El obradorismo a debate. Apuntes sobre Vuelta a la Izquierda, el libro de Carlos Illades

El libro de Carlos Illades es una obra que hace un balance general del inicio del sexenio de López Obrador. Un libro que, de acuerdo con Hernán Gómez, es teórica e intelectualmente sólido, a pesar de tener algunos defectos.

Texto de 09/09/20

El libro de Carlos Illades es una obra que hace un balance general del inicio del sexenio de López Obrador. Un libro que, de acuerdo con Hernán Gómez, es teórica e intelectualmente sólido, a pesar de tener algunos defectos.

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Carlos Illades, un reconocido estudioso de las izquierdas, publica la obra Vuelta a la Izquierda (editorial Océano, 2019), la primera en su tipo en efectuar un balance general de la gestión de Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, al cubrir únicamente el primer año de esta administración, sus observaciones son limitadas y algunas de sus conclusiones premeditadas.

Con todo —e independientemente de no coincidir con una parte de sus juicios—, resulta un trabajo intelectualmente estimulante para promover una discusión sobre el sentido de la narrativa obradorista en el ámbito ideológico, programático y político. En estos apuntes resumo algunos de los argumentos que más me han llamado la atención y manifiesto algunas posturas con relación a ellos. 

Hay tres elementos fundamentales que, para Carlos Illades, distinguen el perfil ideológico de la 4T: el realismo macroeconómico, la política social redistributiva y el nacionalismo económico. A pesar de su visión crítica, el autor reconoce el potencial de cambio que emana del actual gobierno y destaca algunas de sus aportaciones. En primer lugar, que el triunfo del obradorismo permitió derribar el mito de que México era un país de clase media, para colocar al pueblo y a los desposeídos como el nuevo sujeto de la historia.

En segundo lugar, la capacidad para definir, en un lenguaje sencillo y persuasivo, a los actores del conflicto social, nombrar a los adversarios y puntualizar los agravios de ese pueblo; en tercero, su rescate de lo público: la búsqueda por recuperar espacios de gestión estatales delegados a los particulares, y pasar —de forma legal, pacífica y democrática— del Estado mínimo a un Estado que no puede eludir su responsabilidad pública, económica y social. 

Una crítica desde la izquierda 

La obra de Illades tiene el mérito de hacer una crítica al obradorismo desde una visión de izquierda. A pesar de provenir de un intelectual con una formación socialista, no le niega a López Obrador el representar una expresión de izquierda, como ocurre en otros casos. En un sentido amplio, sostiene, el proyecto obradorista es de izquierda por su preocupación ante la desigualdad, sus apoyos a los sectores desfavorecidos y sus políticas sociales redistributivas, las cuales embonan con una perspectiva igualitaria históricamente identificada con la izquierda.

Dentro de las tres grandes tradiciones de la izquierda mexicana —la socialista, el cristianismo social y el nacionalismo revolucionario— el historiador ubica al obradorismo fundamentalmente dentro de esta última, aunque también con elementos de un romanticismo social decimonónico y de inspiración religiosa. La obradorista es, para él, una izquierda que adolece del progresismo que ha acompañado históricamente a parte de la izquierda, al articular una demanda de derechos sociales e individuales, y al favorecer la organización, la autogestión e incluso la autonomía de las clases subalternas; elementos que no estarían presentes, según él, en el liderazgo de López Obrador. 

Para el autor, la firme creencia de este presidente en que la familia es la institución más importante de la sociedad, le imprime a su gobierno un carácter conservador y lo perfila más como un republicano que como un liberal. Incluso sus constantes críticas al individualismo, junto con su preferencia por valores comunitarios de convivencia, también lo ubicarían en una posición distante del liberalismo.  Al menos en el plano económico, nos recuerda Illades, es precisamente la búsqueda del beneficio individual el punto a partir del cual se puede alcanzar el bien común. 

Para el historiador la propuesta de AMLO no sólo tiene un tamiz conservador por su convencionalismo con respecto a los derechos de las mujeres y su postura frente a la diversidad sexual, sino también —y de manera interesante— por su concepción del conflicto social. Y es que el conflicto en López Obrador no surge de la sociedad misma ni remite a la lucha de clases, como suelen creer ciertos grupos de la derecha. Esa observación que hace Illades resulta interesante porque nos dice que el antagonismo que importa a este presidente es aquel que separa al pueblo de un Estado copado por una minoría corrupta. 

La observación es clara. Desde una visión de izquierda, el discurso de López Obrador encuentra sus límites precisamente aquí: en que para él la desigualdad no es producto de la explotación, la dominación o la propiedad privada de los medios de producción —para usar un lenguaje marxista— ni tampoco la enorme iniquidad en la distribución del ingreso que ha caracterizado a nuestra sociedad. Es, en todo caso y sobre todas las cosas, producto de la corrupción. En ese sentido, sólo la riqueza mal habida pareciera abonar a la cuenta de la desigualdad, lo cual sabemos bien que no es verdad. 

“Tildar a las izquierdas emergentes de populistas ha sido la manera más fácil de adjetivar a cualquier oposición incómoda al status quo.”

El populismo y las masas

Illades no profesa demasiada simpatía por el término populismo, por considerarlo poco útil para explicar el fenómeno que estamos viviendo, e incluso por estimar que se trata de un término “contaminado” por su mal uso. En otro de sus libros, El Futuro es nuestro (Océano, 2017), el historiador recuerda que “el vocablo populismo tiene significados tan diversos desde que entró en el lenguaje político después de la posguerra que en rigor es un concepto vacuo, pues funciona más para descartar a los adversarios que para entender la política”. En ese libro escribe también —con toda razón— que tildar a las izquierdas emergentes de populistas ha sido la manera más fácil de adjetivar a cualquier oposición incómoda al status quo

A pesar de ello, Illades admite en su libro un populismo discursivo en López Obrador, el cual se basa en el establecimiento de posiciones binarias; siendo la fundamental aquella que delimita la frontera entre el pueblo y la “mafia del poder”. Al apelar al pueblo, sin embargo, no se refiere al pueblo liberal en abstracto, sino a lo que llama “el pueblo romántico”: el que se identifica con las clases productivas (empresarios honestos y trabajadores manuales) y los desposeídos: un pueblo unitario, bueno y homogéneo confrontado con las clases parasitarias que han vivido a costa de los negocios con el poder público. 

Illades observa que, a diferencia de líderes considerados populistas como Hugo Chávez o Evo Morales, AMLO no confiere el mismo tipo de protagonismo a las clases populares ni promueve lo que llama “la movilización permanente de las masas”. Le pregunté a Illades en una entrevista a qué atribuye esta diferencia entre el obradorismo y los populismos sudamericanos. Su respuesta fue: AMLO es un presidente que “no está dispuesto a correr riesgos” ni a promover formas de organización “que escapen a su control”. 

El investigador de la UAM considera incluso paradojal el hecho de que el presidente, a pesar de tener en el pueblo un importante referente discursivo y empírico, tienda a percibirlo como un actor pasivo, antes que un sujeto con voluntad propia. No es mediante su acción organizada, enfatiza, como ese pueblo obtiene sus reivindicaciones, sino a través de la interlocución con un líder político.

Para Carlos Illades, aunque el proyecto obradorista tiene la virtud de incorporar a las clases populares que fueron relegadas por una modernización neoliberal excluyente, la integración de las masas parece seguir la misma lógica de subordinación del régimen de la Revolución Mexicana, aunque con una interlocución más directa con las masas. En ese sentido, Vuelta a la Izquierda plantea que López Obrador se asume como un “delegado del pueblo, como el hombre común a quien le corresponde hablar en nombre de todos porque, precisamente por ser común, es uno más, pero uno entre muchos idénticos a él”. 

En este punto Illades retoma la crítica más potente que José Revueltas elaboró al régimen de la Revolución Mexicana, por considerar que este impidió la emancipación de las clases populares y trabajadoras, las cuales terminaron por considerar propios intereses ajenos, confundieron la emancipación con la incorporación subordinada al Estado revolucionario y concibieron el mundo desde una ideología ajena a su propia clase. Para el autor, el régimen de AMLO se estaría moviendo en una lógica similar: una que incorpora a las clases populares, aunque sin ofrecerles la posibilidad de liberarse ni autogobernarse. 

Aquí estimo que Illades lleva sus conclusiones demasiado lejos. La idea de que el obradorismo pretende subordinar a los sectores populares es equivocada si atendemos, por ejemplo, a la reforma que permitió que los trabajadores elijan libremente a sus dirigentes sindicales. Independientemente de que esa reforma no fuese un planteamiento de campaña, sino una de las condiciones impuestas por el T-MEC, no implica que se trate de un logro de este gobierno y obligaría, cuando menos, a revisar la tesis de que López Obrador tiene una política deliberada de subordinar a los sectores populares o limitar su independencia a la manera del régimen priista. 

El carácter “estatista” del obradorismo es otra de las críticas del autor, quien acusa que el mismo impide sumar a su proyecto a las organizaciones independientes de la sociedad civil. Al liderazgo presidencial, nos dice, le cuesta interactuar con grupos que no se subordinan a sus políticas o que poseen un carácter autónomo. Tampoco el presidente tiene interlocución con los dos movimientos sociales que han cobrado mayor presencia en los últimos años: el feminismo y las luchas ambientalistas, los cuales han sido alianzas propias de la izquierda progresista. 

Pienso que aquí Illades incurre en una generalización. Ciertamente AMLO no ha empatizado con buena parte de los nuevos movimientos sociales. Sin embargo, es un exceso afirmar que esté alejado de la sociedad civil en su conjunto. Lo que ha ocurrido fundamentalmente es que este gobierno dejó de aceptar como interlocutores privilegiados a cierto tipo de organizaciones de la sociedad civil —algunas de las cuales tuvieron un poder de picaporte muy por encima de su representatividad real—, e incluso tomó la buena decisión de no recurrir más a ellas como intermediarias en la dispersión de recursos. Ello no implica, sin embargo, que el obradorismo no sume o pueda sumar a otras organizaciones, algunas incluso con una fuerte base social y arraigo local. 

La política social

Illades menciona que la política social de López Obrador promueve un trato directo con la sociedad, razón por la cual sus programas y políticas recurren mayoritariamente a las transferencias en efectivo a beneficiarios de programas sociales. El estudioso formula dos tipos de críticas a esta política: por un lado, que genera actores pasivos que no desempeñan ninguna función en la gestión de recursos, sino que terminan siendo “simples derechohabientes poseedores de una tarjeta para acceder a los fondos de un programa público”. 

La afirmación ciertamente considera a una buena parte de los programas de transferencias, pero no a la totalidad. Sembrando Vida, por ejemplo, un programa que contempla 28 mil millones de pesos y beneficia a 430 mil campesinos, organiza a las comunidades en grupos de 25 personas para que produzcan en una lógica de autogestión comunitaria. La Escuela es Nuestra, al otorgar apoyos a los comités de padres de familia para el mejoramiento de los centros educativos, promueve la organización comunitaria; lo mismo las acciones de ampliación y mejoramiento de la vivienda. Incluso la labor de los servidores de la nación, muchas veces estigmatizada y poco comprendida, promueve la organización de procesos participativos a través de los llamados Centros Integradores de Desarrollo, independientemente de que pueda también adoptar una lógica político-electoral.

La segunda crítica de Illades a la política social de AMLO tiene que ver con que, a su juicio, no conlleva a la institucionalización y el reconocimiento de los derechos universales, con lo que la asignación de los programas sociales quedaría al arbitrio del gobierno en turno. El historiador incurre aquí en un equívoco, a mi juicio el más grave de este libro. Si algo ha caracterizado al obradorismo es la aspiración de avanzar hacia programas sociales universales, lo que se logró en el Gobierno de la Ciudad de México a través del Programa Pensión para Adultos Mayores y se está haciendo a nivel federal. Hoy prácticamente la totalidad de los adultos mayores pueden acceder a una pensión no contributiva (a la fecha son ya 8.4 millones). 

Incluso la reforma constitucional que aprobó el congreso en mayo de 2020 —después de que Illades terminó de escribir su libro— apunta precisamente a reconocer los programas sociales como derechos universales a grupos demográficos específicos como los adultos mayores o las personas con discapacidad, y pretende evitar la discrecionalidad en la asignación de dichos programas, que ya no estarían sujetos a la voluntad de una administración. Por si eso no bastase, también la política de salud propone objetivos de universalidad con la creación del Instituto Nacional de Salud para el Bienestar. 

Modelo de desarrollo

Para Illades, la llamada 4T no representa una ruptura con el modelo neoliberal, salvo por el uso que se da a los recursos públicos generados a partir del ahorro, mismos que se emplean básicamente en el rescate del sector energético —abandonado por décadas—, así como en financiar programas sociales. Fuera de eso, sin embargo, el historiador piensa que la 4T representa más continuidad que cambio en la medida en que se mantiene el referente de la reducción del gasto público propio del modelo neoliberal, junto con las bajas tasas impositivas, el libre comercio y el neoextractivismo en la explotación de los recursos naturales. 

El modelo económico de la 4T, apunta, sigue atado a la globalización neoliberal. Ciertamente ese modelo recupera las políticas desarrollistas de antaño —tales como la inversión pública en infraestructura y otros sectores estratégicos—, aunque lo hace en un contexto radicalmente distinto. Uno que no es el de una economía cerrada, como la que tuvimos hace medio siglo, sino el de una de las economías más abiertas del mundo. 

Quizás aquí las cosas deberían verse como un vaso medio lleno o medio vacío. Pensar en el régimen actual como uno post neoliberal —donde más que una ruptura hay una mezcla entre continuidad y cambio— es más útil que aspirar a verlo en blanco y negro. También es importante recordar que pocos gobiernos de izquierda en América Latina fueron capaces de abandonar tajantemente las políticas neoliberales. En casi todos los casos, dado que el margen de maniobra es limitado, se ha visto una combinación entre las políticas neoliberales y neodesarrollistas.  

“El conocimiento que AMLO tiene del pasado nacional, sostiene Illades, pareciera que lo exime de conocer otros campos del saber, incluidas las ciencias sociales.”

Visión histórica, democracia y conclusiones

Uno de los rasgos que definen de manera particular al obradorismo, y que Illades también resalta, es la enorme importancia que este presidente confiere a la historia como maestra de la vida y de sus propias acciones como político. El conocimiento que AMLO tiene del pasado nacional, sostiene Illades, pareciera que lo exime de conocer otros campos del saber, incluidas las ciencias sociales. Para este presidente es como si con la historia bastase, porque en ella están todas las claves del presente y del futuro. La visión histórica de López Obrador, apunta el autor, tiene una impronta romántica que se confunde con el civismo; el tipo de historia donde hay buenos y malos y las naciones poseen un rumbo definido y un destino. 

En materia de democracia, Illades cree que el obradorismo no consigue desprenderse de la matriz autoritaria del régimen posrevolucionario. Las consultas populares de AMLO, por ejemplo, no le parecen un avance democrático: en lugar de otorgarle un papel protagónico a la sociedad en la toma de decisiones públicas, han funcionado como un mecanismo de legitimación de decisiones tomadas previamente. Al final, con todo y la incuestionable legitimidad democrática ganada a pulso en las urnas, el autor piensa que el presidente ha retomado en el Ejecutivo las riendas de la gobernabilidad que se flexibilizaron durante los años de la alternancia. 

Ya hacia el final de la obra, Illades nos plantea que una transformación de régimen no puede alcanzarse por decreto. Que por tanto es muy pronto para comparar esta presunta 4T a los tres grandes cambios históricos precedentes. Para él, lo que estamos viviendo difícilmente podrá representar un cambio sustantivo por no generar una ruptura con el régimen emanado de la Revolución Mexicana ni con el modelo neoliberal. Este gobierno, a su juicio, refuerza elementos del pasado con algunos añadidos. En esa lógica, su conclusión es que el obradorismo se queda corto en relación a las rupturas históricas precedentes que crearon nuevos Estados (como la Independencia o la Revolución), o modificaron el régimen (como la Reforma). 

Finalmente, Carlos Illades dice tener certeza de que López Obrador no intentará reelegirse. Sin embargo, insiste en que el futuro de la 4T es incierto. Y uno de los ámbitos de mayor incertidumbre, apunta con razón, tiene que ver con la falta de claridad sobre el tipo de cuadros e instituciones políticas a las que podrá recurrir el obradorismo para integrar un bloque emergente que dé continuidad transexenal a su proyecto y permita construir una hegemonía. El dato no es menor si vemos cómo en las últimas semanas y meses se han presentado conflictos al interior de Morena, dentro del gabinete obradorista y en su base parlamentaria, que podrían, eventualmente, derivar en fracturas que obliguen a una recomposición del campo político de la 4T.  

En suma, Vuelta a la Izquierda de Carlos Illades es el primer libro serio que se escribe sobre el obradorismo. Es un trabajo teórica e intelectualmente sólido, aunque tiene algunos defectos: es un trabajo de escritorio sin observación empírica; llega a conclusiones demasiado prontas para un corte temporal limitado (se terminó de escribir en diciembre de 2019), incurre en ciertas generalizaciones y no está libre de reproducir algunos prejuicios. EP

Illades, Carlos, Vuelta a la izquierda. La cuarta transformación en México: del despotismo oligárquico a la tiranía de la mayoría, Océano, México, 2020. 

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