El proceso electoral ha puesto en evidencia la crisis política y social que atraviesa Estados Unidos. Aquí, algunas de las claves históricas para entender esa crisis.
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El proceso electoral ha puesto en evidencia la crisis política y social que atraviesa Estados Unidos. Aquí, algunas de las claves históricas para entender esa crisis.
Texto de Fernando Sepúlveda Amor 23/05/16
Estamos presenciando una de las contiendas electorales más inusuales en Estados Unidos y una crisis en los partidos políticos, particularmente el Partido Republicano. El surgimiento de figuras tan controversiales como Donald Trump, la popularidad de un autodenominado socialista como Bernie Sanders, y la implosión de candidatos republicanos de corte tradicional como Jeb Bush, Marco Rubio y Chris Christie, muestran un profundo malestar en el electorado estadounidense y un rechazo al establishment político representado por los partidos.
Esta rebelión tiene sus raíces en un deterioro continuo de la política a lo largo de medio siglo; en la disminución del nivel económico de grandes sectores de la población en ese periodo, originada por la adopción de medidas lesivas por los gobiernos en turno, y en factores externos, tales como la globalización y los cambios tecnológicos que incrementaron la productividad pero redujeron el empleo.
El deterioro de la política, que ha conducido cada vez más a la disfuncionalidad del Gobierno de los Estados Unidos, se fue gestando en la segunda mitad del siglo pasado gracias a una continua socavación de los principios e instituciones que dieron vida a la democracia estadounidense y al progreso en el nivel de vida de grandes grupos de la población, en un afán partidista e ideológico que pone los intereses de grupos por encima del interés de la nación, teniendo como resultado un profundo deterioro de la capacidad de gobernar, así como de operar en un mundo cada vez más complejo.
El inicio de este deterioro político pudiera establecerse en tiempos del presidente Richard Nixon, obligado a renunciar en medio del escándalo de Watergate. La investigación de este caso descubrió una serie de operaciones ilegales de la presidencia para el financiamiento de campañas electorales y la participación de altos funcionarios de la administración en esas actividades, y en la organización de campañas oscuras para el descrédito de opositores políticos de Nixon.
A continuación podemos mencionar la actuación de Ronald Reagan, presidente muy venerado por la derecha republicana, pero que en el ejercicio de su mandato no tuvo reserva para actuar fuera de la ley vendiendo armas a Irán, apoyando las dictaduras en Latinoamérica y creando y apoyando subrepticiamente a los “Contras” en la subversiva guerra en Centroamérica que causó tantos daños y pérdida de vidas, y cuyas consecuencias estamos viendo hasta la fecha.
La falta de respeto a la ley por parte de las más altas figuras de la política estadounidense ha tenido un efecto negativo en el ánimo y la conducta de la población, sustentando por una parte la desconfianza en el Gobierno y, por otra, justificando el rompimiento de la ley por parte de la ciudadanía.
Un punto de inflexión en el deterioro de la civilidad electoral puede marcarse en el proceso que condujo a la elección de George H. W. Bush en 1988, el cual transformó para mal el espíritu de las campañas presidenciales en Estados Unidos debido a las tácticas utilizadas por su coordinador de campaña y estratega político, Lee Atwater, un hombre despiadado y carente de principios, especialista en el juego sucio, que no tuvo reservas para atacar falsamente a la esposa del candidato demócrata Michael Dukakis y difundir el rumor de que este había recibido tratamiento por enfermedades mentales. Atwater fue el primero en emplear encuestas trucadas y en difundir noticias fabricadas con la intención de lograr el llamado “asesinato de la personalidad” de opositores políticos.
Newt Gingrich, el líder de la mayoría en la Cámara de Representantes entre 1995 y 1999 que fue obligado a renunciar por faltas éticas, continuó con esta tradición, inaugurando a su vez la táctica de oponerse a las iniciativas del Partido Demócrata y del presidente Clinton mediante la parálisis en el Congreso, llegando al extremo del cierre de operaciones del Gobierno federal por 21 días entre 1995 y 1996.
Un evento determinante en el uso de golpes bajos y la división entre los partidos que continúa hasta la fecha fue la investigación del fiscal especial Kenneth Starr, designado para indagar las operaciones inmobiliarias de Bill y Hillary Clinton en Whitewater, Arkansas, lo que derivó en las pesquisas sobre el escándalo de la relación del entonces presidente con Monica Lewinsky y la embestida republicana para destituirlo. Clinton y diversos observadores independientes han asegurado que la actuación de Starr y del Congreso dominado por los republicanos, así como las campañas previas para desprestigiarlo por sus relaciones extramaritales y denuncias de acoso sexual, no eran más que la continuación de las tácticas republicanas para alcanzar el poder sin importar los medios.
La llegada a la presidencia de Barack Obama reavivó en forma extrema esta tendencia. En su primer término, Obama se encontró con una obstrucción sistemática por parte de la minoría republicana en las Cámaras —la cual se propuso hacerlo presidente de un solo periodo— y con una cerrada oposición a todas sus iniciativas una vez recuperada la mayoría en la Cámara de Representantes en su segundo término. En estos ocho años, los republicanos han difundido toda clase de rumores negativos sobre Obama, desde el que señala que es un presidente ilegítimo por haber nacido supuestamente en Kenia, hasta el de que es un musulmán encubierto. Por otra parte, han tratado infructuosamente de echar abajo los principales logros de su administración, particularmente la reforma a los sistemas de salud, llegando al extremo de clausurar las operaciones del Gobierno federal en 2013, por iniciativa del senador Ted Cruz, actual precandidato republicano.
Este clima político construido por los republicanos en este último medio siglo ha dado como fruto una de las campañas de más bajo nivel registradas en la historia electoral de Estados Unidos. El insulto, la demagogia, el espectáculo y la falta de sustancia han predominado sobre el análisis inteligente de los problemas y las propuestas. Pero no es únicamente el juego sucio y la degradación de la contienda electoral lo que está minando a la democracia estadounidense y al buen gobierno en ese país. Otras acciones, que contribuyen de igual manera a la disfuncionalidad y la ingobernabilidad del sistema, se han ido gestando en este tiempo por obra del Partido Republicano. En su afán de limitar la acción del Gobierno, los republicanos han emprendido una estrategia para estrangular económicamente los programas gubernamentales a los que se oponen mediante la restricción presupuestal, e impidiendo la aprobación de medidas tendientes al aumento de impuestos para financiar programas sociales y, al mismo tiempo, eliminando la exención de impuestos para los más ricos.
Una acción obstruccionista adicional ha consistido en el rechazo o la falta de confirmación de funcionarios clave de la administración; de los periodos con más posiciones políticas sin titulares, este ha sido el más largo y en el que más puestos han estado vacantes. Un ejemplo es la falta de confirmación del embajador de Estados Unidos en México a más de un año de su designación. Otro caso notable es el del candidato nominado por el presidente Obama para la Suprema Corte de Justicia, Merrick Garland, a quien los republicanos en el Senado se niegan siquiera a entrevistar hasta que no hayan pasado las elecciones presidenciales de noviembre.
Un atentado contra las bases de la democracia en Estados Unidos han sido las iniciativas legales para limitar el voto de las minorías, diseñadas por el secretario de Estado de Kansas, Kris Kobach, y promovida por los republicanos en los estados controlados por ellos, alegando supuestos fraudes electorales, así como la redistritación de perímetros electorales para asegurar la elección de candidatos republicanos con el objeto de alcanzar el control de las legislaturas estatales, y obstaculizar o neutralizar en esos estados las leyes federales en materia de protección ambiental, aborto, derechos de los homosexuales, educación en las escuelas, derechos sindicales e inmigración, entre otros temas a los que se oponen. Kobach ha sido el cerebro legal detrás de las extremas medidas antiinmigrantes a nivel estatal y local emprendidas por los republicanos, entre las que se encuentra la Ley Arizona SB1070.
La continua y paulatina declinación del nivel de vida de importantes sectores de la población tiene sus raíces en políticas económicas sostenidas por los republicanos y promovidas por los poderosos intereses de las grandes empresas financieras e industriales, las que han favorecido una creciente inequidad en el ingreso de la población. El sustento de una clase media y de la mejoría económica de un sector anteriormente desposeído, gracias a las políticas adoptadas al término de la II Guerra Mundial en materia de educación, salud, infraestructura, vivienda e industrialización, así como las reformas laborales y sociales que permitieron la elevación de los niveles de vida de grandes núcleos rurales y urbanos en Estados Unidos, se han venido revirtiendo poco a poco por la embestida de grupos de interés en la banca, la industria, las empresas transnacionales y los ámbitos religiosos, lo que ha tenido como consecuencia el enriquecimiento de las clases adineradas, el 1% de la población, y el empobrecimiento del 99% restante.
De esta manera, la salida de los empleos industriales al exterior, los embates al sindicalismo, el relajamiento de las leyes laborales, los enormes costos de la atención a la salud, la reversión de las protecciones financieras en la banca que condujeron a la Gran Recesión de 2008, entre otros factores, han provocado que grandes sectores de la población encuentren dificultades para subsistir. El establishment político estadounidense se ha visto sorprendido ante la magnitud del rechazo de la población al statu quo, y el 70% del electorado considera que el país no va en la dirección correcta.
El Partido Republicano se encuentra inmerso en una profunda crisis. El que siembra vientos, cosecha tempestades.
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Fernando Sepúlveda Amor es director del Observatorio Ciudadano de la Migración México-Estados Unidos.
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