Trump, el carnicero venerado

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP

Texto de 05/11/20

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP

Tiempo de lectura: 3 minutos

El presidente Donald Trump tuiteó hace minutos “Stop the count!” y eso llevaba 233 mil comentarios, 300 mil retuits y 445 mil likes antes de que Twitter lo retirara porque el mandato de frenar el conteo de votos podría “ser engañoso”.

Imagino impresionado a esas muchedumbres cercanas al millón de personas a las que persuade para que lo aplaudan y se arrodillen por una demanda sin sentido. No importa, si lo ordena el líder…

Pedir el recuento de votos cuando no hay el menor indicio de fraude es una exigencia desesperada. Cada voto en contra es un paso más hacia el abismo al que no está dispuesto a caer, y entonces el rubio pide hacer trampa, violentar con una artimaña el proceso electoral de Estados Unidos, porque es la única manera de salvarse. Su lógica es: denuncio fraude a través de un fraude.

Pero dejando de lado lo doloroso que es confirmar con ese mensajito de tres palabras que en esta involución humana hay multitudes que lo adoran, están dispuestas a bajar la cabeza y hacer lo que les pida, también lastima el final del tuit: un signo de admiración. El “stop the count!” termina con un signo de admiración. Es decir, grita. Trump vuelve a gritar y es razonable, pues esa ha sido su manera de gobernar, gritando lo mismo a la sociedad estadounidense que al mundo. ¿Por qué la gente grita, y por qué grita Trump? 

Digamos que en la vida gritar es admisible, comprensible, cuando la distancia física entre emisor y receptor es tan grande que el volumen de voz normal es inútil. También es lógico gritar si estamos en un lugar con demasiado ruido, y nuestra voz natural es inaudible. Pero si no pasa nada de eso, ¿por qué gritar? ¿Por qué grita el que grita?

El que grita tiene furia. Si tengo furia, grito. Muy humano que lo hagas. El problema es que tu grito, y lo dice el estudio de la mente humana, no yo, sirve de muy poco si tu receptor está cerca o no hay ruido a tu alrededor, “no tiene buenos resultados a largo plazo”, señala la psicopedagoga María José Roldán, estudiosa del grito.

Para convencer, mejor habla. Es probable que si gritas te hagan caso, pero a largo plazo a tus gritos sistemáticos se les irá el efecto, y el resentimiento acumulado por tus gritos causará rebeldía. Si gritas quizá logres algo en lo inmediato, pero luego lo perderás todo porque el receptor de tus gritos se irá, o en cuanto pueda te traicionará.

Todo muy bien. Pero la excepción que confirma la regla ha sido, en nuestra historia contemporánea, Trump está furioso y entonces gobierna gritando, dándonos alaridos en la oreja en su forma natural, el volumen excesivo, o siendo gritos no vía altos decibles sino en modalidad de insultos, desprecio, discriminación, tiranía. Día a día en estos cuatro años que ha gobernado a su país (y decir su no es una manera de decir, lo domina como si fuera su propiedad) y de algún modo al mundo -a todos-, nos ha gritado. Le grita a los pobres, a los negros, a los blancos, a los altos, a los flacos, a los gordos, a los migrantes, a los poderosos, a Melania, a los sin poder, a sus amigos, a sus enemigos.

Por lo tanto, como uno esperaría con los postulados de la psicopedagogía, a largo plazo Trump terminará abandonado. Pues no: resulta que lo han votado hasta este momento 69 millones de personas, entre ellas negros, latinos, mujeres y pobres, los más humillados y ultrajados por él en los últimos cuatro años.

Gane o no, nada cambia: cada uno de esos 69 millones es un voto a favor del machismo, el despotismo, el racismo, el castigo a los desposeídos. 

Trump, un buleador de la democracia, un carnicero de la democracia a la que ha descuartizado, se ha dedicado a “dictatorializar” la democracia. No hace falta ser Stalin para volverte dictador e instalarte a través de la opresión, sin votación alguna, en el poder. Con votos masivos y libres, inclusive de negros, mujeres, latinos y pobres, tus víctimas cotidianas, puedes cubrir con tu excremento los mejores valores de nuestro tiempo y recibir la gracia de tus humillados.¿Por qué? Complejo, no lo sabemos. Pero para que el mundo no vuelva a parir Trumps, es lo que la humanidad ya mismo debe saber. EP

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