En este artículo, con base en el análisis de publicaciones recientes y el comportamiento de las economías latinoamericanas a lo largo de varias décadas, el autor sostiene que, para lograr desarrollo económico, hay que enfocarse en reducir la variabilidad en las tasas de crecimiento de corto plazo, más que en incrementar las tasas mismas, pues agotarse en la carrera frena por completo el avance.
En este artículo, con base en el análisis de publicaciones recientes y el comportamiento de las economías latinoamericanas a lo largo de varias décadas, el autor sostiene que, para lograr desarrollo económico, hay que enfocarse en reducir la variabilidad en las tasas de crecimiento de corto plazo, más que en incrementar las tasas mismas, pues agotarse en la carrera frena por completo el avance.
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Es de sentido común. Mejor ir a un paso que se
pueda aguantar, a lanzarse a correr de forma insostenible. Sólo cuando hay
mucha prisa conviene correr los 42.5 kilómetros de un maratón. El primero en
hacerlo murió por el esfuerzo. Mejor ir caminando, aunque se llegue más tarde,
y quedar con energía para vivir y poder caminar al día siguiente.
El
caso es el mismo para el crecimiento de una economía. En un trabajo reciente
titulado Growing, Shrinking, and Long Run Economic
Performance: Historical Perspectives on Economic Development,1 Stephen Broadberry
de la Universidad de Oxford y John Joseph Wallis de la Universidad de Maryland,
enfatizan el papel que las contracciones económicas tienen en el desempeño de
las economías en el largo plazo. Muestran que los países más pobres son los que
tienen más periodos de contracción económica. Los países que empezaron a
despegar en el siglo XIX y que hoy son desarrollados fueron los que se
contrajeron en menos ocasiones. Eso fue lo que les permitió crecer más y de
forma más estable. Los países con mayor ingreso per cápita son los que tuvieron
menos años con crecimiento negativo y esos años malos no lo fueron tanto.
Los autores concluyen que, para lograr
desarrollo económico, el enfoque debe estar en reducir la variabilidad en las
tasas de crecimiento económico de corto plazo, más que en incrementar las tasas
mismas. Correr muy rápido y no poder sostener el paso es una receta para
retrasar el desarrollo.
Ciertos arreglos institucionales permiten
disminuir las recesiones: derechos de propiedad sólidos, una política
macroeconómica que genere estabilidad, mercados financieros bien regulados, pocos
conflictos armados; en definitiva, todo aquello que disminuya la incertidumbre
y genere confianza. La política económica es el resultado de la interacción
entre actores con poder, no se puede diseñar en el vacío, pero conviene tener
en mente la importancia de evitar las recesiones que vienen después de
acelerones sin bases.
El crecimiento económico de América Latina
también parece estar asociado con una disminución en la tasa y frecuencia de
las contracciones económicas, más que con altas tasas de crecimiento en ciertos
periodos. Como se observa en el siguiente cuadro, de 1970 a la fecha los países
que muestran un mejor desempeño económico son Chile y Colombia. Colombia tuvo
únicamente un año (1999) de decrecimiento económico, relativamente moderado, -4.2%
del PIB. Chile tuvo un peor desempeño, siete años de contracción del PIB y un
promedio de decrecimiento de 5.28% en esos años, pero lo compensó con altas
tasas de crecimiento continuo durante varios años. Los países con peor
desempeño en el periodo mencionado son Argentina y Venezuela, los cuales
presentan una gran frecuencia de años con contracción en la economía, 18 y 16
respectivamente. No sólo influye la frecuencia de las contracciones, sino
también su magnitud. Venezuela, durante los 16 años de su decrecimiento, tuvo
una tasa promedio de contracción de -5.6%. Debido a ello, los años y niveles de
tasas de expansión económica se ven más que opacados por las contracciones que
experimentan los países. Brasil y México están a la mitad de la tabla, con un
número de años de decrecimiento similar a Chile, ocho y siete años
respectivamente, con recesiones menos agudas, pero también creciendo menos que
en los buenos años de crecimiento.
Si
tomamos un periodo más corto, los últimos 10 años, de 2008 al 2017, Chile y
Colombia vuelven a mostrar un buen desempeño económico promedio, 3.02 y 3.59%
respectivamente. Chile tuvo un solo año de contracción económica, de -1.58.
Colombia no tuvo ninguno. Perú muestra un crecimiento incluso más robusto, de
4.92. Tampoco sufrió en dicho periodo un solo año de contracción económica.
México sólo tuvo un año de decrecimiento, el crecimiento general bajo y de tal
magnitud, que el promedio de crecimiento en el periodo es de 2.07%. Bajo, pero
mejor que el de Brasil (1.59%). Si bien el promedio de las contracciones
económicas de Brasil es menos malo que el de México, la frecuencia es mayor
(3 vs. 1 de México). Venezuela repite con la peor
trayectoria dada, con seis años de recesión, así como por el calibre de su
contracción, que alcanza en promedio -7.54%. Argentina, por su parte, tiene un
desempeño bastante regular, 1.69%, aunque con alta tasa de contracción
económica en cuatro de los 10 años considerados (véase el Cuadro 3).
Resumido en un cuadro de crecimiento del PIB per
cápita en dólares estadounidenses (véase el Cuadro 4), Chile ha corrido en la
ruta neoliberal con sólo cuatro retrocesos desde 1980, y pasó de tener un PIB
per cápita de 7,985.42 (medido a precios constantes, USD de PPP, 2011) a uno de
22,258.9 en 2016. Con 17 años de contracción, la hoy socialista Venezuela pasó
de 18,247.4 a 12,996.5. Brasil, con 15 años de contracción (de 11,146 en 1980 a
14,182 en 2016) y México, con 10 años de contracción en el periodo (de 13,545.6
a 17,947.8), están casi igual de mal.
Para elevar la tasa de crecimiento de forma
sostenida, lo que se requiere es aumentar la oferta de bienes y servicios, es
decir, estimular la inversión productiva, no incrementar la demanda a través
del gasto público, lo que en el corto plazo más fácilmente puede tratar de
controlar el gobierno.
Lo
primero es complicado. Hay fallas de mercado que ameritan la intervención del
gobierno, por ejemplo en materia de competencia económica. También hay fallas
de gobierno obvias, dado que nuestro gobierno no ha sido capaz ni siquiera de
garantizar lo básico: seguridad y Estado de derecho. La historia de cómo
nuestro gobierno ha asignado capital, el tren México-Toluca es un triste
ejemplo, es bastante mala. Esta incompetencia suele ser resultado de mucha
corrupción y mucha improvisación a la hora de invertir en infraestructura. La
receta teórica para crecer es bastante sencilla: invertir más en la gente, en
infraestructura y en maquinaria, pero igual de importante es hacerlo bien. La
mala asignación de capital entre los privados obedece a las reglas existentes.
Como ha mostrado Santiago Levy en su reciente libro Esfuerzos mal recompensados: la elusiva búsqueda de la prosperidad
en México (BID,
2018), las empresas informales (legales o ilegales) son menos productivas,
sobre todo porque son pequeñas, por lo que nunca logran la escala suficiente
para aprovechar mejor el capital físico y humano que utilizan. Como cada vez
asignamos más capital y trabajadores a empresitas de baja productividad, no
podemos crecer más de lo que se incrementa el uso de la mano de obra y del
capital.
Lo anterior es relevante por la llegada de un gobierno que dice, con razón, que se ha crecido poco, y que explícitamente desea un nuevo modelo de desarrollo con más intervención estatal para impulsar un mayor crecimiento económico. Si consiguen mantener la estabilidad macroeconómica, no veo cómo pueda crecerse más. Si algo han mostrado hasta ahora es que la inversión pública dependerá de los deseos de López Obrador, y no hay planes para mejorar los incentivos para ser formal o informal, que según Levy explican buena parte de nuestro bajo crecimiento. Si no ve mayor crecimiento, el nuevo gobierno se puede desesperar y empezar a gastar de más para impulsarlo. La película es conocida: terminaremos por pagar después el costo de una contracción económica, con la consiguiente disminución del crecimiento promedio. EP
1 NBER Working paper series, National Bureau of Economic Research, Cambridge, Massachusetts, abril 2017.
2 Cifras del IMF, World Economic Outlook, abril.
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