Entrevistar a Mariana Mendivil (Sonora, 1995) sobre collage es sumergirse en los procesos de una artista visual y de una mente en constante creación.
El collage como creación de un lenguaje personal: Entrevista con Mariana Mendivil
Entrevistar a Mariana Mendivil (Sonora, 1995) sobre collage es sumergirse en los procesos de una artista visual y de una mente en constante creación.
Texto de Valeria Vlasich 17/05/21
La hiperactividad que va de palabras a imágenes, de imágenes a ideas, de ideas a viajes y de viajes a más obras visuales, ya sea en cine o en collage análogo, no se percibe en el lenguaje corporal de Mariana: sus movimientos son suaves, pausados, cuidadosos. Esa hiperactividad tampoco se refleja en el orden en la mesa donde trabaja, con numerosas cajas de madera, con compartimentos de diversos tamaños, donde está clasificado a la perfección todo su imaginario: manos, serpientes, ojos, troncos, escorpiones, infantes, laberintos, aves. Pero hay destellos de esa hiperactividad: en la velocidad con la que habla, en la gran cantidad de formas recortadas que reposan en sus cajones esperando su proceso intuitivo, orgánico, irracional, inconsciente que le hace colocar manos saliendo de ojos, troncos atravesando cuerpos de bebés, globos oculares en manos o en figuras arquitectónicas. Quizá en la fruición del orden reposa la cabeza de ese fulgor hiperactivo.
Entrevistamos a Mariana Mendivil, con motivo de su participación en la Bilbart Biennale Internazionale, patrocinada por el Ayuntamiento y la Universidad de Bari, en Italia. Esta bienal realiza una exhibición colectiva de Collage Analógico del 12 al 26 de mayo del año en curso en la prestigiada galería Santa Teresa Dei Maschi. Mariana Mendivil es la única artista mexicana participante.
VV: Iniciaste en la realización de cine siendo una adolescente; estudiaste cine. ¿Cómo pasas de repente al collage? ¿Cómo se dio esa exploración e incursión?
MM: Durante un viaje, en una galería vi el trabajo de Jess Collins y algo hizo clic en mí. A mi regreso, fui a una librería de viejo, que por mis padres visito desde niña, y en lugar de ir a los pasillos de siempre, me fui al pasillo de enciclopedias. Vi dos imágenes por separado, en libros diferentes, y pensé: esto es un collage. Me llevé los libros e hice el collage. Y a partir de ahí no paré. Y así ha sido todo: un proceso orgánico e intuitivo entre encontrar y hacer. No fue, pues, una decisión, sino fue parte del flujo creativo que se manifiesta en imágenes.
El cine es un proceso muy largo; necesitas dinero, equipo, tiempo, un crew; es un proceso muy racional desde que concibes una idea y la realizas. Y yo necesitaba algo que fuera más directo, que no conllevara tantos filtros y mediaciones. Necesitaba algo que fuera meramente visual, que no tuviera que explicar, que pudiera abordarlo, realizarlo y culminarlo sin dar explicaciones, como un proceso más instintivo, no pensado, no planeado, a solas.
El collage se ha convertido por lo mismo en una autoexploración y autoconocimiento como persona, como artista, como propuesta. Y lo facilita porque es un proceso corto, que puedo iniciar y terminar en un solo día. Además, me mantiene creando cosas constantemente. En cine puede llegar a ser frustrante todo el entramado que requiere crear un proyecto.
VV: Hablas de las aportaciones del collage al cine y al revés; ¿piensas elegir una de las dos formas de expresión?
MM: Son complementarias para mí. Ambas están basadas en el montaje, pero corren por vías diferentes; ambas me resultan necesarias como formas de expresión. Los dos géneros están en el mundo tangible de la creación, pero no se sustituyen, ni uno resuelve lo que el otro. Trabajar ambos me permite mantenerme en un estado creativo constante.
VV: ¿De dónde abrevas para el collage? ¿De qué artistas, de qué corrientes, de qué posturas estéticas o políticas?
MM: De todo el arte que veo, todo lo que consumo, todo lo que está alrededor de mí, la vida cotidiana, mis sueños, el arte que veo, lecturas, sensaciones, emociones. Creo que también hay una sobreproducción de imágenes; generamos demasiadas imágenes con la facilidad de los dispositivos móviles. Y justo el collage creo que recupera el valor de las imágenes, no como algo instantáneo, fugaz, inocuo; los libros de viejo, que están ya destinados a ir a la basura, con todo ese contenido, se pueden reutilizar y establecer un diálogo con el pasado. El resignificarlas es una vía para traerlas al presente con otra mirada; es una forma de repoblar el pasado.
VV: Hay una participación muy significativa de mujeres en el collage, ¿por qué crees que se da esto?
MM: En sus inicios, el collage no era considerado como arte de primer nivel como la pintura; por lo tanto, como no era parte del mainstream, no era un medio colonizado por hombres; lo mismo pasó con la fotografía. Eso por una parte. Por otra, creo que tiene que ver con una rebeldía. A la mujeres se nos ha impuesto una imagen, y el collage es una forma de tomar esas imágenes ya hechas, reapropiártelas y resignificarlas al margen de las imposiciones de las representaciones dominantes. Gracias al collage puedes mezclar, deconstruir imposiciones en la representación —de nosotras las mujeres o de la realidad en general— de manera más libre.
VV: El collage ha sido enmarcado dentro del arte pop. Sin embargo, tu obra no tiene que ver con ese arte. Hay mucha exploración psicológica, una crítica muy fuerte a las violencias contra los niños, no solo la infligida directamente, sino a lo violento que puede resultar el mundo mismo para la niñez, de igual manera que para las mujeres. Hay mucha violencia y a la vez un abordaje surrealista. ¿Dónde enmarcas tu creación?
MM: En el collage el punto de partida son imágenes hechas; no partes de un punto cero. De manera aislada, quizá, esas imágenes no significan nada. Pero al unirlas, al fragmentarlas, tienen otro peso y otra significación para ti. Es como vaciarlas de un contenido, sacarlas de su contexto, de su historia, de su significado directo, a veces impuesto o literal o desde la dominancia de un discurso, que eso se ve muy claramente en las revistas o libros que compro: el discurso de esa época sobre género, ciencia, cultura, raza. Y hay una gran libertad en romper esos discursos dominantes. También sucede que, al comprar revistas antiguas, a veces al cambiar a otro género o área de conocimiento, eso cambia las posibilidades creativas de tu trabajo. Por ejemplo, recientemente compré unos libros usados de arquitectura, y eso me da elementos nuevos de lenguaje que incorporo a la creación. A veces en el mismo acto de crear, de revisar, me sorprendo de hacia dónde me lleva la pieza, y veo cómo de algo externo, llego a algo muy personal y propio.
VV: ¿Cómo es tu proceso de trabajo?,¿cómo surgen estas imágenes tan poderosas, tan perversas, que exponen con crudeza nuestras vulnerabilidades?, ¿las piensas mucho?,¿te lleva mucho tiempo crear una obra?, ¿cómo las trabajas?
MM: Con el cine tienes que racionalizar más el porqué una imagen te parece tan importante, imponente. A veces quiero plasmar una imagen para entenderla: por qué es tan fuerte; diseccionarla y explicarla al equipo de trabajo, y eso es muy enriquecedor. En el collage, ante la imagen que me impacta, no quiero entenderla, sino crear de manera intuitiva, sin verbalizarlo, sin socializarlo con un equipo, sin racionalizarlo o justificarlo. Es un trabajo directo en la obra, un proceso en el que me dejo ir intuitivamente. Una vez que la pieza está terminada, entiendo mucho de lo que siento y pienso. Y luego sucede que me sorprende el resultado. Porque no hay filtros, es un canal directo. Casi siempre termino el mismo día que inicio.
El único trabajo que me ha implicado más tiempo es el collage de gran formato conmemorativo del #8M, que está conformado por más de 200 imágenes, porque para empezar yo trabajo con collages más chicos y con menos elementos. Pero además, estas imágenes vienen acompañadas de objetos, historias, testimonios, y ha sido un proceso emocionalmente muy fuerte. Incluso conectarme con esas historias me ha llevado a revivir experiencias de violencias que he vivido y que habían sido bloqueadas, y esta obra me ha llevado a procesarlo y asumirlo así. Hay otras imágenes compartidas que muestran a mujeres que admiran, mujeres desaparecidas, víctimas de feminicidios, y ha sido fuerte ver a gente cercana que ha pasado esto. Convertir todos estos testimonios en una sola imagen, tangible, implica una responsabilidad muy grande; quiero hacerlo bien y honrarlo. Y también es un reto a través de esa obra tratar de entender qué significa ser mujer en México. Asumir ese proceso me emociona, y también yo me veo atravesada por esas experiencias. Por el respeto a esas historias quiero reflexionarlo, sentirlo y darle su lugar en esa configuración.
VV: Cuéntanos de los collages que fueron elegidos en la Bienal de Bari, Italia. ¿Hay algún común denominador temático o estético?, ¿cómo los elegiste?
MM: No te sabría decir. Como todo lo que me sucede con el collage, no hay mucha argumentación alrededor o razones. Fue también una elección intuitiva: hay un autorretrato (que lo es en el sentido más simbólico y profundo); está el collage de una mujer embarazada, una iglesia de cuyos rosetones salen dedos, un bebé en un laberinto… Si hay algo similar en ellos es que fueron creados durante la pandemia. Este tiempo de confinamiento, en el que las producciones de cine se clausuraron, me dio la oportunidad de concentrarme en el collage, y fue para mí una herramienta de autoexploración muy profunda. Y me permitió seguir creando constantemente. Si puedo explicar de alguna manera la selección es que escogí estas piezas viéndolas a distancia y como parte de una serie, y buscando las piezas que me representaran mejor como artista.
VV: ¿Qué sigue? ¿Seguirás en el cine? Después de este tiempo de inmersión intensa en el collage, ¿crees que habrá otra mirada hacia el trabajo en cine?
MM: Al sumergirme en esta búsqueda de un lenguaje propio, también he descubierto una forma de trabajar, un canal directo hacia mi creación, un canal profundo. El cine es un ámbito de creación mucho más aparatoso, de procesos largos, que requiere de conformar un crew; el collage me ha permitido crear constantemente sin pensar en la perfección a la que se aspira con el cine. Este año de pandemia también me ha dado la oportunidad de entender de otra forma el cine; hay un cuestionamiento a los rodajes caros, aparatosos. Y he trabajado en algunos proyectos de cine en los que también el abordaje es personal e individual. Realicé “Arena que vuela”, un corto sobre mi experiencia de escalar el Popocatépetl, en el que con mucha generosidad Juan Pablo Villa me permitió usar su música; trabajé en otro corto que hice en Baja California, otro más en la Sierra Tarahumara. Pero todos han sido proyectos que he hecho sola, como el collage. He estado trabajando con material de archivo que tengo, haciendo ejercicios, quitándole esa seriedad de planear y producir proyectos grandes; he estado jugando, explorando, buscando un lenguaje propio, transitando en procesos más orgánicos, más personales. Disfruto la libertad de abordarlo como ejercicios, jugar. El cine inició como un medio experimental; quiero ir a ese origen, que no pase tantos filtros y mediaciones, y crear en su estado más puro e intuitivo.
EP
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