El periodista Aníbal Santiago retrata a una serie de mujeres que están haciendo historia en el deporte. Son las Olímpicas y, en esta entrega, presentamos a Manu Bhaker: “Jamás pienso en medallas, sólo pienso en mi desempeño”.
Olímpicas Manu Bhaker, la tiradora del ojo herido
El periodista Aníbal Santiago retrata a una serie de mujeres que están haciendo historia en el deporte. Son las Olímpicas y, en esta entrega, presentamos a Manu Bhaker: “Jamás pienso en medallas, sólo pienso en mi desempeño”.
Texto de Aníbal Santiago 31/05/21
No hace falta viajar desde este punto del planeta hasta Goria, a 15 mil kilómetros de nuestro país, para dimensionar lo que es ese pueblito. Sólo escribiendo en Google Maps su nombre veremos a la comunidad asiática de 5 mil habitantes en medio de campos de trigo tan inmensos que hay que abrir y abrir el cursor para encontrar el fin de esos sembradíos verdes, brillantes, fértiles, húmedos, y ligados a lo que ocurrió hace tres años con una adolescente, Manu Bhaker, en un campeonato de tiro deportivo en México.
Ahí, en medio de esa exuberancia natural enraizada a lo más tradicional y patriarcal, siempre bajo la mirada del Sarpanch, el hombre que guarda las costumbres gobernando a su pueblo campesino, esa niña de India, Manu, quiso practicar Thang-Ta, un arte marcial de su país. La elección hubiera sido normal de tomarla su hermano mayor Akhil o cualquier niño; viniendo del sexo opuesto representaba un acto de rebeldía. Pero su padre Ramkishen, ingeniero naval de la marina mercante, y su madre, Sumedha, maestra de secundaria, aceptaron. Su hija de voz suave, modos sutiles y personalidad retraída sería libre de tomar la espada y la lanza para practicar un deporte muy violento de cuatro siglos de historia, repleto de saltos, lances y otras acrobacias casi cinematográficas. Quizá así su timidez extrema se disiparía.
Por años, todo estuvo bien: Manu progresaba en su disciplina, y la alternaba con clases de judo, boxeo. Pero un día, en combate, un golpe enemigo le lastimó seriamente un ojo. Rondaba entonces los 14 años. Seguir con el Thang-Ta sería exponer el órgano a una lesión más seria, y Manu quería ver para siempre. Fue entonces que su padre le propuso un deporte que reducía el contacto físico a cero, en el que sólo dependería de ella misma: con el tiro deportivo podría crecer tanto como sus propias aptitudes y limitaciones.
A ella le pareció divertido tomar la enorme pistola de aire comprimido, y empezar a practicar frente a la diana. Lo que le pedía su papá, un obsesivo de la disciplina y las reglas, era muy exótico: primero, Manu se vio ante la exigencia de ponerse orejeras y unas gafas especiales con un lente, un iris mecánico y un oclusor semitransparente. Luego, agarrar de pie la pistola de aire, levantarla con una sola mano para disparar al blanco de tiro hasta sesenta balines de 4.5 mm durante 75 minutos en una galería cubierta. ¿Y el pueblito tenía galería cubierta? No, su madre, la directora de la Secundaria Universal de Goria, adaptó un salón de clases como espacio de entrenamiento. Manu podría practicar y cualquier otro niño al que le apeteciera: su papá, Ramkishen, pondría pistolas, balines y máquinas para medir los disparos, todo obtenido a precios modestos. El funcionario de gobierno invirtió 2 mil dólares. A nadie le interesó demasiado el salón de esa actividad rara.
El crecimiento de las capacidades de Manu fue vertiginoso. No llegaba a un año en su deporte cuando ya arrasaba en las competencias de Haryana, su estado. A menos de dos años de su incursión, en 2017, logró cinco oros en los Juegos Nacionales de Kerala, y 9 medallas de múltiples categorías en el Campeonato Nacional de Tiro Deportivo: ya era la número uno del país. En seguida, su salto al mundo: en el Campeonato Asiático Junior de 2017 de Wakō, Japón, fue plata.
De pulso, puntería y paz mental portentosos, con esas victorias Manu ya tenía un lugar en la Copa del Mundo de la Federación de Tiro Deportivo que se realizaría al otro lado de la Tierra, en una ciudad mexicana llamada Guadalajara. En ese 2018, por primera vez en su vida cruzaría el Océano Atlántico y enfrentaría a tiradoras olímpicas y campeonas mundiales. El rumor que comenzaba a correrse en el universo deportivo indio era que la destreza de la niña de aquella localidad agrícola era algo fuera de la norma. Al ser abordada por algún medio sobre su majestuoso reto en Latinoamérica con sólo 16 años y rivales hasta dos décadas mayores, Manu, de pocas palabras, dijo casi murmurando: “debo enfocarme en la técnica”.
En Guadalajara superó las rondas preliminares, venció a seis adversarias en la semifinal y llegó a la final. Su rival definitiva era la mexicana Alejandra Zavala, 18 años mayor y tres veces campeona de la Copa del Mundo. Tenía la ventaja de que la arroparía la afición de Guadalajara, su ciudad. “Pathakhe phodne mein mazaa to ayega” (será divertido reventar petardos), dijo por teléfono Manu a su papá en idioma hindi antes del gran día para ella y para el tiro mundial. Como si la gimnasta Nadia Comăneci, antes de enloquecer al mundo en los Juegos Olímpicos, hubiera dicho: “será divertido dar saltitos”.
Manu se ajustó los lentes de tiro, metió la mano en la pequeña caja con las balas, sacó una y la colocó en el arma. Para el tiro definitivo que ella y Zavala harían al mismo tiempo, la asiática levantó la pistola y comenzó a definir su blanco. Una efigie: no pestañeaba, miraba a su objetivo con ojos láser, no movía un solo músculo facial. Después de 10 segundos de parálisis con el brazo derecho extendido jaló el gatillo junto con la tapatía, a quien el disparo le salió desviado. Manu dio en el epicentro de la diana. Alcanzaba así 237.5 puntos, por 237.1 de su rival.
Y entonces sí, con discreción inclinó su cuerpo conmovida y sonrió tapándose la boca, como para que no se le escapara por ninguna parte la alegría de ser la mejor del planeta. Bajo los aplausos y el reconocimiento, su euforia iba por dentro. Sólo abría grandes los ojos, miraba desconcertada a jueces, prensa, público, entrenadores. No fue sino sobre el podio, oyendo su himno y apenas moviendo los labios para cantar, cuando miró un rato largo a la cámara que la tomaba desde abajo. Y, ahora sí, su sonrisa se desparramó.
No debe ser fácil irte de tu país sin que te conozcan gran cosa y volver a casa vuelta una heroína de una nación con mil 366 millones de habitantes. La niña maravilla cautivaba a ese país de dimensión continental. La televisión, los periódicos, las redes, los portales de internet arrancaron un asedio que hoy, tres años después, no cede. A Manu la cazan para entrevistas donde sea, la detienen hasta en los perdidos senderos montañosos donde sale a correr. Su gesto es siempre la sorpresa: ¿qué es todo esto? Aunque si le preguntan sobre la fama, responde: “la presión de un país significa que me quieren”.
Mañana tendré la medalla en la mano
En la Secundaria Universal de Goria, el salón de tiro al que nadie prestaba atención se volvió un templo donde niños y adolescentes agricultores practican Pistola Aire 10 m, misma modalidad de Manu, que hasta hoy sigue entrenando ahí. El periódico India Times ingresó al plantel para registrar el fervor por el tiro deportivo que gracias a Manu se expandía en todo el país, cuyo origen era Goria. “Unos 10 estudiantes están disparando a los blancos en silencio, con los ojos fijos en el pequeño círculo negro a 10 metros de distancia, los hombros rectos y una mano en los bolsillos. Los más pequeños levantan y tiran ladrillos con un brazo para trabajar en su alineación bajo la mirada de un entrenador. Es hora de practicar tiro de la Escuela Secundaria Superior Universal, pueblo de Goria, distrito de Jhajjar en Haryana, a 125 km de Delhi. Es en esta habitación donde el prodigio de 16 años Manu Bhaker pasa muchas horas en silencio, afinando su puntería. En su debut internacional la semana pasada, Manu ya contribuyó a dos medallas de oro para India en la Copa del Mundo ISSF en Guadalajara, México”, narra un artículo del 2018 que recoge múltiples testimonios de alumnos que la adoran, entre ellos el del pequeño Ketan Pillania, que toma clases de sánscrito y después se vuelca al salón de tiro: “Quiero ser como Manu”, admite. Ella se levanta aún de noche para entrenar a las 4 de la mañana en el lugar de siempre, rodeada al avanzar la mañana entre los enjambres infantiles a los que dirige un entrenador. “Está muy decidida. Si dice que va a practicar hasta las 5 de la tarde, nada la hace ceder: ni el hambre ni el cansancio”, cuenta su entrenador Jaspal Rana.
La victoria india en México hizo que un país obsesionado por el criquet mirara algo tan extravagante como el tiro deportivo, y Manu se ocupó de que eso no fuera una moda. Lo siguiente era vencer en los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018. El ministro de Haryana, su estado, Anil Vij, le prometió en un mensaje público de Twitter el 10 de octubre que su gobierno la premiaría con 28 mil dólares si era la número uno. Fue a la Argentina y ganó el oro.
El mismo año acudió a los Juegos de la Commonwealth, una competencia importante. El debut de Manu esperaría unos días mientras otras categorías se desarrollaban. De pronto, en una caminata en la entrada de la arena donde varios medallistas daban autógrafos, los fanáticos la descubrieron y le pidieron el suyo. Un funcionario corrió a cerrarle el paso: “sólo los atletas que ya tienen medallas de oro pueden firmar aquí”, le advirtió. Manu le respondió: “Mañana voy a ganar el oro, pero déjame firmar hoy”. El hombre le dijo que eso era imposible. Manu devolvió la pluma que los fanáticos ya habían puesto entre sus dedos. “Mañana tendré la medalla en la mano y firmaré”, le dijo, según registró el Olympic Channel.
Al día siguiente estuvo en lo alto del podio, y más tarde firmó.
De regreso en India con sus múltiples victorias, Manu espero el premio que le había prometido el ministro. Pasaron días, semanas, tres meses, sin noticia alguna. El 4 de enero del 2019 Manu le mandó un mensaje público en Twitter, muy simple: arriba de una captura de pantalla con el tuit de la oferta del premio, escribió al ministro, “Señor, confirme si esto es correcto, o fue sólo un engaño”.
Indignado, el funcionario tuiteó en respuesta: “Manu Bhaker debería haber reclamado al Departamento de Deportes, no hacer esto de dominio público. Qué repugnante denunciar a un gobierno que otorga los más altos premios en el país —enfureció el político, cincuenta años más grande que la tiradora—. Bhaker obtendrá 2 millones de rupias según lo tuiteé y según la notificación en ese momento”.
Manu, hoy de 19 años, es artesana textil, escritora de cuentos y estudia Ciencia Política en la Universidad de Nueva Delhi. Ha repetido siete oros en los campeonatos mundiales de su federación, y su volumen de medallas pesa ya muchos kilos. Recorre otros países, gana casi siempre, y cuando vuelve a casa no pide demasiado: sólo la sazón con que su madre le prepara preparara kadhi, rajma y lauki ka.
Vacunada contra el COVID-19 desde el 27 de abril y habitante de un país que se acerca a los 350 mil decesos con piras mortuorias en las calles, dirige campañas oficiales para que sus compatriotas, habituados a congregarse en multitud, tomen distancia social y respeten las demás medidas sanitarias. “La pandemia ha servido para recuperar los valores humanos”, dice la atleta clasificada para los Juegos Olímpicos Tokio 2020. ¿Será suyo otro oro? “Jamás pienso en medallas, sólo pienso en mi desempeño”, aclara la tiradora implacable que apunta al blanco con aquel ojo herido. EP
*** Con información de India Times, News18.com, The QUINT, @NCWIndia, @BSF_India, Times of India, Olympic Channel, Olympics.com, Lok Sabha Television, International Shooting Sport Federation.
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