Juegos Olímpicos El “deporte” para matar caribús dio las primeras medallas

El periodista Aníbal Santiago repasa la competencia de Tiro con Arco Mixto, en la que Alejandra Valencia y Luis Álvarez dieron a México el bronce.

Texto de 26/07/21

El periodista Aníbal Santiago repasa la competencia de Tiro con Arco Mixto, en la que Alejandra Valencia y Luis Álvarez dieron a México el bronce.

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Los arqueros Alejandra Valencia y Luis Álvarez entran al campo de tiro de la isla japonesa de Yumenoshima con la misión de dar a México el primer podio en los Juegos Olímpicos Tokio 2020, y eso ya es novedoso. Pero su caminar pausado, discreto y silencioso hacia la línea marcada con la frase “shooting line” es histórica por una razón más profunda: nunca antes en el olimpismo cuatro atletas –ellos y sus rivales de hoy, de Turquía- han buscado una medalla en la recién creada categoría Tiro con Arco Mixto, otra sacudida para un mundo del deporte que desde siempre separa hombres y mujeres pero que ahora estrena una modalidad que iguala.

Bajo su sombrerito café, Alejandra tiene esta tarde una sonrisa constante, un gesto distendido que parece buena estrategia para afrontar la cima de su vida deportiva. Quizá esa actitud relajada tiene su origen en que, cuando era pequeña, pretendía ser ciclista. Pero una caída al rodar con su vehículo en el Centro de Usos Múltiples de Hermosillo le causó una lesión que, por casualidad, fue atendida de emergencia por un entrenador de otro deporte, exótico para casi todos. Abrió presuroso su botiquín y curó a la niña sonorense. “Cuando llegó a la casa –relató a El Sol de Hermosillo su madre, Elizabeth- me dijo: me invitan a entrenar un deporte, tiro con arco. El entrenador me dijo que me prestan todo el equipo”. Es decir, si el destino existe a Alejandra le conviene sonreír: un accidente fue el inicio de un camino que reveló su talento y que la tiene por tercera vez en Juegos Olímpicos, ahora cerca del bronce. Bendito accidente.

Junto a la mujer de 26 años está su compañero de equipo, Luis “El Abuelo” Álvarez, cuatro años mayor, un deportista que oculta sus emociones a los camarógrafos que pueblan esta isla que reconvertida en campo de tiro con arco fue el monumental depósito de la basura generada por Tokio, el área metropolitana más poblada del planeta (37 millones de personas, equivalentes a los habitantes de dos Valle de México). Entre el cubrebocas, que ya se retira para su tiro inicial, los lentes oscuros, la barba y la mascada morada que envuelve su cabeza, la identidad del arquero de Mexicali está cubierta. No hay modo de percibir su inquietud.

Y detrás de ambos, Miguel Ángel Flores, su entrenador, experto en dar tranquilidad con su voz mientras sus discípulos tensan la cuerda para soltar la flecha. “Fuerte y firme, buen disparo”, es una de las concisas frases que les dice en el instante en que ellos entrecierran los ojos para apuntar a la diana formada por circunferencias de distintos puntajes. En un máximo de cuatro sets en los que cada binomio tirará dos veces, se busca el mayor número de puntos al clavar la fecha lo más cerca posible del centro. Reglas simples y parecidas a las que de chicos usábamos al tirar flechas con un arquito de plástico en una diana comprada en el supermercado que clavabas en la puerta de tu cuarto. La diferencia es que aquí un arco recurvo profesional cuesta unos 60 mil pesos y su juego de flechas, por ahí de 20 mil. Y falta sumar los costos del botón de presión (arrow puller), la mira y los estabilizadores, que ya están listos para el duelo por el tercer lugar en este verano asiático. 

La turca Yasemin Anagöz impacta el centro del blanco y obtiene un 10. México necesita recuperarse, pero a Luis se le atora la flecha al colocarla. Su entrenador le pide calma y le cuenta el tiempo brevísimo que le queda para evitar una sanción: “Tranquilo, hay 10 (segundos). Tranquilo, hay tiempo”, le susurra, aunque en realidad no lo hay. Luis se calma pese a la cuenta regresiva que pronuncia su maestro, y con un segundo en el cronómetro dispara y logra un 9. México gana el primer set 36-34 y se lleva los dos puntos. 

Cuando parece que el viento empuja la fragata mexicana, “El Abuelo” dispara y hace un gesto descompuesto: sabe desde que la flecha inicia el vuelo de 70 metros a casi 200 km/h que algo anda mal. Sin control del arco, saca un disparo que por poco se sale de la diana. Al mexicano, ahora sí, se le derrama la furia: se dice algo a sí mismo, camina enfadado, baja la cabeza. Maldice. Alejandra voltea y le suelta un consuelo que él no responde. México pierde 36-27 y los dos puntos del segundo set son turcos.

Aunque no hay presión de público, aunque la pandemia ha dejado en el más helado vacío las tribunas de butacas grises y negras y no hay susurros de aficionados que distraigan, el viento marítimo arrecia, mueve los arcos y enciende los nervios. Alejandra y Luis luchan por concentrarse y repiten dos 10 que en el cuarto set ayudan a una victoria 39-36. Sonríen, se miran, chocan los puños: otros dos puntos para México, que buscará el bronce en el cuarto set. 

Jalando la cuerda con tres dedos vendados, Alejandra tira 9 y Luis lo mismo. Y entonces, lo insospechado: aunque el turco Gazoz logra un 9, su compañera dispara un flechazo que lleva lágrimas, y muy lejos del centro alcanza apenas un cinco. Alejandra repite el 9. Y por eso a Luis, en este momento, le basta un 6 para entregar a México el bronce. A Alejandra se le sale una sonrisa blanca y enorme y mira al “Abuelo”, que toma seguro su arco rojo, apunta, y deja pasar 10 segundos, 15, 20. Cuando faltan cinco, Alejandra lo mira, silenciosa y atenta, le dice unas palabras con el viento peligroso alzándole el pelo. Luis dispara, la flecha avanza. Siete: más que suficiente.

Alejandra y Luis se abrazan, apretujan a su entrenador. Minutos más tarde, sobre el podio, ellos mismos se colocan las medallas de bronce. Alzan los brazos a las tribunas vacías, o en realidad a los miles que en México los miran a las 3 de la madrugada, ansiosos de que el recuento de metal empezara. A las sonrisas de los arqueros las tapa el cubrebocas, pero las sonrisas ascienden entre la tela anticoronavirus y se les escapan por los ojos.

En la Edad de Piedra, en el Pleistoceno, los primeros humanos ya tiraban con arco y flecha en el hielo del Ártico. En julio del 2021, el “deporte” más antiguo de la Tierra, el que servía hace 14 mil años para cazar y comer, ya no mata renos o caribús sino atraviesa dianas en calurosas y modernas islas donde Alejandra y Luis, sobre el podio, se sacan un momento sus medallas del Tiro con Arco Mixto para mirarlas, analizarlas, decirse emocionados algo. Por esa flamante invención olímpica encumbrada por una sonorense y un bajacaliforniano, la bandera de México ya ondeó en el cielo azul de Tokio. EP

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