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Pareciera que las redes sociales nos dan espacios para expresarnos, pero a veces es todo lo contrario, nuestra voz se aplasta bajo la avalancha de parloteos, discusiones absurdas y noticias pregonadas con histeria. Por eso vale la pena encontrar remansos como los que nos brinda la autora en las siguientes líneas.

Texto de 23/01/16

Pareciera que las redes sociales nos dan espacios para expresarnos, pero a veces es todo lo contrario, nuestra voz se aplasta bajo la avalancha de parloteos, discusiones absurdas y noticias pregonadas con histeria. Por eso vale la pena encontrar remansos como los que nos brinda la autora en las siguientes líneas.

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Me gustan las casas viejas con jardines descuidados y corredores con macetas de barro que tengan forma de maceta, me gusta que las cosas parezcan lo que son; ver películas de catástrofes comiendo palomitas revueltas con chocolates y alternar lo dulce con lo salado. Me gusta caminar en las tardes cuando todavía hay sol y, si es invierno, mejor. Me gustan las calles vacías, arboladas y con camellón, y también las avenidas ruidosas, con tiendas y gente de prisa, me gusta caminarlas de noche y, si es verano, mejor. Me gusta dormir porque siempre sueño y más me gusta cuando sueño que vuelo. Me gusta mi perfil derecho y mi sentido del humor. Me gustan los gatos, Robert de Niro y los tacos al pastor. Me gusta ver las películas muy tristes de amor estando sola, para llorar mejor. Me gustan los tlacoyos, la ironía y el calor. Me gusta podar plantas, beber cubas, comer pastas y, a veces, cocinar un sábado para mucha gente. Me gusta usar zapatos bajos, como de señor, y las blusas escotadas y las arracadas. Me gusta mi casa, pintar las paredes, los trabajos de reparación. Me gusta Ricardo, nuestras hijas, viajar en coche, en tren y en avión. Ir a lugares extraños y jugar dominó. Me gustan París, los pueblos de España y Nueva York, Buenos Aires, Cuba y Veracruz, los tangos, el flamenco, la salsa y el danzón. Me gusta bailar rock and roll. Me gustan los suéteres cerrados, los pantalones de pana, los mangos de Manila y los bolillos tostados con mantequilla y sal. Me gustan los árboles con foquitos y los de Navidad por su olor; me gustan los preparativos navideños, guisar bacalao, comprar nochebuenas, entrar a las tiendas y oír villancicos y ver a la gente comprar con furor y no tener que hacerlo yo. Me gustan las caricaturas de Quino, imitar a la gente y cantar cuando manejo. Me gusta escribir en la tarde, cuando mi casa está sola y puedo escuchar los ruidos lejanos de alrededor… pájaros, viento, ramas… voces, sirenas muy bajas y las campanas de la iglesia que me producen nostalgia. Me gusta levantarme temprano. Me gusta ver fotos y leer cartas ajenas, me gusta espiar y me encantaría hacerme invisible y entrar a las casas a ver cómo son todos cuando creen que están solos. Me gusta el silencio y las playas de mar abierto, sentarme en la arena y ver el mar violento y las olas altas y no meterme. Me gusta la pintura de Gauguin, las mujeres rollizas y sensuales de Rubens, los mártires de Ribera y los abstractos de Miró. Me gusta la arquitectura, imaginar cambios en las casas donde entro y dar mi opinión aunque no la pidan; me gustan el jazz y Piazzola, la música de Bach y las flores de mi balcón. Me gusta el orden, las galletas danesas con frijoles y los cacahuates japoneses; el café solo, el té con leche y el queso gruyer. Me gustan las novelas policiacas, las reseñas de Ibargüengoitia y la poesía de Miguel Hernández; me gusta sobre todo Paco Ibáñez, cantar con él a dúo y a todo pulmón; me gustan los cubanos, su ritmo y su son. Me gusta confrontar la autoridad, cuestionar a los creyentes y platicar horas con mi hermana en la cocina. Me gusta caminar aprisa y reírme mucho con y sin razón; me gusta tener la razón. Me gusta la gente inteligente, aguda y mordaz. Me gustan las iglesias coloniales, los mercados y las artesanías. Me gusta romper récords en los juegos de las computadoras y, si son ajenas, mejor. Me gusta ganar en los juegos para burlarme del perdedor. Me gusta corregir erratas. Me gustan los libros delgados porque no pesan y puedo leerlos acostada sin que se me entuman las manos. Me gusta escribir así, como aquí, libremente, de todo lo que me gusta a mí.  ~

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ROCÍO MIRANDA (Ciudad de México, 1954) estudió Comunicación Social en la UAM y el diplomado de Creación Literaria de la SOGEM. Ha publicado el libro ilustrado para niños Gatimañas (CIDCLI, 2010) y la novela Del mar te llevarás la sal (IVEC-Conaculta, 2014). Ha dedicado la mayor parte de su vida a editar libros infantiles y juveniles.

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