Profesores indignados: entre la precariedad y las élites universitarias

En 2021, los profesores de asignatura de la UNAM protestaron a causa de sus inestables condiciones laborales. En este texto, César Enrique Pineda analiza la precaria situación de estos profesores.

Texto de 18/05/22

En 2021, los profesores de asignatura de la UNAM protestaron a causa de sus inestables condiciones laborales. En este texto, César Enrique Pineda analiza la precaria situación de estos profesores.

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En México, hay 400 mil profesores de educación superior, de estos 320 mil son maestros temporales. En la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) son la fuerza laboral docente más numerosa. Los profesores denominados “de asignatura” alcanzan el 63% de los nombramientos en promedio en la Universidad; en algunos casos, como el de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, los temporales representan el 76% de toda la planta académica.[i] La mitad de ellos cuenta con estudios de especialización y posgrado, y un pequeño porcentaje, incluso, de nivel posdoctoral. 

En la UNAM el número absoluto y relativo de profesores de asignatura ha crecido en las últimas dos décadas; es decir, la Universidad no intenta solucionar su dependencia del trabajo temporal, sino que la profundiza cada año. Aunque la antigüedad promedio de los profesores de asignatura oscila entre 12 y 14 años,[ii] hay maestros que imparten sus clases en la modalidad “temporal” desde hace tres décadas. Los maestros llamados temporales no lo son.

Una de las características del trabajo llamado “precario” es que se sufre de incertidumbre e inestabilidad por la duración limitada de contratos que pueden ser renovados cada semestre o no. La precariedad implica también, por supuesto, bajos salarios y casi nula progresión salarial. Un estudio de 2019[iii] del Centro de Análisis Multidisciplinario de la misma UNAM demuestra que los ingresos de un profesor de asignatura por 9 horas semanales en el aula (entre 2 a 3 grupos de estudiantes) es casi 3 veces más bajo que el costo de la canasta alimenticia recomendable. No se puede sobrevivir con un sueldo de profesor de asignatura.

Además, es poco frecuente que un profesor temporal logre alcanzar 9 horas asignadas frente a grupos; esto implica que para muchos la docencia no es su principal fuente de ingresos. Una opción es buscar en otras universidades más contrataciones temporales. Manuel Gil Antón les llama a estos últimos “profesores de tiempo repleto”: docentes obligados por las circunstancias a llevar al límite el número de clases impartidas para llegar a fin de mes.

“…es poco frecuente que un profesor temporal logre alcanzar 9 horas asignadas frente a grupos; esto implica que para muchos la docencia no es su principal fuente de ingresos”.

El régimen contractual de la UNAM sólo reconoce las horas de trabajo en el aula y no fuera de ella. El trabajo docente implica también labores continuas de preparación y organización de cada clase, evaluación de trabajos y exámenes, así como labores intermitentes de actualización pedagógica, tecnológica y de contenidos. Adicionalmente, hay que agregar el tiempo para dirigir trabajos terminales de tesis, participar en actividades colegiadas y, en su caso, tareas de investigación y divulgación. Esto convierte, según los resultados de un Cuestionario a docentes de la UNAM, cada hora frente a grupo en al menos 3.8 horas de trabajo efectivo. La contratación “por horas” se aprovecha de ese trabajo invisible. Es trabajo impago. 

A ello hay que añadir un burocratismo desmedido. Es común entre profesores contratados de manera discontinua (un semestre sí y otro no) que el proceso de contratación, que en otras universidades se realiza en un lapso no mayor a 15 días, en la UNAM implique un trámite de varios meses o hasta un semestre completo, tiempo en el que el profesor de asignatura no cobra su sueldo.

Esta ineficacia burocrática endémica se profundizó con la pandemia, retrasando aún más los pagos de profesores de asignatura y adjuntos en varias facultades. Estas demoras fueron la gota que derramó el vaso: se desataron las protestas y paros docentes en el primer semestre de 2021, conocidas con el hashtag #UNAMNoPaga. El casi inédito movimiento de profesores de la UNAM sacó a la luz apenas lo más visible de lo que en realidad es una universidad disfuncional y en crisis.

Los sueldos bajos son un agravio debido a la enorme brecha salarial frente a los profesores llamados de carrera, cuya carga docente es, en ocasiones, similar a la de muchos profesores de asignatura. Si comparamos los ingresos entre ambos segmentos, los profesores titulares de tiempo completo que ganan los sueldos más bajos, duplican y hasta cuadruplican los ingresos de los profesores temporales con ingresos más altos. A su vez, los salarios de la burocracia universitaria intermedia (secretarios de dirección, administrativos o generales) son entre 6 y 13 veces el sueldo promedio de un profesor de asignatura a cargo de tres cursos.[iv]

Esta polarización de ingresos se profundiza si comparamos no solamente los sueldos base, sino los recursos que los académicos pueden recibir a través de los programas de estímulos, también conocidos como pago por mérito. El Programa de Primas al Desempeño del Personal Académico de Tiempo Completo (PRIDE) aumenta entre 45% y hasta 115% los sueldos base de los profesores de carrera. A ello se deben sumar ingresos adicionales cuando los académicos cumplen funciones burocráticas, constituyendo una élite académica de ingresos descomunales. El economista Israel Solares sostiene que “el 1% mejor pagado de la UNAM, un grupo de 415 académicos, concentran más presupuesto de la UNAM (422 millones de pesos) que los 12,775 profesores peor pagados (380 millones)”.

De muchos de estos funcionarios y sus subalternos dependen casi siempre las contrataciones de profesores de asignatura cada semestre. A diferencia de otras universidades públicas, no existen concursos públicos para la asignación de materias temporales. Aunque cada nombramiento debe ser avalado por el Consejo Técnico de cada centro educativo, la propuesta de asignación de un curso es facultad del coordinador de la carrera; esto crea en muchas ocasiones un margen de discrecionalidad muy importante, o bien, relaciones clientelares e influyentismo.

A esta situación debe sumarse la cancelación de oportunidades en la carrera académica. Los programas de pago por mérito y de estímulos a la investigación han desalentado la jubilación.[v] Numerosos académicos gracias a dichos programas tienen ingresos muy por encima de su salario, por lo cual optan por retrasar lo más posible su retiro, cuya jubilación se restringiría sólo a su salario base. Así, la planta académica envejece vertiginosamente complicando la incorporación de generaciones de profesores más jóvenes.

Ante tal problemática, la UNAM ha creado un programa especial que privilegia el acceso de jóvenes académicos como profesores de tiempo completo. Sin embargo, el programa, que pone límites de edad de 37 y 39 años para participar en sus convocatorias, excluye a la mayoría de los profesores de asignatura cuya edad promedio es de 46 años para las mujeres y 50 para los hombres. Considerando además que los concursos de oposición son esporádicos, esto implica que la UNAM simplemente le ha cerrado a sus profesores temporales la puerta en la cara, cancelando la posibilidad de salir de la precariedad.

Las protestas de profesores de asignatura en 2021 develaron las relaciones de poder en la UNAM. El drama de precariedad docente cuestionó la existencia de las AAPAUNAM, que es en los hechos una organización patronal y no una organización de defensa de derechos. Las APPAUNAM, quienes cuentan con la representación legal del profesorado ante la universidad, no sólo han tolerado sino que han legitimado las condiciones precarias de los profesores de asignatura.

Los programas individualizantes, productivistas y competitivos han acelerado un proceso de elitización académica y polarización entre docencia e investigación y entre profesores titulares y temporales. Además de la disolución de la solidaridad gremial que debilita las instancias sindicales, provocaron el descontrol de la movilidad académica intergeneracional. Bajo el discurso meritocrático se dividió y desorganizó al sector docente.

La extrema brecha salarial y desigualdad de ingresos es el signo más evidente de una élite académica formalmente meritocrática, que concentra poder, privilegios, prestigio y recursos. La Universidad Nacional, aparentemente democrática, tiene una organización cuasi estamental, que permite que una minoría devore recursos públicos autoasignados creando una polarización interna a costa de miles de profesores precarios.

La política laboral de la UNAM devela, finalmente, un descuido y desprecio por la labor docente, que se realiza en condiciones insostenibles, con las consecuencias que ello implica no sólo en la vida del profesorado, sino en el aula y en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

“La política laboral de la UNAM devela, finalmente, un descuido y desprecio por la labor docente, que se realiza en condiciones insostenibles”.

La discrecionalidad en la asignación de materias para profesores temporales, el cierre de oportunidades para la carrera académica y el enorme poder de camarillas y grupos universitarios de élite, son un agravio permanente por las condiciones desiguales e injustas para gestionar la vida académica.

Si la dignidad —como plantea James Jasper— habla sobre el lugar que nos corresponde en el mundo, es decir, la exigencia de un trato igualitario y el derecho a ser tratados con respeto como humanos, los profesores de asignatura están indignados por un cúmulo de agravios en la vida universitaria que no se restringen a la vida material.

El agravio se refiere, por supuesto, a vivir en la zozobra del trabajo temporal, que depende sin embargo de relaciones discrecionales en la asignación de esos empleos; incluye los bajos salarios, pero sobre todo el evidente dispendio de recursos por una minoría; se explica por las restringidas oportunidades de carrera académica, ligadas al poder de las élites universitarias para decidir sobre las reglas, convocatorias y concursos que derivan en la exclusión de un profesorado despreciado, maltratado y empobrecido.

Los profesores indignados reivindican, desde luego, mejores condiciones laborales, pero protestan en última instancia contra jerarquías, asimetrías e injusticias de quien en la Universidad concentra poder y recursos. Se resisten a esos poderes, muchas veces arbitrarios, con rostro meritocrático. Se resisten finalmente a ser humillados y maltratados como profesores, reivindicando derechos como trabajadores y también enarbolando la “dignidad docente”; es decir, el lugar y trato justo que merecen en la Universidad, en la educación y en el aula. EP


[i] Anuario Estadístico, DGPA 2020.

[ii] Torres Carrasco, Ruth (2019). ¿Cuál es la formación de la planta académica de la UNAM? El caso de los profesores de asignatura. Revista Digital Universitaria, Vol. 20, núm. 6 noviembre-diciembre.

[iii] Reporte de investigación especial 135. El poder adquisitivo del salario de las profesoras y los profesores en la UNAM. 2001-2021.

[iv] Estimación con base en el tabulador del personal académico 2020

[v] Véase Oliva, Martha, (2014) ¿Se incentiva la jubilación de académicos en las Universidades Públicas de México? En Ciencias Administrativas, No. 2. Pp. 151- 157

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