¿Cómo comunicarme con quien no habla, cómo colaborar con alguien que no puede caminar, cómo alimentar a alguien que no puede hacerlo solo? Piña Palmera <www.pinapalmera.org>, ubicada en la costa de Oaxaca, ha abordado desde hace más de 30 años el tema de discapacidad con personas de comunidades rurales (de todas las edades), en su […]
Lo que sí podemos hacer: Creando comunidad desde lo diferente
¿Cómo comunicarme con quien no habla, cómo colaborar con alguien que no puede caminar, cómo alimentar a alguien que no puede hacerlo solo? Piña Palmera <www.pinapalmera.org>, ubicada en la costa de Oaxaca, ha abordado desde hace más de 30 años el tema de discapacidad con personas de comunidades rurales (de todas las edades), en su […]
Texto de Flavia Ester Anau 22/10/17
¿Cómo comunicarme con quien no habla, cómo colaborar con alguien que no puede caminar, cómo alimentar a alguien que no puede hacerlo solo? Piña Palmera <www.pinapalmera.org>, ubicada en la costa de Oaxaca, ha abordado desde hace más de 30 años el tema de discapacidad con personas de comunidades rurales (de todas las edades), en su mayoría indígenas.
Vivir en Piña Palmera significa abrirse al entorno (sus personas, sus conflictos, sus paisajes), estar dispuesto a aprender, a convivir, a crecer de un modo diferente; saberse diverso, pero también miembro de algo, y saber mirarse en el otro. Trabajamos desde hace 32 años con 635 personas con discapacidad y con sus familias, capacitándolas y formándolas para la vida. Nos apoyamos en un voluntariado diverso, nacional e internacional, personas sensibles e interesadas en el tema y, además, por supuesto, en el personal que trabaja en la organización. Entre todos creemos que es posible “construir un mundo en donde sea menos difícil amar”.
En Piña Palmera damos cuenta de que el tiempo, visto como un proceso, es un árbol de frutos abundantes a través del cual se tejen las oportunidades para sumar a una mejor calidad de vida. Son procesos de rehabilitación, formación para la inclusión educativa, para la vida independiente y para el trabajo, que fortalecen a las familias y generan conciencia de sus derechos a partir de la estrategia que bautizamos como Rehabilitación en y con la comunidad.
Cuando uno hace lo que le encanta y apasiona, es muy difícil sustraerse de ello. Trabajar en temas comunitarios ha sido siempre para mí una oportunidad de construirme como un mejor ser humano.
Nací en Brasil y viví procesos muy complejos resultantes de la dictadura, así que busqué opciones en otros países, y México, hace 37 años, me respondió, aceptando mi ingreso a la universidad en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
Aprendí desde la carrera a tener una gran cercanía con poblaciones rurales e indígenas y participé como ciudadana en diferentes organizaciones sociales que tenían temáticas como la violencia hacia la mujer, jóvenes en situación de tóxico-dependencia y grupos de campesinos y campesinas.
Cada experiencia práctica fue dándome nuevas alternativas, hasta que, a través de una fundación extranjera con la que colaboraba trabajando en colonias populares, me ofrecieron aportar mi experiencia en metodologías participativas a un proyecto que tenía el tema de la discapacidad como su eje principal .
Acostumbrada a nuevos retos, llegué a Zipolite, Oaxaca, a la organización Piña Palmera. Con cautela empecé a conocer lo que hacían. Confieso que me sentí inútil debido a que el tema de la discapacidad era ajeno a mi trayectoria personal. Aun así, me encantó el espacio comunitario, y a propuesta de los integrantes de dicha organización, decidí mudarme de la Ciudad de México para sumarme a lo que estaban creando en esas comunidades rurales.
Esto fue hace 25 años. Recuerdo bien que no había carretera, y sólo una brecha de terracería que se inundaba siempre que había lluvias. Llegué con mis dos hijos en edad de primaria, y gracias a la exuberancia de la naturaleza en la localidad fue fácil nuestra adaptación.
Mis hijos y yo tuvimos la oportunidad de vivir experiencias que reforzaron nuestros valores y favorecieron nuestras acciones, partiendo del respeto a la diversidad, de la construcción constante de participación activa de cada integrante de la comunidad y de la búsqueda de justicia social.
Tuve que reaprender cosas de la vida diaria, por ejemplo, no teníamos teléfono, no había carretera, el sol siempre fue candente y los mosquitos un tema permanente.
Conocer a gente ciega, sorda, con discapacidad múltiple, convivir con ellos, compartir espacios, tiempos, alimentos y vivencias fue siempre un reto. Apenas hablaba español y, en esa comunidad, las familias utilizan el zapoteco como su idioma. Venía de un mundo urbano en donde todo estaba al alcance. En este nuevo sitio, todo requería tiempo, espera, paciencia y, sobre todo, sabiduría, que en ese entonces, me parece, no eran mis mejores aptitudes.
Poco a poco me fui sintiendo en casa. Con el esfuerzo constante de reconocer sus potencialidades, desde la sencillez de cada persona, fuimos creando propuestas colectivas para hacer cambios que les permitirían una mayor calidad de vida.
Malena, Paco, José y Alfredo son personas con discapacidad severa que no tienen el apoyo de sus familiares. Ellos fueron grandes maestros y me ayudaron a responder las preguntas que me hacía y que compartí al inicio de este artículo. Ellos son hoy ejemplo para muchas familias, para muchos de los que continuamos trabajando en estos entornos.
Cada mañana me levanto pesando que estoy en el lugar correcto. Que más de 5 mil personas con discapacidad y sus familias han tenido la oportunidad de transformar y transformarse. Y que al mismo tiempo, otros intentan nuevos retos, aunque no siempre las cosas salen como se espera, las realidades duelen.
Al final, lo fundamental es crear comunidad, cercanía y procesos colectivos para que haya logros pequeños y grandes; porque la vida es en sí misma una gran oportunidad de recibir y de compartir, especialmente desde lo diferente. Ésta es mi invitación. EstePaís
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FLAVIA ESTER ANAU es coordinadora de Piña Palmera, A. C.
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