El otro juego de las sillas Jugábamos el juego de la estela en las sillas, merodear cerca de las muchachas hasta que al fin se levantaran de su asiento; en vez de seguirlas, robábamos un poco de sus cuerpos, la huella de calor impregnada en la madera, a veces un aroma tenue pero siempre ese […]
Poemas
El otro juego de las sillas Jugábamos el juego de la estela en las sillas, merodear cerca de las muchachas hasta que al fin se levantaran de su asiento; en vez de seguirlas, robábamos un poco de sus cuerpos, la huella de calor impregnada en la madera, a veces un aroma tenue pero siempre ese […]
Texto de Luigi Amara 17/02/17
El otro juego de las sillas
Jugábamos el juego
de la estela en las sillas,
merodear cerca
de las muchachas hasta
que al fin se levantaran
de su asiento;
en vez de seguirlas,
robábamos un poco
de sus cuerpos, la huella
de calor impregnada
en la madera, a veces
un aroma tenue
pero siempre ese fantasma
de tibieza que muy pronto
se difuminaba,
y entonces
otra muchacha se ponía de pie
dejando tras de sí una pista
de su secreto,
en vez
de decirle algo rozábamos
el rastro de su cuerpo,
ni siquiera la veíamos
alejarse, corríamos
a la silla vacía
y amábamos en silencio
la estela de calor,
su partida embriagante.
***
Salto mortal
Suele pasar:
alguien admira sus libros
y entonces muere por dar el salto
mortal hacia la cama.
En su momento, así era
a diario con Henry Miller,
de cuando en cuando con Camus,
incluso tipos como Bukowski
se volvieron irresistibles.
Tal vez no cuente, pero yo
he fantaseado a menudo
con Sylvia Plath,
sus pantorrillas
aún de colegiala, corriendo
por la playa de Cabo Cod,
el viento
que agita su corte de pelo
inocente
mientras yo desabrocho
su blusa demasiado abotonada.
El hechizo se rompe
cuando apoyamos juntos
la cabeza
en la plancha del horno.
***
El sofá
Era un sofá de terciopelo rojo
de esos que Truman Capote
habría tirado a la basura
con los años,
magnífico
para improvisar posturas
audaces, contorsiones
de rara concupiscencia
—yo le tenía gran aprecio—,
pero como luego nos temblaban
las piernas todo el día
y estaba aquel problema
de las cervicales,
optamos por deshacernos de él,
pienso que eso marcó
el instante en que dejamos
definitivamente de ser jóvenes. ~
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