Lo que nos enseña la historia

A partir del bicentenario de relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos, el grupo México en el Mundo presenta una compilación que aborda, desde diversas perspectivas, el pasado y el presente esta relación. Este ensayo forma parte del Capítulo 4 “Lo que nos enseña la historia”.

Texto de 27/03/23

A partir del bicentenario de relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos, el grupo México en el Mundo presenta una compilación que aborda, desde diversas perspectivas, el pasado y el presente esta relación. Este ensayo forma parte del Capítulo 4 “Lo que nos enseña la historia”.

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La conmemoración del bicentenario de las relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos constituye una interesante invitación para realizar en ambas naciones una reflexión dilatada y ambiciosa, la cual no debiera limitarse a rememorar los principales episodios o hitos históricos, ni quedar circunscrita a las consabidas celebraciones, eventos o declaraciones de los responsables diplomáticos en tan memorable y única ocasión. El bicentenario ofrece una oportunidad irrepetible para valorar y fomentar un nuevo acercamiento a partir de los principales estudios, investigaciones y publicaciones especializadas que se han realizado en las últimas décadas sobre tan relevante y amplio tema. Es igualmente una magnífica ocasión para llevar a cabo una necesaria y oportuna actualización, una suerte de balance, y proyección para vislumbrar el futuro de los vínculos bilaterales que para ambas naciones han sido y siguen siendo de importancia capital. Es una ocasión especialmente propicia para aprender del pasado, exponer y evaluar el estado actual de las relaciones y preguntarnos sobre su futuro.

El bicentenario es una oportunidad para plantearnos juntos estas cuestiones a partir de aquellas investigaciones y publicaciones que consultaron a los archivos nacionales y diplomáticos de ambos países. Pocas oportunidades habrá mejores que hacerlo precisamente ahora, en el bienio 2023-2024, para cobrar conciencia sobre las circunstancias y el contexto necesario para examinar los temas recurrentes y algunos que quizá no han merecido la atención debida. Esto se da justo cuando se advierte un renovado revisionismo histórico e interés patente en diversos círculos académicos, instituciones de gobierno y centros especializados de investigación, tanto mexicanos como estadounidenses, en torno a temas de interés actual.

Bosh García y el estudio del establecimiento de las relaciones diplomáticas

En la historiografía mexicana deben destacarse algunas contribuciones pioneras, fundamentales para el estudio serio y trascendental de la historia diplomática, empezando por las diez obras del doctor Carlos Bosh García, resultados de su dedicación y trabajo de docencia e investigación. La recopilación documental que inició a finales de la década de 1940, en Ciudad de México y Washington, contribuyó de manera notable a fomentar estudios históricos profesionales, más imparciales y menos apasionados. Entre estos, el periodo de 1819 a 1848 es destacable debido a la génesis de Independencia de México a la firma del Tratado Guadalupe Hidalgo, atravesando por la independencia y la anexión de la provincia de Texas. El trabajo de Bosh García fue una aportación académica de alto valor que dio a conocer, en forma sistemática, estudios analíticos basados en los documentos y materiales de estudio más importantes que dan cuenta del establecimiento de las relaciones diplomáticas de México con Estados Unidos. Por mencionar algunas esferas de este establecimiento, se pueden encontrar los avatares y sinsabores del reconocimiento mutuo, la acreditación y el desempeño de los primeros enviados, los complejos regateos del ejercicio de la soberanía sobre los extensos territorios de ambas naciones, y, con ella, la siempre conflictiva gestión y defensa de las fronteras. 

Las obras rigurosas de Bosh García forjaron escuela. Con su gran visión estimularon importantes trabajos de investigación tanto en El Colegio de México (Colmex) como en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), de manera que se pudieron apreciar en las obras emprendidas sobre las relaciones bilaterales en el siglo XIX a cargo de Josefina Zoraida Vázquez y de Lorenzo Meyer sobre los vínculos en el siglo XX. Como referencia obligada de ambos autores, sobresale en particular el libro México frente a Estados Unidos, publicado originalmente en 1982 y reditado varias veces con sus respectivas actualizaciones. Con el correr de los años, a esta publicación le siguieron las investigaciones y las obras de Jesús Velasco Márquez, Raúl Figueroa Esquer, Mercedes de Vega, Erica Pani, Virginia Guedea, Octavio Herrera, Juan Antonio Ortega y Medina, Ignacio del Río, Laura Herrera y Patricia Galeana, entre otros varios distinguidos académicos e investigadores universitarios. Además, este conjunto de investigadores interesados y dedicados al tema asumieron un firme compromiso con la docencia, la investigación documental y la divulgación de la historia, en particular con la fascinante historia diplomática de México, sin limitarse a las relaciones México-Estados Unidos, a pesar de su importancia mayúscula.

Zorrilla y la evolución de las relaciones diplomáticas

Otra importante contribución mexicana, igualmente una obra señera, fueron los dos volúmenes dedicados inextenso a la historia de las relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos, escritos y anotados por el embajador Luis G. Zorrilla, editados por Porrúa en 1965, obra que también ha tenido subsecuentes reediciones. Se trata de la primera obra de carácter general, muy bien documentada, que abarca la totalidad de los vínculos entre ambas naciones, escrita por un distinguido diplomático mexicano de carrera, culto y dedicado, que trabajó archivos de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), así como materiales disponibles entonces para su consulta en el Departamento de Estado. En ambos tomos se consigna también una prolija bibliografía asequible entonces en ambos países, de autores e historiadores mexicanos, pero también estadounidenses. 

Entre otros de los aciertos de la obra del embajador Zorrilla fue el propósito explícito de ofrecer una narración e interpretación objetiva y equilibrada, al exponer la evolución de las relaciones de ambos países, ligándola de manera sistemática con la situación interna de cada país, sin dejar de tener presente el papel protagónico de las potencias europeas, así como el contexto de la cambiante coyuntura internacional. A pesar de las modestas conclusiones de los dos volúmenes, las cuales pudieran tener una explicación en el carácter promisorio de un esfuerzo explicativo a partir de la propia experiencia diplomática del autor, las obras del embajador Zorrilla siguen siendo, como las de Bosch García, contribuciones vigentes, de referencias obligada, cuya relectura crítica se torna ahora oportuna e indispensable en ocasión del bicentenario. 

El embajador Zorrilla publicó también, en 1981, con el sello editorial de la SRE, una valiosa antología documental sobre la monumentación de la frontera norte en el siglo XIX. Su dedicación académica vinculada directamente con su prolongado quehacer diplomático, dio cause también a fomentar el interés de otros diplomáticos mexicanos de carrera en la historia diplomática, en particular aquella con nuestro vecino del norte, entre los que cabe mencionar a Walter Astié-Burgos, Roberta Lajous Vargas y Juan Carlos Mendoza, entre otros. Desde hace décadas ha prevalecido en la Cancillería un ambiente de trabajo que estimula, en particular, el cultivo de la historia, entre otras actividades de interés intelectual.

El Acervo Histórico Diplomático

Al respecto, hay que hacer notar que las fuentes primarias más interesantes y útiles para el estudio de las relaciones bilaterales se localizan precisamente en los acervos documentales diplomáticos mexicanos. Estos han evolucionado y continúan ampliándose de manera notable, ya que desde la segunda mitad de la década de 1980 y principios de la de 1990, los archivos que contienen la documentación completa de la entonces delegación y luego embajada de México, que se encontraban en custodia en la antigua sede de la representación diplomática mexicana en la capital de Estados Unidos en los siglos XIX y XX, fueron cuidadosamente trasladados e incorporados al archivo histórico a cargo de la Dirección General del Acervo Histórico Diplomático de la SRE. Estos importantes fondos documentales se han ido abriendo de manera sistemática a la consulta de los investigadores especializados y el público en general gracias a la labor callada y tenaz de archivistas y diplomáticos experimentados, como la ministra María Eugenia Roux-López, Roberto Marín, Salvador Victoria, Oliverio Ramírez Ayala, Olga Cárdenas y otros colaboradores de esa Dirección General, o bien historiadores o documentalistas vinculados a ella, quienes emprendieron las tareas indispensables de organizar, inventariar, y describir tan valiosos materiales hasta disponer de sendas guías, catálogos e instrumentos de consulta. Como en otros campos de la historia, el acceso directo a las nuevas fuentes ha hecho posible escribir y rescribir, interpretar, revisar, ampliar, modificar y realizar avances significativos a fin de desarrollar nuevos conocimientos de la historia diplomática. 

En ese sentido, resulta imprescindible destacar, también, algunas de las publicaciones ⸺que suman más de veinte⸺ de la prestigiada y reconocida colección del Archivo Histórico Diplomático Mexicano (AHDM), fundada en 1923 por Genaro Estrada, quien también cultivó pasajes fundamentales de la historia diplomática de México. Se trata de obras monográficas concebidas como una serie de contribuciones originales, destinadas a dar a conocer con hondura los alcances verdaderos de las relaciones internacionales de México. Entre ellas, hay algunas dedicadas de manera precisa a acontecimientos históricos fundamentales en las relaciones bilaterales con Estados Unidos. 

A lo largo de sus épocas sucesivas, esta singular colección ha mantenido una fructífera continuidad al reunir antologías de documentos provenientes del principal archivo diplomático mexicano, precedidas de prólogos o estudios introductorios. En ella figuran estudios monográficos sobre las misiones, las labores o las memorias diplomáticas de Manuel Eduardo de Gorostiza, Juan Antonio de la Fuente, Henry Clay, John Forsyth, Anthony Butler, Joel Roberts Poinsett, Nathan Clifford y Nicholas Trist. Se cuenta también con algunos ensayos biográficos basados en los archivos o los diarios de Dwight Morrow, Josephus Daniels, Francisco Castillo Nájera y Antonio Carrillo Flores, entre otros, al igual que con los trabajos antológicos o cronológicos sobre los representantes diplomáticos de México en Washington.

En la colección del AHDM figuran recopilaciones anotadas de la invasión estadounidense y el Tratado de Guadalupe Hidalgo, sobre la concesión Leese, y respecto a Lord Aberdeen y las cuestiones de Texas y California. Además, hay textos referentes a la Doctrina Monroe, la labor diplomática de Matías Romero Avendaño, acerca de los primeros consulados de México y la protección consular de los mexicanos en Estados Unidos, entre otros. A estos documentos debemos al trabajo fecundo de historiadores, diplomáticos y documentalistas profesionales, que van desde Antonio de la Peña y Reyes en las décadas de 1920 y 1930, hasta las aportaciones de Ángela Moyano en la de1980.

Las colaboraciones con instituciones académicas

Cabe además subrayar la estrecha colaboración con fines de investigación y publicación que, por muchos años, ha impulsado la SRE con instituciones dedicadas a los estudios históricos, como el Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UNAM, el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora (Instituto Mora) y el Centro de Estudios Históricos del Colmex. Gracias a estas mancuernas se han dado a conocer múltiples obras, entre ellas una de Josefina Zoraida Vázquez que trata de la intervención estadounidense. Asimismo, se han difundido las interesantes obras de Ana Rosa Suárez Argüello sobre el llamado destino manifiesto y las batallas diplomáticas respecto de las concesiones en el istmo de Tehuantepec, entre otros temas de relevancia. Particular mención debe hacerse de las obras más recientes de Gerardo Gurza y Paolo Riguzzi acerca de las relaciones comerciales bilaterales en el siglo XIX, sobre la vecindad, la política exterior y las relaciones económicas de ambos países que culminaron en una obra conjunta. 

Sin duda, el trabajo de investigación de Marcela Terrazas y Basante, una reconocida discípula del doctor Bosch García, ha venido a ocupar un lugar de importancia en obras publicadas por el IIH y el Centro de Investigaciones sobre América del Norte (Cisan) de la UNAM, y el Instituto Mora. Como en el caso de otros investigadores y estudiosos, sus obras están sólidamente documentados en fuentes diplomáticas mexicanas, pero también estadounidenses. Fuentes primarias basadas en documentos de archivo y fuentes secundarias a partir de libros, ensayos y artículos recogidos en publicaciones periódicas. A Terrazas y Basante correspondió precisamente coordinar un importante proyecto, visionario y ambicioso, con base en las sesiones de un seminario de estudios sobre el tema, el cual se extendió por varios años. Su propósito fue ofrecer una visión de conjunto, aportando enfoques novedosos y amplios, así como nuevos acercamientos interpretativos, lo que implicó realizar en forma adicional un arduo trabajo de revisión exhaustiva de la producción biblio hemerográfica sobre las relaciones México-Estados Unidos entre 1756 y 2010. 

Como resultado de ese seminario, que tuvo un carácter interinstitucional, fue la publicación, en 2012, de la primera edición de dos volúmenes intitulados Imperios, repúblicas y pueblos en pugna por el territorio 1756-1867 y ¿Destino no manifiesto? 1867-2010. La última obra reúne una serie de trabajos a cargo de Terrazas y Basante, Gerardo Gurza Lavalle, Riguzzi y Patricia de los Ríos, quienes analizaron y discurrieron más allá de la óptica de la historia diplomática, ahondando en varias de las dimensiones de los vínculos entre los Estados soberanos, para abarcar la historia desde la interacción plural y cambiante entre ambas sociedades, a diferentes niveles, considerando secuencias largas más que abordando situaciones coyunturales. Dicho proyecto implicó también la puesta al día de los materiales más recientes publicados sobre el tema, la recopilación completa de la producción bibliohemerográfica y de las tesis doctorales realizadas en las últimas 3 décadas. Gracias a estos esfuerzos, que fueron secundados por un grupo de jóvenes discípulos, se tiene hoy una edición digital titulada Dos siglos de relaciones México-Estados Unidos: guía bibliohemerográfica 1974-2005, la cual contiene cerca de 3000 registros. 

Los dos volúmenes citados, publicados en coedición por la UNAM, por el IIH y el Cisan, además de la SRE, presentan los resultados de los trabajos discutidos durante el seminario en ocho grandes apartados. En ambos tomos se incluyen, además, sendas presentaciones de Alan Knight, un epílogo y unas notas conclusivas, así como valiosos apéndices informativos, con la relación cronológica de los gobernantes de ambos países, los respectivos enviados diplomáticos, y los convenios y los tratados bilaterales. Todas estas publicaciones constituyen materiales de consulta muy valiosos, a los que se agregan la completa relación de las fuentes consultadas en archivos y bibliotecas, incluyendo sus respectivos índices onomásticos y una atractiva selección de fotografías, ilustraciones, grabados y mapas procedentes de varios repositorios.

Estos dos valiosos volúmenes presentan un panorama interpretativo completo de las relaciones bilaterales, que buscan esclarecer en profundidad y con enfoques innovadores, los diversos e intrincados temas y procesos, con una periodización más sustantiva y rigurosa, y menos adjetiva y episódica. Esta periodización, en el primer volumen, va de la compleja herencia recibida de los dos imperios, a la diplomacia inicial de la interacción bilateral, la independencia de Texas y su anexión, y la guerra entre 1822 y 1848, pasando por el clímax del expansionismo estadounidense y los avatares del centralismo mexicano, hasta llegar a las respectivas guerras internas en contra la secesión y del Imperio de Maximiliano, entre 1848 a 1867. 

El segundo tomo recorre, en una primera parte, los difíciles años de entendimiento, reconstrucción e integración económica entre ambos países, de 1867 a 1913, para luego dar cuenta de las graves alteraciones provocadas por la Revolución mexicana, la ardua reorganización de las relaciones bilaterales antes y después de la gran depresión económica de 1929, y las tensiones entre los gobiernos en torno a la legislación del petróleo y las formas de cooperación alcanzadas durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, contando la ocupación de Veracruz en 1914 y 1950. Posteriormente, desemboca en el curso de sus relaciones en el proceso de industrialización de México, el manejo de la deuda externa y la actuación concertada de ambos en la Guerra Fría, con los vínculos forjados en el contexto del mundo bipolar, hasta llegar a la apertura económica de México y la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), entre 1982 y 2000. Finalmente, entra a fondo, si bien de manera sucinta, en los cambios políticos registrados en México, el unilateralismo estadounidense, las exigencias de la seguridad nacional e internacional para ambos países y las crisis mundiales ocurridas en la primera década del siglo XXI.

Sin duda, se trata de la obra más reciente y completa desde la perspectiva, al igual que desde los aportes de la historiografía mexicana, que vino a sumarse a los esfuerzos realizados previamente, incorporando las tesis y las contribuciones de los principales historiadores, escritores y autores, tanto mexicanos como estadounidenses. 

Una oportunidad para reinterpretar la relación bilateral

Si se toma en cuenta lo anterior y se advierte que hoy por hoy existe la voluntad manifiesta de celebrar las relaciones diplomáticas bilaterales, después de 200 años de su establecimiento, esta es, sin duda, una oportunidad inmejorable para rexaminar, en ambos países, en el seno de diversas instituciones públicas y privadas, en las numerosas organizaciones comunitarias y sociales, y en las universidades de los dos lados de la frontera, algunos de los temas centrales de este largo proceso histórico. Al hacerlo, se debe procurar evitar el fatalismo ideológico y las narrativas convencionales que tantas veces han tenido particular eco en la opinión pública, propiciado con frecuencia por el desconocimiento mutuo, al insistir que México y Estados Unidos están condenados, de manera irremisible por la geografía y la historia, a lidiar el uno con el otro, uno frente al otro.

En mi opinión, hay temas que han recibido demasiada, desigual o parcial atención por distintos motivos, por lo que considero que, si se estudian de nuevo, haciendo uso de los documentos ahora disponibles, podrían contribuir significativamente a entender mejor las dinámicas del pasado y del presente, mirando al futuro. De ahí la importancia de volver a estudiar la negociación y la consecución de acuerdos políticos; la evolución histórica la migración mexicana a Estados Unidos; la amplia interrelación entre ambas sociedades; la contenciosa gestión de las fronteras que comunican, pero que también separan; las coincidencias y las discrepancias en torno a las posiciones asumidas en la arena internacional, o la interdependencia económica con los procesos de integración profunda y simbiótica que van más allá de la construcción binacional de identidades locales, así como de la fortaleza y la vitalidad de los cada vez más extensos intercambios comerciales y lazos culturales. 

Si hacemos un balance de las principales contribuciones mexicanas sobre la historia de las relaciones entre México y Estados Unidos, realizándolo con propósitos retrospectivos y prospectivos en ocasión de las celebraciones a las que da lugar el bicentenario, podría permitir superar las recurrentes referencias a los complicados procesos históricos entre ambos países, caracterizándolos simplemente como encuentros o desencuentros. Entonces, quizá sea posible brindar mayor atención y arrojar nuevas luces para poder comprender y ahondar sobre la asimetría del poder político, al igual que económico, de los dos países, las diferencias recurrentes sobre los factores que nos han hecho vecinos distantes o cercanos, o han condicionado de maneras singulares nuestro imprescindible diálogo político, la interdependencia económica y la fructífera asociación comercial en un mundo globalizado asediado por tensiones geopolíticas. 

Ahí están, a manera de ejemplo, los antecedentes, las consecuencias y las repercusiones implícitas del Tratado de Guadalupe Hidalgo, tanto para los mexicanos que se quedaron del lado estadounidense a partir de 1848 o los que emigraron al otro lado, más de 150 años después, y que hoy suman cerca de 40 millones de personas de origen mexicano. Del mismo modo, para los estadounidenses en todos los estados de la Unión Americana, dada la extraordinaria movilidad laboral, premisas sin las cuales resulta inexplicable la singular labor de protección a cargo de los cónsules mexicanos y la extraordinaria historia de las oficinas consulares mexicanas en Estados Unidos. El Tratado de Guadalupe Hidalgo introdujo por primera vez la idea de un mecanismo de solución de controversias. Por ello resulta relevante ante las dificultades persistentes para tener hoy una verdadera política migratoria o no haber podido conseguir una reforma migratoria integral en Estados Unidos. 

Asimismo, debe mencionarse, como otro ejemplo, la importancia, la significación y el valor de las relaciones económicas, el impulso a las comunicaciones ferroviarias y el fomento de los intercambios comerciales promovidos activamente por Romero Avendaño y otros diplomáticos mexicanos en Estados Unidos, en las postrimerías del siglo XIX. Posteriormente, debe hablarse sobre la participación y la cooperación de los gobiernos de ambos países en la conformación de los organismos económicos multilaterales durante la mitad del siglo XX. 

Estos son tres ejemplos de que, a contracorriente de lo que se ha creído comúnmente durante mucho tiempo, México fue con frecuencia el factor y la fuerza activa que supo relacionarse bien, de manera inteligente y propositiva no solo con Estados Unidos, sino a partir de él, y a pesar de él, con el resto de los países, para avanzar y defender los intereses nacionales.

El acervo documental de Matías Romero

Como una nota complementaria y posible corolario respecto de ese segundo ejemplo recién señalado, cabe hacer referencia a la importancia del colosal acervo documental de Romero Avendaño, el cual no se ajusta a la documentación que, como es bien sabido, registra la prolija misión diplomática en Washington en dos periodos cruciales para las relaciones bilaterales, en las épocas de Benito Juárez y Porfirio Díaz. Dicho acervo se resguarda en el archivo histórico de la SRE. Incluso, parte del enorme archivo personal de Romero Avendaño se mantiene desde hace más de 50 años en los acervos del Banco de México, abierto a la consulta con un catálogo que ahora ha venido a complementarse, en fecha reciente, con la digitalización e investigación del archivo familiar a cargo del Instituto Mora. 

A este catálogo hay que agregar otros fondos documentales y bibliográficos que proceden de la actividad oficial y de la vida privada del diplomático mexicano que se encuentran en el Archivo Histórico de la Secretaría de Hacienda, y algunos otros, de menor tamaño, que se localizan en el Archivo Histórico de la UNAM y en el Archivo General del Estado de Veracruz. Un esfuerzo conjunto que pudiera fomentar un ecosistema de archivos, investigaciones, instituciones, publicaciones de diversas fuentes y nuevos lectores, investigadores y audiencias, podría favorecer que se escriba y publique una nueva biografía política de Romero Avendaño, uno de los protagonistas de las relaciones diplomáticas mexicano-estadounidenses.

El estudio desde las publicaciones periódicas 

En años recientes, algunas publicaciones periódicas también han dado cuenta de temas relevantes para la historia de las relaciones bilaterales, aportando nuevos enfoques originales. Muestra de ello fue el número 836 de la Revista de la Universidad de México, publicado por la UNAM en mayo de 2018, dedicado a Mexamérica. El término hace referencia a esa problemática nomenclatura y núcleo temático que pareciera no satisfacer a casi nadie, pero que prevalece ante la falta de una mejor denominación desde su formulación en la década de 1980. Con ella se quiere dar cuenta del espacio cultural en expansión, de una sociedad binacional soterrada, de una geografía incierta, surgida a partir del torrente migratorio de México a Estados Unidos de los últimas 3 décadas que, con el paso del tiempo, ha adquirido un mayor protagonismo, transformando el sentido y la comprensión de las relaciones bilaterales. Se trata de ese vasto territorio cambiante donde confluyen y conviven las lenguas, pero también los abusos a los migrantes indocumentados, las fricciones entre las autoridades fronterizas, las manifestaciones xenofóbicas de intolerancia y rechazo, junto con los intentos recientes de erigir muros y barreras entre pueblos, ciudadanos y nacionalidades.

Hay que señalar también que, en los últimos meses, otras revistas de opinión e influencia, como Nexos, han dedicado ensayos a exponer algunos capítulos de la historia de relaciones diplomáticas bilaterales. Los artículos se centran tanto en la evolución de las relaciones económicas, las transformaciones registradas en ambos países después del TLCAN y su renovación con el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), hasta el espacio que cada país ocupa en el imaginario colectivo del otro. Además, hablan sobre cómo la vecindad ha cambiado de manera ambivalente, y a veces contradictoria, en beneficio o perjuicio de estadounidenses y mexicanos. Por último, la Revista Mexicana de Política Exterior, la prestigiada publicación académica del Instituto Matías Romero de la SRE, dedicó su número 124 a conmemorar el bicentenario de las relaciones diplomáticas. En dicho número, recoge algunas importantes reflexiones históricas en ensayos motivados por el necesario ejercicio de una discusión crítica sobre la historia compartida. Los textos fueron encargados a los principales funcionarios diplomáticos y algunos reconocidos académicos. EP

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