Alejandra Anzorena se ha dado cuenta de que sólo necesita dos cosas para volver, del lugar que sea, no importa, sólo se necesitan dos ingredientes: plátano y mantequilla. ¿Qué pasa si con el tiempo y los viajes ella deja de ser la misma?
Para volver se necesita sólo un plátano y mantequilla
Alejandra Anzorena se ha dado cuenta de que sólo necesita dos cosas para volver, del lugar que sea, no importa, sólo se necesitan dos ingredientes: plátano y mantequilla. ¿Qué pasa si con el tiempo y los viajes ella deja de ser la misma?
Texto de Alejandra Anzorena 20/08/21
Si mamá no me hubiera dejado volar, yo no conocería tan bien la cocina de mi abuela. Si mamá hubiera escuchado que era peligroso que mi hermano de cuatro años y yo de seis viajaramos solos, yo no hubiera podido comer esponjadas[1] cada verano. Si a mamá no le hubiera gustado cocinar, quizá yo abriría el recetario más seguido, porque lo comelona lo llevo en la sangre.
El padre Jean-Christophe Demard decía que el pueblo de mi familia materna era una congregación mexicana con una identidad única, donde los franceses podían hacer de las suyas menospreciando a las familias que estaban conformadas por pares de raíces mexicanas o indígenas. La mezcla de la mantequilla con el plátano saben a competencia.
No hablaré de todos los pueblos mexicanos despojados de sus costumbres o inyectados por una que otra palabra con acentos de más, o de menos. Ni tampoco de los apellidos europeos que son pensados superiores sólo por que suenan diferente. Pfff.. ¡Qué mal oído!
San Rafael es un pueblo en Veracruz con una población no mayor a treinta mil habitantes. La oferta gastronómica es un matrimonio francés y mexicano que ha perdurado por la presión social. No se sabe si sea un matrimonio amoroso, pero es funcional. Todos los transeúntes que alguna vez han pasado por ese pueblo reconocen el olor de plátano, agua de lluvia y mantequilla. Más de uno se ha detenido en el kiosco en frente de Casa Tomás, que ya no se llama así, y ha sido culpable de arrasar con las galletas de panela, los plátanos en bolsita y algún otro chuchuluco. A mediodía no faltan los saqueos de paletas de cacahuate, galletas crocantes, cocadas de colores o de cócteles de mariscos. Si es de noche, se sabe que habrá asaltos en las cenadurías. Se lo llevan todo: garnachas[2], estrujadas[3], molotes[4], quesadillas[5], huaraches[6] o chalupas[7].
Podrían pasar veintiséis años y San Rafael puede seguir viéndose igual. Yo ya no tanto. Los días veintes son los más tristes, son sentencias, son corte de caja. Los días veintes abro el libro que más veces he leído. Lo vuelvo a mirar, me detengo antes de abrirlo, intento buscar una página que no me sepa de memoria, repito las palabras, leo, busco en el índice, leo la dedicatoria, siempre lo mismo, una lágrima tras otra. Si lo leo tantas veces, no sé por qué lloro los días veinte. Cierro los ojos y me veo corriendo detrás de una gallina.
Almuerzo: Chile huevillo
2 manos
1 diente de leche
Carcajadas al gusto
Caricias al gusto
½ kg de epazote
Modo de preparación:
Se camina al cuarto donde duerme una niña de seis años, se abre la puerta con cuidado,sin hacer mucho ruido. Se le da un beso en la mejilla, se le deja que abra sus párpados. Aparte se abren las cortinas. Se verá cómo poco a poco se descubrirán los labios y dejan ver el diente de leche. No se toca. Se escuchará una canción que se canta al unísono. Se pregunta “¿quieres un chilehuevillo?” Se responde. “Pero con epazote.”
Comida: Salpicón
Falda de puntitos de colores
Delantal verde con blanco
Manos lavadas
Tablita para picar
1 kg de queso cortado con la mano
Boronitas de amor
Totopos o pan de agua para acompañar
Modo de preparación:
Se juega a las escondidas entre la cocina y la despensa. Se escoge la despensa, generalmente. Se reposa por tres minutos en el aroma de la despensa. Una vez impregnada del olor a madera se busca el delantal para abrazarlo. Se abre el grifo y se dejan las manos dentro del pocillo de agua de lluvia. Después de escuchar el rítmico cuchillo se agarra queso con una mano y se ríe a todo volumen. Se agrega un poco de miradas confundidas y se sacuden las boronitas en el delantal. Por último se sirven los totopos o el pan de agua en una canastita para acompañar el Salpicón.
Merienda: Galletas de naranja
1kg de fotos
½ kg de cartitas
½ kg de biblias
6 oraciones
5 besos
1 canción
Modo de preparación:
Se habla en voz aguda y grave. Puede haber silencios incómodos y palabras indiscretas. Luego se hace una fuente de fotos y cartas, se escogen todas, se guardan en un baúl. Se habla de religión, luego se discute. Paulatinamente se sirven las seis oraciones. Los lentes se empañan por la proximidad de los cuerpos. Es posible que escurra agua salada por las mejillas. Se coloca el cuerpo más delgado sobre la cama. Se canta una canción mientras se dan los cinco besos en las manos. Se escucha el último suspiro. Se caen las galletas.
Cocinar es la única actividad colectiva aunque se esté en soledad. La cocina tiene un antes, un después en movimiento, un movimiento perpetuo. Cocinar es mi edén. Es el lugar donde realmente se visita a los ancestros. Es recordar la razón por la que el matrimonio del plátano y la mantequilla ha funcionado. Para volver a mí, necesito escuchar el sonido del aceite, porque éste siempre va a ir acompañado de conversaciones lejanas, de mi abuela, de mi madre, de mis tías y de mí, de mis ojos viéndolo todo, entendiéndolo todo, saboreandolo todo. Si el tiempo transcurre no importa, porque sé que el único momento donde el tiempo se detiene es cuando abro el libro que más veces he leído.
Así que si no soy la misma está bien. Si cambio de ciudad, de país o de parecer, bastarán dos ingredientes para volver.
[1] Esponjada: tortilla de maíz empapada en aceite para que logre esponjarse. Puede ser una enfrijolada (tortilla con frijoles) o una enchilada (tortilla con chile).
[2] Garnacha: tortilla de maíz chica con interior de salsa de chileancho, res deshebrada, repollo y pico de gallo.
[3] Como si fueran chilaquiles, pero la tortilla debe de ser aguada, el queso no puede ser gratinado. No es Sanborns, es un platillo casero.
[4] Empanaditas de cinco a seis centímetros.
[5] Con queso.
[6] Como si fuera una gordita pero larga de diez a doce centímetros. (Talla L)
[7] Como si fuera una gordita o un tlacoyo pero con el ingrediente a elegir en la parte superior. (Talla M)
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