#Tablerointernacional: Noviembre

En esta ocasión, la reflexión del grupo de México en el Mundo se centró en tres temas: la guerra en Gaza, ¿escalamiento o contención?; la Cumbre de APEC y las reuniones bilaterales de México; y Argentina, rumbo a lo desconocido. Estos definen lo que viene en las relaciones internacionales de los próximos años.

Texto de , & 23/11/23

En esta ocasión, la reflexión del grupo de México en el Mundo se centró en tres temas: la guerra en Gaza, ¿escalamiento o contención?; la Cumbre de APEC y las reuniones bilaterales de México; y Argentina, rumbo a lo desconocido. Estos definen lo que viene en las relaciones internacionales de los próximos años.

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Guerra en Gaza, ¿escalamiento o contención?

A más de un mes de haberse iniciado la contraofensiva israelí contra Hamás, en Gaza, que de acuerdo a los gazatíes ha cobrado ya más de 13 000 víctimas, la probabilidad de una escalada del conflicto hacia Líbano y Cisjordania es más alta que acordar un cese al fuego entre las partes beligerantes. Hezbolá continúa con sus ataques a suelo israelí desde el Líbano, con el objetivo deliberado de evitar una mayor concentración de fuerzas israelíes en Gaza, mientras que los enfrentamientos entre palestinos y colonos israelíes en Cisjordania se han elevado. Si bien Irán ha manifestado que no intervendrá directamente en el conflicto, no queda claro el tipo de ayuda que seguirá ofreciendo a las milicias islámicas hasta ahora movilizadas. 

Mientras tanto, la consternación de la comunidad internacional ante lo virulento de la contraofensiva israelí, que ha bombardeado hospitales, escuelas y campos de refugiados, muchos de ellos bajo el resguardo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ha ido en aumento. Así lo mostró el voto de 120 países exigiendo un cese al fuego, el 27 de octubre, en la Asamblea General de la ONU. Después de tres intentos fallidos por llegar a una declaración al respecto en el Consejo de Seguridad, finalmente el 15 de noviembre se logró acordar una “pausa humanitaria” por doce votos a favor y tres abstenciones —de Estados Unidos, Reino Unido y Rusia—. Sin embargo, al momento de escribir estas líneas aún no quedaba claro cómo se instrumentaría dicha tregua temporal —ya que no es un cese al fuego— y si el gobierno de Netanyahu la respetaría. La necesidad de frenar las hostilidades se hace más perentoria ante la situación infrahumana en que se encuentran los gazatíes: cercados en un enclave de menos de 360 km2 de extensión, sin agua, ni luz, y en constante desplazamientos y huidas ante el avance de las fuerzas israelíes que buscan eliminar las huestes de Hamás.

En medio de esta situación crítica, y después de haber mantenido un apoyo político y económico casi incondicional al gobierno de Netanyahu, el presidente Biden ha puesto sus condiciones: la necesidad de reunificar los territorios de Gaza y Cisjordanina ante una Autoridad Palestina renovada, como paso previo para hacer viable la fundación de un estado palestino. En otras palabras, Washington no contempla dejar en manos del ejército israelí la reorganización y la seguridad de la franja, sino más bien en un gobierno civil palestino cuya composición y viabilidad aún no son claras. Una propuesta de esta naturaleza no será del agrado de Netanyahu, que ha hecho del ataque de Hamás una prueba más de que es imposible negociar y convivir con los palestinos. 

Tampoco contará con el apoyo de las milicias radicalizadas de Hamás y Hezbolá, ni de Irán, que consideran cualquier entendimiento de los países árabes de la región con Estados Unidos o Israel como una traición a la causa palestina. Si Washington quiere recuperar su credibilidad como garante de una solución de largo plazo en un conflicto que lleva más de 75 años, tendrá que conseguir el apoyo de Egipto y Qatar, que ha resultado clave para negociar el intercambio de rehenes entre las partes beligerantes y ofrecer salidas humanitarias a los refugiados. Tendrá, de alguna manera, que involucrar a Arabia Saudita, que hasta ahora se ha mantenido al margen de la situación y asegurarle a Jordania que un proceso de reorganización en la ladera occidental del Jordán no afectará la seguridad de sus fronteras. Tendrá que contener las ambiciones militaristas de Irán y prácticamente obligar a Netanyahu a frenar su ofensiva desmesurada en Gaza e iniciar el desmantelamiento de las colonias israelíes en territorio palestino. Semejante tarea, que requiere movilizar toda suerte de recursos para llevarla a cabo, podrá venirse abajo ante la eventualidad de un escalamiento mayor del conflicto en la región, cuya probabilidad es alta.

“Si Washington quiere recuperar su credibilidad como garante de una solución de largo plazo en un conflicto que lleva más de 75 años, tendrá que conseguir el apoyo de Egipto y Qatar”.

Tal escenario haría quizás más fuerte al ejército de Israel, pero más vulnerable a su población, tal y como lo demostró el ataque de Hamas el pasado 7 de octubre. Si alguna lección ha dado esta guerra, es que las banderas de paz tienen que venir también del lado de Israel, aunque esto no sea el sentir de su gobierno actual. Aceptar la creación y convivencia con un estado palestino, por parte de los israelíes, es condición sine qua non para sentar las bases de una pacificación de largo plazo en Palestina. De lo contrario, se seguirá alimentando el estado de guerra latente y sus estallidos cíclicos mortíferos, como el que atestiguamos en la actualidad. 

La Cumbre de APEC y las reuniones bilaterales de México 

A partir del 14 de noviembre tuvo lugar la reunión de la Cumbre de APEC (Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico), en San Francisco, California. En esta ocasión el anfitrión fue el presidente Joe Biden y además de Estados Unidos, participaron China, Japón, Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Vietnam, Malasia, Australia, Canadá, México, Perú y Chile. Sin duda, las principales economías del Pacífico asiático y americano. Su objetivo es promover la prosperidad de las poblaciones a través del crecimiento económico. Cuenta con tres ejes prioritarios: economía digital, sustentabilidad y comercio.

En los últimos años, la presencia de China ha desplazado a la economía estadounidense como principal socio comercial de muchos países, además de los miembros de APEC. Esto ha ocasionado tensiones internacionales entre las dos principales economías del mundo que buscan mantener una hegemonía global. En esta ocasión, además de la reunión de ministros de finanzas y de comercio, se tuvo la cumbre de líderes y se llevaron a cabo varias reuniones bilaterales. Entre las más importantes fue la de Biden con el presidente chino, Xi-Jinping. Tuvieron una reunión de cuatro horas en la que buscaron limar asperezas, no hablaron de Taiwán dado que es un tema para ambos conflictivo. Recordemos que desde mediados del año pasado el diálogo entre los dos líderes se dificultó después de la visita de Nancy Pelosi a la isla. Se centraron en especial en cómo reducir tensiones y en la necesidad de comunicarse entre ellos para evitar crisis y malentendidos. Mencionaron también la necesidad de darle un cauce distinto al tráfico de precursores para el fentanilo, tema que preocupa sobre todo a Estados Unidos por el número de estadounidenses muertos por su consumo. Desafortunadamente no tuvieron grandes avances en materia comercial dado que ambos países tienen intereses opuestos en este aspecto. La reunión de los dos líderes de las principales economías del mundo fue un gran acierto y una señal de que a pesar de los conflictos que vivimos tanto por la invasión rusa a Ucrania y la guerra en el Medio Oriente, ambos pueden buscar acuerdos en temas de interés global. 

En el caso del presidente mexicano, tuvo importantes reuniones bilaterales en especial con Justin Trudeau, Primer Ministro de Canadá, con Joe Biden y con Xi-Jinping. Los dos últimos le dieron un trato muy amable considerándolo cercano y buen amigo. No obstante, sus intereses son muy distintos. En el caso de Xi-Jinping, busca tener una relación cercana con México con el fin de aprovechar su vecindad con Estados Unidos y la realidad del nuevo modelo de nearshoring. Le interesa que los capitales chinos se inviertan en el país dada su frontera con el norte y su geografía.

“En el caso de Xi-Jinping, busca tener una relación cercana con México con el fin de aprovechar su vecindad con Estados Unidos y la realidad del nuevo modelo de nearshoring”. 

En la reunión con Biden, los intereses los marcó Estados Unidos, lo que se señala claramente en el comunicado de la Casa Blanca: la relación con México tiene consecuencias estratégicas que abarca todo el espectro de los intereses nacionales y de su seguridad territorial, que van desde la competitividad económica y el cambio climático, a la seguridad de los ciudadanos y la administración de la migración. Biden agradeció el total compromiso de López Obrador para frenar el tráfico de fentanilo, sus acciones bilaterales y las trilaterales con Canadá. También habló de cómo expandir la cooperación de seguridad para combatir el tráfico de personas, de drogas y armas, así como para desmantelar las violentas organizaciones criminales trasnacionales que las manejan. En materia comercial, Biden habló de la necesidad de contar con energías limpias, mencionó la importancia de los avances en inteligencia artificial y la prioridad de garantizar las cadenas de suministro. Agradeció la labor de López Obrador para frenar militarmente a los migrantes desde la frontera sur del país y su compromiso para repatriar a las personas que se encuentran a ambos lados de la frontera.

El comunicado mexicano no especificó estos temas con detalle y tan solo se centró en que ambos presidentes hablaron de los temas generales de la relación bilateral. Su principal interés fue la migración y cómo atacar las causas del problema cuando este tema no fue prioritario para Biden. En cuanto al comercio, se mencionó que México es un excelente lugar para invertir. Y, finalmente, se mencionó el interés de que EE. UU. frene el tráfico de armas hacia el país.

Argentina rumbo a lo desconocido

Javier Milei, el candidato libertario del partido de extrema derecha argentina La Libertad Avanza, logró un triunfo contundente con un margen mayor al esperado de casi 12% (55.7% vs 44.3%). Un voto policlasista y de extensión nacional en 21 de las 24 provincias incluida la ciudad de Buenos Aires. El que no haya sido una elección cerrada como se anticipaba habla del ascenso de una fuerte corriente antiperonista y, en especial, del rotundo rechazo social a su vertiente kirchnerista que dominó la política argentina desde 2003, un golpe del que le será muy difícil sobreponerse en el corto plazo. Los jóvenes votaron masivamente por Milei pues no han conocido otra cosa que la situación de crisis económica crónica y precariedad perenne y creen que hay que comenzar todo de nuevo para abrir perspectiva de futuro.

El oficialismo peronista fallido deja tras de sí un legado de desequilibrios acumulados, años de recesión económica, 143 % de inflación, una deuda impagable y el aumento de la pobreza a 40 % de la población. A nivel regional, esta elección confirma la tendencia antioficialista de los últimos cinco años, donde la clave, más que ideológica, es contra quien detente el poder. Los electores latinoamericanos están hartos de gobiernos que no dan el ancho y, en cada elección, se decantan por el cambio. En el caso argentino, se trata de una alternancia histórica hacia una propuesta de gobierno radicalmente distinta a lo que ha imperado en el país en este siglo y que implica una reestructuración completa y una reducción drástica del estado. No sólo se busca ajustar la política económica al mercado, privatizar y reducir las ayudas sociales, sino también de impulsar reformas conservadoras para revertir la legalización del aborto e, incluso, quitar los amarres a la participación de las fuerzas armadas en seguridad interna.

Son muchas las interrogantes que se abren frente a un panorama político desconocido e inédito. Ningún presidente argentino ha llegado al poder con tan poco apoyo legislativo (15 % en la Cámara de Diputados y 10 % en el Senado), sin gubernaturas ni cuadros propios; así que, de inicio, para poder gobernar dependerá del apoyo que quieran darle sus aliados políticos de la derecha tradicional liderada por el expresidente Macri y del ala dura de Propuesta Republicana de Patricia Bullrich. Habrá que ver quién controlará el timón del barco, si un presidente inexperto y radical o sus compañeros de viaje que son políticos profesionales. Un escenario posible es que Macri sea una especie de poder detrás del trono o, al menos, una fuerza moderadora del próximo gobierno. Lo que es un hecho es que ya comenzaron las negociaciones entre Milei, Macri y Bullrich para la conformación del gabinete. Pero la versión minimalista de la administración pública que propone Milei, con solo ocho ministerios de los dieciocho que existen actualmente, limita el tamaño del pastel para armar acuerdos y atraer cuadros.

“Un escenario posible es que Macri sea una especie de poder detrás del trono o, al menos, una fuerza moderadora del próximo gobierno. Lo que es un hecho es que ya comenzaron las negociaciones entre Milei, Macri y Bullrich para la conformación del gabinete”.

Milei es un presidente con prisa —“no hay lugar para gradualismos”— que ha anunciado cambios drásticos en prácticamente todos los ámbitos de la política pública. “Hoy comienza la reconstrucción de Argentina”, ha dicho. Una suerte de refundación del país, de punto de inflexión que va más allá del antiestatismo económico y el antiprogresismo social y cuestiona asuntos que parecían saldados como el de los derechos humanos tras cuatro décadas del amplio consenso del Nunca Más y otros, como la política exterior de “mínimos comunes denominadores” en favor del multilateralismo, la defensa de los derechos humanos y la integración regional.

Se ve difícil, casi imposible, que Milei pueda dar el volantazo radical ni actuar con la rapidez que pretende. Mucho dependerá de cuánto dure la luna de miel con su electorado y cómo reaccione la oposición, en particular, sindicatos y movimientos sociales que resentirán la “motosierra” del ajuste del gasto público. En los próximos meses, Milei tendrá que enfocarse en encontrar salidas al mayor problema que es, sin duda, el de una macroeconomía rota. Esta tarea en sí misma es titánica, tomará tiempo y requiere de negociaciones políticas internas en el Congreso y de una cuidadosa diplomacia económica para definir los términos de las medidas de ajuste económico junto con el FMI, así como las fuentes de divisas que hagan viable la dolarización para frenar la inflación. Antes tendrá que decidir qué hacer con el tipo de cambio y las restricciones cambiarias. Por lo pronto, los mercados y los inversionistas han recibido bien el cambio político argentino.

El triunfo de Milei tiene una dimensión global que lo conecta con el ascenso del internacionalismo reaccionario detrás del trumpismo, el bolsonarismo y el kastismo. El vuelco argentino a la derecha extrema resuena con fuerza en la política interna de la mayoría de los países latinoamericanos, donde el signo de los tiempos es la aguda polarización ideológica. La primera consecuencia de esta resonancia ideológica se observa en la relación con Brasil, el primer socio comercial de Argentina: el presidente Lula no asistirá a la toma de posesión, pero sí lo hará el expresidente Bolsonaro, su principal adversario político. Es previsible un giro importante en la política hacia el Mercosur más cercana a la posición uruguaya de flexibilización del mecanismo. Así pues, no hay duda de que habrá una reconfiguración de la política regional tras el triunfo de Milei. EP

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