La pandemia por Covid-19 acentúo las desigualdades del país. Araceli Ortega, investigadora asociada externa del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, analiza la importancia de implementar un sistema de cuidados que asegure a todos los ciudadanos el acceso a servicios básicos de salud.
La movilidad social y la ausencia de un sistema de cuidados en tiempos del Covid-19
La pandemia por Covid-19 acentúo las desigualdades del país. Araceli Ortega, investigadora asociada externa del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, analiza la importancia de implementar un sistema de cuidados que asegure a todos los ciudadanos el acceso a servicios básicos de salud.
Texto de Araceli Ortega Díaz 15/02/23
Un sistema de cuidados es una red de protección formada por instituciones que cuidan el bienestar físico integral de las personas, constituido, aunque no exhaustivamente, por hospitales, clínicas, asilos de ancianos, centros de terapia para personas con alguna discapacidad, guarderías, centros preescolares y sus respectivos sustitutos en casa, un enfermero, niñera o rehabilitador físico. Una serie de preguntas para el lector o la lectora, es: ¿tiene considerado en su presupuesto el costo de los cuidados cuando llegue a una edad donde requiera ayuda para su movilidad física y su salud? O si aún no tiene hijos, ¿ya consideró el costo de los cuidados desde el nacimiento hasta el preescolar? ¿O cuánto debe a quien lo ha cuidado cuando se ha enfermado? ¿Preferiría llegar a ser un adulto mayor cuidado por algún hijo? ¿Limitarse al tiempo que este pueda dedicarle? ¿Confinado en un espacio limitado? ¿No sería mejor que existiera un sistema público que usted eligiera para recibir cuidados? ¿O una infraestructura de ciudad que le permitiera salir en su andadera, silla de ruedas o caminando, por las calles con rampas, transporte público con llantas que bajan y suben como en los transportes europeos, que cuentan con lugar para sillas de ruedas, carriolas y bicicletas, con lugares de esparcimiento de fácil acceso, edificios con provisiones de pasamanos y elevadores, que le permiten visitar amigos y seres queridos? Ser autosuficiente aun pasando los 80 años, que sus nietos tengan su sistema de cuidados, y sólo los visite por placer, no por obligación. En este artículo presentamos los hallazgos de la presencia de un sistema de cuidados, su relación con la movilidad social, cómo la ausencia de este sistema ha conllevado a una triple carga de trabajo para las personas que realizan los cuidados dentro del hogar, y el empobrecimiento de estos a partir del Covid-19.
En diciembre de 2022, el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) publicó, bajo la iniciativa del Consejo Nuevo León, el Informe sobre movilidad social de Nuevo León, así como un documento de trabajo donde se analizaron las variables determinantes de la movilidad social en esta entidad. Ambos documentos utilizan la Encuesta ESRU de Movilidad Social en Nuevo León 2021 (ESRU-EMOVI Nuevo León 2021) que entrevista a personas de 25 a 65 años de edad (CEEY, 2022). En el informe se compara el quintil de ingresos del hogar actual del entrevistado, con el quintil que corresponde al hogar donde vivía cuando tenía 14 años de edad. El estudio destaca que aun cuando la movilidad social en esta entidad es de las más altas de México, hay brechas significativas que son posibles cerrar. En Nuevo León, 4 de cada 10 personas que nacen en el 20% más bajo de ingresos, se quedan ahí. Estos rezagos se incrementan cuando se comparan localidades con y sin presencia de instituciones que dan servicios de cuidados a enfermos, niños, adultos mayores y personas con alguna discapacidad (Ortega-Diaz, 2022).
Considerando lo anterior, se destaca que las localidades de N.L. sin presencia de hospitales o centros de salud, públicos y privados, aumentan en más del 74% la permanencia en el quintil más pobre, ya que se estima que sin esta infraestructura 7 de cada 10 residentes de N.L. que nacen pobres se quedan pobres, mientras que en presencia de infraestructura de salud la cifra es 4 de cada 10. Asimismo, si se comparan la presencia y ausencia de estos servicios en las localidades actuales de N.L., los cuales incluyen cuidados a infantes en guarderías, servicios preescolares o cuidado de adultos mayores, la permanencia en el quintil más bajo es de 60% sin servicios, y 40% con servicios. Hay una movilidad ascendente en presencia de un sistema de cuidados. Este sistema también refuerza la permanencia en los quintiles más altos, reduciendo la posibilidad de caer; esto se ve porque en presencia de cuidados, 5 de cada 10 personas en el quintil de mayor ingreso permanece ahí, mientras que en ausencia de estos servicios, la permanencia en ese quintil es casi nula. Un sistema de cuidados no sólo crea movilidad social ascendente, sino que refuerza la permanencia en el bienestar.
¿A qué se debe esta falla de movilidad social? La respuesta es sencilla: a falta de un sistema de cuidados, las personas encuentran más dificultades para disponer de tiempo dentro y fuera del hogar para estudiar, trabajar a cambio de una remuneración o colaborar en la vida pública. Lo anterior los deja con redes de colaboración reducidas, falta de ingresos, y escasa capacitación para el trabajo.
Por otra parte, debido a tradiciones culturales donde los cuidados se entienden como roles femeninos, la ausencia de un sistema de cuidados afecta más a las mujeres que a los hombres. El estudio de Nuevo León muestra que, por ejemplo, los años de escolaridad de las mujeres son mayores cuando en el hogar donde habitó de pequeña, la madre trabajaba y había alguien que ayudaba con los cuidados de niños y enfermos. Más aún, esta asociación se ve reforzada cuando se toma en cuenta si en la actualidad tiene apoyo tanto de cuidados fuera como dentro del hogar.
Esta es la primera ESRU-EMOVI representativa del estado de Nuevo León, por lo que no hay un antes y un después del Covid-19, pero estudios que se han hecho a nivel nacional con la encuesta telefónica ENCOVID-19, por parte del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (EQUIDE, 2021), muestran que desde mayo 2020 y hasta octubre 2021, las mujeres y los hogares con presencia de niños han sido los más afectados. A pesar de la recuperación del empleo, 56% de los hogares reportó recibir menos ingresos, y 1 de cada 5 de los hogares perdió más del 50% de su ingreso. Mientras, el porcentaje de hogares con hijos menores de 18 que presentaron seguridad alimentaria fue de 23% contra el 41% sin menores. Lo anterior sumado a que más del 39% de ellos reporta haber gastado más de 10,000 pesos por esta enfermedad. La tasa de desocupación al inicio de la pandemia llegó a un máximo de 18.7% para las mujeres y 13.4% para los hombres, y en octubre de 2021 a 4.0% y 2.4% respectivamente. A pesar de esta recuperación, 22% de las mujeres y 7% de los hombres reportan no estar trabajando ni buscando un empleo porque están al cuidado de otros integrantes del hogar o por falta de salud derivado del COVID; pero tienen necesidad de trabajar. Esto se evidencia aún más en las mujeres, 40% de ellas, frente al 29% de los hombres, dejaron de trabajar para apoyar en los quehaceres del hogar, y aunque algunos sólo cambiaron de trabajo, 33% de ellas y 28% de ellos no han podido realizar las mismas actividades que hacían antes de la pandemia.
Las consecuencias de la enfermedad fueron devastadoras, estas serían menos severas si existiera un sistema de cuidados para enfermos o atención para los niños, sobre todo a los menores de 5 años. Las medidas emergentes para evitar el Covid-19 conllevaron al aislamiento, no sólo laboral sino también escolar del niño por el cierre de escuelas, cuyas implicaciones directas fue una triple carga para las mujeres (Smith, 2022). Antes de la pandemia la ausencia de cuidados integrales ya implicaba una carga en horas con valor de 26% del PIB, con una distribución 3 a 1 para mujeres y hombres respectivamente (INEGI, 2014), esta se agravó durante la pandemia y actualmente no se ve una clara puesta en marcha de un sistema integral para ayudar a las mujeres a recuperar terreno en el mercado laboral remunerado, lo cual es la única solución para tener un futuro sostenible y movilidad social.
La falta de infraestructura de cuidados, aunada a las carencias preexistentes generadoras de pobreza, ensancharon las desigualdades y estancaron la movilidad social, el mismo estudio del EQUIDE encuentra que 67% de los hogares de nivel socioeconómico bajo reportaron menores ingresos, contra 43% del nivel socioeconómico más alto.
¿Por qué dar transferencias públicas a los familiares que cuidan no es la solución?
Las propuestas de perpetuar la carga de cuidados en los abuelos, en las mujeres o en los hermanos mayores, crea una serie de problemas familiares que radican, por un lado, en ¿quién de la familia se vuelve cuidador y por qué?, o ¿a cambio de qué?, y por el otro ¿a qué se atiene el sujeto de cuidado?, por ejemplo, ¿a perder derechos y libertades? Creando en el peor de los extremos relaciones de dictador y esclavo (Bondi, 2008). Dentro de estas relaciones, concluye Liz Bondi, el encargo del rol de cuidado a las mujeres contribuye a perpetuar las desigualdades de género, ya que es un trabajo no pagado que devalúa el valor real del costo de cuidar, e impide a la mujer tener acceso a tiempo para invertir en su formación escolar, capacitación para el trabajo y algo de esparcimiento, generando sentimientos de explotación. Estereotipar a la persona que recibe los cuidados como “una carga” o un ser incompleto le quita dominio sobre su vida. Lo anterior no ocurriría con un sistema de cuidados público donde los individuos pueden hacer sus propias elecciones y no depender de otros, refiere el artículo de The Economist del 19 de enero de este año titulado “La era de los abuelos ha llegado”. En este artículo se presentan las ventajas y desventajas que conlleva dejar el cuidado de los niños en manos de los abuelos, mostrando las relaciones de poder que se generan según las culturas de los países estudiados (como México, Corea, Suecia, India, Brasil, Gambia, Alemania, entre otros). Entre los efectos positivos se encuentran que en presencia de cuidados de una abuela los nietos tienen 38% mayor probabilidad de ir a la escuela, en comparación con el 15% en presencia de un abuelo. Se especifica que en México las abuelas son la fuente principal de cuidado de los nietos, y que desde el cierre de guarderías debido al Covid-19, ellas cuidan alrededor del 40% de los niños menores de 6 años de edad. La muerte de una abuela reduce en un 27% la posibilidad de la hija de participar en el trabajo remunerado. La parte negativa es que hay culturas en las que las abuelas refuerzan las desigualdades de género, lo hacen a través de no permitir a las hijas y nietas participar en los sistemas de educación y el trabajo fuera del hogar, un sistema público de guarderías sería mejor. Los sistemas privados de guarderías son caros, y sin infraestructura pública, muchas mujeres dejan a los hijos con personas de poca confianza para poder ir a trabajar. En la Evaluación de diseño 2019-2020 del desaparecido programa de estancias infantiles, se menciona que de acuerdo a un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cuando estos cuidados reciben 10% de subsidio gubernamental, la participación laboral femenina se incrementa 9%, pero cuando se subsidian al 100% se incrementa en un 50%. En esta evaluación también se encuentra que la población objetivo del programa en 2018 era de al menos 825,569 personas, pero la demanda de cuidados no está cubierta, ya que en 2017 sólo 16% de los menores recibían cuidados en una guardería, mientras que el otro 84% recibía cuidados por alguna persona, como la abuela (64%) u otra persona (36%) (CONEVAL, 2020). Al desaparecer el programa y dar la transferencia directamente a la madre, se desaparecen las economías de escala e imposibilita que muchas madres encuentren una guardería asequible, perdiendo también los beneficios infantiles de estimulación temprana derivados de convivir con sus pares. Esta misma historia de pérdida de cuidados, pero en salud, se repite al cancelar el programa de seguro popular, cuyo sustituto no se ha consolidado aún.
¿Por qué un sistema de cuidados puede ser la solución?
En países desarrollados, como Suecia y Reino Unido, que cuentan con un sistema de cuidados para menores bien establecido, se reporta que los abuelos pasan tiempo con los nietos sólo cuando quieren, sin ser obligatorio, es decir, tiempo de mayor calidad. Experimentos llevados a cabo y reportados en The Economist encuentran que cuando se da acceso a guarderías, la familia evidencia que los abuelos y los hermanos mayores tienen tiempo para trabajar y los ingresos del hogar crecen, generando movilidad social ascendente. Otra ventaja del sistema de cuidados público de calidad es que, al darle beneficio económico a estos, el trabajo se valora. John Pendleton explica que la palabra “comadrona” no tiene un equivalente en el sexo masculino, por lo que los trabajos de cuidado se entendían implícitamente como femeninos (Pendleton, 2022). Se espera que, al llevar a la economía del mercado a las tareas del cuidado, donde es pagado a hombres y mujeres que han estudiado para ello (enfermeros y enfermeras, maestras y maestros de guardería y preescolar, terapeutas y rehabilitadoras.), la economía del cuidado se entenderá sin relación a un sexo en particular, sino como un trabajo remunerado del mercado. Este sistema permite un sano desarrollo de los hijos e hijas, un poder de decisión del adulto mayor, de dónde desea recibir los cuidados, y la confianza de dejar en lugar de reposo matutino o vespertino a un enfermo crónico, dándoles calidad de vida, no sólo a la persona cuidada, sino al tutor responsable también.
¿Qué implica un sistema de cuidados?
Los sistemas de cuidados cuestan, basta hacer un ejercicio en el simulador que ha desarrollado el Instituto Nacional de Geografía e Informática (INEGI, 2021). Con él se calcula que el valor en 2021 de cuidados de enfermos crónicos realizado por una mujer fue de 28,856 pesos y de 20,207 si lo realizó un hombre, la diferencia radica en las horas dedicadas a esta labor. El valor del cuidado de una persona con discapacidad es de 26,341y 17,429 pesos respectivamente. Las horas trabajadas en cuidados y trabajo doméstico de los hombres es 35.3% de las mujeres, aunado a lo anterior, el tiempo de las mujeres en el trabajo remunerado es 34% de un día y el de los hombres es 72%. A largo plazo, las inequidades que esto genera para el retiro en la edad adulta es que las mujeres no tendrán dinero para su pensión y vivirán más años en la precariedad. Un sistema de cuidados repara esas desigualdades a través de permitir el acceso a la vida laboral remunerada de la mujer que es parte de la población económicamente activa, procurando su salud en la edad del retiro.
¿Quiénes pagarían por este sistema?
En estudios hechos hace algunos años, Paul Gertler analizó las variables relacionadas con el deseo de pagar por cuidado en salud, en dos países en desarrollo (Perú y Costa de Marfil), donde los recursos son escasos y no hay un eficiencia en el uso de recursos públicos; Gertler considera la salud preventiva y la correctiva, si los gastos en salud se hacen para tratar al enfermo en el hogar o fuera de este, o bien, si pagan por atención privada o pública (Gertler & Van der Gaag, 1990).
Como ya lo hemos mencionado, la infraestructura de salud en México, así como el cuidado de niños y adultos mayores, ya eran precarios antes de la pandemia y sus efectos negativos se agravaron aún más durante esta. En la ENCOVID-19 más del 90% de la población contestó que entre los bienes y servicios que se requieren para estar bien son un médico cuando se necesite, medicinas, estudios médicos, agua potable dentro de la vivienda todos los días, refrigerador, transporte público e internet. Lo anterior se debe a que, sin estos servicios, sobrevivir sin grandes gastos de bolsillo será cada vez más difícil, lo más grave es que más del 70% de la población carece de alguno de estos servicios. Aunado a esto, aquellos hogares sin agua potable, con casa de edificación vulnerable, servicios básicos precarios, o que viven hacinados, son más propensos a contraer Covid-19 (Ortega-Díaz, Armenta Menchaca, García López, & García Viera, 2021) .
Infraestructura en el barrio y movilidad social
En la ESRU-EMOVI Nuevo León 2021 fue posible tomar en cuenta la infraestructura, esto es, la presencia cercana, en la localidad, de servicios de alumbrado público que iluminan las calles y áreas públicas, las escuelas, los centros médicos, las estancias infantiles cercanas, lugares de esparcimiento; seguridad que reduzca la incidencia de delitos; transporte a otros lugares, y limpieza en las calles. En los resultados se encuentra que vivir en mejores barrios aumenta la movilidad social, teniendo un peso del 30% en la movilidad total. Con respecto a la calidad de barrio, Bergman, Chetty, DeLuca, Katz, y Palmer (2020) llevaron a cabo un estudio experimental en el que se da información a los hogares vulnerables sobre el costo de barrios con mejor infraestructura; con apoyo de un programa público de reubicación, los hogares pueden mudarse; el resultado es que las repercusiones de vivir en barrios con mejor infraestructura conlleva a mejoras en salud, educación, trabajo, disminución de violencia y fomenta la movilidad social (Chetty & Hendren, 2018).
Son muchos los estudios actuales para otros países ―para México son pocos aún― que prueban que el contar con una mejor infraestructura en el barrio ayuda a la movilidad social a través de dar seguridad a las personas que salen a trabajar, ya que hay un mejor sistema de transporte, las calles están alumbradas, hay vigilancia y se cuenta con hospitales, clínicas y escuelas. En particular, el estudio de Nuevo León concluye que si la localidad en la que se vive cuenta con la presencia de clínicas y hospitales, centros para discapacitados y adultos mayores, guarderías, centros de capacitación para el trabajo, apoyo a la alimentación, a la vivienda temporal, hay escuelas preescolares y de educación inicial, la persistencia en el quintil más bajo de activos del hogar se reduce 38% en promedio, y la posibilidad de salir de ese quintil aumenta 61.7%, es decir, se fomenta la movilidad ascendente.
Son muchas las preguntas que debemos hacernos, tanto en nuestro papel de cuidador como de sujeto de cuidado. Los encargados de sistemas públicos y privados deben buscar soluciones para incrementar en el corto, mediano y largo plazo el acceso a estos servicios, porque con estos se contribuye a la movilidad social y bienestar de todos y todas. EP
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