Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.
La mujer de todos los martirios
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Texto de Aníbal Santiago 22/09/21
El Papa Francisco había vuelto al Vaticano hacía unos días después de recorrer México, y la revista Newsweek en Español me asignó una misión: averiguar cómo vivía su partida Ecatepec, la región mexiquense que Jorge Bergoglio había visitado y que era uno de los 10 municipios con más abuso sexual del país, número uno entre las mil 500 desapariciones de mujeres de ese estado desde 2007, y líder estatal en feminicidios con 200 en los últimos cuatro años. Cara a cara, antes de irse el pontífice les dijo a sus habitantes: “Hemos optado por Jesús y no por el demonio”.
Decidí iniciar el recorrido en el templo de Nuestra Señora de Fátima de la colonia Hank González, la más violenta del municipio más violento de México. Estaba vacío: de las 400 bancas de la nave mayor, ni una era ocupada ese mediodía de viernes. Ni un solo feligrés le rezaba al Jesús ensangrentado que detrás del altar era iluminado por un vitral amarillo que encandilaba
Según los apuntes que ahora releo, afuera de ahí la resaca de la visita apostólica al Estado de México tenía forma de escalera. Un trabajador subía para retirar la pancarta que en lo alto de la fachada indicaba en letras doradas “Papa Francisco, Ecatepec te recibe con los brazos abiertos” junto a la sonriente imagen del argentino.
Toqué en la oficina. El sacerdote Ángel Hernández se negó a recibirme por su carga de trabajo, pero en su lugar aceptó hablar una mujer, su sacristana Lucía Suárez: “Desde hace seis años creció la violencia -me dijo-. A toda hora es: secuestraron a tal, a tal otra allá, se llevaron a los muchachos que trabajan allí. Y luego, las jovencitas que ya no están: sus madres vienen, sufren y yo sufro con ellas”.
-¿Qué pasa en esta iglesia con las mamás de las víctimas?-, le pregunté.
-Reniegan de Dios: les mataron hijas, hijos, esposos. Madres a las que les arrebataron a su hija en una camioneta y jamás volvieron a saber.
La sacristana quiso que conociera una historia de hacía 90 días: Celia, propietaria con su esposo de una carnicería de la colonia, era una mujer querida y cercana a la iglesia: “Hacía obras buenas –recordó-. A su negocio le sacaban dinero y un día no quisieron dar. Se llevaron a la señora y le dejaron a él un recado: no lo queríamos hacer pero tú nos provocaste”. Al amanecer del 27 de noviembre de 2015, tres costales sobre la Vía Morelos que escurrían sangre eran devorados por perros. “La destazaron”, precisó.
-¿Qué puede hacer la mujer de Ecatepec ante tanta tragedia?
-Refugiarnos con fe en la iglesia –respondió Lucía-. Las mujeres de aquí somos valientes.
Al lado de donde la sacristana emprendió su pausado regreso a la parroquia, un gran pizarrón daba la bienvenida a los fieles con las páginas abiertas de la Gaceta Parroquial. Dos líneas de un verso decían así: El hombre es cerebro / La mujer es corazón. El hombre es capaz de todos los heroísmos / La mujer, de todos los martirios.
Eso decía en febrero de 2016 una hoja pública en el infierno mexicano de la mujer, en cuyas iglesias pedía la sacristana refugiarse con fe. Cuántas mujeres de Ecatepec no habrán entrado a templos para que nunca más sucedan historias como la de la maestra Ana María Sierra y su hija Estrella, de 36 y ocho años. El 17 de mayo pasado Ana acababa de recibir la vacuna contra el COVID-19. Contenta porque estaba protegida, se fue a dormir con su pequeña. Al amanecer del 18, una persona o varias entraron a su casa de Valle de Aragón Tercera Sección y las secuestraron. Se las llevaron a quién sabe dónde.
Su familia, amigos, hicieron marchas, pegaron carteles en calles, rogaron en redes sociales que alguien ayudara a ubicarlas.
No hubo una sola noticia de la autoridad en cuatro meses, y cuando la hubo fue la peor: dos cadáveres con características similares a Ana y Estrella fueron hallados en la localidad morelense de Yecapixtla. Había que esperar el análisis genético. “El miércoles (15 de septiembre) nos informaron que ya habían tenido resultados positivos en cuanto al hallazgo de mi pequeña y su mamá”, dijo Rodrigo Flores, papá de la niña. Del velorio, los mexicanos pudimos ver por la televisión los arreglos de flores blancas, en medio varias fotos de ambas sonriendo o agarradas de la mano, y una cartulina en la que Estrella hizo un collage con su nombre en colores, y pegotes: ahí estaba la foto del personaje Luna Valente y un recorte de Elsa, la princesa de Frozen.
Jorge Sierra, padre de Ana y abuelo de Estrella, aceptó hablar ante la cámara y expresó lo que había dentro suyo: “Un gran dolor”. Y agregó: “No es posible: una niña y una maestra que no le hacían daño a nadie. Únicamente eran felices”.
En Ecatepec, incluso en Ecatepec eran felices.
Pasan los años, el tiempo se va, y mientras se discute si la 4T sí o si la 4T no, el Estado de México y Ecatepec son capaces de volverse peores día a día: esa entidad sufrió en 2020 un incremento de 18% en feminicidios con ese municipio a la cabeza, y los números estatales del 2021 (77 asesinadas hasta julio) avisan que este año será aún más escalofriante.
Ecatepec arruina con la muerte las felicidades más valientes, como las de Ana y Estrella, y confirma la segunda parte del terrible mensaje del pizarrón de la iglesia de Nuestra Señora de Fátima: “El hombre es capaz de todos los heroísmos / La mujer, de todos los martirios”. EP
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