Raíces emocionales del populismo de derecha en Israel

En este texto, Raudel Ávila Solís se pregunta cuáles serían las causas históricas que han dado lugar al aumento de los discursos populistas y de derecha en Israel.

Texto de 15/11/23

Netanyahu

En este texto, Raudel Ávila Solís se pregunta cuáles serían las causas históricas que han dado lugar al aumento de los discursos populistas y de derecha en Israel.

Tiempo de lectura: 7 minutos

Cada vez estudiamos menos Geografía. Es posible que, como resultado de la proliferación e importancia de las materias STEM (Science, Technology, Engineering, Mathematics) y su utilidad práctica, las humanidades vayan siendo cada vez más y más relegadas del currículum escolar. Pero, aun entre las ciencias, parece que los educadores del nuevo milenio no tienen ningún interés por formar a las nuevas generaciones en Geografía. ¿Para qué leer un mapa cuando se pueden utilizar navegadores satelitales desde la comodidad de un teléfono celular? Sin embargo, la Geografía sigue siendo indispensable para entender, literal y metafóricamente, nuestro lugar en el mundo. Si uno quiere entender la política de un país, lo primero que conviene hacer es revisar un mapa. ¿Cómo es el territorio? ¿Cuántos ríos y montañas lo cubren? Y, sobre todo, ¿quiénes son los vecinos de ese país? Para empezar a desentrañar la compleja política de Oriente Medio y, en concreto, de la vida pública israelí, hay que revisar los mapas.

“Los países vecinos y circunvecinos de Israel viven marcados por visiones religiosas que se imponen a la política, en lugar de que la política se imponga a la religión, como sucede en mayor o menor medida en las democracias occidentales.”

Un par de días después de los monstruosos ataques terroristas de Hamás a Israel el 7 de octubre de este año, abro, con interés y preocupación, las memorias de Benjamin «Bibi» Netanyahu.1 Es ineludible; las primeras páginas del libro son un ilustrativo mapa de Israel y la región en la que se ubica. Parece imposible que se trate de una casualidad de la que el autor no estuviese enterado: Israel está rodeado de dictaduras, autocracias, estados fundamentalistas a los cuales la modernidad política como se entiende en Occidente —laica y liberal— no ha llegado y no sabemos si llegará. Los países vecinos y circunvecinos de Israel viven marcados por visiones religiosas que se imponen a la política, en lugar de que la política se imponga a la religión, como sucede en mayor o menor medida en las democracias occidentales. Si al estudio de la geografía agregamos la revisión de la historia, veremos que esos mismos países, prácticamente desde el origen, se opusieron a la existencia y fundación del estado moderno de Israel. Bien es verdad que, a la vuelta de los años, varios de esos países han ido firmando tratados de paz y han tenido acercamientos políticos reales con Israel. No obstante, los resentimientos y rencores de los pueblos no siempre pueden taparse con acciones de Gobierno.

Sigo con la lectura del libro de Netanyahu. A diferencia de la autobiografía de otros dirigentes de Israel —por ejemplo, de Golda Meir o Shimon Peres—, Netanyahu está marcado por el hecho de que no fue uno de los fundadores de este Estado, sino que nació ya en Tel Aviv, después de que Israel había sido reconocido por la ONU como Estado soberano. Es decir, Netanyahu no venía huyendo de las atrocidades del holocausto como tantos de sus predecesores en el Gobierno, sino que le tocó nacer en una nueva patria cercada por enemigos. Enemigos que primero se negaron a reconocer el nuevo Estado, luego le hicieron la guerra, después apoyaron subrepticia o abiertamente a grupos terroristas que lo amenazaban y posteriormente aceptaron negociar la paz a regañadientes. A él, la herida que lo marca directamente no es la del exterminio y persecución por parte de los nazis, derrotados después de la Segunda Guerra Mundial, sino la del hostigamiento permanente de otros Estados soberanos que siguen ahí, varias veces deseando la desaparición de Israel. Es casi lógico que Netanyahu y mucha gente de su generación desarrollasen cierta paranoia o delirios de persecución, ese rasgo distintivo de los populistas. En su cabeza, el mundo entero está contra ellos, todos conspiran y se confabulan para destruirlos. Nada más que en el caso de Israel sí hay visos de verosimilitud en esa suposición.

Benzion, el padre de Netanyahu, un intelectual de renombre internacional, historiador especializado en antisemitismo y en la Inquisición española, seguramente le enseñó a Bibi toda la historia de persecuciones, odio y ataques contra su propio pueblo. La conciencia histórica de Netanyahu, entonces, está firmemente asentada en el conocimiento erudito de milenios de atrocidades cometidas contra los judíos. Por si hiciera falta algo más, Yonatan, el hijo de Benzion y hermano de Benjamin, fue un miembro de las Fuerzas de Defensa de Israel que cayó en combate ante los enemigos de su país. Difícilmente puede negarse que todos estos elementos abonarían a la configuración psicológica propia de un hombre desconfiado, resentido, dado a la intriga y al deseo de control de su entorno. Bibi, entonces, crece y madura como un hombre de inclinaciones autoritarias y simpatizante de la mano dura para garantizar la seguridad de los suyos.

“Bibi, entonces, crece y madura como un hombre de inclinaciones autoritarias y simpatizante de la mano dura para garantizar la seguridad de los suyos.”

Hagamos el esfuerzo de trasladar las mismas condiciones del entorno personal de un individuo como Benjamin al de toda una generación que vio fracasar los empeños de los padres fundadores de Israel por alcanzar la paz con sus vecinos y resolver la cuestión palestina, o consolidar la solución de la coexistencia de los dos Estados. Una y otra vez, Israel procura alcanzar el entendimiento con el mundo musulmán, sea sunita o chiita. Una y otra vez, la última palabra la tienen las armas. La votación a favor de los partidos de izquierda y de políticos pacifistas o dialogantes empieza a colapsarse. No fue una cosa de días, meses o años. Hablamos de un proceso de décadas de deterioro y hasta fatiga del electorado israelí. Decepciones respecto al anhelo de encontrar una paz firme y duradera que van endureciendo el carácter y, desde luego, las preferencias políticas de los ciudadanos. Ya no tienen ganas de creer en políticos conciliadores; el enemigo se percibe como intransigente y, en consecuencia, la intransigencia empieza a alimentarse del otro lado también. El temor a un ataque inesperado y el ansia de seguridad se vuelven la prioridad pública. La derecha no crece en el vacío.

El ansia original de construir una democracia liberal empieza a enturbiarse. Ya no se ve con respeto al otro ni al que piensa diferente, sino con creciente desconfianza e incluso disgusto. Se le considera ajeno a la comunidad; se polariza la visión del mundo entre buenos y malos, fieles e infieles. Precisamente la actitud prevaleciente en los países vecinos de Israel. Se desdibuja el empeño de construir sociedades plurales donde quepan todos, sino únicamente quienes piensan como yo. Invitar al diálogo con el enemigo histórico se vuelve una traición a la patria, excepto que la paz solo se consigue dialogando con el enemigo. Pero al calor de las campañas electorales, las pasiones de los pueblos son aprovechadas por agitadores que las calientan y las dirigen en beneficio de sus propios intereses. Después de sufrir un atentado terrorista, de perder un hijo en la guerra o de vivir con el alma en un hilo no quedan muchas ganas de apoyar la diplomacia. Se oyen más interesantes las propuestas radicales de combate y represalias por el dolor padecido. Se junta el hambre con las ganas de comer: en este caso, las pulsiones derechistas con los estilos populistas. Se simplifica el mundo en una retórica complaciente con los propios y derogatoria con los otros.

¿Qué pasa después de un ataque terrorista o una agresión bélica contra Israel? La opinión pública de ese país exige respuestas enérgicas por parte de su liderazgo. Sanciones ejemplares contra los responsables para disuadirlos de repetir la agresión. Una postura progresivamente más militarista, más propensa a la mano dura. No es difícil de entender: la gente sufrió la pérdida de un pariente, un amigo, un hijo, una pareja o hasta de las propias extremidades. Quiere ver a su gobierno defendiéndola, protegiéndola. Sin embargo, la mejor manera de proteger no siempre es la más violenta. De igual manera, la reacción violenta y enardecida, aunque pueda estar justificada, no siempre calcula ni se preocupa por conceptos teóricos como la proporcionalidad en el uso de la fuerza. Ahí viene otro de los elementos que comienzan a aislar y a perfilar la personalidad del votante y del político populista.

Resulta que la opinión pública internacional, en lugar de apoyar su indignación, ahora le exige que mida su respuesta militar. Las ONG, los organismos internacionales, la prensa mundial reaccionan con disgusto frente a la vehemencia militar israelí. Las universidades occidentales, en lugar de alertar contra el antisemitismo que se incuba en sus aulas, simplemente le exigen a Israel que contenga su respuesta militar. Los aliados de Israel entre las potencias occidentales le piden que mantenga la cabeza fría ante los atentados terroristas de Hamás, unos desalmados que secuestran y asesinan bebés. «¿De qué lado están ellos?», se preguntan el político populista y sus votantes. «¿Cómo se atreven a cuestionarnos? Solamente nos estamos defendiendo», piensan, «y si no lo hacemos así, el ciclo se repetirá». Excepto que el ciclo de todas maneras se repite y seguimos atrapados en él.

La pregunta no es, entonces, de dónde viene el populismo de derechas en Israel, sino cómo fue que lograron contenerlo tantos años y estalló hasta hace tan poco tiempo. Un país en estado de guerra permanente, una población rodeada de enemigos, reales y percibidos, desconfiada de sus propios aliados que la cuestionan por defender a sus familias. Parece el espacio idóneo para que surjan liderazgos populistas con soluciones simplistas. La pregunta es, entonces, por qué antes no se desbordaron estas condiciones para que emergiera una figura tan temeraria como Netanyahu, animado incluso a destruir el sistema judicial de su país. La pregunta es qué fue lo que facilitó su florecimiento exactamente en estos últimos años y no en otro momento histórico.

“No toda la sociedad israelí, ni todo el electorado están dispuestos a respaldar el populismo de derechas de Netanyahu. Se trata de una pugna y una tensión aún no resuelta, agravada, aunque suspendida temporalmente, por los atentados terroristas del siete de octubre y su secuela militar.”

No hay una respuesta sencilla y clara, pero sabemos que vivimos una época especialmente propicia para el populismo. Son muchísimos los libros publicados sobre el tema. Gideon Rachman, el editor de temas internacionales del Financial Times, le llama “La era de los hombres fuertes”.2 ¿Qué tan fuertes son quienes necesitan controlarlo todo para sentirse seguros? No tanto. Y, sin embargo, proyectan una cierta sensación de seguridad para quienes se sienten (¿se saben?) continuamente vulnerables. Una sensación que se magnifica con los nuevos medios masivos de comunicación. Los periódicos y noticieros de antaño jamás tuvieron el alcance o velocidad de las redes sociales. Uno puede diseminar información, fotografías, archivos de audio o video con presionar un botón en su teléfono y hacerle saber al vecino lo que piensa de él, compartirle lo que sintió, invitarlo a formar grupos con ideas similares a las propias o incitar el odio contra otros. Todo ello sin la verificación fáctica y profesional de los viejos y tradicionales medios de comunicación. De esta manera, si sumamos los factores estructurales arriba descritos en la historia de Israel y la irrupción de las redes sociales, podemos entender mejor por qué en los años recientes Netanyahu logró lo que logró. Y a pesar de ello, enfrentó resistencias sensibles, protestas masivas contra su iniciativa de reforma judicial y contra su propia persona. No toda la sociedad israelí, ni todo el electorado están dispuestos a respaldar el populismo de derechas de Netanyahu. Se trata de una pugna y una tensión aún no resuelta, agravada, aunque suspendida temporalmente, por los atentados terroristas del siete de octubre y su secuela militar. Pero los elementos siguen y tal parece que seguirán ahí. ¿Quiénes se impondrán en esta pugna del sistema político israelí? Todavía no lo sabemos, pero quizá, solo quizá, la opinión pública internacional podría solidarizarse más con Israel y entender su necesidad de defenderse. EP

  1. Netanyahu Benjamin, BIBI: MY STORY, New York, Simon and Schuster, 2022, pp. 725. []
  2. Rachman Gideon, The Age of The Strong Man: How The Cult of The Leader Threatens Democracy Around The World, Londres, Other Press, 2022, pp. 288. []
Este País se fundó en 1991 con el propósito de analizar la realidad política, económica, social y cultural de México, desde un punto de vista plural e independiente. Entonces el país se abría a la democracia y a la libertad en los medios.

Con el inicio de la pandemia, Este País se volvió un medio 100% digital: todos nuestros contenidos se volvieron libres y abiertos.

Actualmente, México enfrenta retos urgentes que necesitan abordarse en un marco de libertades y respeto. Por ello, te pedimos apoyar nuestro trabajo para seguir abriendo espacios que fomenten el análisis y la crítica. Tu aportación nos permitirá seguir compartiendo contenido independiente y de calidad.

DOPSA, S.A. DE C.V