento en lo económico. Seis días después fue aprobado el acceso de China a la Organización Mundial de Comercio. De golpe entramos en una nueva era global y regional. En muchas formas, ese parteaguas disruptivo sigue definiendo nuestro tiempo.
10. Por ahora, al iniciar el tercer siglo de las relaciones diplomáticas bilaterales y con oportunidades históricas en mente, podemos señalar al menos siete obstáculos potenciales y razones de preocupación:
a. Comparada con lo que se planteaba hace 30 años, la idea de América del Norte casi no tiene vigencia. No hay apetito de construcción de región en ninguno de los dos lados (ni en Canadá). Hasta la narrativa es tibia. No hay Robert Pastors que enarbolen la bandera de la interdependencia. Parece haber más aprecio por la identidad regional y el papel de México como parte de América del Norte en terceros países que en el propio México. Cuando conduje un conversatorio con el Primer Ministro de Singapur, Lee Hsien Loong, me dijo: “¡Lo que daríamos nosotros por un kilómetro de la frontera norte de México! ¿Por qué la tibieza al respecto?”
b. La política genera incertidumbre. Habrá elecciones presidenciales en ambos países en 2024. El proteccionismo económico, la migración y la seguridad serán seguramente temas dominantes en EE.UU, con el riesgo de que México se convierta de nuevo en piñata electoral. Los ánimos nacionalistas que surgen de manera cíclica en México pueden esperarse como reacción.
c. La seguridad (crimen organizado, drogas, contrabando de armas) está creciendo como realidad y preocupación. Esto se magnifica a lo largo de la frontera.
d. La migración suele ser un detonador de las complicaciones en la agenda bilateral. Durante el año fiscal de 2022 se dieron 2.4 millones de arrestos de indocumentados, el mayor número del que se tenga registro. El llamado Título 42 (una política de la administración Trump que permite la rápida expulsión de migrantes y solicitantes de asilo en la frontera) quedará posiblemente abrogada en fecha próxima. Ello llevará a un incremento en los flujos, con el consiguiente ánimo político exacerbado.
e. El cambio climático está ya complicando los retos ambientales que ambos países enfrentan en los estados fronterizos. Entre tanto, seguimos imponiendo criterios y restricciones con una mentalidad de soberanía de siglo XIX a las realidades y desafíos de siglo XXI. El agua es una preocupación central: puede tomar de rehén a la agenda bilateral en el contexto de la peor sequía que algunas partes de la frontera están experimentando en 12 siglos. La plataforma institucional de CILA / IBWC y el Tratado de 1944 son crecientemente ineficaces, a pesar de logros recientes en el Río Colorado (Acta 323) y las aportaciones del BDAN.
Seguimos posponiendo la consideración de mecanismos más adecuados por temor a la disrupción, pero el riesgo de crisis sin precedente indica que es tiempo de contemplar esquemas de administración bilateral más ambiciosos, como los que se usan en otras partes. Por ejemplo, el IJC administra los lagos y sistemas riparios compartidos entre EE.UU. y Canadá sobre la base de comisionados que trabajan por consenso y no responden a cada gobierno. Permite despolitizar en alguna medida las decisiones y ser más creativos, ágiles y efectivos.1
f. Economía: El TMEC de 2020 estipula revisiones sexenales; la primera será en 2026. Por ahora, urge evitar que las reformas, políticas y medidas energéticas y agrícolas consideradas en México lleven a niveles de disputas y arbitraje. El impacto en los flujos de comercio y de inversión podría ser considerable. El Diálogo Económico de Alto Nivel lanzado nuevamente en septiembre debe ser una plataforma eficaz para buscar los consensos necesarios.
g. Vínculos académicos: Hay muy pocos centros académicos de política pública dedicados a la relación bilateral. Con honrosas y destacadas excepciones, las universidades mexicanas no cuentan con una agenda internacional. Los programas y alianzas de investigación son escasos y la presencia directa de universidades extranjeras en México es muy limitada. La movilidad estudiantil es muy pequeña. Se estima que los estudiantes mexicanos en el exterior nunca han llegado a 20 mil, lo cual es extremadamente limitado para los estándares internacionales y para un país del tamaño y la economía de México.
Estados Unidos cuenta con más de 40 de las 50 mejores universidades en el mundo bajo cualquier criterio y “ranking”; México con solo dos entre las mejores 500. No obstante, justo antes de la pandemia había 3.4 veces más estudiantes de Corea del Sur que de México en EE.UU., pese a que la población de Corea del Sur es 40% la de México. Vietnam, con 75% de la población de México y menos de la mitad de su PIB per cápita, tenía 60% más que México, estando a 12 mil kilómetros de distancia. El Presidente de la Universidad Estatal de Arizona, Michael Crow, nos dijo recientemente que en ASU tienen 40 veces más estudiantes de India que de México. ASU, la universidad mejor clasificada en materia de innovación en EE.UU., está a solo tres horas por carretera de la frontera.
De un nivel record de 1.1 millones de estudiantes extranjeros en EE.UU. en 2018-19, 15 mil eran de México, 1.4% del total. Incluso eran 10% menos que el nivel máximo, alcanzado en 2015. En cuanto a estudiantes estadounidenses en el extranjero, había 30% más en Costa Rica que en México, pese a que la población es 25 veces menor. Como vecinos, se está desaprovechando la oportunidad de apoyar el que México logre mejores niveles educativos, una perspectiva más amplia y vínculos individuales profundos y relevantes.
11. Al reflexionar sobre el estado de la relación bilateral, destaca una ausencia peligrosa: la falta de un sentido de urgencia en México —el síndrome del “mañana”—. No es solo que resulta crucial enfrentar cuanto antes los graves rezagos de pobreza y desigualdad, sino que se complica por la rápida erosión del bono demográfico. Desde el punto de inflexión de las tasas de fecundidad hace cincuenta años, la edad mediana se ha incrementado a más del doble de rapidez en México que en EE.UU.
Este es un contraste dramático que se hace evidente en las tasas de dependencia. Lleva a la complicación gradual de los esfuerzos de desarrollo, puesto que la población en edad de trabajar se contrae en términos relativos y los retos laborales y fiscales se agudizan (el ingreso fiscal, las presiones y la composición del gasto presupuestal, las pensiones, etc.). Todo esto contribuye a que la brecha de ingreso per cápita entre ambos países se incremente. Dicha brecha pasó de 2.7 veces en 1990 a 3.4 veces hoy, ajustada por poder adquisitivo. Su disminución debiera ser un indicador central del éxito de la relación. En los últimos 30 años, en la cúspide de la mejor etapa de la relación y en el contexto de políticas de mercado y de apertura económica, no ha habido convergencia —en el comparativo de ingreso individual, México de hecho resulta 25% más desigual—. Sin duda hay progreso en otros ámbitos e indicadores en México, pero el país se ha rezagado aún más en el contexto de América del Norte.
12. Los que hemos participado en la agenda bilateral durante décadas reconocemos que los lazos desarrollados por ambas naciones en los últimos 30 años representan un avance tangible en dos siglos de relación compleja. Pero no debemos asumir que este nivel de interdependencia y entendimiento es óptimo, ni que está a salvo de ser afectado o incluso cancelado. Necesitamos una visión compartida, un nuevo plan de ruta ambicioso, un relanzamiento de la relación. Nos conviene a ambos el nutrir los lazos binacionales y responder juntos a los desafíos compartidos con nuestra mayor aptitud y esfuerzo. Ante todo, necesitamos estar conscientes de que la destrucción de la confianza puede resultar excepcionalmente fácil y no le beneficia a nadie; por contraste, reconstruirla puede llevarnos otra eternidad. EP
- Ver Raúl Rodriguez, “Frontera norte: ¿Tercer país?”, Este País. Disponible en: https://app-63cbc6a2c1ac1839b49bd08c.closte.com/tendencias_y_opiniones/frontera-norte-tercer-pais/ [↩]
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