Boca de lobo:“¡Que viva México y que viva la censura!”

Aníbal Santiago escribe sobre la censura al cineasta Luis Estrada durante este sexenio.

Texto de 09/11/22

Aníbal Santiago escribe sobre la censura al cineasta Luis Estrada durante este sexenio.

Tiempo de lectura: 4 minutos

Los cines Tlatelolco, Latino, Regis, Manacar, Diana, Carrusel 70 y muchos más eran el Olimpo de los desnudos en el DF. En las películas Alerta Alta Tensión, El Tigre, No se pase, profe y muchísimas más, las mujeres servían para sabrosear, manosear y mirar en su intimidad. Eran fuente desechable de placer inagotable.

En aquel febrero de 1969, apenas cuatro meses después de la Matanza de Tlatelolco, se exhibía otra cinta —una comedia- de mujeres con poca ropa: La Casa de Madame Lulú. Así la reseñó el crítico Héctor Santiago: “La Casa de Madame Lulú es un lujoso prostíbulo. Las mujeres trabajan para jueces, políticos, empresarios, jefes policiales. El prostíbulo lo protegen ellos. María, la prostituta más prestigiosa, conoce a Pepe, guapo y joven periodista que es, en realidad, un infiltrado que dentro de la casa investiga la hipocresía de los poderosos: en público faros de moralidad, pero consumidores de servicios sexuales ilegales. Pepe inicia una lucha que lo lleva a la cárcel por subversivo, pero logra su misión: publica el reportaje que desenmascara a los corruptos. Además, enamorado, se casa con María, que escapa del prostíbulo anunciado el nacimiento del Sindicato Femenino de Relaciones Íntimas”. 

Ni las piernas ni las nalgas, ni la degradación de la mujer fueron un problema para el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. El problema fue otro: Pepe, el reportero, es un marxista que lucha contra el sistema. Es decir, un comunista combate a hombres poderosos, violentos, despóticos, deshonestos, hipócritas, que abusaban de las mujeres y les pagaban con dinero del erario. 

Aunque la película era argentina, se parecía demasiado a México. ¡Basta!, gritó el gobierno. A través de Hiram García Borja, titular de la Dirección de Cinematografía, el gobierno de Díaz Ordaz anunció que en México habría una limpia cinematográfica. ¿Por qué?

El reportero José Cardona, de El Universal, buscó al funcionario. ¿Qué pensaba de esa película?, le preguntó. Así narró el periodista la reacción escandalizada de García Borja: “dio un brinco y dijo que La Casa de Madame Lulú era la última de ese tipo que la dirección autorizaría”. Era esa película la que había derramado el vaso y detonado la “limpia”. 

Dentro de todo lo cuestionable que era coartar la libertad de expresión, el gobierno de Díaz Ordaz declaró sin recato que esa cinta era la intolerable, y que por ella habría censura general. Fue honesto con la gente. 

A más de medio siglo de aquello, el cine aún incomoda. Y todo indica que nuestro gobierno, aunque esté del mismo lado que Pepe, el comunista justiciero de La Casa de Madame Lulú, también censura. 

El lunes, el podcast El Café de la Mañana que conducen Olivia Zerón y Alfredo Lecona abrió sus micrófonos al director de cine Luis Estrada para contar los entretelones de su nueva película ¡Que viva México!

¿Quién es Luis Estrada? Imposible no conocer una de sus películas, todas sátiras políticas. Es guionista, productor y director de La ley de Herodes (1999), una referencia al oscurantismo de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo. Después lanzó Un Mundo Maravilloso (2006), que clavó el sable al presidente Vicente Fox. El Infierno (2010) denunció a Felipe Calderón como autor del exterminio humano en la lucha contra el narco. Y La Dictadura Perfecta (2014) desnudó a Enrique Peña y su esposa como protagonistas de su penoso show televisivo sexenal. 

En los cuatro casos, pese la crítica inclemente, salvaje, despiadada a los gobiernos en turno, esos mismos gobiernos apoyaron con presupuesto a las cuatro películas que los pulverizaban. Aunque alguien diga que solo lo hacían porque era una válvula de escape, loable es que esas producciones de primera recibieran dinero público.

Y entonces, instalado Andrés Manuel, la secuencia creativa de Estrada indicaba que sería el gobierno de la 4T el siguiente blanco de su humor e inteligencia. Pero hoy, si el humor y la inteligencia son críticas con el poder no se toleran porque vienen del enemigo.

Estrada relató en el podcast estos episodios cuando buscó al gobierno:

1.- Con mi proyecto impecablemente armado apliqué dos veces al Fonca (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes) y me lo negaron. Me dije: “no seas paranoico, ni modo”.

2.- Apliqué al fondo Eficine del Instituto Mexicano de Cinematografía. En uno de los 200 documentos que presenté no aparecía como “Luis Antonio Estrada Rodríguez” sino como “Luis Estrada Rodríguez”. “Tu proyecto se rechaza porque no sabemos si son la misma persona”. 

3.- Lo volví a presentar, y ahora sí leí 200 veces que apareciera como “Luis Antonio Estrada Rodríguez” y me dicen: “Fíjate que uno de tus inversionistas tiene multa por pagar extemporáneamente su declaración de noviembre de 2021. Lo sentimos, vete a la chingada”.

4.- Dije: “Probemos otra vez. Ahí va tu pendejo al IMCINE a llevar una presentación impecable. Y su directora, María Novaro, me dice: “Lo rechazamos porque no reúne la calidad de otros proyectos. Tu guion es una mierda, tu equipo es una cagada y tu reparto no le interesa a nadie. Estás rechazado”. Todo lo tengo escrito y grabado.

¿Cómo interpreta el director los cinco rechazos? “Censura preventiva”, dice. 

Y sí, la película mira con mordacidad lo que la 4T ha promovido: la guerra social desatada por estereotipos como fifís y chairos, mestizos e indígenas, conservadores y progresistas. El odio contra los críticos, pues todo crítico es enemigo. Y si este presidente está a nada de compararse con Jesucristo, en la cinta explícitamente lo hace. 

Netflix, finalmente, otorgó a la productora Bandidos Films los recursos que el gobierno negó por las tres excusas: el nombre de Estrada, su socio moroso y la falta de calidad (dudable si el criterio son sus películas previas).Claramente, este gobierno censura, guillotina la sátira y el humor que lo tocan, no de modo abierto como Díaz Ordaz, sino con las vergonzosas excusas de la burocracia. EP

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