Un monstruo peor que Godzilla apareció en el Golfo de México

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.

Texto de 07/07/21

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.

Tiempo de lectura: 3 minutos

La marejada de fuego con descargas encendidas, olas anaranjadas, rojas, doradas, expelidas sin descanso por el agujero incandescente como si las vomitara un diablo en el fondo del océano, no era de esta dimensión. Era más de Armageddon, de una época igual de apocalíptica que la actual aunque mucho más espectacular, cinematográfica, fulminante en su capacidad exterminadora. 

Pero a los humanos no nos bastó ver lo que ya se llamaba en redes “ojo de fuego”, quedarnos mudos y atónitos ante el escalofriante show que en la Sonda de Campeche había creado la negligencia de Pemex, sino debíamos agregarle humor y drama. Y entonces, entre todos los memes de la fuga de gas del ducto petrolero que hizo combustión, hubo uno especial: Godzilla emerge del corazón ígneo, del centro del remolino ardiente, para protestar con ojos de furia y rugido de llamaradas.

Si los memes exageran cualquier tragedia para que nos lamentemos menos y nos riamos un poco de la desgracia que para el planeta representa nuestra especie, en realidad esta vez no hacía falta:  el imponente dinosaurio mutante japonés era poca cosa, una inocencia, un tierno french poodle si imaginamos la catástrofe mortal que el 2 de julio estaba ocurriendo debajo del agua, en los 180 metros que median entre el fondo marino y la superficie, y en la onda expansiva del gas y el fuego que emanaba a un costado de la plataforma Ku-C. El director de Green Peace México, Gustavo Ampugnani, enumeró a las previsibles víctimas de la biodiversidad marina en ese espacio oceánico herido por el complejo petrolero Ku-Maloob-Zaap: “crustáceos, moluscos, cetáceos, tortugas marinas”. Es decir, desde diminutos anfípodos bentónicos hasta enormes tiburones ballena.

Por supuesto, la inteligencia oficial mexicana, que funciona muy bien para insistir en la explotación de combustibles fósiles y a la vez para despreciar las energías renovables, no alcanzará para hacer un “censo” de la multitud de animales destruidos. Ahí están esos muertos disolviéndose irremediablemente bajo el agua, y de ellos nos empezaremos a olvidar. 

¿Y cómo nos enteramos de la escena dantesca? ¿Por el gobierno mexicano, que apuesta por la antigua política energética creando incluso una nueva refinería en Tabasco, y comprando una inmemorial refinería texana construida en 1929? ¿Por el gobierno mexicano, que a través de la Refinería Miguel Hidalgo del Valle del Mezquital sin mover un dedo ve cómo los casos de cáncer se reproducen exponencialmente en habitantes de los municipios que rodean al Río Tula, donde vierte sus residuos químicos? ¿Por el gobierno mexicano que se ha encargado de que la deuda de Pemex alcance los 113 mil 900 millones de dólares y sea un lastre para esta sociedad? ¿Por el gobierno mexicano, que en 2020 perdió a través de Pemex 21 mil 417 millones de dólares, en lo que representa la peor crisis de su existencia?

No, el video del “ojo de fuego” no lo conocimos por un reconocimiento oficial del desastre, sino porque un capitán de la marina mercante, Faustino Suárez, lo recibió y decidió publicarlo en su Facebook. Si no lo hubiera hecho, seguramente no nos habríamos enterado.

El modelo de desarrollo económico de hoy, que insiste en refinar combustibles fósiles y por lo tanto producir combustóleo letal para la vida, de por sí arruina nuestros ecosistemas, pero lo hace con más gravedad si nuestra capacidad técnica es insuficiente para eliminar los riesgos de accidentes terribles que cuestan vidas no necesariamente humanas. 

En vez de mandar un mensaje poderoso para que los procedimientos técnicos, las labores de mantenimiento y las acciones preventivas sean en Pemex una absoluta prioridad, el presidente, huyendo de la prensa con pasos veloces durante una gira en Sonora para esconderse en una camioneta, prefirió musitar “no hay pérdidas de vidas humanas”. De los terribles daños ecológicos y las pérdidas vegetales y animales, quizá millones de ejemplares, ni una palabra. Ellos no importan, y menos aún invertir en energías limpias, renovables, pese a que el mundo y nuestro país se asfixian.
Como si estuviéramos a mitad del siglo XX y no en 2021, en el sendero de lo que llama “soberanía energética” el gobierno de México acude a viejas y devastadoras estrategias. Cuesten lo que cuesten. EP

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