NO #EsBiden

En este texto, Jorge S. del Villar opina sobre la necesidad de que el partido demócrata busque un candidato que esté a la altura de las próximas elecciones presidenciales de EE. UU.

Texto de 02/08/23

No es Biden

En este texto, Jorge S. del Villar opina sobre la necesidad de que el partido demócrata busque un candidato que esté a la altura de las próximas elecciones presidenciales de EE. UU.

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El 31 de mayo, en una comida dentro de una casona porfiriana de la colonia Roma, de Claudia Azpiri, compartí con quienes departía, entre ellos 2 exsecretarios de Estado y varios intelectuales, mi hipótesis de que Joe Biden no sería el candidato demócrata a la presidencia de EE. UU. Por más que los medios quieran ocultarlo, Joe Biden se ha convertido en lo que, en la política mexicana, fue Fidel Velázquez. Para los postmillennials que pueden no conocerlo, Don Fidel fue un líder sindical que vivió ¡casi un siglo! Muchos aseguran que, de plano, ya lo habían momificado, pues no mostraba rastro alguno de vida. No reía, no se movía, parecía que no veía, pues sus fosas oculares se escondían detrás de unos anteojos de fondo de botella; no hablaba, sino que solo emitía sonidos extraños que bien podrían haber sido producidos por algún aparato de la tecnología de aquella época.

El problema de Biden no es la edad; mi abuelo tenía 87 años y ¡hasta novias tenía! Biden tiene un problema neuro-cerebral, que puede ir desde una demencia senil temprana hasta algo mucho más severo. Aunque se intente ocultar, los síntomas evidentes incluyen: múltiples y constantes caídas, confusión espacio-temporal, desorientación, pérdida de memoria a corto plazo, dificultad neurolingüística.

“Constantemente Biden olvida eventos recientes. Al día siguiente que regresó de Irlanda, un niño de kínder le tuvo que recordar de qué país había volado el día anterior”.

En repetidas ocasiones he visto al presidente Biden bajarse de un podio y no tener idea de hacia dónde dirigirse y extender el brazo para saludar a un fantasma, pues no hay ningún ser viviente a quien estrecharle la mano.

Constantemente Biden olvida eventos recientes. Al día siguiente que regresó de Irlanda, un niño de kínder le tuvo que recordar de qué país había volado el día anterior. Eso sí, se la pasa haciendo referencias a su niñez. En repetidas ocasiones, el mandatario ha afirmado que se ganará la guerra en Irak (en vez de Ucrania); se dirigió al presidente de Ucrania con el nombre del presidente de Rusia; y afirmó que la población de Rusia (en vez de Ucrania) está sufriendo terriblemente por los ataques de la guerra.

El hecho de que haya una serie de investigaciones sobre el propio Biden y varios miembros de su familia por haber presuntamente recibido sobornos de ciudadanos ucranianos, chinos o rumanos cuando era vicepresidente a cambio de favores gubernamentales, pasa a segundo plano, en un mundo donde la legalidad parece ya no importar. En el centro del presunto esquema de corrupción se encuentra su hijo, Hunter (‘cazador’), que ya se ha declarado culpable de haber evadido impuestos y de haber comprado un arma de fuego, lo cual es ilegal a causa de su adicción a las drogas. Para que no lo metieran a la cárcel, Hunter afirmó que no pagó impuestos por ser “taaan” adicto a las drogas que, cuando despertaba en las mañanas, se fumaba hasta el queso cheddar espolvoreado en la alfombra que sobraba de pizzas rancias. Lo curioso es que esa adicción que le impidió pagar sus impuestos no lo detuvo de formar parte de la mesa directiva de la empresa petrolera gubernamental más grande de Ucrania, Burisma, ganando un jugoso salario, cuando su papá era vicepresidente, pese a que Biden junior no sabía nada de política petrolera. Conforme escribo estas líneas, el 19 de julio, varios denunciantes de alto nivel aseveran que hubo “chanchullo” en las investigaciones para desviar todo tipo de riesgo de que dichas investigaciones llegaran al presidente.

“Es momento de que el partido demócrata se percate de que no podrá maquillar más la realidad y de que más les valdría ponerse a buscar a otro candidato”.

En un debate entre Biden y el “pelo de escobeta”, el actual presidente, quien tiene acceso a los códigos nucleares, es capaz de darse la media vuelta para irse a buscar su champurrado y su cocol. Es momento de que el partido demócrata se percate de que no podrá maquillar más la realidad y de que más les valdría ponerse a buscar a otro candidato. EP

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