¿Qué implica el cambio que propone el lenguaje incluyente?, ¿por qué la discusión actual en torno a este lenguaje tiene una relevancia política? En este ensayo, la lingüista Yásnaya Aguilar nos brinda su versada perspectiva.
El “lengua incluyente” más allá del español
¿Qué implica el cambio que propone el lenguaje incluyente?, ¿por qué la discusión actual en torno a este lenguaje tiene una relevancia política? En este ensayo, la lingüista Yásnaya Aguilar nos brinda su versada perspectiva.
Texto de Yásnaya Aguilar 08/09/21
Uno de los principales problemas que tengo al escribir en la lengua en la que me están leyendo ahora tiene que ver con el hecho de que en mixe, mi lengua materna, los sustantivos no marcan género. Si utilizo la palabra «uk», ésta puede interpretarse como «perro» o «perra», la interpretación la dará el contexto si es que es necesaria esta información para la comunicación. Todavía menos importante será si el sustantivo en cuestión hace referencia a entes no sexuados en el mundo: la palabra «petsy» corresponde a «pared» en español y no podría ser menos relevante en mixe saber si debe marcarse con femenino o masculino, pues en el mundo no hay paredes machos o hembras.
Para un hablante de mixe, el español suele ser una lengua muy complicada en este aspecto, pues marca obsesivamente si un sustantivo pertenece a una clase que han llamado femenino o a otra clase que han llamado masculino. Digo que la marcación es obsesiva porque no contentos con marcar el género en el sustantivo, lo marcan también en el artículo y también en el adjetivo: «el niño guapo». ¿Cómo sé que «pared» debe ser femenino y que «piso» debe ser masculino? No hay nada en las entidades a las que hace referencia que me indique si pertenecen a una categoría u a otra. Como hablante de mixe que está adquiriendo español como segunda lengua debo aprender de memoria que «césped» es masculino y que «verdad» es femenino, a prueba y error aunque estos errores me cuesten discriminación asociada al hecho se ser indígena también.
La terminación de los sustantivos puede darte una pista pero, a menudo, resulta problemática también; la palabra «mano» termina en «o», pero pertenece al femenino como lo evidencia la concordancia que debe establecer con el artículo y el adjetivo: « la mano delgada». El sustantivo «artista» termina en «a», pero en realidad puede pertenecer al género masculino: «el artista desesperado». Las cosas se vuelven desesperantes en palabras como «agua» que, por un lado, termina en «a», pero toma un artículo masculino: «el agua», pero un adjetivo femenino «el agua fría». La palabra «persona» es neutra en cuanto a su referencia en el mundo (aplica para hombres y mujeres), aunque en la gramática necesita elegir género que en este caso es femenino: «la persona desesperada». «Persona» es neutra en el mundo, pero es femenina en la gramática. Dominar las marcas gramaticales de género de absolutamente todos los sustantivos del español requiere maestría y a menudo necesito consultarlo en diccionarios. Aún ahora, si un pronombre está muy lejano de su referente en el texto, suelo equivocarme en la marcación de su género y eso es algo que tengo que revisar constantemente. Antes me era muy frustrante, ahora aprecio esas equivocaciones porque me recuerdan que mi lengua materna es el mixe.
La compleja relación entre entes del mundo y entes de la gramática se evidencia siempre que hablamos de “lenguaje inclusivo». Como ha dicho la lingüista Violeta Vázquez-Rojas, lo que llamamos “lenguaje inclusivo” no es realmente un lenguaje, sino una pauta de comunicación. Mediante esta pauta, ciertas personas hablantes de español interpretan que la terminación en «o» de los sustantivos excluye a referentes en el mundo que son entidades femeninas. Para poder incluir a entidades sexuadas femeninas y masculinas se opta por algunas de estas opciones: mencionar ambas (los niños y las niñas, aunque el orden de mención también se ha puesto a discusión), elegir la marca de femenino para incluir a entidades masculinas (las niñas para un conjunto en el que hay niños y niñas), o bien usar una terminación distinta que llaman neutro y que puede expresarse gráficamente de maneras diferentes (niñ@s, niñxs o niñes), aunque fonéticamente se prefiera [e] al pronunciar.
Estas pautas de comunicación han desatado muy fuertes debates, sobre todo la tercera opción. Estas modificaciones se hacen sobre todo con sustantivos cuyos referentes en el mundo son sexuados, pero generalmente no aplica para el resto de los sustantivos del español; por ejemplo, no se usa para el sustantivo «resto», al menos no he visto que se escriba «reste/rest@/restx», porque dicho sustantivo abstracto no refiere a una entidad sexuada en el mundo. No parece haber mucho problema con escribir «el resto de las acusaciones» como un sustantivo del género llamado masculino. Podemos decir entonces que esta pauta de comportamiento lingüístico afecta a un pequeño grupo de sustantivos y no a todo el universo del español. Para ser un pequeño subconjunto de sustantivos los que atraviesan este proceso de innovación las airadas discusiones que genera son desproporcionadas. ¿Por qué?
Pienso que se debe a la importancia política en la discusión actual sobre el género, no el gramatical, si no el género dentro del sistema patriarcal y las luchas contra éste. Si ese pequeño cambio en el uso de algunos morfemas de un pequeño grupo de sustantivos en español no fuera importante y disruptivo políticamente, no generaría tanto ruido. Objetivamente hablando, las consecuencias sobre la gramática del español son muy pocas por lo que no se puede entender que haya personas que afirmen que el uso de esta pauta de comunicación esté destruyendo a la lengua española. Para empezar, las lenguas vivas están cambiando constantemente y ese cambio es el que asegura su continuidad, no su destrucción. Los miles de cambios acumulados a través del tiempo fueron convirtiendo el latín en castellano, de modo que podrías decir que ahora mismo estoy escribiendo en un latín peninsular del siglo XXI en su variante del altiplano central. El cambio que implica el llamado “lenguaje incluyente” es gramaticalmente pequeño, pero ideológicamente radical: estos morfemas politizados se revelan como mecanismos para discutir una exclusión más bien estructural dentro del patriarcado.
Por otro lado, es importante alertar sobre el hecho de que estas discusiones se están dando sobre todo en cierto conjunto de lenguas hegemónicas y casi todas ellas de una familia lingüística llamada indoeuropeo. En este país se habla una gran diversidad de lenguas que presentan otros modos de establecer una relación entre la gramática y los entes del mundo. El hecho de que el mixe sea una lengua que no hace distinción gramatical entre femenino y masculino no significa que el patriarcado colonial no opere sobre las mujeres mixes, porque es todo siempre más complejo; al menos el mixe nos da la opción de narrar el mundo desde una perspectiva gramatical en donde el foco no está puesto en esa distinción. ¿El hecho de que el latín tuviera morfemas para marcar el neutro en sustantivos de cierta clase hacía del mundo latino una sociedad menos patriarcal? Ciertamente no. Sin embargo, la discusión en torno del uso de pronombres y morfemas neutros para los sustantivos con referente sexuado en español desata la posibilidad de hablar de las marcas del patriarcado no sólo en morfemas y en pronombres, sino en léxico y sobre todo en los discursos.
Otras opiniones han enfatizado que esta discusión sobre pronombres o morfemas neutros distrae de la verdadera lucha por la equidad de género. No estoy de acuerdo: es posible adherirse a esa pauta de comunicación y usar la lengua como una declaración política para generar cuestionamientos, al mismo tiempo que se realizan otro tipo de luchas antipatriarcales; después de todo, la misma energía que gasto en pronunciar «o» puedo usarla en escribir o pronunciar «e». La información política e ideológica que comunica en ambos casos sí es muy distinta y en eso me parece que reside su potencia, la potencia del llamado “lenguaje incluyente”.
Por lo pronto, en una gran cantidad de lenguas distintas al castellano, las mujeres hablantes de diferentes idiomas originarios usamos gramáticas en las que los sustantivos no se dividen en categorías de género como el mixe, o en otras donde lo importante es si el sustantivo es un ente animado o no, si pertenece al mundo vegetal o incluso si se trata de una fuerza de la naturaleza. Tantas posibilidades. EP
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