Varianza: El asteroide B 612

Fueron las experiencias de Antoine de Saint-Exupéry en el desierto del Sahara las que lo llevaron a escribir la historia de un príncipe pequeño proveniente de otro planeta. Un aspecto notable de El Principito es que el autor mismo hizo las ilustraciones del libro en acuarela. Se ha sugerido que, en la configuración astronómica que aparece en […]

Texto de 17/01/17

Fueron las experiencias de Antoine de Saint-Exupéry en el desierto del Sahara las que lo llevaron a escribir la historia de un príncipe pequeño proveniente de otro planeta. Un aspecto notable de El Principito es que el autor mismo hizo las ilustraciones del libro en acuarela. Se ha sugerido que, en la configuración astronómica que aparece en […]

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Fueron las experiencias de Antoine de Saint-Exupéry en el desierto del Sahara las que lo llevaron a escribir la historia de un príncipe pequeño proveniente de otro planeta.

Un aspecto notable de El Principito es que el autor mismo hizo las ilustraciones del libro en acuarela. Se ha sugerido que, en la configuración astronómica que aparece en la portada de la versión original, se puede apreciar un triángulo isósceles formado por Saturno, Júpiter y la estrella Aldebarán. Este arreglo ocurrió en 1940 y se repitió en el año 2000. Como aviador, De Saint-Exupéry tenía conocimientos de astronomía y se ha llegado a plantear la posibilidad de que esta conjunción de astros fuese trazada deliberadamente para rememorar el centenario de su nacimiento. Antoine de Saint-Exupéry nació con el siglo XX.

Mucho se puede especular con los astros. Podría ser que la portada muestre un rombo en el que Marte y Saturno danzan con la Luna al amanecer. Una de las estrellas dibujadas sería Antares, de la constelación Escorpión. Sin embargo, esta singular configuración, observada en el hemisferio sur en el año que acaba de terminar, quizás hubiera llevado al aviador a dibujar la luna en una de sus fases. Antares es una estrella roja que rivaliza con Marte en su color y brillo. De hecho, Antares significa ‘rival de Ares (Marte)’. La estrella Antares es grande. Si sustituyera a nuestro Sol, su superficie llegaría hasta la órbita de Marte y englobaría al cinturón de asteroides. Es por su tamaño y color que sabemos que Antares vive sus últimos días. Pronto, en tan sólo un millón de años, estallará en espectacular supernova para acabar como una estrella de neutrones o como un agujero negro con enorme fuerza de atracción gravitacional. En cambio, para los adultos, que tomamos todo de manera muy literal, el planeta de donde llegó el Principito es un lugar donde la fuerza de gravedad es muy débil.

Odio tener que decirlo —porque el hacerlo involucra cifras y todos sabemos que el Principito se burla de ellas— pero siendo un planeta apenas más grande que una casa, la fuerza de gravedad en él debe ser tan débil que sobre su superficie difícilmente podrían mantenerse objetos en movimiento.

Todos los objetos celestes, ya sean grandes planetas o pequeños asteroides, tienen una velocidad de escape. Ésta es la velocidad mínima a la que se deben mover los objetos para liberarse de la atracción gravitacional del lugar que habitan.

En el caso del asteroide B 612, del que proviene el Principito, la velocidad de escape es tan pequeña que el menor movimiento lo despegaría de su superficie para no caer nunca más en él.

Si el asteroide B 612 tiene seis metros de radio y una masa de 6 mil toneladas, entonces caminar por él a una velocidad cien veces menor a la velocidad con que usted camina en la Tierra lo pondría en el límite de salir disparado al espacio.

Esto nos lleva a pensar que la rosa que el Principito cultiva no tendrá nunca un caracol de jardín porque estos caminan a una velocidad mayor que la necesaria para escapar del planeta. Los caracoles, famosos por la parsimonia de su andar, saldrían del planeta al ponerse en marcha, aunque quizá los caracoles más pacientes que aminoren el paso, retando al estrés de sus congéneres, tendrían más arraigo en su minúsculo planeta.

Por supuesto que nadie dijo que el planeta de donde viene el Principito tenga 6 mil toneladas de peso. Eso es lo que pesaría si el planeta, con tan sólo seis metros de radio, fuera de fierro. Sin embargo, si el asteroide reuniera una masa de 6 mil millones de toneladas, la fuerza sobre los objetos en su superficie sería de la misma intensidad que la que ejerce nuestro planeta sobre nosotros.

Todo esto no sería un problema si no fuera porque en un astro tan pequeño, con sólo seis metros de radio, el estar de pie en su superficie implica fuertes gradientes en la fuerza de atracción. Esto significa que el Principito, con un metro de estatura, sentiría en la cabeza una fuerza 70% menor que la que sienten sus pies. Si su estatura fuera de un metro y medio, entonces sentiría en la cabeza el 60% de esa fuerza. Esa sensación de pies pesados puede interpretarse de manera equivalente como cabeza ligera.

La velocidad de escape de este planeta inusualmente masivo para su tamaño sería de 11 metros por segundo, que es el promedio de la velocidad de los corredores de 100 metros planos. Un profesional de los 100 metros planos lograría salir de ahí con sólo correr para impulsarse, pero los menos entrenados no lo lograrían. Al intentarlo quedarían orbitando alrededor del asteroide. Las fuerzas de gravedad sobre su cuerpo serían complejas porque actuarían de manera desigual entre las partes del cuerpo más cercanas y más alejadas al planeta. Esto provocaría que la trayectoria adquiriese alguna forma caprichosa. Algunos objetos podrían separarse para formar anillos como los de Saturno, pero eso no ocurriría con una persona, que sólo experimentaría el estiramiento de los músculos.

Con esta fuerza de gravedad en el asteroide B 612 es difícil que se conserve cerca algún gas como el oxígeno para formar una atmósfera. La velocidad media de una molécula de oxígeno a 20 grados centígrados de temperatura es de 0.48 kilómetros por segundo, muy por encima de la velocidad necesaria para escapar.

El planeta del Principito debe tener una gran densidad para que la fuerza de gravedad sea parecida a la que experimentamos en la Tierra. Eso podría explicar que el astro sea esférico.

La Luna y la Tierra son redondas porque son grandes. La fuerza de gravedad redondea a los objetos al ejercer su acción de manera simétrica. Cuando los objetos son pequeños, como asteroides o cometas, las fuerzas internas del material son mayores que la fuerza de gravedad sobre la superficie del cuerpo, y es por eso que conservan su forma irregular.

Sobre nuestro planeta no puede haber montañas mayores a los 15 mil metros. En cambio, en Marte, que es un planeta más pequeño, la montaña más grande mide 25 mil metros, pues ahí la fuerza de gravedad es más débil que en la Tierra.

Cuando los planetas se formaron, una buena parte de los materiales estaban calientes y eran parcialmente maleables. Esto facilitó la formación esférica bajo el efecto de la fuerza gravitacional.

El planeta del Principito es redondo, así apareció en la primera versión y así sigue siendo en los dibujos más recientes. Por tanto, la masa del asteroide está muy concentrada como para poder producir una fuerza intensa en la superficie.

Sea como sea, hace 70 años que se publicó en Francia el libro más vendido de cuantos se han escrito en francés. El Principito apareció primero en Estados Unidos porque debió esperar a la liberación de Francia en 1946 para ver la luz en el idioma en que fue concebido.

Vivir en un planeta pequeño tiene también grandes ventajas: “basta correr tu silla algunos pasos y contemplarás el crepúsculo cada vez que lo desees”.

No parecería fácil entender la vida del Principito en un planeta con tan poca fuerza gravitacional. Ha resultado siempre más sencillo abrazar su excéntrica existencia, tal como le ocurrió a Antoine de Saint-Exupéry cuando el 30 de diciembre cayó en el desierto del Sahara por fallas mecánicas en su avión. De ahí que escribiera:

Comprendí poco a poco tu pequeña vida melancólica. No habías tenido en mucho tiempo más distracción que la dulzura de las puestas de sol. Me di cuenta de este nuevo detalle el cuarto día en la mañana, cuando me dijiste:

—Me gustan mucho las puestas de sol. Vamos a ver una.

  —Pero hace falta esperar.

—¿Esperar qué?

—Esperar a que el sol se ponga. EstePaís

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Gerardo Herrera Corral  es doctor en Ciencias por la Universidad de Dortmund, Alemania, e investigador titular del Departamento de Física del Cinvestav.

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