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En Los bárbaros (Anagrama), Alessandro Baricco habla de cómo la cultura moderna —a grandes rasgos: reflexiva, pausada, de sistemas de pensamiento graves y profundos— está sucumbiendo a la cultura bárbara —superficial, veloz, ligera (leve, diría Kundera) y hasta cierto punto superficial—. El escritor italiano no moraliza, más bien señala las consecuencias y efectos de esta mutación. La […]

Texto de 19/08/17

En Los bárbaros (Anagrama), Alessandro Baricco habla de cómo la cultura moderna —a grandes rasgos: reflexiva, pausada, de sistemas de pensamiento graves y profundos— está sucumbiendo a la cultura bárbara —superficial, veloz, ligera (leve, diría Kundera) y hasta cierto punto superficial—. El escritor italiano no moraliza, más bien señala las consecuencias y efectos de esta mutación. La […]

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En Los bárbaros (Anagrama), Alessandro Baricco habla de cómo la cultura moderna —a grandes rasgos: reflexiva, pausada, de sistemas de pensamiento graves y profundos— está sucumbiendo a la cultura bárbara —superficial, veloz, ligera (leve, diría Kundera) y hasta cierto punto superficial—. El escritor italiano no moraliza, más bien señala las consecuencias y efectos de esta mutación. La rendición de nuestros tiempos a la posverdad es una de ellas. Sin embargo, Baricco señala instituciones modernas en las que la vieja cultura todavía tiene sus bastiones. Las escuelas son unas, por ejemplo; otras, las revistas. De ahí que hayamos querido pensar sobre la posverdad. Presentamos aquí algunas obras que, si bien no hablan concretamente de ella, tratan sobre fenómenos que parecen haberla configurado.  AGR

Mientras Europa se desgarraba en la Segunda Guerra Mundial, el pensador austriaco pudo escribir este libro, considerado un clásico del pensamiento político del siglo xx. En el primer párrafo del capítulo 24 de esta obra imprescindible, se encuentra la siguiente sentencia: “El conflicto entre el racionalismo y el irracionalismo se ha convertido en el problema intelectual, y quizá incluso moral, más importante de nuestro tiempo”. Popper no pensaba, desde luego, en Donald Trump ni en los populistas del siglo xxi, sino en los comunistas, los historicistas, los nacionalsocialistas, etcétera, pero su línea de argumentación se ha vuelto hoy tan actual como en aquel entonces. Después de todo, también las democracias contemporáneas están amenazadas por la irracionalidad.

“Es evidente que los humanos tenemos un gran talento, que desplegamos a menudo, para ignorar y evadir las exigencias de la racionalidad”. El propósito de estos dos breves opúsculos, escritos con rigor y claridad, es el de permitirle a sus lectores combatir la charlatanería y defender el valor de la verdad. No están exentos de apuntes iluminadores: “El genuino autoconocimiento es, sin duda, excepcionalmente difícil de obtener, y la verdad acerca de nosotros mismos puede ser ciertamente desagradable o angustiosa. Sin embargo, en nuestros esfuerzos por dirigir nuestra vida exitosamente, la disposición para enfrentar hechos perturbadores acerca de nosotros mismos puede ser una herramienta aún más importante que la mera comprensión de los problemas a los que nos enfrentamos en el mundo exterior”.

La presidencia de Trump parece ser la materialización de las advertencias enunciadas desde 1985 en este libro. Si “el medio es el mensaje” (McLuhan dixit), Postman añade: “La gente va a adorar las tecnologías que destruyen sus capacidades de pensamiento”. No es posible separar el contenido del continente: “La desinformación —uso la palabra casi con el mismo sentido preciso con la usan los espías de la cia o de la kgb— no es sólo información falsa. Significa también información engañosa, irrelevante, fragmentaria, fuera de contexto, superficial; información que crea la ilusión de conocer algo pero que en realidad nos aleja del conocimiento. No es que haya necesariamente malas intenciones desde los medios de comunicación, ni que deliberadamente intenten privarnos de información coherente y bien contextualizada, sino que cuando la información es ‘empaquetada’ como entretenimiento, éste es el resultado inevitable. Y no estoy diciendo que los noticieros no informen, sino algo bastante peor que el hecho de que no estemos bien informados; lo que digo es que estamos perdiendo el sentido de lo que significa estar bien informado. La ignorancia siempre puede corregirse, pero ¿qué vamos a hacer cuando la ignorancia sea considerada como conocimiento?”.

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