Naturaleza posible: La tercera vía: la apropiación social de la biodiversidad

La disminución de la diversidad natural trae consigo la desaparición de servicios ambientales y un aumento en la pobreza de las comunidades rurales. Es necesario desarrollar estrategias que resguarden el patrimonio natural y promuevan las actividades económicas de estos grupos.

Texto de 01/07/15

La disminución de la diversidad natural trae consigo la desaparición de servicios ambientales y un aumento en la pobreza de las comunidades rurales. Es necesario desarrollar estrategias que resguarden el patrimonio natural y promuevan las actividades económicas de estos grupos.

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Hace más de tres millones de años, la emergencia de placas tectónicas en el centro de América formó un puente de tierra que unió a Sudamérica con Norteamérica. Este suceso permitió la combinación genética de plantas y animales que antes habían evolucionado aisladamente, dando lugar a nuevas y extraordinarias expresiones de vida. Hoy, este estrecho territorio que conforma la región mesoamericana hospeda a cerca del 10% de la diversidad biológica conocida en el mundo, y muchas son especies endémicas, resultado de ese proceso de intercambio genético.

Actualmente, esta riqueza se encuentra fuertemente amenazada: la fragmentación de hábitat en bosques, selvas y humedales tiene una magnitud alarmante, un deterioro exponencial. Algunos cálculos consideran que se conserva solo cerca del 20% de la vegetación original, raramente con extensiones continuas considerables, poniendo en riesgo a muchas poblaciones de animales que requieren grandes superficies para vivir, como el jaguar, lo que acarrea consecuencias negativas para numerosas especies vegetales, ya que muchas plantas necesitan polinizaciones cruzadas o intervención de aves o mamíferos para favorecer su germinación.

Además, esto pone en riesgo a las poblaciones humanas insertadas en estos territorios perturbados, ya que la pérdida de la diversidad natural afecta la provisión de los servicios ambientales, como la regulación de los servicios hidrológicos, la recarga de acuíferos, la retención de suelos, el control de la erosión e inundaciones, el acervo de recursos genéticos y la reducción de la vulnerabilidad social ante los desastres naturales.

Ante estos desafíos, se han adoptado políticas, estrategias y acciones de conservación cuyo gran reto, en los países en vías de desarrollo, no solo consiste en conservar los ecosistemas y los servicios ambientales, sino también en proponer paralelamente políticas que alivien la pobreza y la marginación en comunidades rurales, muchas de ellas indígenas.

México no ha sido la excepción. Aunque actualmente cerca del 12% del territorio nacional (terrestre y marino) tiene alguna categoría de protección ambiental, la mayor parte de nuestra riqueza biológica se encuentra fuera de las áreas naturales protegidas y sujeta a una fuerte presión antrópica por razones económicas y demográficas, así como por el modelo de ocupación del territorio con desarrollo extractivista de nuestro capital natural.

Ante la magnitud del reto, se hace urgente profundizar en el diseño y uso de instrumentos modernos de gestión del territorio como una tercera vía que vincule la conservación con el manejo, la protección y el uso como parte de una misma ecuación, todo esto mediante la apropiación social de la biodiversidad.

Uno de los instrumentos que han probado su eficacia son los corredores biológicos, concebidos como espacios donde las comunidades rurales hacen uso de sus recursos bajo estrategias de aprovechamiento diverso de bajo impacto ambiental, lo que mantiene los servicios ecosistémicos evitando la fragmentación de la vegetación natural y favoreciendo su restauración y el flujo de información genética de las especies contenidas.

En México, los corredores biológicos son ahora instrumentos de política pública que, asegurando el bienestar de las comunidades rurales establecidas en ellos, marcan la pauta de una estrategia económica con criterios socioambientales para la gestión sustentable de los territorios; esto favorece la conectividad biológica, potencia los servicios ambientales e interconecta las áreas naturales protegidas.

Los corredores biológicos no se definen por decreto sino por la valoración del paisaje a manejar y conservar, así como por el interés de los actores regionales, en particular las comunidades locales, que ven en este instrumento una oportunidad de impulsar proyectos diversos. Estos corredores no tienen límites administrativos definidos y se moldean en función de las estrategias en el concierto de intereses. Son, además, una pieza clave en la Estrategia Nacional de Cambio Climático para efectos de adaptación, debido a su plasticidad y dinamismo en el encuentro de consensos sociales.

© Miguel Ángel Sicilia Manzo

El hombre ha mantenido por demasiado tiempo una forma extractiva de relacionarse con la naturaleza, como si fuera una gran mina en vez de un capital natural que está agotando su base de sostenimiento. El modelo de extracción salvaje o de protección excluyente está llegando a su límite.

En los próximos años, la sociedad mexicana tiene que explorar una tercera vía que procure nuevos arreglos e instrumentos de gestión pública, que incluya mecanismos asociativos de productores rurales y sus comunidades y que impulse oportunidades económicas diversas que permitan incrementar los ingresos y condiciones de bienestar de sus habitantes, conservando, al mismo tiempo, la riqueza biológica de las tierras de las que son dueños y poseedores. El reto tiene que ver más con cambiar los paradigmas y explorar esquemas novedosos de gobernanza, donde la tutela del Estado solo sea para resguardar el bien común y no para dirigir el destino de los pueblos.

La conjunción de visiones entre los productores de bienes y servicios ambientales y los consumidores de estos conlleva, en efecto, un cambio de paradigma, de enfoque y de elección individual, familiar, comunal, local, regional y nacional.

Esta sustentabilidad “de a pie” significa conectarnos unos con otros, ponernos en el lugar de los otros, cambiar nuestros hábitos, sí, cambiar nuestro consumo, hacerlo responsable y permearlo en nuestro entorno: darle un rostro humano a la conservación del capital natural.

El Corredor Biológico Mesoamericano México (CBMM) ha procurado valorar los rostros de los esfuerzos colectivos al agregar valor e identidad a los productos rurales. Ejemplo de ello es el café de sombra de cientos de comunidades de Chiapas y Oaxaca que, a partir de una labor cotidiana y de trabajo en acciones colectivas, ha colocado a México como el primer productor mundial de café orgánico. También es México el primer productor de goma de mascar orgánica, en la que trabajan miles de chicleros de Quintana Roo y Campeche, favoreciendo la protección de más de un millón de hectáreas de la Selva Maya. Otro ejemplo son los productores de los bosques comunitarios de Oaxaca, que han diversificado sus actividades y han manejado sus bosques en forma responsable tras recuperar su patrimonio natural, que a finales del siglo pasado se encontraba en manos de concesionarios privados.

La tercera vía, con la construcción de procesos endógenos de desarrollo comunitario, valoración de la biodiversidad y manejo de los recursos naturales, es hoy una realidad que sin duda cambiará el futuro rural de México.

Ver para creer… Durante los últimos 12 años, el cbmm, operado por la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), ha trabajado con más de mil comunidades en el sureste de México (Chiapas, Campeche, Oaxaca, Quintana Roo, Yucatán y Tabasco), impulsando proyectos sustentables, brindando asistencia técnica para diversificar la producción basada en criterios amigables con la biodiversidad, reorientando programas y reglas de operación, formulando lineamientos especiales con el apoyo de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), buscando alianzas público-privadas, atrayendo fondos ambientales internacionales y entrando a lugares inaccesibles para las estrategias públicas generalizadas, pero fundamentales en el resguardo de nuestro patrimonio natural.

En la Selva Lacandona de Chiapas, la intervención persistente y constante durante ocho años del cbmm y sus aliados ha permitido frenar la tendencia a la deforestación a menos de un dígito de promedio anual en la región de Marqués de Comillas, esto respecto al 5% como tasa de deforestación registrada en los 10 años anteriores. A la par, mediante prácticas sustentables, se han incrementado los ingresos de las comunidades ribereñas del Río Lacantún, contiguas a la Reserva de la Biósfera Montes Azules, reduciendo así los indicadores de pobreza extrema. Los ingresos anuales promedio por unidad familiar han aumentado considerablemente, sin perder la base del capital humano, y a la vez disminuyendo la deforestación de manera exponencial (ver la Gráfica).

grafica

En los últimos cuatro años, con apoyo del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en ingles), la Conabio, en coordinación con la Sagarpa, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), el Instituto Nacional de la Economía Social (Inaes) y Fomento Social Banamex, se están constituyendo empresas sociales campesinas que incorporan prácticas amigables con la biodiversidad en sus planes de negocio. Con este esfuerzo, se espera intervenir en cerca de medio millón de hectáreas con prácticas sustentables para café, cacao, manejo forestal maderable y no maderable, turismo rural, manejo de vida silvestre, ganadería diversificada y producción de miel certificada y diversificada.

Se espera así colocar en el mercado nacional e internacional, mediante redes sociales solidarias y mercados cautivos, cafés de calidad premium que multipliquen por 10 el precio promedio mundial con denominación de “Corredor Biológico”, cacao gourmet, miel de calidad y diferenciada, además de otros productos, a precios rentables. Se espera que la asociación de 27 cadenas productivas duplique en promedio los ingresos de los campesinos productores asociados, que se sostenga y restaure el paisaje productivo de los corredores biológicos del sureste de México, que se fortalezca la gobernanza de los productores y que se contribuya a proteger el capital natural en esa región del país.

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