La relación con Estados Unidos: La cooperación educativa y cultural, un terreno promisorio

El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos que abordan los desafíos para la política exterior de México en 2022. En este texto, Hazel Blackmore habla sobre la cooperación educativa y cultural entre México y Estados Unidos

Texto de 12/01/22

El grupo México en el Mundo presenta una serie de textos que abordan los desafíos para la política exterior de México en 2022. En este texto, Hazel Blackmore habla sobre la cooperación educativa y cultural entre México y Estados Unidos

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La compleja relación bilateral México-Estados Unidos, los múltiples temas que aquejan a los dos países y la innegable necesidad de resolverlos, dada la codependencia existente, llaman a planes de corto plazo. Es natural que la intensidad de la relación obligue a que la mayor parte de la atención de los tomadores de decisiones y sus colaboradores se dirija a resolver los problemas inmediatos. Sin embargo, la cooperación bilateral académica es fundamental para lograr un mejor entendimiento, proponer soluciones a largo plazo y construir una región competitiva hacia el futuro.

Canadá, Estados Unidos y México son socios desde hace casi 28 años, cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Estos años, y el acuerdo, generaron un afianzamiento de las cadenas de producción binacionales y regionales. Desafortunadamente, la cooperación académica no ha estado del todo en sintonía con esta tendencia. Es tiempo de desarrollar programas de certificación bilaterales que permitan que los estudiantes de carreras técnicas tengan las mismas credenciales y estándares para trabajar en ambos lados de la frontera: en Estados Unidos, cuando hay escases de mano de obra (como pasa actualmente), o en México, cuando haya inversiones que demanden mano de obra capacitada. Esta integración educativa apoyará a varios sectores, como el energético (sobre todo con la presión que hay hacia una transición verde que demanda eficiencia y seguridad), el automotriz (con un incremento en la demanda de autos eléctricos), el de las telecomunicaciones, el aeroespacial y los de la tecnología, cómputo e inteligencia artificial. Lo anterior incluye el importante aspecto de mejorar la competencia lingüística, sobre todo del inglés en México, e implica un fortalecimiento del currículo escolar, desde los niveles más básicos, y una mayor capacitación y reclutamiento de profesores del idioma inglés como segunda lengua. 

La renovación del TLCAN en el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (TMEC), al incorporar el tema de las reglas de origen con porcentajes mayores de insumos provenientes de países con mayores salarios, es una oportunidad, pero también un reto. Las cadenas de valor podrían reubicarse a México en las partes de innovación y diseño si se logra generar una masa crítica de profesionistas que tengan estas capacidades. La cooperación en los tres aspectos antes mencionados ofrece una gran oportunidad para ampliar la competitividad de la región frente a China. No hay manera de que el gigante asiático pueda complementar la geografía con integración educativa para el trabajo y las cadenas de suministro como lo puede hacer Norteamérica. 

La cooperación académica constante tiene la ventaja añadida de fortalecer a los sistemas nacionales de educación en todas sus partes. Naturalmente, los estudiantes serán los principales beneficiarios de cualquier programa constructivo de cooperación. Así, es fundamental reconocer a grupos que tradicionalmente han estado en condiciones menos favorecidas. Una de las barreras de acceso y permanencia en la educación ha sido el bajo nivel socioeconómico. Este problema persiste tanto en México como en Estados Unidos. Desafortunadamente, este factor tiene una interseccionalidad con otros temas, como género, etnicidad, preferencia sexual, discapacidad y condiciones de vida con violencia (ya sea familiar, comunitaria o ambas). El confinamiento al que obligó la pandemia de covid-19 y los modelos educativos que fueron adoptados como compensación, afectaron más a estos grupos que a otros estudiantes. El reducido acceso a equipo electrónico e internet, y la falta de conocimiento para poder utilizar las nuevas tecnologías, han ahondado el rezago educativo y la socialización positiva. Hacia futuro, la cooperación académica deberá ir acompañada de planes de infraestructura que eviten que la falta de recursos tecnológicos sea un obstáculo más.

Otro grupo que debe ser reconocido es el de los estudiantes que compartimos: los que son de aquí y los que son de allá. Deben reconocerse los esfuerzos por proteger a los dreamers, sin olvidar que, a falta de una legislación concreta, su permanencia en Estados Unidos estuvo en vilo entre 2016 y 2020. En México fue posible adoptar algunas medidas para reconocer los grados y los estudios parciales de estudiantes de educación superior. Sin embargo, es necesario un fortalecimiento de los sistemas estatales de educación básica que no tienen las capacidades de recibir a decenas de miles de estudiantes mexicoestadounidenses que, en muchos casos, no hablan español y que fueron deportados a México. La falta de maestros que puedan atender sus necesidades educativas, lingüísticas, culturales e incluso emocionales, es un tema que debe atenderse con urgencia.

El asunto de los estudiantes que compartimos, la necesidad de estándares educativos conjuntos y de nuevas estrategias educativas llama a una cooperación para apoyar al magisterio en ambos lados de la frontera. Trabajar con este importante grupo debe estar en el centro de los esfuerzos bilaterales, ya que poseen un efecto multiplicador con generaciones presentes y futuras. Igualmente importante es trabajar en el fortalecimiento del liderazgo de cada institución para que los esfuerzos con estudiantes y profesores tengan el respaldo de directores que entiendan la relevancia de los cambios institucionales y curriculares. 

La cooperación académica bilateral también es importante para las instituciones de educación superior. La competencia desde Asia también viene en el plano de la investigación y la consecuente innovación. El actual gobierno de Estados Unidos ha entendido que, en los últimos años, han perdido terreno en el plano de la innovación y, en ese sentido, estableció la Oficina de Ciencia y Tecnología dentro de la Casa Blanca. El Director de dicha oficina, Eric Lander, ha reconocido que Estados Unidos tiene la fortuna de contar con amplios recursos financieros y científicos. Además de impulsar la ciencia y la innovación dentro del país, tiene planes de fortalecer la diplomacia científica, mediante una expansión de los programas internacionales con los cuales fomenta el intercambio del talento científico al facilitar el trabajo de investigadores de diferentes países.

Hacia el final del primer año del gobierno de Joseph R. Biden, anunciaron acuerdos de cooperación con Canadá y Suiza, y ya hay planes de nuevos acuerdos con Brasil, Corea del Sur, Francia, la India y Japón. El trabajo conjunto entre la Fundación Nacional de la Ciencia y los consejos nacionales de la ciencia de otros países significa un fortalecimiento de los grupos de investigación al darles la oportunidad de involucrarse en proyectos transformadores como el desarrollo de vacunas, tecnologías verdes, inteligencia artificial o ciencia cuántica. Las instituciones de educación superior e investigación a las que pertenecen estos académicos son beneficiadas al contar con mayores recursos, mejores laboratorios y mayor reconocimiento nacional e internacional ⸺reflejados en los listados internacionales⸺ que, a su vez, atrae estudiantes e investigadores de excelencia. También tiene el potencial de atraer la iniciativa privada en busca de desarrollo y tecnología. 

Estados Unidos y México deberán ahondar en la cooperación científica y tecnológica, ya sea por medio de los consejos de ciencia y tecnología, y alinear sus políticas, o por medio de otras dependencias. Una efectiva integración económica tendrá que buscar generar conocimiento, innovación y tecnología. Es deseable que el número de patentes regionales experimente un aumento, por lo menos al nivel que existen entre Estados Unidos y países europeos. El trabajo de grupos bilaterales debe estar dirigido tanto a responder a los retos de los avances tecnológicos como a manejar problemas como el cambio climático y las pandemias, apoyados en la ciencia. Sin duda, los gobiernos federales tendrán que estar dispuestos a invertir recursos para estos fines. 

Por lo pronto, el gobierno en Estados Unidos planea destinar 325 000 millones de dólares para investigación, innovación y preparación para pandemias, como parte de la propuesta de la Ley de Infraestructura. También ha asignado 100 millones de dólares del presupuesto del Departamento de Energía para apoyar nuevas tecnologías de baja intensidad en carbón. El gobierno mexicano deberá revisar su política para cumplir con el mandato constitucional de invertir al menos el 1% del presupuesto federal en ciencia y tecnología, ya que, ahora, aun cuando hubo un ligero incremento entre el presupuesto de 2021 y el de 2022, el monto asignado al rubro es el segundo más bajo de la década. Sin embargo, habrá que buscar maneras en que la iniciativa privada, sobre todo en México, esté más dispuesta a invertir. A la fecha, México cuenta con una de las inversiones más bajas entre los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos en investigación y gasto experimental por parte de las empresas.

La cooperación académica no solo tendrá que estar enfocada a los retos tecnológicos y científicos, sino también ⸺dada la relación tan intensa como la que hay entre Estados Unidos y México⸺ a crear soluciones conjuntas para temas tan diversos como la migración, el manejo de recursos naturales y ambientales, la salud pública, la seguridad energética, el control del crimen organizado y la seguridad pública, entre otros. Los tomadores de decisiones pueden beneficiarse de la investigación interdisciplinaria y bilateral. Es un hecho que ya existen vínculos académicos en temas específicos. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, estos binomios dependen más de los académicos que de las instituciones, lo que limita su permanencia al no contar con proyectos y presupuestos de largo plazo. Presidentes de instituciones de educación superior y de grupos de expertos (think tanks) deberán buscar formalizar las relaciones bilaterales con sus contrapartes para apoyar firmemente la investigación para la política pública.

Un objetivo que no puede dejar de mencionarse es el de la diplomacia pública. Increíblemente, aun cuando en Estados Unidos viven más de 11 millones de mexicanos de primera generación y 24 millones de segunda generación, y en México viven más de 1.5 millones de estadounidenses, el conocimiento de uno y otro país entre su población es limitado. El desconocimiento de los respectivos sistemas culturales, sociales, económicos y políticos es amplio, especialmente en lo que podríamos considerar como el México y el Estados Unidos profundo. La cooperación académica que resulta en el movimiento de estudiantes y profesores entre los dos países resulta necesariamente en la creación de un mejor entendimiento mutuo entre los jóvenes de ambos países y en nuevas redes sociales bilaterales, que sean traducidos en relaciones constructivas en el futuro. Esta movilidad académica también tiene la posibilidad de contrarrestar la discursiva denigrante basada en clichés sociales de ambos lados de la frontera al incluir a miembros de la sociedad que demuestren excelencia académica. El efecto multiplicador que puede tener un buen profesor visitante que comparta los temas más actuales de discusión, y la manera en que se abordan en el vecino país, puede llegar a ser una herramienta útil para el entendimiento entre las generaciones futuras de nuestros países. 

Finalmente, es importante que los tomadores de decisiones utilicen la cooperación académica como un instrumento único de diplomacia. Tanto en México como en Estados Unidos hay dinámicas e intereses internos que pueden llevar a momentos ríspidos en cada uno de los temas que nos vinculan. El trabajo bilateral a favor de la cooperación educativa, de investigación, innovación y cultural beneficia a la población en ambos lados de la frontera al proveer oportunidades de crecimiento personal, además de encontrar soluciones conjuntas basadas en la ciencia y los datos reales, y crear redes sociales constructivas. En resumen, este tipo de cooperación deberá verse como el tema amable de la relación bilateral, que puede ayudar romper el hielo, a desatorar impases o a cerrar con broche de oro cualquier negociación en otro asunto. EP

Documento completo: Desafíos para la política exterior de México en 2022
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