Tener estómago para sobrevivir

Quinto y último capítulo de Microempresas: su negocio es sobrevivir. Investigación hecha con el fundamental apoyo de PeriodismoCIDE y a la Fundación Omidyar Network.

Texto de 18/07/17

Quinto y último capítulo de Microempresas: su negocio es sobrevivir. Investigación hecha con el fundamental apoyo de PeriodismoCIDE y a la Fundación Omidyar Network.

Tiempo de lectura: 9 minutos
Tener estómago para sobrevivir1

Si algo asemeja a emprendedores mexicanos, estadounidenses, chilenos o israelíes, es que todos atraviesan, tarde o temprano, por un punto en el que lo único que tienen para mantener su proyecto vivo es su propia perseverancia, fe, convicción o, algunos dirían, necedad puesta en que vale la pena el esfuerzo.

Un hallazgo de la Encuesta Nacional de Micronegocios 2012 (Enamin 2012) es que el 94.6% de los encuestados, a pesar de sus numerosos problemas, continuarían con su micronegocio. Al preguntárseles si lo dejarían a cambio de un empleo con un ingreso igual al que ganan hoy día, y que incluyera seguro médico o pensión, el 57% dijo que sí, mientras que casi el 43% respondió que no (ver Gráfica 1). Esta opinión dividida también la tienen Rafael, de Panquerito, y Carmen, de Dagda. Él afirmó que sí cambiaría su negocio por un empleo con prestaciones. Carmen respondió que no. Para ella, en comparación con el trabajo asalariado, tener un negocio propio implica quizá más horas de trabajo y sin duda más compromiso, pero “es más saboreado”.

Con esa vocación, Carmen y José Luis siguieron adelante después de la “decepción” de ProEmpleo. Por una parte, buscaron apoyos gubernamentales y, por el otro, se dedicaron directamente a la venta al público. Ambas vías han tenido resultados agridulces.

En cuanto a las ayudas públicas, Carmen aprendió a realizar ella misma los trámites de inscripción en el Instituto Nacional del Emprendedor (Inadem); presentó su proyecto tres veces durante el 2014, fue rechazada en dos ocasiones y corrigió las deficiencias de su plan de negocios. Perseveró hasta que en diciembre de ese año le fue aprobado un apoyo a fondo perdido por 80 mil pesos, originalmente destinados al equipamiento de una nueva sucursal de Dagda, y que han sido usados para un equipamiento móvil para vender en ferias y eventos. “Fue el mejor regalo de Año Nuevo, sanó mi ego, me dije: ‘¡Sí puedo, carajo!, no necesitas de ningún consultor’”.

Por otra parte, buscando venderle al gobierno, se inscribieron al novedoso programa de pequeños proveedores del gobierno del Estado de México en el 2014. “Nos llegó un registro de aceptación, pero no pasó nada más allá de: ‘Te entrego la cédula’”. El único punto de enlace era un correo. Escribieron para ofrecer degustaciones, pero sólo recibieron una respuesta genérica: “En este momento no requerimos de sus servicios”. Es el caso también de Panquerito, que, apenas publicado este programa, se inscribió y recibió la cédula 069. Entusiasmado por ser de los primeros proveedores del gobierno estatal, escribió para ofrecer sus productos. Nunca pasó nada. Carmen dice resignada: “De las tres gentes que conozco que les dieron su cédula, ninguna consiguió nada.”

En cuanto a la búsqueda independiente de su propia subsistencia, el aprendizaje emprendedor logrado en ProEmpleo sí representó un antes y un después en la definición del negocio de Dagda. Entre otras cosas, les ayudó a entender más de nicho y posicionamiento. A partir de ello, tomaron la decisión de cambiar el enfoque de mercado. Hasta ese momento, habían tratado de obtener un local en alguna plaza comercial de la región norte del Estado de México. Nunca lo obtuvieron por las barreras a la competencia impuestas por las administraciones de las plazas, en las que sólo las grandes franquicias tienen lugar por el prestigio que aportan. Aun cuando lo hubieran conseguido, los altos costos de renta habrían significado un obstáculo.

Con perseverancia y empeño, Carmen y José Luis comenzaron entonces un proceso de promoción en expos y ferias itinerantes de nicho orgánico y vegano, lo que les hizo concluir que debían enfocarse específicamente en la gente interesada en la alimentación sana. Una decisión que hoy parece obvia, pero que les tomó años entender. Esto provocó que la pareja emprendedora viajara cada vez más a la Ciudad de México, a la delegación Benito Juárez, donde hay un consumidor más “sofisticado”, de clase media, que valora el producto. Aunque el sueño de Dagda sigue siendo abrir mercado en Ecatepec, “Nadie es profeta en su tierra”, dice Carmen.

Otro factor que los empujó a migrar a la capital es que la única sucursal de Dagda que se mantenía abierta, localizada en una estación de Pemex en el centro de Ecatepec, comenzó a tener problemas que rayaban en lo surreal. Carmen explica que el local les fue rentado por la administración de la estación, pero Pemex prohíbe la exhibición de otros logotipos que no sean los de las franquicias comerciales con las que tiene convenios. Así que, en cada visita de algún supervisor de la petrolera, tenían que esconder su publicidad exterior, por lo que “mejor mandamos hacer unos logotipos de quitar y poner para cada vez que hay supervisión”. Así, se generó confusión en los consumidores locales porque “la gente viene a buscarte y no sabe si estás o no estás, es muy difícil promoverte cuando los quitas”. Por ello, las ventas bajaron y el local terminó cerrando en enero del 2016.

Hoy, la realidad financiera de Dagda es que los ingresos generados en las ventas de los bazares veganos cubren los gastos del operación y materia prima, restando una ganancia mínima para el sostenimiento del clan familiar, completado por Mary, la hija de Carmen, a quien, por cierto, a pesar de haber estudiado mercadotecnia, no le interesa en absoluto el negocio de Dagda. En un buen día de venta en las ferias orgánicas, ingresan aproximadamente mil pesos. Participar en este tipo de bazares ha generado en Carmen y José Luis otro tipo de conciencia sobre un modelo de comercio más justo, conviviendo con emprendedores, artesanos o aficionados cuyo principal interés es la promoción de productos que consideran sanos para el consumidor, por encima de la ganancia económica.

De todo lo que ha aprendido en el camino, Carmen afirma que hoy entiende que lo más importante es crear cadenas de valor entre los de abajo, una especie de alianza de los débiles para desarrollar una economía social y solidaria. Carmen reflexiona que: “La cultura del mexicano no está en ‘apoyémonos en cadena de valor’, es una de las grandes problemáticas. Españoles, judíos, chinos, se apoyan para que estén mejor, con la consigna de que apoyes al que sigue, lo que el mexicano, no, mejor te jalo para que vayamos todos al parejo, o sea lento. Es tiempo de cambiar esa mentalidad”.

El emprendedor mexicano opera en una estructura económica ineficiente e inequitativa que limita la iniciativa propia e impide ampliar el pastel del mercado, en vez de hacerlo más grande a través de la colaboración y el beneficio compar­tido. Es un ecosistema en el que no se fomentan las cadenas de valor, en un clima mental de pobreza y escasez. Un juego suma cero, en el que se asume que para que unos ganen, otros deben perder. Por ejemplo, para mencionar un caso de los que hemos tratado en esta investigación, sea porque el éxito de Distroller ha atraído a una red de aliados a la prosperidad de la marca o porque efectivamente existe en el entorno socioeconómico de Amparín una conciencia mayor sobre la importancia de la cooperación, da la impresión de que Distroller juega en equipo, mientras que Dagda juega solo.

Si bien hacia finales del 2015 parecía que la heladería gourmet había encontrado ya un ecosistema más colaborativo entre los participantes del nicho orgánico y el vegano, y el negocio se consolidaría en el 2016, los obstáculos volvieron a surgir cuando Carmen y José Luis apostaron sus restantes 20 mil pesos para adelantar la renta y el equipamiento de un local por temporada navideña en un corredor orgánico. Debido a un escándalo de presunta corrupción por la solicitud de sobornos a cambio de permisos para una carrera deportiva por funcionarios de la delegación Benito Juárez, el corredor orgánico se canceló. Carmen y José Luis no tuvieron la posibilidad de recuperar de manera inmediata la inversión hecha. Sin ahorros, se quedaron sin punto de venta para la temporada vacacional.

Según Carmen y José Luis, sus problemas se resolverían con 150 mil pesos para instalar un punto de venta fijo en la zona donde ha sido comprobado que existe el consumidor para sus productos: la delegación Benito Juárez. Además de no contar con un aval con propiedades en la Ciudad de México para rentar el local, el problema principal es conseguir el financiamiento. La única alternativa que vislumbraba Carmen al acabar el 2015 significaba una apuesta mayor que cualquier otra porque, según cree, la única opción viable era solicitar otro financiamiento bancario, ofreciendo como garantía su casa de interés social o la camioneta de transporte de Dagda. Es invertir una vez más en un proyecto sin certeza de éxito sustentable, arriesgando el resto del patrimonio familiar. El todo por el todo. Pero abandonar es peor, significaría perder una inversión de capital y trabajo de muchos años y enfrentar de inmediato un mercado laboral incierto para dos personas que rebasan los 40 años.

Como hemos visto, son muchos factores los que deben coincidir para logar el éxito emprendedor. Ciertamente, más que los individuos o instituciones en particular, el problema es la articulación del ecosistema. Sin embargo, las decisiones de los individuos importan. La falta de financiamiento o el crédito caro no han sido los únicos, y quizá tampoco los mayores problemas de Dagda. Sus problemas han sido fundamentalmente de asimetría de información y falta de capacitación oportuna. Sus propias decisiones son las que muchas veces les han acarreado problemas. Por ello, no es seguro que aun obteniendo los recursos económicos para instalar su nuevo punto de venta, tengan garantizado lograr el objetivo: estabilizar las ventas y generar flujo de caja sustentable para reinvertir y crecer.

Con ejemplos como Dagda o Panquerito, surge la pregunta: ¿un emprendedor de la base de la pirámide social mexicana tiene posibilidades reales de salir adelante? En otras palabras, ¿cómo salir de pobre en México emprendiendo, si para emprender se necesita no ser pobre?

El Dr. Fausto Hernández, del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), señala que desde hace años se definieron a las “reformas estructurales” como la mejor vía para deshacer las barreras que impiden lograr un ambiente de negocios que estimule la iniciativa privada de los ciudadanos y las organizaciones. La aspiración de las reformas estructurales del Pacto por México es cambiar los incentivos en la economía para fomentar mayor competencia, e ir logrando así que México se inserte en la economía global con un capitalismo moderno y competitivo. En este escenario, si el emprendedor se convierte en empresario y obtiene beneficios económicos sostenidos, podrá reinvertirlos, generando más empleo, el cual a su vez provocará más consumo para su empresa y otras. Entonces todas ellas pagarán más impuestos que servirán para proveer más bienes y servicios públicos de calidad, con lo que se reducirá la crónica desigualdad de oportunidades de acceso a la educación, la salud y otros derechos que sufren los sectores más vulnerables de la sociedad, lo que promovería una movilidad social ascendente para que en el transcurso de una vida se pudiera escalar a un mayor nivel de bienestar.

Según el Dr. Moya, de la Escuela de Graduados en Administración y Dirección de Empresas (egade), en el actual contexto social y económico de México, más que seguir estudiando la pobreza, se debería fomentar la creación de riqueza a través de la cultura empresarial, sin embargo reconoce que la existencia de monopolios y oligopolios públicos y privados, como los sindicatos, los gremios e incluso “las 20 familias más ricas”, es el verdadero enemigo de que exista en México un capitalismo moderno, amigable al emprendimiento. En opinión de Macario Schettino, para derruir el capitalismo de cuates (crony capitalism) que se vive en México, es necesario “construir un consenso a favor del crecimiento y la igualdad de oportunidades que exige, antes que nada, el reconocimiento social a la producción de riqueza y el rechazo social a los privilegios”.

Pero por otro lado, en la cima de la pirámide, en el mundo del alto impacto “se viene un punto para competir internacionalmente”, dice Diego Armenta, de la Asociación Mexicana de Capital Privado (Amexcap), que agrupa los fondos de inversión que invierten no en Dagdas, sino en proyectos tecnológicos que se espera se conviertan en “unicornios”, es decir, en nuevos Facebooks, Ubers o Whatsapps: emprendimientos que cambien el mundo. Si bien no ha habido un ejemplo de ellos en Latinoamérica, se espera que aparezca al menos uno en los próximos años, “pero se requiere la profesionalización de los emprendedores”.

Mientras tanto, en la base de la pirámide, Carmen y José Luis continúan con su propio camino de profesionalización, que, en su caso particular, está constantemente asociado a la resistencia de su crisis crónica, a la sobrevivencia. Con el tono místico que desarrolló a partir de su superación del cáncer, Carmen reflexiona enigmáticamente sobre su situación emprendedora actual, y señalando su pecho dice: “La mejor forma de vivir con lo que vivimos es que empecemos por nutrir esto, el alma, el cuerpo también, pero no solamente el estómago, porque nos va a hacer falta tener estómago para sobrepasar muchas cosas en las que los límites nos los pone solamente la vida”.

Aun sin desentrañar del todo ese mensaje, el entrevistador le pregunta por el significado de la palabra Dagda. Ella sonríe y responde que es “un decreto”, unas siglas: “Dará con Amor Ganancias de Dinero en Abundancia”.

Por el panorama económico nacional que se aprecia para el 2017, y por los resultados empresariales de Dagda hasta ahora, parece que esa aspiración está aún lejos de pasar del sueño emprendedor a la realidad material de la vida en el ecosistema emprendedor mexicano, en el que, efectivamente, se necesita estómago, ya no para triunfar, sino al menos para sobrevivir. EstePaís

Ilustraciones de María José Ramírez

1. Quinto y último capítulo de Microempresas: su negocio es sobrevivir. Investigación hecha con el fundamental apoyo de PeriodismoCIDE y a la Fundación Omidyar Network. 

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HÉCTOR HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ es cineasta, comunicador y autor. Director de Cine por el CCC. Maestro en Periodismo por el CIDE. Experto en marketing político. Integra la creatividad audiovisual con el discurso publicitario y la investigación social para encontrar nuevas maneras de narrar la realidad mexicana.

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