La domesticación de la cabra fue uno de los grandes parteaguas en la historia del hombre, momento decisivo para aquel homo sapiens primitivo que había logrado sobrevivir durante cientos de miles de años como parte integrada al mundo natural. Fueron las tribus nómadas del suroeste asiático las primeras en descubrir que podían controlar las manadas de cabras […]
Mirador: Aquila chrysaetos; acribillada
La domesticación de la cabra fue uno de los grandes parteaguas en la historia del hombre, momento decisivo para aquel homo sapiens primitivo que había logrado sobrevivir durante cientos de miles de años como parte integrada al mundo natural. Fueron las tribus nómadas del suroeste asiático las primeras en descubrir que podían controlar las manadas de cabras […]
Texto de Patricio Robles Gil 23/03/16
La domesticación de la cabra fue uno de los grandes parteaguas en la historia del hombre, momento decisivo para aquel homo sapiens primitivo que había logrado sobrevivir durante cientos de miles de años como parte integrada al mundo natural. Fueron las tribus nómadas del suroeste asiático las primeras en descubrir que podían controlar las manadas de cabras para que pastasen en diferentes praderas, recurso que les facilitó la subsistencia y ayudó al desarrollo del hombre. Solamente había que protegerlas de sus depredadores.
Lobos, leones, leopardos, osos y águilas, entre muchas otras especies, se convirtieron en enemigos del hombre pastor; de alguna forma este fue el inicio del control de la naturaleza y el distanciamiento entre el hombre y aquel mundo. Desde ese momento una variedad de especies de fauna fueron perseguidas porque dañaban los intereses de la especie humana. Muchos son los casos de animales silvestres a los que se les puso un precio a su cabeza; se contrataron cazadores o tiradores profesionales —un tipo de detectives cazarrecompensas— con el propósito de aniquilar a los animales problema.
Me llama la atención cómo el hombre ha intentado dominar a la mayoría de estos depredadores, los ha acosado y, en ocasiones, extinguido de ciertas regiones del planeta, pero a la vez los ha venerado y ha enaltecido sus atributos, convirtiéndolos en símbolos y emblemas de sus más altas aspiraciones; encontramos imágenes de ellos en escudos y banderas de grandes imperios, monarquías y diversas naciones, e incluso ahora de corporaciones, lo cual definitivamente habla de una preocupante confusión en sus valores.
México es uno de los pocos países que exalta en su bandera a una especie silvestre: el águila real (Aquila chrysaetos). No hace mucho tiempo —tres décadas, más o menos—, en el norte de la nación era común contratar a tiradores profesionales para que desde una avioneta mataran depredadores, entre ellos águilas reales, en los ranchos borregueros, con el argumento del daño que hacían estos animales a los pies de cría. Incluso en ese tiempo encontrar en campo abierto a un águila real siempre era objeto de satisfacción para un tirador puesto que así podía probar su puntería.
Hace aproximadamente un año vi una noticia en el periódico en la que se denunciaba a un grupo de policías de Miami que practicaba el tiro al blanco disparando a una serie de retratos de personas de color que habían sido arrestadas anteriormente. En el texto se enfatizaba la indignación de la sociedad por tan despreciable práctica; el incidente me inspiró y me llevó a trabajar en una pieza de denuncia ambiental que forma parte de una serie de obras a la que llamo “Los rituales de la extinción”.
En esta ocasión, el “Águila Real” de nuestro escudo nacional es la protagonista por su larga historia y carácter emblemático. La imagen que presento es la de un animal que contradictoriamente se encuentra amarrado y perchado en la barda de un corral de cabras. Mi intención al crear la fotografía fue imprimirla en un tamaño un poco mayor al de la vida real y más tarde acribillarla. La monté entre dos láminas, una de aluminio y otra de acrílico, como en un sándwich. En un campo de tiro fue centro de una serie de disparos de diferentes calibres, mismos que dejaron físicamente estrellado el material utilizado; este era precisamente el lenguaje visual que quería provocar, generando agujeros muy similares a los creados en los retratos de las personas arrestadas en Miami.
Curiosamente, en ese momento la Galería de Patricia Conde me invitó a presentar una pieza en lo que fue la primera exposición “Zona Maco” sobre fotografía en la Ciudad de México. “Aquila chrysaetos; acribillada” atrapó muchas miradas del público. Con cierto nerviosismo y gran curiosidad escuchaba los comentarios que se hacían sobre la imagen; me sorprendió mucho que estos eran muy conmovidos, principalmente porque veían en ella a México acribillado por la cantidad de asesinatos que día a día acontecen. Yo no había contemplado ese lado de la moneda; para mí era muy obvio el mensaje de la pieza: una denuncia por el control del hombre sobre el mundo natural. Lo más significativo de esta experiencia fue que solamente una persona leyó mi discurso, y esta fue la mente de un niño. ~
Patricio Robles Gil, Aquila chrysaetos; acribillada, 2015
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