México es el país más peligroso para ejercer el periodismo en el mundo. En los crímenes contra periodistas hay también violencia de género, incluso entre los hombres.
Periodismo y violencia de género
México es el país más peligroso para ejercer el periodismo en el mundo. En los crímenes contra periodistas hay también violencia de género, incluso entre los hombres.
Texto de Alejandra Ibarra Chaoul & Rosa Amanda Tuirán 26/04/21
Se escucha un suspiro, un suspiro de resignación absoluta. La cámara, transmitiendo desde la cuenta de Facebook de El Observatorio del Sur, enfoca a una multitud saliendo de la iglesia. En los escalones se puede ver a un grupo de personas con ramos enormes de flores blancas. Unos hombres salen de la iglesia cargando el féretro que lleva el cuerpo de Nevith Condés Jaramillo, periodista local del pueblo y fundador de El Observatorio del Sur, asesinado el 24 de agosto de 2019. El sepelio fue al día siguiente y fue grabado en esta misma cuenta de Facebook.
“Queremos darle el último adiós a nuestro amigo Nevith”, se escucha una voz detrás de la cámara. Pareciera como si todo Tejupilco de Hidalgo, en el sur del Estado de México, saliera a despedir al periodista local.
Las coronas de flores adornan las calles. La gente se une a la procesión; algunos van tomados de las manos y otros caminan con la mirada clavada en el suelo. Un conjunto de mariachis camina cerca del féretro. Los músicos tocan de manera simultánea los arcos de los violines, las trompetas y las guitarras. Las calles de Tejupilco suenan a canciones de dolor y de despedida hasta que el silencio se apodera por completo de las calles, del pueblo, de la comunidad.
Será difícil reemplazar el vacío que deja Nevith. La gente lo quería porque hacía periodismo comunitario, periodismo para la gente: pedía a la gente que ayudara a sanear una calle con baches; daba a conocer el caso de un familiar desaparecido y organizaba coperachas para ayudar a vecinos con problemas económicos. Nadie le extendía el micrófono a la gente como él lo hacía. Además del valor social que tenía su periodismo, llamaba al gobierno local a la rendición de cuentas cuando una escuela se quedaba a medio construir o cuando un hospital no tenía medicinas.
México es el país más peligroso para ejercer el periodismo en el mundo, según el Comité de Protección para Periodistas, una organización internacional que vela por la libertad de expresión. En el país han asesinado a 137 reporteros desde el año 2000, según datos de Artículo 19. Pero aun para un contexto tan peligroso, las características del asesinato de Nevith son inusuales. Es mucho más común que le arrebaten la vida a un periodista en México de un balazo, a plena luz del día e incluso acompañado de sus familiares. En la mayoría de los casos, la violencia es expedita y frontal.
El cuerpo de Nevith fue encontrado la madrugada del 24 de agosto en la comunidad del Cerro de Cacalotepec dentro de la región conocida como Tierra Caliente, que se compone de municipios de Guerrero, Michoacán y el Estado de México. Nevith vivió y trabajó en la Tierra Caliente mexiquense, menos conocida que las otras dos. Pero no fue sino hasta horas después de que encontraron su cuerpo que los rumores sobre el asesinato comenzaron a esparcirse por el pueblo.
“No participó una sola persona para matarlo”, dijo Indalecio Benítez, fundador de la radio comunitaria La Calentana Luvimex, “tienen que haber sido más de tres, más de tres personas, dos para sujetarlo y uno para poderlo acuchillar”.
La versión oficial de la Fiscalía General de Justicia del Estado de México afirma que Nevith fue hallado con al menos cuatro heridas de arma punzocortante, pero las versiones extraoficiales hablan de más de cien heridas previas a las cuatro letales; entre ellas, la mutilación genital.
“No sólo fue una manera excesivamente violenta, fue una forma que pareciera indicar que claramente había una intención, dolo e incluso una intención de mandar un mensaje de acallar”, aclaró Paula Saucedo, Oficial del Programa de Protección y Defensa de la organización Artículo 19, en entrevista con Defensores de la Democracia.
Este tipo de asesinato no es el común de los periodistas, aunque sí lo es en la zona de Tierra Caliente donde han asesinado a hombres igual que a Nevith desde los años sesenta. Escribe el doctor Enrique Guerra Manzo en su investigación sobre la violencia ejercida en Tierra Caliente: “Un numeroso grupo de ejidatarios, el 3 de febrero de 1966, manifestó”, que el secretario general del Comité Regional de la Confederación Nacional Campesina (CNC) de ese entonces, “junto con un grupo de familiares y pistoleros, ‘ha fomentado una ola de terror en este municipio’. Dentro del ejido ha impulsado la persecución de ejidatarios disidentes, a varios de los cuales ‘ha matado con lujo de crueldad, hasta decapitándolos y cortándoles los miembros genitales’” (Guerra 59-75). Este dato es curioso, en particular, porque la última cobertura de Nevith fue sobre un terreno comunal, donde le extendió los micrófonos a los ejidatarios que estaban en un pleito contra el gobierno municipal. Pero como suele suceder en un país con tantas capas de complejidad como México, puede que no se deba a una explicación tan obvia.
El asesinato de Nevith presenta señales que, de acuerdo a los elementos constitutivos del feminicidio en el Código Penal Federal, corresponden a violencia de género. Al reportero lo sacaron de su domicilio por la noche y le quitaron la vida a escondidas. Fueron a dejar su cuerpo después, en un cerro, expuesto y con sus órganos genitales mutilados. Algunos rumores que corren en Tejupilco dicen que también le cortaron la lengua a Nevith y que hay videos de su asesinato.
Este tipo de violencia corresponde a un crimen de odio, que se puede identificar “si hay un cuerpo al que le fue quitado la vida por estrangulamiento o por un balazo o por una cuchillada, pero además de eso, el cuerpo presenta múltiples violencias”, dijo Alejandro Brito, director de la organización de temas de salud, sexualidad y sociedad, Letra Ese. Agrega: “Si antes de ser asesinada, [la víctima] fue sometida, fue maniatada, fue torturada, se le infligieron golpes o se le aplicaron 50, 30 o decenas de cuchilladas, incluso el cuerpo, después de que este fue ultimado, a la víctima se le siguió agrediendo más allá de la muerte. Esa es otra característica: el ensañamiento. Si al cuerpo se le encontró mutilado.”
Entre los grupos a los que podrían pertenecer las víctimas de crímenes de odio se incluyen las minorías étnicas o nacionales, las mujeres o personas de la comunidad LGBTQ, es decir, minorías o intersecciones de minorías que no se acoplan a un orden de dominación vertical, dirigido por hombres blancos cisgénero. Y estas distinciones a veces no son tan simples, porque, a veces, lo femenino se puede atribuir a hombres independientemente de su orientación sexual.
Se puede percibir “en la manera de asesinar a las personas un mensaje social para otras: ‘Ve lo que significa, ve quién manda’, sin necesariamente tener un mensaje explícito, pues dicen mucho hacia las otras”, explica la activista feminista, Jimena Soria, y agrega: “Dice mucho acerca de quién manda, de qué ocurre con quienes no obedecen, de qué ocurre con quienes cuestionan. Ese poder y la violencia se usan contra todo el que es percibido como débil, como las mujeres y lo feminino, pero contra los hombres que no están dispuestos a acatar ese tipo de dominación absoluta también”.
Esto podría significar que detrás de su asesinato hay una motivación patriarcal por acallar al reportero. Nevith, finalmente, era una persona que cuestionaba el discurso oficial del gobierno local; era un reportero que buscaba soluciones colectivas y horizontales —comúnmente asociadas a lo débil— en vez de acatar el orden vertical. Disentía. Denunciaba. Incomodaba al mandato de masculinidad de políticos locales que han vivido siempre aguantando para ascender. Y al no jugar bajo esas reglas, al desobedecer ese orden patriarcal ya significa, en sí mismo, ser sujeto a la violencia.
Desde el 24 de agosto de 2019, el asesinato de Nevith sigue sin resolverse. Quizá tiene un elemento de crimen de odio por dominación (la mutilación genital) y otro elemento de venganza por su labor periodística (la lengua cortada), pero como sucede en un país donde el 98 % de los homicidios permanecen impunes, es difícil saberlo. También es posible que el motivo detrás del crimen del periodista sea personal, pero esta no es una investigación sobre su vida íntima, sino sobre su labor periodística.
Independientemente de la causa de su muerte, lo que sí sabemos es que Nevith fue asesinado, y fue asesinado de manera cruel y brutal. Eso, en sí mismo, es una injusticia que tiene varias consecuencias: la primera, es incrementar la dificultad para que más reporteros locales puedan hacer periodismo comunitario; la segunda, es el vacío que deja, ese vacío que se escucha en el silencio que ocupó el lugar de sus reportajes disidentes.
Con el asesinato del reportero local, la comunidad de Tejupilco de Hidalgo perdió una voz crítica, pero sobre todo una voz comunitaria. Y con la pérdida de su voz, el pueblo del sur del Estado de México también perdió la oportunidad de estar informado para organizarse, articularse y participar en la vida pública de la región. El vacío y el silencio de Nevith dan pie a la permanencia y al actuar incuestionado del orden social autoritario que castiga el disenso. EP
Referencias
Guerra Manzo, Enrique. “La violencia en Tierra Caliente, Michoacán, c. 1940-1980”, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, 53, 2017.
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