Un opositor en Bolivia

El domingo 18 de octubre habrá elecciones en Bolivia y Maurizio Montes de Oca brinda un perfil del candidato presidencial Carlos Mesa, quien podría llevar al partido de Evo Morales a una segunda vuelta.

Texto de 16/10/20

El domingo 18 de octubre habrá elecciones en Bolivia y Maurizio Montes de Oca brinda un perfil del candidato presidencial Carlos Mesa, quien podría llevar al partido de Evo Morales a una segunda vuelta.

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Carlos Mesa se convirtió en mandatario de Bolivia en 2003 por un accidente histórico. Originalmente ocuparía la vicepresidencia, pero una serie de protestas por la explotación de yacimientos de gas recién descubiertos obligaron al presidente Gonzalo Sánchez de Lozada a renunciar y huir a bordo de un helicóptero.

Aunque la Guerra del Gas lo llevó al poder, en 2005 una nueva ola de manifestaciones encabezadas por el líder cocalero Evo Morales lo orilló a dimitir. Han pasado 15 años y el próximo domingo 18 de octubre Mesa buscará volver a ser presidente; esta vez, mediante el voto popular.

El candidato de la alianza Comunidad Ciudadana es periodista e historiador, usa una barba cana y corta, a sus 67 años ha perdido la parte frontal de su cabellera y las últimas encuestas lo ubican entre 6 y 10 puntos porcentuales por debajo de Luis “Lucho” Arce, candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido de Evo Morales.

Si bien el programa electoral de Mesa lo aleja de las derechas bolivianas más radicales —personalizadas por Luis Fernando Camacho o la actual presidenta de facto Jeanine Áñez— su crítica al MAS es mordaz: “El único pacto de impunidad es el de Arce con su jefe Evo Morales para evitar que se investiguen el fraude, la corrupción, el abuso de poder y las acusaciones que involucran a menores de edad”.

Sin embargo, Carlos Mesa no siempre estuvo enfrentado con el presidente aymara: en 2014 colaboró con su gobierno como vocero internacional del litigio que Bolivia ha mantenido con Chile por la recuperación del mar perdido en 1904, como consecuencia de una invasión. En 2016 nos encontramos en México, un país que Mesa ha visitado varias veces y con el que se mantiene unido a través de su libro “El soliloquio del conquistador”, ficción cursi que imagina situaciones eróticas y diálogos supuestamente poéticos entre Hernán Cortés y la Malinche.

La causa del mar perdido ha movido las fibras políticas de este ex mandatario (y productor cinematográfico) desde que era joven. Sentado en una terraza del Zócalo mexicano y vestido con unos jeans y una chamarra de piel sencilla, Mesa explica en entrevista cómo el anhelo marítimo vive en el imaginario de sus connacionales.

“Desde muy pequeñito cuando uno está en el kínder los dibujos alusivos al tema del mar, las canciones vinculadas a ese deseo de Bolivia son parte de nuestra formación. Es muy difícil que encuentres un solo boliviano que no tenga la conciencia de que algún día su país tiene que volver a tener un puerto soberano”.

“La herida histórica, la herida psicológica tiene una trascendencia muy grande. Es el tema de mayor efecto de unidad en la historia del país tanto para el presente como para el futuro. Como presidente de Bolivia yo presenté el caso multilateralmente precisamente en Monterrey, en la Cumbre de las Américas, un compromiso militante de mi parte”.

Desde principios del siglo XX el país ha luchado por establecer un canal de negociación para volver a tener puertos y no fue sino hasta 1975, en las dictaduras de Augusto Pinochet en Chile y la de Hugo Banzer en Bolivia, que se logró un acuerdo serio para buscar soluciones.

Durante la conversación, Carlos Mesa se hace preguntas en voz alta, mira fijamente a través de sus lentes sin armazón y junta sus dos manos grandes como juntando también sus ideas. “¿Cómo es posible que el momento en que Bolivia y Chile estuvieron a punto de encontrar una solución a nuestra mediterraneidad forzada  se diera en el gobierno militar del presidente Pinochet y en el gobierno militar del presidente Banzer y que en democracia no hayamos podido avanzar? Creo que es una pregunta que es pertinente que respondan los gobiernos democráticos chilenos. La posición de Chile en esa dirección desde que se recuperó la democracia ha sido muy dura: ‘no tenemos ningún tema pendiente con Bolivia’”.

El acuerdo entre Pinochet y Banzer se estancó y el caso fue a dar hasta la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en el gobierno de Evo Morales. Es uno más de los múltiples conflictos territoriales y marítimos que existen entre países del continente.

“América Latina es el mayor y mejor cliente de la CIJ, lo cual es una buena noticia porque a diferencia de lo que pasa en Ucrania o en el Oriente Medio, los países latinoamericanos tratamos de resolver nuestros conflictos en paz y esto es algo que hay que destacar. A veces uno se sonríe y dice “¡Caramba, qué pleiteros son los latinoamericanos!” No, los latinoamericanos buscan el camino de una corte en vez de las armas. La integración tiene que encontrar respuestas a conflictos”.

En octubre de 2018, la Corte falló en contra de la causa boliviana y la relación pendular que han mantenido Mesa y Evo volvió a moverse.

El reto de vencer al MAS

Los datos del Banco Mundial muestran que el gobierno de Evo Morales logró mejorar indicadores económicos como el Producto Interno Bruto (PIB) que aún después de la crisis económica de 2008 superó en crecimiento porcentual al de México durante varios años. Otro de esos indicadores es la deuda pública: mientras que en 2005 —un año antes de la llegada de Morales al poder— Bolivia debía el 75% de su PIB, en 2018 ese número se redujo a 33%; México en el mismo año debía el 38% de su PIB.

Estos resultados y la reducción porcentual de la pobreza se explican en gran medida por la política de nacionalización de los hidrocarburos impuesta por Evo Morales. Paradójicamente, la crisis social generada por esta demanda fue la que llevó al poder a Mesa tras la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada.

El Center for Economic and Policy Research lo resume así: “La transformación económica de Bolivia fue posible gracias a un conjunto de amplias transformaciones políticas en el país. Estas incluyeron una nueva Constitución con directrices económicas importantes; la nacionalización y propiedad pública de recursos naturales y de algunos sectores estratégicos de la economía; una inversión pública redistributiva y una implementación de políticas salariales”.

Uno de los arquitectos del proyecto económico del MAS es precisamente su candidato presidencial Luis Arce que fungió como ministro de Economía y Finanzas de Evo Morales. No obstante, Mesa ha centrado su campaña en lo que él califica como una triple crisis de salud, desempleo y corrupción, así como en las acusaciones de un presunto fraude en la elección de 2019.

Pese a haber perdido un referéndum en 2016 que proponía un cuarto mandato presidencial, Evo se postuló como candidato nuevamente en 2019 y ganó. Las protestas que alegaban un supuesto fraude electoral escalaron rápidamente con un saldo de 36 muertes y cientos de heridos, según el recuento de la Defensoría del Pueblo de Bolivia. Actualmente, Morales está impedido por un tribunal para postularse como candidato a las elecciones.

Mesa, un hombre blanco y visiblemente más alto que el promedio de sus compatriotas, eligió la frase “Morales never in the life” para el discurso de su cierre de campaña en un país donde el 41% de la población se identifica como indígena y hay 36 pueblos reconocidos bajo esta condición.

Este domingo hay una nueva oportunidad de encontrar una salida pacífica a las tensiones: para que un candidato gane debe obtener el 50 por ciento de los votos o el 40 por ciento con 10 puntos de ventaja sobre el segundo lugar. Si se alcanzan esos porcentajes, el ganador tomará posesión el 31 de octubre; si no, habrá una segunda vuelta el 1 de noviembre y la toma de posesión será el 23.

Las manifestaciones en las calles durante las elecciones pasadas han sido tan fuertes que cuando el reloj marque los primeros segundos del 18 de octubre será el Tribunal Electoral quien asuma el mando de la fuerza pública durante la primera vuelta.
Bolivia se debate entre la continuidad del proyecto político fundado por Evo Morales que a pesar de sus logros está desgastado a casi una década y media en el poder o la coalición de Mesa que —ante la polarización del país— requeriría de un amplio consenso para, ahora sí, poder terminar su periodo como presidente. EP

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