Boca de lobo: Balas para jueces, ministerios públicos y fiscales

Aníbal Santiago escribe sobre homicidios que han marcado, hasta ahora, al sexenio en curso.

Texto de 26/10/22

Aníbal Santiago escribe sobre homicidios que han marcado, hasta ahora, al sexenio en curso.

Tiempo de lectura: 3 minutos

¿Cómo estás, México? ¿Deprimido, ansioso, enojado, desesperanzado, triste, aterrado? O bien, en el otro extremo, ¿exultante, ilusionado, animoso, entusiasmado, alegre?

Tú, un paciente llamado México, te recuestas en el diván para desnudar tu realidad al terapeuta en tu sesión psicológica de cada siete días. Tienes que contar tus más recientes verdades para así ir entendiendo tu alma.

Solo debes repasar tu última semana. No más. ¿Qué tal te fue? Veamos qué relatas.

Salvador Llamas, prestigioso militante de Morena y titular de Agua Potable de Zapopan, fue acribillado en un Sonora Grill. A una fiesta de la colonia Buenos Aires de Monterrey llegó un comando que asesinó a seis. El mismo viernes mataron a ocho en Baja California y a ocho más en Guanajuato, tierra de fuego entre el CJNG y el Cártel de Sinaloa. En Campeche dos sujetos asesinaron a José de Jesús Arambul, ex candidato municipal de Movimiento Ciudadano. En Escobedo, Nuevo León, apareció el cadáver encobijado de una mujer y a su lado, en un tambo, el cuerpo mutilado de un hombre. Rosa Laura, mamá mexiquense, oyó a la mañana que tocaban su puerta en Cuautitlán; abrió, le dispararon y murió. Al amanecer del viernes, un hombre fue ultimado a tiros en Tacoaleche, Zacatecas. En la calle Banderas de Celaya, una mujer observó que hombres la seguían; corrió pero murió alcanzada por los disparos. En Colima, a pasos del C5 (en teoría el sitio más seguro de la ciudad), un hombre fue baleado y asesinado. Roberto Mendoza, estudiante de Derecho de 23 años y cantante del grupo Los Mendoza, fue asesinado en Tijuana por sicarios vestidos de repartidores de comida. En el Bajío, en menos de 48 horas, dos menores fueron asesinados: la primera, Anahí, destacada futbolista de 15 años dentro de su casa de Salvatierra; el segundo, un chico de 13 años en León mientras viajaba en auto con su familia. A una mujer embarazada de Xicotepec la degollaron y le cortaron las muñecas en esa comunidad poblana.

Vamos a detenernos ya mismo porque el recuento podría tener decenas de historias más sucedidas únicamente la semana pasada. Solo nos referiremos a otro caso porque es un símbolo. Sully Ponce, abogada y primera fiscal para la atención de feminicidios en Chihuahua, fue asesinada a balazos la noche del jueves dentro de su coche. 

Sully, penalista muy cuestionada por su actuar en su gestión durante la tragedia de Las Muertas de Juárez, fue sometida a balazos. Su caso no es cualquiera. Una mujer cuya función fue resolver asesinatos para castigar culpables y que la justicia inhiba así la acción criminal, fue liquidada, justamente, mediante un asesinato. 

El primer escenario ideal hacia un nuevo México sería tener un país sin homicidios. Pero ese país nos queda muy lejos. El segundo escenario viable sería tener un país con asesinatos pero a la vez justicia, para que esos asesinatos se castiguen. Y de este segundo escenario, más factible, se ocupan los fiscales, jueces, agentes del MP. Por lo tanto, el verdadero problema, la condena eterna a este país de muerte y sangre, sería entonces que los responsables de la justicia fueran asesinados. Pues eso nos está pasando.

La semana pasada fue Sully. ¿Y antes? 

El 27 de septiembre, Jovanna Hernández, agente de la Fiscalía de Homicidios en Neza, viajaba en su coche cuando dos hombres en una moto se emparejaron, le dispararon y asesinaron en la avenida López Mateos.

El 16 de junio de 2020, el juez federal Uriel Villegas y su esposa Verónica Barajas fueron asesinados en su propia casa de Colima. El abogado llevaba casos vinculados al CJNG.

Gregorio Pérez, fiscal en Chiapas, fue asesinado de seis balazos en Chiapas en agosto del 2021. El funcionario llevaba un año investigando el pavoroso caso de las 21 personas desaparecidas de la comunidad de Pantelhó el 26 de julio del año pasado.

A ellos se suman, uno, el asesinato del agente del MP especializado en Veracruz, Pedro Huesca; dos, el asesinato en León del fiscal especializado en homicidios de Guanajuato, Antonio Guerrero Salazar; tres, el asesinato en Toluca del juez federal Vicente Bermúdez, responsable de resolver crímenes asociados a la delincuencia organizada.

¿Cómo habrá justicia para todas las personas que en México son víctimas de homicidio si los responsables de investigar sus asesinatos son asesinados? ¿De qué sirve tener veinte mil corporaciones y una Guardia Nacional si los delincuentes matan a los impartidores de justicia con absoluta libertad e impunidad? ¿Quién, sin temer por su vida, se atreverá a investigar los homicidios de todos aquellos que a la vez investigan más homicidios? ¿Quién se animará a impartir verdadera justicia si, durante sus funciones como servidores públicos e incluso después, saben que en cualquier momento las balas atravesarán su cuerpo? ¿Quién los protege a ellos, el corazón de nuestra justicia?

México no puede tener la más leve esperanza de algún día ser otro si las mujeres y los hombres que buscan justicia mueren asesinados. EP

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