Varianza: Un nuevo sistema solar y las posibilidades de vida extraterrestre

Un nuevo sistema solar ha sido descubierto. El sistema Trappist 1 se encuentra a 39 años luz de distancia de nuestro sistema solar y está formado por siete planetas, tres de los cuales podrían albergar vida ya que se encuentran a una distancia favorable de la pequeña y fría estrella alrededor de la cual orbitan. GHC

Texto de 18/04/17

Un nuevo sistema solar ha sido descubierto. El sistema Trappist 1 se encuentra a 39 años luz de distancia de nuestro sistema solar y está formado por siete planetas, tres de los cuales podrían albergar vida ya que se encuentran a una distancia favorable de la pequeña y fría estrella alrededor de la cual orbitan. GHC

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El entorno de la Segunda Guerra Mundial, el proyecto Manhattan para la construcción de la bomba atómica y muchos otros acontecimientos eran muy propicios para la reflexión pesimista sobre la exigua persistencia de vida en el Universo. En aquellos años se tenía un presentimiento desesperanzado y melancólico de que las civilizaciones se destruyen cuando alcanzan un cierto grado de desarrollo. Fue entonces, en 1976, cuando en un lejano rincón de la constelación de Acuario, la luz emprendió un largo viaje para llegar ahora, 39 años más tarde, hasta los ojos electrónicos del telescopio espacial Spitzer y el observatorio chileno Trappist. Y fue en el desierto de Atacama donde se observó lo que existía hace 40 años en ese remoto lugar del horizonte galáctico. El singular arreglo de planetas que orbitan a una estrella enana y que bien podría haber desaparecido durante todo ese tiempo de viaje lumínico fue noticia y despertó la imaginación.

Los planetas recién avistados son aproximadamente del tamaño del nuestro y su temperatura es tal que en todos podría haber agua. Los seis planetas más cercanos a la estrella deben tener temperaturas entre cero y cien grados centígrados, y tres se encuentran en la zona en la que es posible la existencia de océanos de agua líquida.

Trappist es el acrónimo en inglés de Telescopio Pequeño para Planetas y Planetesimales en Tránsito, instrumento que se encuentra en La Silla, Chile, en el desierto más árido de la Tierra.

Desde que en 1992 se descubrió la existencia del primer planeta fuera de nuestro sistema solar, se han encontrado más de 3 mil 500. De éstos, sólo una docena podría tener las condiciones adecuadas para la vida.

Con este hallazgo es inevitable replantear la muy recurrente y antigua pregunta: ¿Estamos solos en el Universo?

A comienzos de los años sesenta, el astrónomo Frank Drake, ahora con casi 97 años de vida, presentó una ecuación en la que se consideran los factores importantes para el cálculo del número de civilizaciones de nuestra galaxia que podrían haber llegado al nivel de desarrollo tecnológico necesario para comunicarse con ondas de radio. Según dicha ecuación, el número de civilizaciones avanzadas es el producto de siete números que pueden escribirse como sigue:

Número de civilizaciones en la galaxia con tecnología de radio = E x EP x PA x PV x PI x PR x T

“E” es el número de estrellas en la Vía Láctea que se forman cada año; “EP” es la fracción de estrellas que tienen un sistema planetario; “PA” es la fracción de planetas que cuentan con las condiciones apropiadas para la vida; “PV” la fracción de planetas que desarrollan vida; “PI” es la fracción de planetas donde se desarrolla la inteligencia; “PR” la fracción de planetas donde se conoce la comunicación por radio, y finalmente, “T” es el tiempo de vida de ese planeta en el que la civilización avanzada subsiste.

No sabemos cuál es el valor de cada uno de estos parámetros, y por eso desconocemos cuántas civilizaciones existen en nuestra galaxia. Drake, alentado por las conversaciones con más gente, asignó algunos valores de manera más o menos arbitraria: Para el ritmo de formación de estrellas en nuestra galaxia colocó diez por año.

En el número de estrellas que tienen planetas consideró que la mitad de éstas cuentan con alguno. En cuanto al número de estos planetas que orbitan a la distancia apropiada para la vida, consideró que en promedio dos reúnen las condiciones idóneas.

Luego pensó que el número de planetas en los que se ha desarrollado la vida, dado que se tienen las condiciones para esto, es del 100%.

Para el número de estos planetas en los que se ha desarrollado vida inteligente sólo tomó una fracción muy pequeña del 1%, y para el número de planetas con vida inteligente consideró que sólo un 1% se puede comunicar por radio.

Finalmente, para el número de años en que una civilización estaría transmitiendo señales de radio asumió un controversial tiempo de 10 mil años. En este parámetro depositó toda la desesperanza y falta de fe en la humanidad.

Con estos valores, Drake estimó la existencia de diez civilizaciones detectables en nuestra galaxia. Así:

Número de civilizaciones en la galaxia con tecnología de radio = 10 x 0.5 x 2 x 1 x 0.01 x 0.01 x 10000.

Por supuesto que los valores son muy discutibles. La estimación del número de planetas con vida inteligente en nuestra galaxia puede ser obtenida de la misma ecuación con otros valores para los parámetros, y el resultado final podría ir de cero a millones dependiendo de los criterios que se utilicen.

Así, por ejemplo, muchos astrónomos hoy piensan que podría haber 40 mil millones de planetas habitables en nuestra galaxia. Si esto es verdad, quizás estamos rodeados de vida y aún no nos hemos enterado. ¿Por qué no la vemos?

La respuesta podría estar en el factor “T” que define la perseverancia de la vida. El factor “T” de la ecuación de Drake llama la atención porque representa el optimismo o pesimismo con respecto a la sobrevivencia de las civilizaciones. Según el astrónomo estadounidense, éstas viven en promedio 10 mil años a partir del momento en que comienzan a enviar ondas de radio al espacio.

En el caso de la nuestra, fue alrededor de 1901 cuando se hizo la primera transmisión transatlántica. Si consideramos que las ondas electromagnéticas de esa primera difusión escaparon al espacio exterior en aquel entonces, podemos pensar también que, de acuerdo con el estimado, contamos con 10 mil años antes de que algún fenómeno natural o el odio de la guerra nos destruyan.

Sin embargo, esto podría ser de otra manera. Nuestro planeta se está volviendo silencioso y no serán los 10 mil años que Frank Drake estimó originalmente los que podrían hacernos indetectables. Apenas 100 años después de la invención de la radio, el ruido electromagnético que sale de nuestro pequeño planeta empieza a desaparecer. La invención de la fibra óptica y su uso en las comunicaciones ha tenido como consecuencia que las emisiones de radio disminuyan de manera considerable en proporción al grado de avance que hemos alcanzado. La radio digital que se expande en el mundo también reduce de forma considerable la energía emitida.

Mientras tanto, la información contenida en las ondas electromagnéticas producidas por Guillermo Marconi lleva ya más de 100 años viajando por el espacio y podría haber sido captada por seres inteligentes que se encuentren a una distancia menor a los 120 años luz de nosotros con los receptores apropiados.

El sistema solar Trappist 1 ya vio pasar las señales terrícolas de radio. Si alguno de los siete planetas estuviera habitado por una civilización avanzada, ésta ya podría haber contestado y nosotros recibido su señal, que requiere de 40 años más para llegar hasta donde estamos. La ida y vuelta tomaría 80 años, y desde que salieron las primeras voces humanas al espacio ya transcurrieron 120 años.

Para que esto no haya ocurrido hay muchas razones posibles: quizás hemos estado distraídos, sordos ante el código escondido en la radiación que nos llega del cielo, o ¿acaso no existe vida civilizada con tecnología de emisión radiofónica?

También podría ser que existe vida inteligente, pero que no quiere anunciar su presencia —esto último no es una expectativa improbable. ¿O podría ser que cuenten con una tecnología de comunicaciones silenciosa y que de manera sensata hayan elegido la discreción galáctica como la mejor opción para una vida en paz?

La estrella más cercana a la nuestra es Alfa Centauri y se encuentra a 4.37 años luz, es decir, a 41.3 mil millones de kilómetros de distancia. En realidad es un sistema de dos estrellas que alberga por lo menos un planeta del tamaño del nuestro. Este planeta es llamado Alfa Centauri Bb y es el exoplaneta conocido más cercano al nuestro. Sin embargo, por su cercanía a la estrella, el planeta debe tener una temperatura en su superficie de aproximadamente mil 200 grados centígrados, aunque es probable que esté acompañado de otros con mejores condiciones climáticas. Si consideramos que en ese sistema hay seres inteligentes con receptores de radio, entonces debimos haber recibido señales de su reacción a nuestras emisiones. Si la reacción fuese rápida, entonces deberíamos contar con una respuesta nueve años después de la emisión de Marconi, es decir, en 1910. Por alguna razón no hemos escuchado nada.

Frank Drake pensaba que no todas las formas de vida llegan a desarrollar inteligencia. Muchas de estas formas eventualmente perecerían. Otras alcanzan un alto grado civilizatorio pero quizá no se interesarán nunca en la ciencia. Las que sí lo hacen son sólo una fracción, y de éstas probablemente varias acabarán consigo mismas como consecuencia de su desmedido deseo de poder. Lo que parece realmente importante en la ecuación de Drake es “T”. La limitante original al valor de “T” es la desaparición de la civilización misma. Ahora tenemos un escenario diferente que también acota el valor de “T”: que la civilización rápidamente aprenda métodos de comunicación eficientes sin la necesidad de emisión de ondas de radio.

Consideremos pues que las civilizaciones sólo son ruidosas en radiofrecuencias durante 100 años. En este caso, la posibilidad de contacto es cero porque se tendrían unas cuantas civilizaciones que, separadas de manera aleatoria en la galaxia, quedarían muy alejadas de nosotros.

Si, en cambio, una civilización estuviese enviando su ruido de radio por 100 mil años, tendríamos mejores posibilidades porque eso nos daría una distancia promedio de sólo 300 años luz a la próxima población inteligente. Puesto que nuestra galaxia tiene un diámetro de aproximadamente 90 mil años luz, decir que tenemos vecinos a 300 años luz significa que pronto tendremos respuesta a las primeras señales que escaparon de nuestro planeta.

El 16 de noviembre de 1974, Frank Drake, Carl Sagan y otros diseñaron y enviaron un mensaje desde el radiotelescopio de Arecibo, ubicado en Puerto Rico. El mensaje tenía una longitud de mil 679 bits y fue emitido en la dirección del Cúmulo Globular M13, situado en la constelación de Hércules, que está formada por casi medio millón de estrellas a 25 mil años luz de nosotros. El mensaje escrito en “ceros” y “unos” se transmitió a 10 bits por segundo, de tal manera que la emisión tomó menos de tres minutos.

La acción de Drake fue por supuesto un autoengaño, pues como ya vimos, él mismo consideró sólo 10 mil años como el periodo en que tendremos la posibilidad de transmitir ondas de radio. El mensaje de Arecibo tardará 25 mil años en llegar a su destino y, si éste es contestado, la respuesta tardará otros 25 mil años en llegar a la Tierra. Esto excede con mucho las expectativas de Drake sobre la supervivencia de nuestra civilización.

En 1999, en el marco de la celebración de los 25 años del primer intento de contacto extraterrestre, Donald Campbell admitió que el mensaje en realidad sólo pretendía probar los equipos del radio telescopio en Arecibo. El profesor de astronomía era investigador asociado en el Observatorio de Arecibo en la época de la emisión del mensaje. El Observatorio de Arecibo es operado por el Centro Nacional de Astronomía e Ionósfera (NAIC, por sus siglas en inglés), administrado por la Universidad de Cornell para la Fundación Nacional para la Ciencia (NSF, por sus siglas en inglés).

Según Harold Craft, por entonces vicepresidente de la Universidad de Cornell en el área de servicios y facilidades, y director del Observatorio de Arecibo, el propósito del mensaje era que se prestara atención a la enorme potencia del transmisor del radar recientemente instalado, así como a la capacidad del gigantesco plato del telescopio para proyectar una señal al espacio. “Pero muchos de los presentes se lo tomaron en serio”, dijo.

Algunas personas llegaron a preocuparse de que el mensaje nos delataría ante posibles formas de vida poco amistosas. El astrónomo real Martin Ryle le escribió a Frank Drake para cuestionar este aspecto. Drake contestó que nuestra civilización está enviando los residuos de radio que escapan de nuestro planeta desde hace varios años. Estas fugas de señal nos delatan de cualquier forma.

La preocupación de los que creen en formas de vida hostiles es que eventualmente un ejército de extraterrestres podría invadir el planeta para tomarnos como esclavos. Los más optimistas consideran que el contacto con una civilización más avanzada nos beneficiaría con la transferencia de conocimiento.

Otros piensan que el envío de una señal es también la presunción de tecnología y “la presunción siempre es el primer paso que da la ignorancia”, dicen. En efecto, hoy sabemos que la radiodifusión es muy primitiva. Al apagar la radio tradicional para incursionar en la era digital parece que confirmamos la muy probable premisa de que tenemos aún mucho camino por andar.

Quizá sea eso: tenemos mucho que aprender antes de que una nueva luz comience su travesía para llegar hasta nuestros ojos con imágenes de vida por todas partes. EstePaís

ESO/M. Kornmesser/N. Risinger (skysurvey.org)

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Gerardo Herrera Corral es doctor en Ciencias por la Universidad de Dortmund, Alemania, e investigador titular del Departamento de Física del Cinvestav.

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