Las fronteras mexicanas y nuestra seguridad

Gustavo Mohar, miembro del grupo México en el Mundo, aborda en este ensayo la relevancia de la seguridad en las fronteras y sus implicaciones.

Texto de 27/05/21

Gustavo Mohar, miembro del grupo México en el Mundo, aborda en este ensayo la relevancia de la seguridad en las fronteras y sus implicaciones.

Tiempo de lectura: 6 minutos

La frontera entre México y Estados Unidos es política e histórica, no geográfica. No hay barreras naturales entre las dos naciones. El Río Grande no nos separa, nos une…

Octavio Paz

Al igual que el resto de los países en el mundo, México está en gran medida determinado por su ubicación geográfica. Las delimitaciones territoriales son producto de siglos de luchas con los vecinos, van desde negociaciones diplomáticas y jurídicas que se llegan a extender por décadas, hasta eventos violentos, invasiones militares y matrimonios de conveniencia. 

Rebasa el alcance de este breve ensayo profundizar en la evolución que han tenido el diálogo y las negociaciones multilaterales, regionales y bilaterales para dar certeza legal y política a lo que un país considera como su soberanía territorial. Ello incluye no sólo las fronteras terrestres, sino también las marinas y los espacios aéreos. 

Hoy, debido al asombroso desarrollo tecnológico que explora otros planetas, se ha abierto un interesante debate sobre los derechos que adquiere el país que lleva a uno de sus ciudadanos a la Luna, o los que se desprenden de un asombroso dron que aterriza y sobrevuela en Marte. Durante las próximas décadas es probable que el debate fronterizo sea fuera de nuestro planeta. La frase del astronauta estadounidense Neil Armstrong, el primer ser humano en 1969 que pisó la Luna, está hoy más vigente que nunca: “es un pequeño paso para el hombre, un enorme salto de la humanidad”.  

En realidad, dicha discusión se da entre Estados Unidos y China; el resto de los países somos asombrados observadores de esa discusión. Lo nuestro es más “pedestre”, más cercano, pero no por ello menos complicado. El diccionario de la Real Academia Española define “frontera” de una manera simple y clara: “es la línea real o imaginaria que separa un estado de otro”. Ni más, ni menos. Las fronteras son símbolo y realidad de todo país. Es la manera de delimitar su dimensión, su origen, su cultura, su organización política, la identidad en sus relaciones internacionales. 

En estos días, recibimos noticias diarias sobre el violento ataque que Israel ha desatado en Gaza, pequeñísimo espacio donde el pueblo palestino aspira a establecerse. Hace décadas la señora Golda Meir, primera ministra de Israel, afirmó: “No podrá haber tranquilidad de un lado de la frontera, y bombardeos del otro lado. Si no tenemos paz en ambos lados, también habrá problemas en ambos”. ¿Qué nos dice ese conflicto sobre la relevancia que tiene una frontera bien identificada? 

En nuestro caso, la experiencia nos dejó una lección al perder buena parte del territorio original al ser incorporado a Estados Unidos, como dijeron los habitantes de Texas, California, Nuevo México: “nosotros no nos cruzamos la frontera, la frontera nos cambió de país”.

“Las fronteras son símbolo y realidad de todo país. Es la manera de delimitar su dimensión, su origen, su cultura, su organización política, la identidad en sus relaciones internacionales.”

México tiene 4,380 kilómetros de fronteras terrestres: 3,145 en el norte y 1,235 entre Guatemala y Belice. El contraste entre una y otra es abrumador, algunos ejemplos son:

  • La garita entre El Chaparral y San Ysidro es la más transitada del mundo.
  • Cada día tienen lugar cerca de un millón de cruces peatonales.
  • El intercambio comercial en la frontera de México y Estados Unidos es de 1,963 millones de dólares diarios (¡96 millones cada hora!). En contraste, el intercambio en la frontera con Guatemala es de 7,312,238 dólares diarios (304,666 dólares). 
  • El volumen del comercio con Belice en un año es igual al que cruza la frontera entre Laredo y Nuevo Laredo en un día. 

Una obligación y un derecho de todos los gobiernos es decidir quién puede internarse en su territorio, en qué condiciones y por cuánto tiempo; asimismo, es inherente a ello regular y monitorear el tránsito de bienes y servicios, así como vigilar que ese intercambio se haga conforme a las leyes aplicables. 

Como señalé antes, nuestra ubicación geográfica es determinante para explicar la problemática fronteriza. Los problemas que allí se presentan se gestan en miles de kilómetros de distancia: las drogas, los migrantes indocumentados, las armas, el dinero electo, la trata de personas; todos son delitos que se expresan en esa zona, pero cuyos orígenes y razones de ser están en comunidades dispersas en todo el territorio nacional. 

Por lo anterior, cuando Estados Unidos sostiene que la frontera es un riesgo a su seguridad nacional, en realidad está señalando a México en su totalidad. Recordemos que después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, EUA sugirió iniciativas en su Congreso para establecer un “perímetro de seguridad” que llegaba hasta el río Suchiate. 

Nuestros vecinos tienen, en general, una visión distorsionada de México; prevalece el prejuicio y desconocimiento de nuestras realidades económicas, políticas y sociales. Lo anterior, tal vez, no va a cambiar nunca. Sólo al firmarse el TLC en 1994 se logró un entendimiento en la clase política y empresarial estadounidense que revaloraba las potencialidades de México como un posible socio comercial de interés. La frontera adquirió relevancia como “puente” de facilitación de los flujos de bienes y mercancías, y no como origen de riesgos y delitos. 

Lamentablemente, esa percepción se desvaneció por diversas razones y se regresó a la tradicional suspicacia. El fortalecimiento de los carteles del narcotráfico, el consumo imparable de marihuana, heroína, cocaína y hoy de fentanilo, dieron pie a las agencias de ese país responsables de combatir este delito a imponer su agenda frente al Congreso y la opinión pública en el sentido de la necesidad de “cerrar” y “controlar” la vecindad mexicana. 

“Cuando Estados Unidos sostiene que la frontera es un riesgo a su seguridad nacional, en realidad está señalando a México en su totalidad.”

Comentarios finales y esbozos del futuro

  • Las fronteras terrestres mexicanas siempre han sido relevantes y en la medida que el país se inserte en la globalidad, lo serán aún más.
  • La liberación de los mercados y los procesos de integración económica generaron la expectativa de una mayor libertad de movimiento de personas, bienes y servicios. Lo anterior se ha visto truncado a la luz de los riesgos que representan los grupos de la delincuencia organizada trasnacional y el terrorismo. 
  • Por su ubicación geográfica, es obvio lo determinante que es la frontera norte colindante con el país más poderoso del mundo, socio comercial fundamental, casa para cerca de 11 millones de mexicanos, enorme mercado para el consumo de drogas y fabricante de armas.
  • A partir de la firma del TLC, la frontera se convirtió en un elemento crítico para facilitar los cruces de mercancías en ambos sentidos. 
  • Si bien se ha avanzado en establecer protocolos de diálogo entre las autoridades responsables de la frontera en cada país, falta una visión integral compartida, de largo plazo, que permita planear inversiones en infraestructura y una cooperación sistémica para combatir la ilegalidad.
  • El tráfico de drogas, la trata y el tráfico de personas, de armas y de dinero con origen ilícito, son las principales expresiones delictivas que requieren del intercambio permanente de información oportuna y ejecutable para hacer más eficaz la lucha contra la delincuencia organizada que opera en esta zona.
  • Estados Unidos creó, a raíz de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, un armado institucional de seguridad pública y seguridad nacional para prevenir y proteger sus fronteras de los riesgos y amenazas de organizaciones terroristas. Incluye al Pentágono, así como a múltiples dependencias civiles: la CIA, Homeland Security, el FBI, la DEA. 
  • La frontera con México adquirió un estatus de seguridad nacional ante la posibilidad de que un grupo terrorista la cruce para llevar a cabo un ataque en territorio estadounidense. Esto no ha sucedido en estos 10 años, pero la posibilidad teórica no se puede desestimar. 
  • En contraste, el gobierno mexicano no parece tener claro qué quiere hacer con nuestras fronteras. De una reacción inicial de “puertas abiertas”, se pasó a un despliegue inédito de la Guardia Nacional como una muestra de disuasión y control que nunca se había tenido.
  • El presidente Joe Biden, quien conoce muy bien México y la frontera común, ha reconocido la importancia estratégica de trabajar coordinadamente en los temas fronterizos. La sorpresiva llegada de decenas de miles de migrantes centroamericanos a su frontera reafirmó su convicción de implantar una política proactiva en esa región y, por ende, con México. 
  • Lo anterior no necesariamente está mal, lo que falta es insertar dicha medida en una estrategia que conjugue las piezas del rompecabezas fronterizo: seguridad, desarrollo económico y social, claridad de atribuciones entre las autoridades de los tres niveles de gobierno inclusión de la gente que allí vive, los medios de comunicación y los organismos de la sociedad civil.
  • Los derechos humanos y el desarrollo sustentable deben ser los ejes de dicha política. 

“Falta una visión integral compartida, de largo plazo, que permita planear inversiones en infraestructura y una cooperación sistémica para combatir la ilegalidad.”

Para el combate a la delincuencia y a la impunidad, se requiere la creación de fuerzas policiales especializadas en las fronteras, como una división específica de la Guardia Nacional que trabaje en conjunto con el Instituto Nacional de Migración (INAMI) y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR). No debe ser tarea principal, ni mucho menos exclusiva, de las fuerzas armadas como es hoy el caso. EP

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