Dickinson en nuestra lengua: entrevista con Juan Carlos Calvillo

En esta entrevista, Juan Carlos Calvillo nos habla sobre Las Ruedas de las Aves, traducción que comprende una parte poca explorada de la obra de Emily Dickinson y que este año celebra su segunda edición.

Texto de 07/12/23

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En esta entrevista, Juan Carlos Calvillo nos habla sobre Las Ruedas de las Aves, traducción que comprende una parte poca explorada de la obra de Emily Dickinson y que este año celebra su segunda edición.

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Pocos son los escritores que alcanzan fama inmarcesible y que, con justicia, reciben el apelativo de “clásicos de la literatura”. Tal es el caso de Emily Dickinson (1830-1886), poetisa estadunidense que destaca por haber delineado algunas de las imágenes más emblemáticas y trascendentales de la lírica inglesa. Por ello, Este País conversó con el Dr. Juan Carlos Calvillo, traductor y catedrático del Colegio de México, sobre Las Ruedas de las Aves (Aquelarre Ediciones, Los otros Libros y Ediciones La Rana, 2023), traducción al español que comprende una serie de poemas y fragmentos de esta aclamada artista y que este año celebra su segunda edición en virtud de su cuidado y pulcritud.

Este País (EP): ¿Podrías contarnos un poco sobre Emily Dickinson y su horizonte histórico-cultural? ¿Cuál es el lugar que ocupa en la literatura anglófona?

Juan Carlos Calvillo (JCC): Junto con Walt Whitman, Emily Dickinson (1830-1886) es no sólo la escritora estadounidense más importante del siglo XIX, sino también la que tuvo mayor influencia en la conformación de la estética de las vanguardias y, por consiguiente, en la de la poesía contemporánea. Ya en 1928 Xavier Villaurrutia decía que Dickinson había anticipado “a la nueva poesía los finos ritmos, el gusto epigramático y un admirable deseo de exactitud y síntesis”. Sin embargo, Dickinson vivió toda su vida adulta apartada del mundo, recluida en la finca de su padre en el pequeño pueblo de Amherst, Massachusetts, y prácticamente el único contacto que tuvo con la sociedad fue por correspondencia. Esa vida de aislamiento, de privacidad y privación, es en gran medida lo que ha suscitado curiosidad y una plétora de especulaciones en torno a su biografía. En contraste con Whitman, que era público, estridente y multitudinario, Dickinson parece reservada, diminuta, hermética. Pero su poesía no tiene nada de tímida: por lo contrario, es el punto de articulación más sofisticado al que ha llegado la lírica en lengua inglesa, y su profundidad filosófica y el enorme alcance de su comprensión emocional vuelven su obra, a mi ver, inconmensurable.

“Las “Ruedas” de las aves son sus alas, su aparato de locomoción, el mecanismo que les permite desplazarse de un lado a otro y “darse noble Cita”, es decir, llegar al lugar al que tienen que llegar.”

EP: ¿Nos hablarías un poco sobre el título que acompaña esta colección de poemas, Las Ruedas de las Aves? ¿Hay alguna otra imagen poética y metafórica que, además de darle consistencia a los escritos que contiene, pudiera fungir como título de este volumen?

JCC: “The Wheels of Birds” (con sus mayúsculas idiosincrásicas) es una imagen poética que proviene del fragmento A821, una idea emborronada a lápiz en un sobre postal cortado y desdoblado. Lo que dice Dickinson en ese bosquejo es, a la letra, lo que sigue: “La Tarde y el Poniente y las preciosas insignificancias que conforman el atardecer // se dan noble Cita // Saturados sólo de Música, como las Ruedas de las Aves –”. Las “Ruedas” de las aves son sus alas, su aparato de locomoción, el mecanismo que les permite desplazarse de un lado a otro y “darse noble Cita”, es decir, llegar al lugar al que tienen que llegar. Y tomé prestada esa idea para intitular el volumen porque creo que, al encontrarse con su lector, estos poemas y fragmentos llegan, por fin, a su destino. La edición inglesa, facsimilar, de los envelope poems (una joya de Marta Werner y Jen Bervin) lleva por título The Gorgeous Nothings: “las preciosas insignificancias”. O sea que ellas también —pero antes que yo— usaron el fragmento A821 como insignia o emblema. No me sorprende que sea su favorito, tal como lo es el mío: el texto asiste a ese milagro cotidiano que llamamos “crepúsculo” y que solo distinguimos cuando empiezan a acumularse sus señales, tal como se congregan los pájaros en las ramas de los árboles al caer la tarde. Y todo eso es un espectáculo “saturado de música”. No sé, la verdad, si haya mejor imagen.

“The vastest earthly day” (A449), Emily Dickinson

EP: Como bien apuntas en tu introducción, Emily Dickinson pasó en limpio una gran cantidad de sus poemas —mismos que suelen acaparar la atención de sus críticos y estudiosos. Sin embargo, los que presentas en esta traducción son poemas y fragmentos hasta cierto punto desperdigados que no pasaron por dicho proceso de cuidado. ¿A qué se debe tal decisión de esta autora? ¿Existen diferencias, en términos temáticos y de composición literaria, entre estos fragmentos y el resto de su obra?

JCC: Sí. Estos poemas y fragmentos son documentos tardíos, mientras que la obra más canónica, la más trabajada (es decir, la obra que la poeta pasó en limpio en cuadernillos que ella misma cosió a mano), es relativamente temprana. A diferencia suya, Las Ruedas de las Aves recoge no sólo poemas, sino también borradores de cartas, aforismos, apuntes al vuelo: los pensamientos que Emily Dickinson garabateó —como lo hacemos todos, supongo— al reverso de papelitos usados: sobres de cartas, principalmente, pero también, por ejemplo, una bolsa de papel de estraza, un envoltorio de chocolate, un pedazo desprendido de papel tapiz. El soporte material es, efectivamente, el hilo conductor de la antología (y por eso se reproducen los documentos originales en versión facsimilar), pero creo que esta selección de curiosidades no desmerece de la obra más famosa: en primer lugar, porque hay poemas igual de buenos; en segundo, porque deja entrever a una Dickinson mucho más epigramática y, en ocasiones, hasta espontánea; y, por último, porque aquí se descubre a una poeta que juega con el espacio, con el tamaño y la forma del papel, con la orientación de la escritura. Hay fragmentos que uno tiene que rotar o desdoblar para poder leer completo el mensaje. Es decir, a diferencia de los poemas en fascículos, estos exigen una manipulación, una interacción con el soporte físico, y creo que Dickinson los pensó así de manera deliberada. O sea que, por increíble que parezca, tenemos a una Dickinson todavía más experimental que la que ya conocíamos.

EP: ¿Cuál fue la razón que te llevó a explorar y traducir estos poemas y no su obra más canónica? ¿Hay alguna motivación personal detrás de ello?

JCC: No sé qué tan personales sean, pero diría yo que sí hubo motivaciones estéticas y editoriales. A lo que ya dije sobre la exploración poética, sobre la voluntad creativa, cabría agregar que los papelitos son objetos fascinantes de por sí. Siempre me llamó la atención este trabajo de pedacería. Además, hay otra característica que tiene la escritura dickinsoniana y que resulta todavía más evidente en estos fragmentos: la presencia de variantes. Hay palabras o versos enteros a los que Dickinson les pone una especie de asterisco, una cruz que funciona como llamada a pie o al margen y que ofrece una solución alternativa. Lo curioso de estos casos es que no son tachaduras ni enmiendas: son posibilidades, son disyuntivas que vuelven viable la lectura de dos o tres o cuatro poemas de manera simultánea y no mutuamente excluyente. Es como una escritura en potencia, un poema multidimensional. Y a esa motivación, de orden estético, se sumó el entusiasmo de mi editor, Miguel Pineda: en su editorial, Aquelarre Ediciones, hay una colección, llamada Infames, que se ha dado a la tarea de rescatar y divulgar obras perdidas u olvidadas, obras que el canon ha hecho deslucir en proximidad de otras. Las Ruedas de las Aves fue un proyecto que tuvo la fortuna de coincidir con su línea editorial y, sobre todo, de contar con su apoyo irrestricto. A los dos, desde el comienzo, nos hizo ilusión la idea de ofrecerle al lector hispanohablante una Dickinson desconocida hasta entonces.

“[…] Las Ruedas de las Aves recoge no sólo poemas, sino también borradores de cartas, aforismos, apuntes al vuelo: los pensamientos que Emily Dickinson garabateó —como lo hacemos todos, supongo— al reverso de papelitos usados: sobres de cartas, principalmente, pero también, por ejemplo, una bolsa de papel de estraza, un envoltorio de chocolate, un pedazo desprendido de papel tapiz.”


EP: En tu introducción haces alusión a aquellos problemas que, de manera inmediata, se suelen vincular con la traducción de la poesía. ¿Cuál es tu postura ante aquellas ideas sobre la “intraducibilidad” de los textos poéticos? ¿En algún momento tuviste que decantarte por alguna solución traductológica que no te pareció del todo adecuada, donde sintieras que se perdía algo valioso del texto fuente?

JCC: El asunto es espinoso y, por supuesto, requiere mucha mayor prudencia de la que aquí me puedo permitir, pero, la verdad, yo soy de la opinión de que, en efecto, lo que se puede decir en una lengua también se puede decir en otra. Claro que no se puede decir igual, pero que se use eso como argumento para alegar que la poesía es intraducible me parece poco menos que una exageración. El desafío de la traducción poética no es otro que el de hallar una forma de hacer poesía en una lengua a partir de lo que ya es poesía en otra. Y formas hay muchas: es completamente falso que haya pocas o ninguna.

“A pang…” (A109), Emily Dickinson

Con Dickinson lo más arriesgado que hice, creo, fue haber convertido sus versos de arte menor —tetrámetros y trímetros yámbicos, en inglés— en endecasílabos españoles, versos que son, en comparación, quizá demasiado esplendorosos. Sin embargo, tuve cuidado de usar combinaciones métricas —e incluso de provocar ocasionales sobresaltos— en aquellos lugares en los que Dickinson se propone enrarecer el ritmo de su propia lengua. Y sí, claro que uno se queda siempre con ganas de hacer mejor las cosas, de no perder este detalle aquí o de que la rima sea más sonora acá… pero hay un efecto que uno debe procurar y, mientras no deje de conseguirse, creo que puede darse uno por bien servido.

EP: Las Ruedas de las Aves tiene el particular don de ofrecer a sus lectores los manuscritos originales de los poemas, además de las diferentes lecturas o variantes en los casos donde había más de una versión sobre el mismo texto. Es una edición que destaca por su limpieza y que se asemeja a aquellos trabajos críticos y filológicos. Esto, sin embargo, podría desincentivar a más de un lector no tan familiarizado con este tipo de ediciones. ¿Qué les dirías a dichos lectores para que se acerquen a esta traducción? ¿Y qué beneficio les puede proporcionar el contar con las versiones manuscritas?

JCC: Debo precisar, si me lo permites, que la anotación de este volumen no es crítica ni la traducción es filológica. Ambos son quehaceres plenamente informados y documentados, sí, pero Las Ruedas de las Aves no tiene la intención de ser un libro erudito ni de corte académico. (Quizá eso ayude a convencer a los que puedan sentirse disuadidos). Las notas documentan las variantes textuales, pero no se trata estrictamente de un trabajo ecdótico: es, más bien, una invitación (de Emily) a que el lector “elija su propia aventura”. Por poner un ejemplo, el fragmento A320 dice: “El recado de Un Ave / es mejor que millones de palabras / una vaina no lleva / más que una sola espada”, y la nota indica que el verbo “lleva”, en el original de Dickinson, se puede sustituir con “alberga” o “necesita”. Y, bien miradas, las alternativas producen poemas distintos: “una vaina no alberga / más que una sola espada” o “una vaina no necesita / más que una sola espada”. Y si el lector descubre el poema en potencia, puede entonces ir a la reproducción facsimilar del manuscrito y encontrar que, sí, Dickinson pensó varias veces en cuál podría ser la palabra exacta, la palabra justa; escribió todas las que se le ocurrieron… y terminó por no descartar ninguna. Quizá se entienda aún mejor si digo que, en lugar de un texto, el poema es una suerte de hipertexto.

EP: Como mencionas, una gran parte de la poesía de Dickinson ha atravesado múltiples procesos de retoque editorial y modificaciones sustanciales según el gusto de la época y de sus destinatarios. ¿Sería plausible hablar de más de una “Emily Dickinson”? ¿Y qué nos podrías decir sobre aquellos trabajos filológicos que pretenden restituir la obra de esta poetisa a su “estado primigenio”, por así decirlo?; ¿es esto posible?

JCC: Creo que no solo hay más de una Emily Dickinson en español —una por cada traductor a través de cuya lente se ha contemplado su obra—: creo que hay tantas Emilies, incluso en inglés, como lectores ha habido y seguirá habiendo. Por ejemplo, la Dickinson de las primeras tres décadas del siglo XX era una poeta tímida y recatada que escribía poesía bucólica desde la tranquilidad de su claustro; la Dickinson de las últimas dos décadas de ese mismo siglo, por lo contrario, es una escritora íntimamente relacionada con las corrientes filosóficas, la agitación política, el fervor religioso y la opresión patriarcal de su momento. Por suerte, hemos aprendido la lección de la conciencia histórica y sabemos que la crítica de una u otra época suele ser más reveladora de las preocupaciones de la propia época en que se lleva a cabo que de las de la época que se estudia. En este sentido, las diversas corrientes que han tratado de restituir la obra de Dickinson y volverla a presentar “tal como la poeta la preservaba” (la frase es de Cristanne Miller) se han visto impulsadas por el afán de despojarla de los prejuicios de antaño. Sólo una mirada retrospectiva dejará en claro cuáles son los prejuicios con los que la editamos o traducimos en nuestros tiempos.

“[…] la Dickinson de las primeras tres décadas del siglo XX era una poeta tímida y recatada que escribía poesía bucólica desde la tranquilidad de su claustro; la Dickinson de las últimas dos décadas de ese mismo siglo, por lo contrario, es una escritora íntimamente relacionada con las corrientes filosóficas, la agitación política, el fervor religioso y la opresión patriarcal de su momento.”

EP: Además de este libro —que ahora podemos disfrutar en su segunda edición—, acabas de publicar un detallado estudio sobre esta poetisa: Dickinson en nuestra lengua. En él exploras las traducciones y la recepción literaria de Dickinson en el mundo hispánico, donde figuran personajes tan importantes como Rosario Castellanos y David Huerta. ¿Nos contarías un poco sobre los caminos que ha recorrido esta poetisa entre las letras mexicanas? ¿Hay autores que hayan seguido y emulado su estilo literario en el mundo hispánico?

JCC: Dickinson en nuestra lengua se ofrece como una “galería de retratos”, una pequeña sala en un museo de traductores que aún no existe, y tiene como propósito plasmar a aquellos poetas hispanoamericanos que se han dado la tarea de traducir a Emily Dickinson en el momento justo de emprender ese proyecto. El libro, así, recorre casi cien años desde su primera traducción al español, de la pluma de Juan Ramón Jiménez, en 1916, y pasa por diversos países a ambos lados del Atlántico. La recepción de Dickinson en México fue una de las más tempranas: los poetas del grupo de Contemporáneos la conocieron por conducto de Juan Ramón y, en particular, Gilberto Owen la tradujo y publicó en 1934. La suya es la tercera versión que ha sido documentada en la historia. Emily Dickinson fue también una poeta importante para otros dos miembros de la generación: Bernardo Ortiz de Montellano y Salvador Novo. En los años sesenta y setenta, es verdad, la tradujeron Rosario Castellanos (en Materia memorable, un volumen de poesía propia) y Ulalume González de León (aunque la publicó en Uruguay y se conoce poco en nuestro país). El caso de David Huerta es una rareza, porque tradujo un solo poema de Dickinson, pero fueron dos las versiones que compuso a partir de él. Y, sobre todo, en años más recientes, hay poetas mexicanos que no solo la han traducido, sino cuya obra lleva claramente su impronta: están Pura López Colomé, Francisco Hernández, Alberto Blanco, Jorge Esquinca y, de mi generación, o casi, Hernán Bravo Varela. Y lo mejor de todo: queda Dickinson para rato. EP


Fragmento A821
La Tarde y el Poniente y las preciosas insignificancias que conforman el atardecer

Se dan noble Cita

Saturados solo de Música, como las Ruedas de las Aves -

DOPSA, S.A. DE C.V