Observatorio electoral | Estados Unidos: La recta final en medio del caos

A menos de un mes para las elecciones en Estados Unidos, la especialista Susana Chacón expone a un país que está viviendo una serie de complicaciones que no serán resueltas a corto plazo.

Texto de 14/10/20

A menos de un mes para las elecciones en Estados Unidos, la especialista Susana Chacón expone a un país que está viviendo una serie de complicaciones que no serán resueltas a corto plazo.

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A tres semanas de la elección del 3 de noviembre en Estados Unidos, el escenario es muy desalentador no por el proceso electoral mismo, sino por la realidad que vive el país. El modelo establecido en los años cuarenta ya no funciona. Las instituciones de salud, las educativas, la economía, las sociales y las políticas no funcionan. Predomina una sociedad rota que ha perdido su fortaleza en los últimos años. Como diría Samuel P. Huntington, quien fuera profesor en la Universidad de Harvard: “cada 60 años aproximadamente, se dan convulsiones en Estados Unidos”. Lo que actualmente se vive es una nueva. Ahora bien, ¿cuáles son los elementos que explican presente convulsión? Me permito señalar algunos de los más importantes. Desafortunadamente, cuando surge una, lo más complejo es construir un modelo alternativo que responda a las necesidades que con anterioridad no se tenían. En este sentido, a pesar de que todo indica que el ganador de la elección será Joe Biden, la situación de caos que vive el país no desaparecerá en el corto plazo.

“La sociedad estadounidense basaba sus relaciones en el valor de la confianza”, pero hoy la desconfianza es la que prevalece. Nadie confía en nada empezando por el presidente Trump. Difícilmente se puede creer en las instituciones democráticas. La confianza en las instituciones se perdió lo que de manera directa daña las relaciones sociales. Esta última administración ha destruido las instituciones en Washington y le ha sido más fácil al presidente imponer a sus cercanos en puestos clave con el fin de no perder control. 

En segundo lugar se vive un ambiente de inseguridad en múltiples aspectos, el primero es el sanitario, los estadounidenses carecen de servicios médicos. El porcentaje de personas que cuentan con seguros privados es menor al diez por ciento del total. Ahora con la pandemia se ha transparentado la vulnerabilidad que tiene el país más poderoso. En tiempos de estabilidad y de no convulsión no se notaba dado que no existía “un número total de 7,773,184” de enfermos que simultáneamente requirieran de servicios médicos para una enfermedad de tan delicada gravedad.

Por su parte, y a pesar de ser todavía la economía más fuerte del mundo, hoy se tiene una inseguridad económica como no se había visto desde la crisis de los años treinta. Cuentan con seguro de desempleo pero que no es suficiente para una rápida recuperación como país. Es un país en el que los niveles de desigualdad se han profundizado y así como en “la generación de los Baby Boomers ellos representaban el 21 por ciento de la riqueza del país, en la actualidad los jóvenes tienen tan sólo el 3.2 por ciento”. Si consideramos que históricamente es la clase media la que mueve las economías y facilita la creación de empleos, en este momento eso no sucede.

Además se vive una inseguridad social. La sociedad está rota, baste ver los sucesos de las diferentes manifestaciones ya sean de afroamericanos, blancos o hispanos. La población ha mostrado su descontento dado que sus derechos no son respetados ni sus necesidades están satisfechas. Eventos como el de la muerte de George Floyd, desatan no sólo mayor discriminación sino un ambiente de creciente violencia entre los grupos pero también en contra de las autoridades.  A esto se suma que tienen miedo de una guerra civil, tan sólo el pasado mes de agosto la venta de armas de fuego incrementó en un 57 por ciento: “El FBI ha señalado que durante los últimos cinco meses el 40 por ciento de los compradores  ya tenían posesión de al menos una arma en casa”. En el mismo periodo, el número de nuevos compradores que nunca antes las habían tenido, es creciente. Es una sociedad con miedo y con ruptura social, el peor de los escenarios para poder regresar a la confianza y a convivencia de civilidad.

En la sociedad hay mucha rabia y enojo. Se dice que los niveles de felicidad están en lo más bajo de los últimos cincuenta años, “71 por ciento están enojados con la forma en que lleva al país y un 80 por ciento consideran que las cosas están totalmente fuera de control en todas las materias”. Siendo una sociedad individualista que vive por su interés, también tenían un sentido comunitario en lo local interesante. Con la crisis actual y el aislamiento requerido se han incrementado sentimientos de individualismo, soledad y ansiedad. Si con anterioridad a la pandemia ya se respiraba una crisis de legitimidad, ésta la vino a acelerar. El propio manejo que de la pandemia ha hecho el presidente Trump, ha tenido consecuencias devastadoras en lo económico, sanitario, psicológico y social. La forma en que respondió a su mismo contagio  de la COVID 19 y la falta de cuidado y respeto a lo que los médicos y especialistas han dicho, incrementa su falta de legitimidad.

Hasta aquí tan sólo algunos de los ejes explicativos del caos. Ante este escenario, lo importante ahora será conocer qué capacidad de reconstrucción tendrá el nuevo gobierno. ¿De qué manera podrá reunificar a la sociedad? ¿Cómo se regresará a tener confianza? ¿Qué modelo económico dará respuesta a las necesidades actuales? La democracia como la conocemos, ¿se mantendrá como tal? Y las desigualdades ¿se podrán reducir?

Y a todo esto, ¿cómo está la recta final de la campaña? A tres semanas de la elección presidencial la ventaja que dos de las fuentes más serias, como The Economist es de 347 votos electorales para Biden y 191 para Trump y la de FiveThirtyEight es de 346  vs. 192 respectivamente. El resultado puede todavía cambiar pero ante el contexto expuesto líneas arriba, se piensa que muy difícilmente se le podrá revertir. Por esta razón el presidente candidato Trump está desesperado. Sabe que de no reelegirse no sólo él, sino varios de los miembros de su familia, están expuestos a ser encarcelados por fraude, por cuestiones fiscales y por las decisiones que ha tomado. No puede perder. De ahí que a cuatro días de haber sido hospitalizado se dio de alta y a diez días de estar aislado retomó su campaña como si nada pasará. Luego, luego comenzó con visitas y eventos multitudinarios, sin cubre bocas,  sin respetar la sana distancia y sin preocuparse por contagiar a quienes estén cerca de él. Casos como en Florida, Pennsylvania, Ohio, entre otros, dibujaron esta situación. Además aprovecha lo que mejor conoce, infundir miedo entre una sociedad atemorizada y vulnerable. Continúa acusando a Biden de socialista y de tener vínculos con los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Por otra parte sigue insistiendo e infundiendo pánico ante la sospecha del posible fraude electoral, razón por la cual desde el pasado 12 de octubre, “se aseguró de acelerar el proceso para que su candidata a la Suprema Corte de Justicia, Amy Coney Barret sea confirmada”. Con ella contaría con una Corte conservadora a su favor en la que la única otra mujer, Sonia Sotomayor, se quedaría en desventaja por ser liberal. Al haber hecho una gran mancuerna con Ruth Bader Ginsburg, lograron grandes avances hacia decisiones liberales y favoreciendo cambios en diferentes temas. Con la partida de Bader Ginsburg, se queda sola en un ambiente que muy difícilmente cuestionará a Trump. Es muy probable, considerando las proyecciones de las encuestas, que los republicanos no sólo pierdan la presidencia sino también el Senado. En un contexto de posible fraude, contar con una Suprema Corte a su favor les permitirá, cuestionar y revertir los resultados finales.

El candidato demócrata, ha mantenido con un perfil mucho más prudente pero mucho más activo. Con su estilo personal, aprovecha más intensamente los constantes errores de Trump. Particularmente el tiempo en que éste dio positivo ante la COVID 19, aprovechó su contagio como su irresponsabilidad en el manejo de la pandemia, con mucha mayor ironía que en los últimos meses. En el último mes ha visitado, por ejemplo  en tres ocasiones el estado de Florida: “Su campaña ha hecho una operación quirúrgica de qué condados visitar”. Por ejemplo necesita el voto de los colombianos en ese estado. Sabe que no cuenta ni con los cubanos ni con los venezolanos. Estos votarán por el republicano. Necesita a la población jamaiquina y afroamericana. Aquí le ayuda sin duda el que el padre de Kamala Harris, su compañera de fórmula para la vicepresidencia, es justo afro jamaiquino, de ahí que visite los condados con población de estas minorías. Poder ganar un estado columpio como lo es el de Florida, le asegurará 29 votos electorales.

Por supuesto que Trump no aceptó respetar la fecha del segundo debate que hubiese sido virtual el pasado 15 de octubre. La desventaja que tiene actualmente, al haberse expuesto virtualmente ante Biden, la hubiese sin duda incrementado. No queda claro todavía si habrá dos debates más, están programados para el 22 y 29 de este mismo mes pero nada asegura a Biden que realmente el presidente no lo vaya a contagiar.

En fin, en los próximos días sabremos si habrá un resultado electoral durante la semana posterior al 3 de noviembre o, si nos iremos posiblemente hasta diciembre o enero sin saber quién es el ganador. Lo importante sigue siendo que el escenario planteado al principio, encuentre soluciones. Gane quien gane, no encontrará un entorno nada amable para poder comenzar a plantear un cambio en los diferentes modelos para reducir el caos. Muy difícilmente Trump buscará dejar el estatus quo en el que se encuentra, ni la forma como toma sus decisiones. Por el contrario, con Biden se abrirían posibles ventanas para dar los primeros pasos a la reconstrucción, que como mencioné, no será inmediata, requiere de tiempos largos y muchos años hacia adelante. Una sociedad rota, no sana tan sólo con un cambio de gobierno. EP

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